Sincronía Primavera 2005


El QUEHACER DE LA CRÍTICA: EL CASO DE SILVIA MOLINA

María Dolores Pérez Padilla
Universidad de Guadalajara


Como retratos de escritores y reflexiones sobre su obra presenta Silvia los textos reunidos en Encuentros y reflexiones, libro de más de un centenar y medio de páginas, que nos entrega así: "Aquí, en desorden y por orden cronológico, están mis encuentros, gustos, obsesiones, reflexiones, y afinidades". Aunque el libro se ocupa también de obras que corresponden a un buen número de autores, aquí me limitaré a tratar solamente textos donde reflexiona sobre obras escritas por mujeres.

En primer término quiero señalar que aunque el discurso sobre la escritura de sus compañeras es, fundamentalmente, positivo, no es condescendiente. No se guarda el juicio sobre un texto que no valora, así venga de una figura como Marguerite Duras. Al referirse al libro de esta autora que lleva por título Escribir, obra que consta de una serie de textos diversos, y que toma el título del primero de ellos, Silvia nos dice: "Escribir me parece un libro raro, quizá porque es lento, lentísimo, y repetitivo, ad libitum." Y luego hace juicios como éste:

Esa mano me molesta [se refiere a la fotografía de la autora que aparece en la portada], no la hubiera pensado en una artista. Me molesta tanto como las citas que hace, de pronto y sin más, la señora Duras, de sus amantes. Dice "mis amantes..." esto o lo otro, como si dijera mis vestidos, mis zapatos, mis abrigos. Es diferente decir mi vestido azul de seda, mis zapatos negros de tacón, mi abrigo de lana. Y es mejor todavía explicar, mi vestido azul, el de seda; mis zapatos negros, los de piel; mi abrigo de lana australiana,el café...

 

Y concluye:

 

De este libro de Marguerite Duras vale la pena el primer ensayo porque nos traduce ese sentimiento de ser prisioneros de la escritura y a la vez, amarla; lo demás de veras cuesta trabajo porque, como dije, el libro es muy lento; le sobran anillos y le falta carácter(26).

 

Pero así como no se amilana ante escritoras que ya ganaron los escaparates, ni hace elogios gratuitos, sí lleva nuestra atención, con admiración y finura, a obras de escritoras menos conocidas, como Magolo Cárdenas, y nos regala, en forma de citas, pequeños trozos del ingenio de esta autora coahuilense, quien nos introduce, con humor, al mundo de la provincia. Por ejemplo, este "teorema" firmado por la alumna Josefa Laureano, de la novela Con mis ojos a los muertos: "Nosotros no leímos nada de Manuel Acuña porque la madre Sorondo dijo: A éste hay que brincárnoslo porque se suicidó"(150).

Tampoco oculta la admiración que le despierta quien le apuesta, antes que a cualquier otro recurso, al trabajo, la tenacidad y la constancia; admiración que expresa sin estruendo, con su matiz de ternura:

Aline Pettersson ha sido una escritora silenciosa y solitaria que estudió letras en la Universidad Abierta y fue becaria del Centro Mexicano de Escritores y que ha hecho su caminito sola, alejada de la promoción y la publicidad(69)

Y afirma solidaria:

Me parece que Aline es una escritora que merece una mirada atenta a su trabajo. Ninguna como ella ha sido tan tenaz y ha escrito desde la soledad con tanta perseverancia(72).

No son reproches o elogios los que la mueven en el quehacer de su crítica. Al leer su trabajo uno se da cuenta de que su mirada se detiene en esos espacios donde las escritoras indagan, con hondura, sobre la condición del ser humano, sobre sus limitaciones, sus miserias... Y en el caso específico de la escritura de mujeres, sus fibras responden de inmediato con simpatía, ahí donde hay pasión, vehemencia y arrojo para enfrentar tales indagaciones. Al referirse a los personajes de Jayne Anne Phillips, representantes de seres marginados, observa:

Hay una aceptación miserable, una crudeza inmoral, una crueldad maestra. Sus voces siguen viviendo en el lector más allá de la lectura: salen en los sueños en forma de rumores que inquietan. Como si fuera poco, la señora Phillips se ha especializado en eso que hay en nosotros de violento, en eso que en nosotros hay de frustración, de derrota. En aquello que ronda en las casas y en las relaciones de pareja, y las acosa y las pervierte (78).

