La educación del adolescente en la antigüedad clasica: El modelo griego
J. Enrique Peláez Malagón
SUMARIO:
1. INTRODUCCIÓN
1.1. Planteamiento y método del trabajo
1.2. Bibliografía
1.3. Acercamiento historiográfico y concepto de pederastía
2. ORIGEN DE LA PEDERASTÍA EN LA
ANTIGUA GRECIA
3. RITOS, REGLAS Y MECANISMOS DE LA
PEDERASTÍA
3.1. El cortejo
3.2. El lugar
3.3. La edad
3.4. Las manifestaciones sexuales
3.5. El secuestro ritual
4. LAS LEYES Y LA LEGISLACIÓN SOBRE LA
PEDERASTÍA
5. LA FILOSOFÍA GRIEGA FRENTE A LA
PEDERASTÍA
5.1. La filosofía de Sócrates
5.2. La filosofía de Platón
5.3. La filosofía de Aristóteles
5.4. Conclusiones sobre la filosofía del periodo
6. LA LITERATURA GRIEGA FRENTE A LA
PEDERASTÍA
6.1. La literatura homérica (época oscura)
6.2. La literatura lírica (época arcaica y clásica)
6.3. La narrativa (Clasicismo y Helenismo)
6.4. La literatura del final del Helenismo
7. SUPERVIVENCIAS FUERA DE GRECIA
8. CONCLUSIONES AL TRABAJO
1. INTRODUCCIÓN:
1.1. Planteamiento y método del trabajo
Cuando comencé a preparar el trabajo que presentamos se buscó en la bibliografía
una monografía al uso que nos sirviese de pauta para un primer acercamiento al tema y a
través de la cual poder ponernos en contacto con unas hipótesis y con una bibliografía
referencial. La primera obra que cayó en mis manos (tal vez por ser considerada casi como
un manual) fue la obra de Marrou[1] y sin
otro criterio la utilicé como base de donde poder sacar algunas panorámicas generales y
bibliográficas que me permitiesen empezar a construir un trabajo. Al poco de su lectura,
en el capítulo denominado La pederastía como educación (cap. nº3), me
sorprendió el vocabulario utilizado para referirse a la homosexualidad: (invertidos,
flaqueza de la carne, contra natura, sexualidad anormal, monstruosas aberraciones...);
vocabulario que conformaba un lenguaje detrás del cual existía una forma peculiar de
entender la moralidad, una determinada ideología que de alguna manera, en mi opinión,
restaba objetividad al estudio. De hecho las comparaciones con el hombre moderno, más que
ejercicios didácticos, marcaban unos criterios apriorísticos por los que se juzgaba el
comportamiento de los antiguos griegos enfrentándolos al hombre normal, esto
es, cristiano. Condición si ne qua non, la cristiana, para llegar a alcanzar esa
pretendida normalidad. (Sic pag. 52). E incluso se llegaba a cuestionar otros tipos de
estudios, es de suponer, que aquellos, menos inmersos en la moral cristiana,
calificándolos como curiosidad malsana, presentación de la antigua Hélade como paraíso
para los invertidos o lo que es más grave, la calificación a todos aquellos que ahondan
en esta problemática bajo la etiqueta pseudo-psicoanalítica de ¡Cuantas
represiones ingenuas no se disimulan en el alma de los eruditos...!(Sic pag. 49).
No es este el lugar ni el momento para comenzar un debate sobre si la
investigación histórica es ciencia o no, tampoco para hablar del método histórico o
sobre epistemologías[2] a la hora de emprender una
investigación seria y rigurosa; pero sí tal vez para hablar de lógica, de sentido
común, de veracidad o de respeto (valores éstos de los que siempre es el momento
oportuno para hablar). Y por lo que respecta a este caso, la forma más sensata de hablar
es, a mi modo de ver, tratar de reconstruir un capítulo sin partir de ninguna concepción
a priori de la normalidad o de la moralidad cristiana (conceptos
que en el caso de Marrou se traducen el primero por normalización y el segundo por moral cristiana
preconciliar).
En modo alguno es el caso intentar corregir la obra de Marrou, cuya
erudición, documentación tanto en las fuentes primarias como historiográficas o estudio
están al alcance de muy pocos. Tan sólo dejar constancia de cómo una ideología puede
oscurecer hechos, disimular planteamientos o vanalizar conclusiones. En este sentido
siempre la obra de este autor creo que podrá ser corregida.
Una vez justificado el tema, comentaré brevemente algo sobre el
método y el planteamiento: Tras la elección del tema se desarrolló una búsqueda de
bibliografía (a la que más tarde haremos referencia) que nos permitiese una información
más profunda (y creo que rigurosa) sobre la cuestión, de su lectura obtuvimos unas
conclusiones que nos sirvieron para elaborar el presente trabajo, trabajo que en modo
alguno pretende ser un estudio erudito, exhaustivo u original, tan sólo y como ya
argumenté una forma diferente de afrontar el tema desde posiciones en principio más
científicas. De esta forma y tras una introducción en la que estudiaremos en qué
consiste la pederastía griega, dividimos el estudio en los siguientes apartados: Por un
lado, la cuestión del origen en el tiempo y en las formas de la pederastía en la Grecia
Antigua, por otro nos centraremos en sus leyes, reglas y mecanismos, más tarde nos
detendremos en analizar cómo se veían estas prácticas desde el punto de vista del
derecho, la filosofía o la comedia, y finalmente trataremos de buscar sus supervivencias
fuera de Grecia, haciendo referencia fundamentalmente al caso romano.
1.2. Bibliografía consultada
Una vez elegido el tema realizamos la búsqueda bibliográfica, por un lado
buscamos una serie de obras de carácter histórico general que nos situasen en el
contexto histórico del estudio que nos proponíamos realizar, la bibliografía es
extensísima y nos centramos en los siguientes manuales:
· López Melero, Raquel, Grecia. El
estado espartano hasta la época Clásica. Historia del mundo antiguo, nº19, Akal,
Madrid, 1989
· López Melero, Raquel, Gracia. La
formación de la democracia ateniense (vols. I y II). Historia del mundo antiguo, nºs. 20
y 21, Akal, Madrid, 1982
· Ruze; F.. Amouretti, M.C., El mundo
griego antiguo, Akal, Madrid, 1987
· Montenegro Duque, Ángel (coor.), El
mundo griego, Ediciones Nájera, Madrid, 1987
Junto
con estos libros de carácter general, nos centramos también en otros ya de un carácter
más particular sin dejar de seguir considerándolos manuales de referencia, éstos son
aquellos referidos a la vida cotidiana de la antigua Grecia. La bibliografía en este caso
también es extensísima, sobre todo la de los últimos años debido a las nuevas
orientaciones metodológicas en los trabajos históricos que se vienen realizando en las
dos últimas décadas sobre Nueva Historia:
· López Melero, Raquel, Así vivían en
la antigua Grecia, Anaya, Madrid, 1996
· Barberini, G., La vida cotidiana en la
Grecia de Pericles, Avance, Barcelona, 1976
· Flacelière, Robert, La vida cotidiana
en Grecia en el siglo de Pericles, Ediciones Temas de Hoy, Madrid, 1990
Centrando
un poco más el tema pero sin abandonar los manuales, entraríamos en este apartado en las
obras que hacen directamente alusión a la cuestión de la educación en la antigüedad:
· Marrou, H.I., Historia de la educación
en la antigüedad, Akal, Madrid, 1985
· Bowen, J., Historia de la educación en
la antigüedad, (t.1): El mundo antiguo: Oriente próximo y Mediterráneo (2000 a.C.-1054
d.C.), Barcelona, 1988
Llegando ya a los libros directamente
relacionados con el trabajo realizado, hemos creído conveniente dividir este apartado en
dos diferentes secciones: Fuentes primarias y fuentes secundarias.
Fuentes primarias:
A ellas nos han conducido las diversas
lecturas bibliográficas, estas fuentes las hemos obtenido de la colección de más de
cien volúmenes Los clásicos de Grecia Y Roma, editada por Planeta Agostini en 1995, si
bien somos conscientes de la existencia de otras traducciones y comentarios, algunos de
ellos mucho mejores, por razones de operatividad y uniformidad no los hemos consultado[3].
Fuentes secundarias
Divididas a su vez en los siguientes
apartados:
Filosofía de la antigüedad:
· Ricken, Friedo, Filosofía de la
antigüedad, Herder, Barcelona, 1990
· Parain, Brice, (Dir.) La filosofía
griega, Historia de la filosofía siglo XXI, Siglo XXI, Madrid, 1984
Religión y mitología:
· Grimal, Pierre, Diccionario de
mitología griega y romana, Paidos, Buenos Aires, 1982
· Diel, Paul, El simbolismo en la
mitología griega, Labor, Barcelona, 1985
· Puech, Henri-Charles, (Dir.) Las
religiones antiguas, Historia de las religiones siglo XXI, Siglo XXI, Madrid, 1980
Homosexualidad en la antigüedad
clásica:
· Cantarella, Eva, Según natura, la
bisexualidad en el mundo antiguo, Akal, Madrid, 1991
· Vanoyeke, Violaine, La prostitución en
Grecia y Roma, Edaf, Madrid, 1991
· Eslava Galán, Juan, Amor y sexo en la
antigua Grecia, TH, Madrid, 1997
· Boswel, John, Las bodas de la
semejanza, Muchnik editores, Barcelona, 1996
· Rodríguez Adrados, F., Sociedad amor y
poesía en la Grecia antigua, Alianza, Madrid, 1995
Pederastía en la antigüedad clásica:
· Scherer, Rene, La pedagogía
pervertida, Laertes, Barcelona, 1983
· K.J., Dover,
Greek Homosexuality, Duckworth, London, 1979
· Licht, H.,
Sexual life in Ancient Greece, Constable, London, 1994
· Kilmer, M.
F., Greek erotica on antic red-figure vases, Duckworth, London, 1993
· Rodríguez Adrados, F., Líricos
griegos. Elegiacos y yambógrafos arcaicos, Labor, Barcelona, 1959.
· Maiztegui Casas, Lincoln R.,
Sócrates, Platón y la homosexualidad, Nueva Historia, nº10, Noviembre de
1977, p.15 y ss.
Finalmente y por lo que respecta a
fuentes bibliográficas, existe una obra capital por sus orientaciones en este sentido:
· Badinter, Elisabeth, XY, La identidad
masculina, Alianza, Madrid, 1993.
1.3. Acercamiento historiográfico y
concepto de pederastía
Pese a la gran cantidad de obras y estudios dedicadas a la Antigüedad, el tema de
la pederastía siempre fue eludido, nadie era capaz de afrontar un tema que suponía
hablar de las perversiones de una civilización muchas veces idolatrada. Pese
a ello en 1909 Eric Bethe rompe con esta tradición estudiando el tema pero sin abandonar
un tono exculpatorio, más adelante (sin abandonar este mismo tono exculpatorio) las obras
de J.K. Thomson y A.E. Taylor continúan su estudio[4].
Será no obstante, a partir de finales de la década de los cincuenta e incluso sesenta y
en adelante, coincidiendo con el surgir de la Nueva Historia, cuando se
empiece a afrontar la cuestión de una manera más objetiva, autores como L. Gernet, A.
Brelich, J. Bremmer; H. Patzer o B. Sergent entre otros.
Por lo que respecta al objeto de estudio de los anteriores autores, éste se centra
en líneas generales en la sexualidad en la antigua Grecia, o lo que en muchos casos es lo
mismo, la homosexualidad y la pederastía en la misma. Entendiendo por pederastía no el
abuso de un menor contra su voluntad, sino las relaciones rituales, legales y docentes que
se establecen entre un alumno y su maestro. Es en definitiva un contrato como complemento
pedagógico de tal modo que el efebo aprendiera a través de la amistad plena y total, a
observar y respetar las tradiciones y deberes para con su pueblo, en muchas ocasiones
tradiciones y deberes relacionados con el plano militar (como en el caso de Esparta); en
definitiva un elemento básico de la pedagogía en la formación de las jóvenes
generaciones.
2. ORIGEN DE LA PEDERASTÍA EN LA
ANTIGUA GRECIA
En un principio
se situaba su origen en la invasión doria, con más ganas de exculpar a los griegos que
de veracidad histórica, es a partir de los años cincuenta cuando diversos autores, entre
ellos Marrou[5], comienzan a hablar de la
pederastía como algo que se encuentra en los orígenes de Grecia. En este punto hoy todo
el mundo está de acuerdo, en el de buscar posibles causas en donde empiezan a haber
desacuerdos, el mismo Marrou habla de la falta de mujeres por estar éstas relegadas en
los gineceos, sin embargo esta relegación no se da hasta los siglos VIII y VII y ya
existía la pederastía, luego no puede ser causa. Estudios más actuales desde el punto
de vista antropológico (L. Gernet, A. Brelich, J. Bremmer; H. Patzer... citados por Eva
Cantarella[6]) nos informan del carácter ritual e
iniciático de los mismos, herencia de un pasado tribal en donde existían periodos de
segregación para marcar los diferentes pasos de una edad a otra, así el muchacho que
quiere ser hombre pasa una temporada alejado de su hogar acompañado por un adulto que le
enseña a la vez que le ama.