 

Su trabajo es, entonces, la invitación que se ofrece al lector para que haga un valiente recorrido por esos lugares obscuros, y los enfrente con el aliento que se toma en el instante de la comunión. Por eso, cuando comenta a Rose Tremain, reflexiona:

Así leemos, creo; tratando de ir descubriendo la vida y los secretos del otro, eso que nos revelan con su escritura los autores, eso que maravilla o da placer y nos orilla a leerlo todo de ellos. Y hasta cuando se equivocó, lo entendemos(93-94).

 

Y, más adelante, agrega:

 

Lo curioso, es, además, que la mayoría de las veces leyendo a las mujeres termino por saber más de mí misma, de mis pasiones. Me comprendo mejor y digo bueno, no estoy tan mal, eso que siento le ha pasado a otras...(94).

 

El hilo conductor de su crítica es, por lo tanto, la indagación sobre la condición del ser humano, sobre su capacidad para reconocerse y enfrentarse a sí mismo. En el trabajo (ya mencionado) sobre Aline Pettersson hace un diestro recorrido por las obras de esta autora, y sostiene:

Lo singular tanto en Mistificaciones como en Eulalia (una novela introspectiva) es la conciencia que toman los personajes de su propia realidad, de donde surge para ellas ya la escritura, ya el descubrimiento de una vocación o del mundo de los sentidos que rodea al ser humano(72).

 

Pero hay que agregar que no sólo se detiene ahí donde se batalla con "los fantasmas del alma", también la atraen aquellas obras donde se indaga sobre el origen, sobre la identidad. Por ejemplo en su atenta lectura de la novela Altar de muertos de Marcela Guijosa, su mirada se detiene ahí donde se expresan las tensiones que resultan de la condición del ser mestizo:

Que no fuera yo esta mezcla mal hecha, con partes sin revolver, con grumos de harina blanca y con terrones de azúcar morena que me duelen. Que estuviera yo toda del mismo color. Que mis sueños y mis dioses no me desgarraran jalando para dos lugares tan lejanos con todo el mar de soledad enmedio(154).

 

Sigue el tránsito de su lectura y mediante él participa del deshacerse y rehacerse: "El libro de Marcela Guijosa me llega hondo -dice silvia- porque es mi gente, mi época, la familia de mis amigos...mi campo de Tepexpan (...)", y nos entrega un último fragmento de la novela de Marcela Guijosa:

España era la fiesta, la comida abundante, la paella, la ropa buena y elegante. México era lo cotidiano, lo simple, el quehacer de la casa, la ropa viejita, los regaños aburridos, la sopa de pasta y los frijoles. Todavía no me daba cuenta de que precisamente eso, ese México, era mi tierra y mi casa, mi madre, mi más profundo sustento (155).

En su travesía nos da (o me da a mí) una lectura más compleja de Elena Poniatowska, a quien estamos acostumbrados a leer como la que presta la voz a quienes no la tienen. Desde luego eso lo reconoce también Silvia. Pero lo que resalta en sus comentarios es cómo al configurar al otro, se configura a sí misma. Silvia lo expresa así:

Elena (...) sabe o intuye que de la misma forma en que la Jesusa ha echado raíces en su corazón, ella ha comenzado a existir tanto en el corazón de la jesusa como en el interior  de ella misma; y también, porque cada noche mientras recrea y reinventa a esa mujer, le es fiel a su escritura, se encuentra ella misma y vive lo que no había vivido. Con la Jesusa descubre no sólo México sino que lo lleva en su corazón(57).

Y como prueba nos regala este trocito de Luz y luna, las lunitas:

Mis abuelos, mis tatarabuelos tenían una frase clave que creían poética: "I don´t belong". A lo mejor ésa era su forma de distinguirse de la chusma, no ser como los demás. Una noche, antes de que me viniera el sueño, después de identifiarme largamente con la Jesusa y repasar una a una todas sus imágenes, pude decirme en voz baja: "Yo sí pertenezco"(57).

 

Estamos, por lo tanto, ante un tipo de crítica que trasluce una concepción de la literatura como posible vía de conocimiento, o mejor, de adquisición de sabiduría.