Pruebas de todo ello las podemos encontrar por un lado en la mitología (Zeus y
Ganímedes, Poseidón y Pélope, Apolo y Admeto, Heracles y Jasón, Apolo y Ciparisso...[7]); por otro lado en las historias
de Estrabón[8] y Plutarco[9] que nos hablan del rapto de
adolescentes que existía en Creta desde tiempos muy antiguos y también en los graffiti
del templo de Apolo Karneios en Thera[10], en
donde más que frases obscenas, (como observa Marrou[11]
o K. J. Dover[12]) debemos ver inscripciones
rituales, auténticos exvotos a tenor del lugar en donde se han realizado, la alusión a
divinidades curótrofas, y la alusión como pais a los muchachos.
Otra cuestión es el tema de por qué se recurre a la sodomía[13] como iniciación, las razones se
podrían encontrar en las de trasmitir valores a través del semen[14], motivo por el que se decanta Dover[15], o simplemente como humillación
psicológica, tesis defendida por Eva Keuls[16]. De
cualquier forma las razones estarían más en la antropología de las antiguas culturas,
circunstancia que se aleja del cometido de este trabajo.
Otra hipótesis sobre el origen de la pederastía, si bien más teórica que
práctica nos ha parecido bastante sugerente: es la aportada por R. Maiztegui[17], en ella se nos informa de cómo el
ideal estético griego nada de más, por el que se buscaba la belleza en su
estado y forma más pura, se convertía en Kaloskagathos[18]
de tal forma que, por lo que a la pederastía se refiere, se unía la belleza del cuerpo
adolescente masculino[19] con la enseñanza de
las virtudes y la sabiduría. De hecho este tipo de amor recibía el nombre de Eros
Ápetro, el amor sin alas, breve como la adolescencia y estéril; pero por eso
mismo, extrañamente trágico y hermoso.
Si la anterior hipótesis nos puede parecer sugerente, la de Marrou[20] aludiendo a la desnudez en los
gimnasios como causa nos parece cuando menos pueril ya que si bien hay que comprender que
su obra la compuso en la Francia de 1944, esta idea no ha sido corregida en posteriores
ediciones de la obra. Para defender esta tesis se alude a las Tusculanas de
Cicerón (IV, 70) que es más, a nuestro juicio, una regla moral de la filosofía
ecléctica romana que propugna su autor, que un análisis riguroso del origen de la
pederastía en Grecia; la otra alusión es al Segundo libro de los macabeos (14, 9-16) de
la que lo mismo podríamos decir además de ser un libro en donde frente a las costumbres
de los bárbaros (los no judíos), todas ellas dañinas como el desnudo; se
elogian las propias[21].
Si el origen se encuentra pues en el pasado más remoto griego, su desarrollo y
esplendor habría que situarlo en la etapa más creativa y brillante de la civilización,
coincidiendo el ocaso de esta práctica con la decadencia de la Hélade: En Atenas el
gobierno de los treinta tiranos combatió con saña las costumbres pederásticas y
Sócrates fue obligado a tomar cicuta acusado de corromper a la juventud.
3. RITOS, REGLAS Y MECANISMOS DE LA
PEDERASTÍA
La relación
pederástica necesitaba de un rito, unas formas codificadas conocidas tanto por el amado
como por el amante de cuyo cumplimiento o no, marcaba
el límite entre el honor o el delito; entre el amor sublime o el abuso. El hecho de la
existencia de estas reglas nos sitúa en una esfera de lo socialmente aceptado: Allí
donde existe un código de urbanidad, es evidente que no se está ni fuera de la legalidad
ni de los límites de una costumbre socialmente aceptada, más bien se está en el
interior de un sector de la vida social que reclama atención y que reclama ser afrontado
del modo en el que la colectividad considera que es justo.
Pese a la existencia de estas normas no contamos en la actualidad con
la referencia a un documento en la que éstas estén especificadas, una especie de
decálogo al que hacer referencia y así poder cotejarlo con la realidad. Tampoco es
posible que hubiese existido nunca, más bien estamos hablando de una tradición no
escrita aunque de obligado cumplimiento. Es más de alguna manera tenemos constancia que
en la Hélade (al igual que en otras cuestiones) no existe al respecto una uniformidad
tanto en el espacio como en el tiempo; por lo que en un momento y lugar, algo, podía ser
aceptable, y en otras circunstancias la misma realidad podría ser reprobable. Esta
circunstancia ya la recordaba Pausanias cuando hablaba de que las reglas del amor en
Atenas son tortuosas y ambiguas[22],
aludiendo a la comparación entre Beocia en donde este tipo de amor era siempre bien
visto, Jonia en donde siempre era reprobado y Atenas en donde no se sabía muy bien cuales
eran los límites de este tipo de amor.
De cualquier forma y por lo que a Atenas se refiere podemos presuponer que
existían una serie de reglas tal vez no escritas cuya observancia y cumplimiento marcaba
la garantía y honestidad del amor.
3.1. El cortejo
Diversas son las fuentes antiguas que
nos hablan de estos rituales, si bien la más precisa sea el Banquete de Platón[23], en ellas se nos relata que la
primera de las reglas es la del cortejo: el amante tiene que seducir al amado, tiene que
conquistarlo, cortejarlo por medio de regalos (en un principio simbólicos como liebres o
copas, más tarde cuando la situación degenere se llegará casi a la prostitución),
palabras, proposiciones, atenciones... para así demostrarle que es honrado y tiene buenas
intenciones; cortejo que en definitiva encierra casi idénticas características de lo que
en la Edad Media será el amor cortés. De la misma manera el amado se hará de rogar
(mostrar impaciencia puede ser vulgar), pero al final ceder (si no, sería un juego
absurdo).
En ocasiones se ha especulado con la posibilidad de que este cortejo como la
pederastía en general sólo se circunscribían a una minoría, una élite culta (la que
leía a Platón); sin embargo la obra de Esquines Contra Timarco, nos habla de unas
relaciones generalizadas en toda la sociedad libre y de las que es un honor mantenerlas[24].
3.2. El lugar
Como todo rito se necesita un lugar en
el que poderlo desarrollar, éste según H. Licht[25]
se encontraba en el gimnasio, lugar de reunión en donde jóvenes desnudos haciendo
diversos ejercicios gimnásticos eran mirados (posiblemente con complacencia) por los
paidopipes[26]quienes podían más tarde acercarse
a los muchachos y comenzar el cortejo. Si bien esto puede parecer una elección demasiado
física, o cuando menos poco espiritual, lo cierto es que nunca se perdía la
función docente de la relación. Licht cita además un texto de Damóxeno para avalar
esta hipótesis: ...un joven como de diecisiete años (...) cada vez que miraba a
los espectadores o cogía la pelota (...) nos arrancaba un grito a los allí presentes...)[27].
3.3. La edad
Otra de las reglas es la referida a la
edad del erasta y del erómeno, saltarse esta regla y mantener relaciones con niños era
delito, de la misma forma que mantenerla con hombres podría, según los casos, las
ciudades, y la época, ser socialmente reprobada. El problema en nuestro caso es poder
llegar a determinar exactamente cual es la horquilla de edades entre las que
se podía llegar a dar esta relación pederástica. Problema entre otras cosas puesto que
tal vez ni los mismos griegos tuviesen una edad concreta por la que de una manera
matemática poder hablar de niños, muchachos u hombres[28].
No obstante la primera información al respecto nos la da Marrou[29], quien la sitúa entre los 15 y 18
años por parte de los eromenoi. Esta tesis es rebatida por Eva Cantarella[30] quien citando diversas obras
recogidas en la Antología Palatina, retrotrae la edad del comienzo hasta los doce años,
situando la edad de su final (siempre siguiendo las mismas fuentes) hasta la aparición de
los caracteres sexuales secundarios como la aparición de vello en cara y cuerpo, el
cambio de voz..., con lo que esa edad sería diferente según los casos pero rondando los
17 años[31]. Esta tesis es además defendida
por J. Eslava Galán[32] y H. Licht[33], aportando cada uno de ellos
diferentes fuentes históricas junto con los estudios de otros especialistas en la
materia. Por lo que respecta a la edad del erasta, el comienzo se situaba en el neaniskoi
(unos 25 años)[34], hacerlo antes no era bien visto ya
que no se había alcanzado aún la edad adulta. La edad de su fin estaría en el momento
en el que se contrae matrimonio, alrededor de los 30, si bien existen muchos ejemplos
(Sófocles o Eurípides) de los que continuaron con esta práctica durante toda su vida,
siendo por tanto la edad límite algo personal que dependía del gusto de cada individuo.
3.4. Las manifestaciones sexuales
Otra de las
cuestiones que se suscitan alrededor de las reglas de la pederastía, es la referida a los
límites físicos de esta relación. Marrou[35],
amparándose en lo peyorativo que era para los griegos el papel pasivo del hombre adulto
en una relación homosexual (paskhein)[36], trata
de convencer al lector de que la inversión y la sexualidad
anormal no tenían que ver nada en este tipo de relaciones, es más, la
lógica preferencia entre de lo espiritual a lo físico del amor, la reinterpreta como si
lo físico no existiese (¿?)[37]. Otra
serie de autores como K.J. Dover[38]
piensan que el coito anal era la barrera en este tipo de relación a la que raramente se
llegaba, no obstante nosotros, a tenor de lo estudiado, pensamos que este planteamiento es
más un tratar de disimular (no sé muy bien porqué) la realidad y que este
comportamiento era lo normal:
En primer lugar por razones
filológicas: Erastes y erómeno nacen etimológicamente del verbo eran (deseo sexual);
epithumein y charizesthai, dos verbos unidos en los textos al erómeno significan deseo
sexual y satisfacer el deseo sexual respectivamente.
En segundo lugar por las fuentes
consultadas como Platón[39] en el Banquete, que así lo confirman.
En tercer lugar por el Arte[40]: las vasijas decoradas con escenas
en donde un adulto sodomiza a un muchacho. Según algunos esto no sería
suficiente por la escasez comparativa de este tipo de escenas en las que bien pueden ser
una excepción (lo más corriente son caricias), no obstante las representaciones de
escenas sexuales con mujeres (coito) también son escasas o nulas para referirse a la
propia mujer (no así a las hetairas prostitutas-) y no por ello se puede pensar que
los griegos no practicaban el coito con sus propias mujeres. La función de estas
cerámicas bien pudiera haber sido parte de los regalos simbólicos del erasta al
erómeno, por lo que este tipo de comportamientos hubiese sido normal, al que se podía
aludir en público sin levantar susceptibilidades. Es más, autores como J. Eslava Galán[41], interpretan el hecho de que al
lado de determinadas escenas se dibuje unas aceiteras como símbolo iconográfico de una
futura penetración.[42]
En cuarto lugar por las pintadas
aparecidas en el templo de Apolo Karneios en Thera, Según K.J. Dover[43] éstas serían obscenidades sin
más de las que difícilmente poder extraer conclusiones generales, no obstante el hecho
de estar realizadas en un templo, aludir a divinidades relacionadas con los chicos,
referirse a ellos como pais o citar sus nombres, nos hablan más de ciertos rituales. En
estas mismas pintadas aparece el verbo oipein que Eva Cantarella traduce como
encular[44].
3.5. El secuestro ritual
H. Licht[45] nos habla de la existencia de un
secuestro ritual por el que el erastés secuestra al erómeno y lo lleva fuera
de casa durante una temporada, este rito estaría en la base antropológica del cambio de
edad (un paso que se ha de hacer fuera del hogar y de la familia al lado de un adulto que
le inicie[46]) lo que nos relacionaría
directamente la pederastía como forma de pedagogía en la antigüedad. Las formas y
maneras de este rapto, así como su aceptación por la sociedad cambian mucho según el
lugar o la época, circunstancias que analiza H. Licht. Este análisis del mismo modo,
viene completado por las alusiones y comparaciones al rapto heterosexual que se da el las
antiguas sociedades y con referencia a la mitología como precedentes de este tipo de
acción: Ganímedes o Crisipo entre otros[47].
4. LAS LEYES Y LA LEGISLACIÓN SOBRE LA
PEDERASTÍA
Si bien en el
caso de la filosofía se ha argumentado por algunos que sus textos iban dirigidos hacia
una minoría privilegiada y que por tanto el valor como documento histórico de los mismos
es escaso, la cuestión de las leyes es algo diferente, ya que éstas iban y eran
conocidas por las clases medias, por tanto se ha de deducir necesariamente que la
pederastía era conocida, aceptada y reglamentada por y para una mayoría de ciudadanos de
la Hélade desde el momento en el que sus leyes legislan sobre la cuestión.
No obstante todo
lo anterior, lo cierto es, como ya hemos argumentado con anterioridad que según los
lugares y épocas estas leyes cambian con lo que se hace sumamente difícil concretar la
cuestión tan sólo en unos pocos párrafos.
Existen dos documentos fundamentales que nos hablan de las limitaciones en el
ejercicio pederástico ya que se prohibía a una serie de personajes poder convertirse en
erastas[48]. Éstos eran los esclavos, los
apeleutheroi (esclavos liberados o libertos, sus hijos, los apalaistroi (débiles o
enfermos), los hetrireukotes (prostitutos), los borrachos y los locos. Se ha pensado en la
posibilidad de que estas leyes hubiesen sido destinadas a eliminar y reducir la
pederastía, pero según Cantarella[49] son
más medidas para fijar la pederastía y así procurar su pureza: locos, borrachos,
esclavos etc. no eran dignos de poder convertirse en amantes institucionales porque es de
suponer que éstos no podían ser maestros que tuviesen algo que enseñar a la juventud.