Pero de esa particular forma de sabiduría que se gana mediante la experiencia, la experiencia como vivencia: y en este caso, la vivencia de la escritura. Experiencia que se gana, a la vez, mediante la vivencia que es la participación a través de la lectura. Esto se palpa en sus comentarios sobre la escritura de Rose Tremain, a quien ya me referí antes:

Me encontré en esa rabia, en ese coraje sugeridos como en el cuento "Will and Lou´s Boy, escrito por Douglas, el hijo de Will y Lou cuando iba a cumplir 18 años. El contexto: Inglaterra pobre; la posguerra. El conflicto: Douglas se da cuenta de que sus padres piensan, finalmente, que todo hubiera sido mejor para ellos sin él. Hay una aceptación de ese hecho por parte de Douglas y sufre por eso una rabia callada. Y entonces, relaciono mi experiencia. Reflexiono y acepto ciertas cosas, mientras una rabia silenciosa me invade(95).

Se trata, además, de una experiencia, muchas veces, dolorosa, de una vivencia en la que se padece; se trata de la batalla que se da con el lenguaje para lograr la expresión que al tiempo que arroja luz en alguna zona humana, da cuerpo a la literatura. No es gratuito que lo que destaque, Silvia, del estilo de Rose Tremain, sea la sugerencia, por ser ésta la forma con la cual, la autora logra expresar, indirectamente, aquello que estaba ahí, sin nombre, soterrado, minando, enturbiando la vida. Y es, también, este decir sesgado, el lugar donde el lector habrá de enfrentar su combate, combate que lo hará partícipe de la vivencia, de la experiencia de la literatura. En el caso de la escritura de Elizabeth Smart, la pelea irá delineando, dibujando imágenes. Silvia da testimonio, de esa batalla, de la manera que sigue:

La "obra maestr" de Elizabeth Smart es una novela corta, muy corta, con una prosa llena de imágenes hermosas y terribles. La narración es en sí el testimonio de un grito ahogado de dolor, la lucha interna por vivir el "pecado" con gozo, el martirio que se va transformando en una pieza de arte(20).

 

Por último habría que enfatizar que como crítica - y aunque, como tal, guarde necesariamente una distancia con respecto al texto literario- lo que a Silvia más le importa es hacernos partícipes de su experiencia como lectora. Tal esfuerzo se manifiesta a lo largo de las páginas de su libro; esfuerzo mediante el cual -al tiempo que conduce la batalla que vuelve experiencia su propia escritura (sobre la lectura)- le apuesta a que tomemos parte en su experiencia; a que tornemos vivencia nuestra lectura. Valgan, como apoyo a esta afirmación, los últimos renglones del artículo acerca de la obra de Jean Rhys, donde el lenguaje analógico y elíptico es parte de la escritura crítica:

Pero nunca dejó de sentirse exiliada en una isla más acogedora que su natal Dominica y que no era, por supuesto, la Gran Bretaña sino la isla que ella misma había trazado con la escritura en el mapa de su intimidad, donde estaba dando a otras mujeres la posibilidad de un lugar para llegar a verse, para reconocerse y, tal vez, sonreír.

Y mientras la Julia Martin del señor Mackenzie se preguntaba: "No me veo tan mal, ¿verdad? Todavía tengo algo para enfrentarme al mundo. ¿No es cierto?", Jean Rhys sabía que la respuesta no era una mentira sino el silencio; y descubrió que atrás del silencio no hay nada (14).

 

Estamos, entonces, lejos de la crítica abstracta que busca ser impersonal, distantes del estudio inmanente de la obra. Y aunque se trata de una crítica que privilegia el punto de vista intimista, forma parte, creo, de un esfuerzo más amplio, de una crítica cultural que se niega a desligar lo subjetivo y lo político del estudio de la literatura. Así como en el siglo XV111, el nacimiento de la crítica literaria moderna se dio al desbordar lo puramente normativo para resistir al absolutismo, esta crítica también se ha abierto, ha ido ganando terreno mediante el trabajo de muchas mujeres y de otros grupos marginados. Y en este esfuerzo, se ha ganado algún terreno; esfuerzo que si bien no es dueño de la casa, sí, una habitación tomada.

 

Bibliografía

Molina, Silvia, Encuentros y reflexiones. México: UNAM, 1998.


 

*Texto leído en el Encuentro internacional de escritoras, Inés Arredondo, en septiembre de 2004.

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