De la misma manera se impide el paso a
los gimnasios y a las aulas a los
neaniskoi, muchachos de una edad incierta pero a los que podemos situar entre los 17 y 25
años, una edad a caballo entre la juventud y la madurez. Si la ley podía fijar los
dieciocho (más los dos años de servicio militar) como edad adulta, la conciencia social
sabía que, en la realidad de la vida, el paso del papel sexual pasivo al activo no
sucedía de un día para otro, ni de un año para otro. Era un proceso que inevitablemente
duraba un cierto número de años. Éstos jóvenes que ya no eran o dejaban de ser paides
(por la aparición de caracteres sexuales secundarios), todavía no estaban en condiciones
de poder ser amantes dada su inexperiencia, su inmadurez intelectual, su escaso relieve
dentro de la sociedad... en definitiva que no por ser adulto se podía llegar a ser buen
maestro.
De la misma forma en estas dos leyes
anteriormente citadas podemos ver otra serie de limitaciones, éstas son las referidas a
los maestros, Cantarella[50] nos presenta a este
respecto en su obra una serie de textos de la Antología Palatina (que no reproducimos por
razones de espacio) en donde se puede observar cómo ciertas costumbres entre algunos
maestros eran más abusos a los menores que docencia pederástica, sobre todo es el caso
de los profesores de ejercicios atléticos.
En definitiva podemos hablar de una
serie de leyes que más que prohibir regulan este tipo de relaciones, es más
Cantarella[51] , que no en vano es especialista en
historia del derecho, analiza la ley de Solón a partir de otros estudios sobre derecho y
jurados populares en la antigua Grecia para llegar a la conclusión de que ciertos
párrafos de la misma, cuyo conocimiento nos ha llegado a través de Esquines en su Contra
Timarco, más bien son exageraciones errores, o simplemente mentiras con el fin de poder
convencer a un jurado que en principio no tenía porque saber de leyes[52].
No obstante sí
que existían otra serie de leyes más claras y específicas de cuya veracidad no queda
ninguna duda, una de ellas era la relacionada con la edad.
Era cosa no solamente reprobada sino penalmente castigada las relaciones con los
niños, el problema es que ninguna ley hace explícita mención a la edad en que se
consideraban niños, de esta forma Eva
Cantarella tras el estudio de la legislación lanza la siguiente hipótesis[53]:
La sociedad ateniense dividía a los paides en tres categorías: la primera era la
de los menores de doce años, con los cuales se consideraba una infamia mantener cualquier
tipo de relación (más difícil es llegar a saber que tipo de sanción penal existía si
existía), la segunda era la de los paides de 12 a 14 ó 15 años, con los cuales se
podía tener relaciones pero sólo dentro de un vínculo afectivo duradero, y sobre todo
dirigido a enseñar al pais las virtudes del futuro ciudadano (dada la inexperiencia del
pais, existían leyes que controlaban el tipo de amante que éste debería de tener como
las de Solón). La tercera era la de los paides entre 14 ó 15 años y los 18, a los que
la ley consideraba capaces de poder elegir de quien eran amados.
Otro tipo de leyes que existían eran las referentes a las relaciones entre
personas adultas del mismo sexo, en ellas ya no cabría la pederastía, por lo que
entraban de lleno dentro de las relaciones homosexuales no institucionalizadas, en este
caso había que diferenciar al adulto que continúa tomando paides para
instruirlos, a los que no había ninguna crítica ni social ni jurídica, a los que en una
relación entre dos adultos mantenían un papel activo, a los que se sigue sin condenar y
finalmente a aquellos que en sus relaciones mantuvieron la pasividad hasta el final, a
éstos era a los que el escarnio y las risas
populares los convertían en blanco, baste recordar como ejemplo la comedia Las Ranas de
Aristófanes[54]. De cualquier manera
interpretaciones posteriores han querido englobar a toda relación homosexual (incluida la
pederastía) las mofas y sañas de Aristófanes sin tener en cuenta el verdadero valor y
contexto de la comedia griega en cuanto a crítica de algunas peculiaridades.
Otro de los comportamientos más o menos regulado era el de la prostitución
masculina, regulado entre otras cosas por el ferviente deseo de que a la larga la
pederastía no fuese confundida. Sin intentar
detenernos en demasía en este punto que creemos se escapa del objetivo de nuestro
trabajo, sólo citar que según diversos lugares y épocas fue más o menos tolerada, así
en Mitelene[55] fue aceptada, en Atenas[56] legalizada, en Corinto[57] se circunscribió, como en otras
culturas de la antigüedad, a lo cúltico, y finalmente en Sición[58] fue ritual.
De cualquier manera y mientras que esta prostitución no fuese violentando a niños
estaba permitida aunque no bien vista socialmente (críticas que se restringían al que
vendía su cuerpo y no al cliente), críticas por otra parte que según la bibliografía
utilizada podían ser más o menos serias.
Otro punto dentro de la prostitución masculina sería la reflexión de hasta qué
punto los regalos que se le hacían al pais podían ser considerados o no como una forma
de pago por sus servicios, la literatura a este respecto se quejará de las
constantes exigencias de los amados de las nuevas generaciones que se van haciendo cada
vez más materialistas y que algunos autores al final de la época clásica lo comparan
abiertamente con la prostitución[59].
5. LA FILOSOFÍA GRIEGA FRENTE A LA
PEDERASTÍA
Somos conscientes
que reducir toda la filosofía griega a tres filósofos, por muy importantes que ellos
sean es casi como hacer una reducción al absurdo, no obstante y habida cuenta que
casi o nada pueden añadir otros y a razones de espacio para este
trabajo me centraré en los siguientes:
5.1. La filosofía de Sócrates:
Un acercamiento al pensamiento de Sócrates en esta materia (casi como en cualquier
otra) topa de entrada con las malas traducciones y comentarios que de su obra
se han hecho, ya que era escandaloso para la posteridad reconocer la homosexualidad y la
pederastía en quien se le consideraba uno de los padres de la filosofía cuando no una
prefiguración de Cristo por parte de la Iglesia. Además el hecho de que su obra se
conozca fundamentalmente a través de Platón quien por su parte trata de presentar un
Sócrates casto e incorruptible sublimando así la imagen del maestro tal y como pone de
manifiesto E. Cantarella[60], no ayuda a la hora
de acercarnos al pensamiento socrático. No obstante sí podemos acercarnos al menos de
una manera significativa por medio de otros autores o analizando con mayor objetividad lo
escrito por su discípulo Platón:
En primer lugar sabemos por medio de las fuentes coetáneas que la continencia
sexual que pregonaba era sólo uno de tantos aspectos del rigor que Sócrates creía
indispensable, en todos los sectores de la experiencia, para alcanzar la plenitud del ser,
era un modelo de vida que se inscribía en la aspiración general del control de sí
mismo. Así se entiende que Jenofonte en los Memoriabilia ponga en boca de Sócrates:
...la bestia salvaje que se llama joven en flor (...) más peligrosa que el
escorpión, porque inyecta un veneno que hace enloquecer a su víctima...[61] Esta resistencia a los amores
físicos es hacia los hombres: de la resistencia a las mujeres no se dice nada ya que
éste era un problema que no se le presentaba: oh, Critón, que alguien la saque de
aquí y se la lleve a casa[62] dirá
al referirse a Jantipa que se hecha a llorar al visitarlo en la cárcel poco antes de
morir.
Como es de suponer, si hay resistencia es que hay tentación: Sócrates declara por
medio de Jenofonte que no recuerdo en la vida un momento en el que no haya estado
enamorado[63]; en el Menón de Platón queda
trastornado por las bellezas ocultas de Cármides que en un cierto momento
cree entrever: ...Entonces ocurrió (...) tambaleándose mi antiguo aplomo (...)
intuí lo que había dentro del manto y me sentí arder y estaba fuera de mí...[64]
Por todo ello podemos decir que Sócrates tiene un objeto de tentación: los
muchachos, a los que hay que resistirse desde un punto de vista físico (no intelectual ni
espiritual): El que amase el cuerpo de Alcíbiades, no querría verdaderamente a
Alcíbiades, sino a algo que le pertenece[65];
Tener relaciones con una persona que ama tu cuerpo más que tu alma es algo
infame[66].
Está claro desde este momento que hay una atracción intelectual (entre otras que
hay que dominar) por los muchachos, esta relación intelectual necesita un marco en el que
desarrollarse y este marco viene dado por la pederastía institucionalizada en la que y a
través de ella se podía dar ese traspaso de sabiduría entre el maestro y su discípulo.
5.2. La filosofía de Platón:
Platón parte de una concepción
mítica sobre el origen del hombre que conlleva unas implicaciones teológicas,
cosmológicas y antropológicas sumamente complejas: el origen del ser humano está en un
ser andrógino que tenía tres sexos (hombre+hombre, hombre+mujer, mujer+mujer), los
dioses al dividirlos formaron hombre y mujeres que a lo largo de su vida tenderán a
buscar su otra mitad; así explica el origen de la homosexualidad, relación superior
frente a la de aquellos que buscan el sexo contrario (mujeriegos, adúlteras...) tal y
como se describe en el Banquete[67].
Esta concepción puede parecer
paradójica con otras reflexiones del filósofo sobre la homosexualidad en donde entre
otras cosas la califica de relaciones contra natura (para phisin)[68], tal circunstancia es matizada por
E. Cantarella[69] y P. Veyne[70] quienes consideran que el
término está haciendo referencia a lo artificial, sin las connotaciones peyorativas que
encierra el concepto en la actualidad. De la misma forma cuando Platón se refiere a esta
cuestión en sus Leyes, critica un comportamiento no reproductivo que estaría en contra
(por inútil) de lo que piensa para su ciudad ideal. Otro tanto podríamos decir de la crítica a la violencia sexual (sin
connotaciones morales y para todo tipo de relación[71]).
Esta ambigüedad aparente también se
da en lo que respecta a la pederastía: por un lado sus poesías de amor a muchachos y por
otro el Fedro en donde se habla de resistencia al erasta[72],
resistencia que más se debería a resaltar el espíritu frente al eros más que una
condena al hecho en sí.
5.3. La filosofía de Aristóteles:
Tradicionalmente se ha unido al filósofo al lado de una condena de la
homosexualidad, condena que hay que situarla en su contexto: Para Aristóteles la única
razón de la sexualidad es la procreación (no el eros), de ahí que todo lo que no se
realizase en aras del Oikos (elemento central del proyecto político aristotélico) era
inútil y por esta razón condenable. Es más, las críticas morales a tal
placer se centran en los que se dedican a éstas prácticas por costumbre y no por
naturaleza[73] de aquellos que ocupan un papel
pasivo en la relación (de los activos no se dice nada). En cualquier caso tal y como se
refleja en su Ética a Nicómaco[74], tal
crítica moral es comparable a la que se hace de quienes se comen las uñas o se arrancan
los cabellos.
Por lo que respecta a la pederastía podemos hablar de una crítica total dada su
inutilidad para la sociedad ideal que pregona.
5.4. Conclusiones a la filosofía del
periodo:
Como conclusión a todo este apartado de filosofía podemos concluir que en un
primer momento la pederastía estaba bien vista, e incluso era superior a cualquier tipo
de relación heterosexual, ideas que llegan a su auge social y filosófico en el siglo V
a.C.; con el tiempo el concepto cambió, como es recogido en parte por Platón y
fundamentalmente Aristóteles, las razones de este cambio se podrían resumir en las
siguientes: En primer lugar como causa institucional la crisis de la institución
pederástica que con los siglos se va convirtiendo más en prostitución que en docencia,
en segundo lugar como causa social la crisis motivada por la guerra del Peloponeso que
deja diezmada a la juventud (se necesita procrear) en tercer lugar, un hincapié
filosófico más en cuestiones de amor metafísico que en el físico y finalmente el papel
que tuvo Roma, al final del helenismo cambiando la mentalidad a este respecto al que
aludiré al final del trabajo.
Finalmente aludir a que la crítica hacia la pederastía y la homosexualidad que se
hace al final del clasicismo no conlleva la satanización que más tarde se hará de ellas
utilizando, manipulando y sacando de contexto las argumentaciones tanto de Platón como de
Aristóteles.[75]
6. LA LITERATURA GRIEGA FRENTE A LA
PEDERASTÍA
Parecida evolución y tratamiento ha hecho la literatura de la pederastía que la
filosofía, debido a las mismas causas ya mencionadas, a excepción de épocas más
remotas de las que se han conservados algunos textos escritos.
6.1. La literatura homérica (época
oscura)
La primera circunstancia que nos llama la atención es la ausencia de alusiones
directas a este respecto de las que carece tanto la Iliada como la Odisea. ¿Cómo se
encuadra esta circunstancia frente a la idea de la pederastía como un hecho griego
antiguo?: las razones habría que buscarlas en el interés por parte de Homero en no ser
especialmente explícito en mostrar unas relaciones homosexuales entre personas de la
misma edad más que entre maestros y discípulos. Esto lo podemos intuir al leer las
historias de Aquiles y Patroclo que van más allá de una simple amistad tal y como los
griegos de siglos posteriores entendieron y aceptaron, tal es el caso de Esquines en su
Contra Timarco[76] en donde se elogia esta relación.
En cualquier caso los griegos posteriores no se cuestionaron el asunto, en todo caso, se
discutía sobre quien de los dos era el erómeno y quien el erasta[77]. En este sentido señalar que
Homero nos presenta en todo caso a dos amantes, el papel pederástico de su relación
sería más un añadido posterior para poder justificar tal relación desde el momento en
el que la pederastía es aceptada no tanto así el papel pasivo de un adulto libre en una
relación homosexual, máxime si el sometido es nada menos que un héroe
mitológico[78].
6.2. La literatura lírica (época
arcaica y principios del clasicismo)
Entendemos por literatura lírica, una
poesía escrita para ser cantada, acompañada de flauta o de lira, y, por lo tanto, dotada
de un ritmo musical que servía para expresar los sentimientos individuales de un poeta
(lírica monódica) o colectivos de todo un pueblo (lírica coral); En este sentido, en
cuanto canto de un sentimiento individual, no puede dejar pasar de largo el reflejo de los
amores pederásticos, y así Solón, Alceo, Anacreonte, Teognis Ibico o Píndaro,
cantarán las delicias de este amor en sus versos[79].
Recogemos como ejemplo un fragmento de la obra de la Antología de Teognis:
...Joven, no causes a mi corazón un dolor cruel y que el amor que te tengo no me
arrastre a la morada de Perséfora; teme la ira de los dioses y el juicio de los hombres y
ten para mí sentimientos favorables...[80]
De todos estos poemas podemos sacar una serie de características comunes que nos
muestran el valor cultural que tenía la pederastía así como las reglas de ética sexual
por la que se regía: En primer lugar el amor unía a un adulto y a un muchacho por la
belleza (léase virtud), en segundo lugar esta relación no era puramente sexual, se
buscaba más un compañero con el que vivir una vida ( o parte de ella), en tercer lugar
el chico ha de resistirse y así propiciar un cortejo, finalmente llega la aceptación lo
cual es un honor para el amado.
Todas estas características (previas al clasicismo) nos hablan de una tradición
pederástica antes incluso de legislarse.
6.3. La literatura narrativa (época
clásica y helenística)
Sin tratar de realizar un análisis exhaustivo de todos los escritores del momento,
nos detendremos en la obra de Jenofonte y más concretamente en El Banquete. Allí podemos
leer: ...un muchacho que se une a un hombre no goza, como una mujer, las alegrías
del amor, sino ayuno, contempla a un borracho de amor. Ninguna maravilla, entonces, que se
le ocurra despreciar al amante...[81]. Al
igual que pasó con la filosofía llega un momento en el que motivado por una serie de
causas ya aludidas, se empieza a ver la pederastía como algo malo (en el sentido de
utilidad social no moral), la literatura será un reflejo de este cambio, cambio que se da
en otros niveles, así cuando Jenofonte está argumentando todo esto lo hace en un
contexto de rebatir todas y cada una de las ideas platónicas (la pederastía sería
entonces una más).
6.4. La literatura al final del
helenismo
En este momento
destaca la figura de Plutarco[82]. Este
escritor realiza su obra Sobre el amor en el siglo I d.C. y en ella recoge el amor entre
hombres y entre mujer y hombre como frutos de un mismo origen y por tanto sin la
existencia de nada contra natura (artificial)[83],
es más al referirse a la Vida de Pelópidas , exalte las virtudes del batallón Tebano y
vea en ello una serie de virtudes públicas de un altísimo valor en comparación con las
virtudes privadas (el matrimonio entre otras) que son inferiores[84].
Pero Plutarco no es el único autor de esta época existen otros como Aquiles
Tacio, el Pseudo Luciano, Eratóstenes, Caricles... que sin embargo siguen menospreciando
la pederastía y el amor hacia los muchachos[85].
Muchos de estos autores están dentro del ámbito cultural romano por lo que se
hace difícil poder hablar de evolución griega sobre la pederastía o de influencias
romanas en el concepto de amor en la Grecia antigua.
7. SUPERVIVENCIAS FUERA DE GRECIA
Se ha argumentado siempre cómo los romanos asimilaron toda la cultura griega, en
este caso la cuestión pederástica también trataron de imitar pero con desigual fortuna;
Y es que las circunstancias en Roma eran otras bien distintas: por un lado existía una
legislación concreta con el derecho familiar que limitaba, sino impedía, la pederastía
con los hijos de las familias nobles, por otro en Roma se dio una revalorización del
matrimonio dentro de la sociedad; por otro la existencia de jóvenes esclavos a los que se
les podía someter sexualmente a voluntad hacía que resultase más fácil recurrir a
ellos que enzarzarse en un cortejo de resultado incierto. No queremos decir con esto que
desapareciese la pederastía, ésta seguía ejercitándose bajo prostitución o esclavitud
como pone de manifiesto M. Foucault[86],
queremos decir que la pederastía como institución en la educación[87] desapareció[88] o quedó relegada a una
reducidísima élite cultural. Eva Cantarella nos habla ampliamente del origen de este
especial modo de entender la pederastía cargando el acento en la herencia etrusca más
que en influencias griegas[89].
Más tarde, con la llegada del cristianismo la pederastía fue condenada y
perseguida como práctica monstruosa. Pudiendo hablar de su total y completa desaparición
según nos refiere la historiografía tradicional. No obstante la aparición en los
últimos años de las obras de Boswel[90], han
abierto una línea de investigación tan sugerente como apasionante: Su tesis en líneas
muy generales vendría a argumentar que en los primeros años del cristianismo existía
una tolerancia hacia el hecho homosexual (la pederastía según casos también). Esta
situación sólo iría desapareciendo con los siglos, siendo las visiones
historiográficas de los últimos siglos las que no han creado una falsa imagen de
condenas y prohibiciones hacia un hecho en principio aceptado. En parecidas líneas otras
investigaciones, éstas de la mano de D.
Helminiak[91] y de Lings[92], nos hablan de las diversas
interpretaciones y traducciones que de la Biblia se hicieron en la Edad Media con el fin
de crear una inexistente condena divina, condena de la que en cualquier caso
no podían ser conscientes los cristianos de los primeros siglos[93].
La pederastía renació fugazmente durante el Renacimiento y contó con adeptos de
gran importancia: Shakespeare dirigió sus bellísimos sonetos a un jovencito desconocido,
mientras Miguel Ángel escribió apasionados versos al joven Tomasso di Cavaliero, pero en
cualquier caso esta revitalización del fenómeno no pasó de ser una moda más o menos
efímera sólo seguida por una minoría.
Con la Reforma y Contrarreforma el fenómeno se condenó y persiguió por parte de
ambos movimientos, volviendo a salir a la luz durante el periodo Neoclásico, algo
realmente paradójico ya que será justamente en esta época en donde se empiecen a crear
una serie de códigos morales sobre el sexo, la familia, las buenas
costumbres... códigos amparados en la religión, la ley y la autoridad (no en la
razón, la historia o la ética) que han marcado (sino construido) la moral occidental
actual.
8. CONCLUSIONES AL TRABAJO
La pederastía no significó para los griegos ninguna forma decadente ni corrupta;
fue, por el contrario, una manifestación curiosa pero auténtica del mismo espíritu que los llevó a sus más
grandes e inmortales realizaciones; la admiración por la vida y la belleza. Tan
auténtica y lógica para ellos como artificial y corrupta para otros pueblos que
intentaron practicarla. En Roma, la marcada influencia griega provocó una imitación de
las costumbres pederastas; pero no pasó de un vicio corrupto de las clases ilustradas,
motivo de burlas y escarnio para la mentalidad del común de la población. Al realizar
Julio César en el senado, la defensa del rey Nicomedes (con quien se murmuraba que había
tenido una relación pederasta en su juventud) y al hacer referencia a los favores y
dádivas que de este rey había recibido, se levantó Cicerón y le respondió: No
menciones, por favor, estos temas, pues todos sabemos aquí lo que tú le diste a
Nicomedes, y lo que él te ha dado a ti. Esta cáustica respuesta no hubiera tenido
sentido en Grecia.
La pederastía tal y como la concibieron los griegos, fue un hecho histórico
irrepetible; y tan torpe es valorarla y condenarla con nuestros propios códigos morales,
como defenderla como una práctica universalmente válida. En este sentido obras como la
de Marrou[94] que intentan disimular el hecho al
no estar en consonancia con su particular forma de ver la moral cristiana o que
directamente critican este comportamiento descalificando tanto a los antiguos que los
practicaban como a los modernos que los estudian. Y por otro lado obras como la de Schrer[95] que cantan y elogian la pederastía
como método aceptable de pedagogía aún en la actualidad, no serian sino dos caras de
una misma moneda: La ideología privada por delante de la investigación histórica,
circunstancia que empobrece grandemente sus obras.
[1] Marrou, Henry-Irenee, Historia de la educación en la antigüedad, Akal, Madrid, 1985.
[2] Me resisto no obstante, a dejar de lado como si no existiesen, las diferentes obras metodológicas que desde Montesquieu hasta Le Goff pasando por el positivismo de Taine o el historicismo de Spengler o Toynbee durante el siglo XIX o Bloch en la escuela de los anales ya en el XX, nos han ido enseñando la manera de hacer historia en aras de una mayor objetividad y acercamiento a la verdad y en donde las refutaciones de hipótesis con pruebas, la utilización de lenguajes objetivos o simplemente la necesidad de un acercamiento al hecho sin concepciones apriorísticas, entre otras, han marcado los procedimientos si no de una forma apodíptica, sí al menos honrada, de cómo se construye el estudio de la historia.
[3] A partir de este momento en las referencias en notas al pie de página de las fuentes primarias entenderemos siempre que utilizamos la edición anteriormente mencionada.
[4] Véase al respecto la obra de Juan Eslava, Amor y sexo en la antigua Grecia, TH, Madrid, 1997 y F. Rodríguez Adrados, Sociedad amor y poesía en la Grecia Antigua, Alianza, Madrid, 1995; en donde se realiza una somera aproximación historiográfica.
[5] Marrou, H.I., op. cit., p. 50.
[6] Cantarella, Eva, Según natura, la bisexualidad en el mundo antiguo, Akal, Madrid, 1991, p.20.
[7] Sería demasiado prolijo relatar estas historias como argumentación con lo que remitimos como referencia a las diferentes voces en: Grimal, Pierre, Diccionario de mitología griega y romana, Paidos, Buenos Aires, 1982.
[8] Estr., Hist, 10, 4, 21.
[9] Plut., Lic., 7,1.
[10] Eva Cantarella nos informa de algunas frases y sus posibles interpretaciones, así como de una bibliografía de estudios al respecto; op. cit. p. 22.
[11] Marrou, H.I., op.
cit. p. 52.
[12] K.J., Dover, Greek Homosexuality, Duckworth, London,
1979, p. 195.
[13] Utilizamos el término por su forma descriptiva y no por su contenido bíblico.
[14] Eliam., Var., Hist., III, 12.
[15] K.J., Dover, op. cit. p.200
[16] Citada por J. Eslava Galán, op. cit. p. 71.
[17] Maitztegui casas, L.R., Sócrates, Platón y la homosexualidad, Nueva Historia, nº10, Noviembre de 1977, p. 15 y ss.
[18] Difícil de traducir pero se refiere necesariamente a la armonía y relación entre la estética y la moral.
[19] Belleza que intrínsecamente tiene o simplemente belleza a algo que se toma como símbolo: la eterna juventud, circunstancia cantada y elogiada por múltiples culturas a lo largo de la Historia de la Humanidad
[20] H.I. Marrou, op. cit., p. 47
[21] A este respecto señalo la obra de Arnaldo Momigliano, Páginas Hebraicas, Mondadori, Madrid, 1990, cap. el segundo libro de los macabeos, p. 77 y ss.
[22] Citado por E. Cantarella, op. cit. p. 39.
[23] Plat., Symp., 180c-185c.
[24] Esquines habla para un tribunal popular de gente en principio no culta ni perteneciente a ninguna élite, defendiendo y elogiando las relaciones pederásticas.
[25] Licht, H., Sexual life in Ancient Greece, Constable,
London, 1994, p.420 y ss.
[26] Traduciéndolo textualmente mirón de chicos (pais)
[27] Licht, H., op. cit., p. 422.
[28] Aristóteles habla en su Política de un periodo indeterminado en el que ni la ley ni la tradición habían previsto nada.
[29] H. I., Marrou, op. cit., p. 54.
[30] Cantarella, Eva, op. cit. p. 58 y ss.
[31] De la misma manera que se era especialmente riguroso en la edad del comienzo se solía ser más laxo en la del fin.
[32] Eslava galán, J., op. cit., p. 77.
[33] Licht, H., op. cit., p. 240.
[34] De hecho entre los 18 y los 25 se tenía la entrada prohibida al gimnasio.
[35] H. I. Marrou, op. cit. p. 51.
[36] Sin embargo el Poiein o personaje activo en la relación era elogiado y ni tan siquiera Aristófanes en sus comedias se atreve a burlarse de él.
[37] Soy plenamente consciente que cuando se escribe nunca se sabe cual es la sensibilidad de quien va a leer lo escrito, razón suficiente para ser bastante escrupuloso a la hora de utilizar calificativos, si además el texto escrito se presenta como un ejercicio académico esta escrupulosidad ha de ser más exquisita si cabe (o mejor dicho cauta, por la cuenta que me tiene). No obstante aprovechando mi situación de alumno por la que es lícito cometer errores y confiando en la benevolencia del docente de quien en todo caso espero que corrija mis errores más que castigue mis faltas; no puedo resistirme y calificar a Marrou de dominico dieciochesco que con tal de oponerse al pensamiento ilustrado era capaz de espetar que si el hombre aludía a la razón como base de sus razonamientos era porque la Inquisición había sido relegada. Afortunadamente hoy no hay hogueras.
[38] Dover, K.J., op. cit., p. 122.
[39] Plat., Symp., 213c-d.
[40] Existe material suficiente para poder haber construido un capítulo referido al arte y las relaciones pederásticas en la Antigüedad Clásica, no lo hemos abordado por razones de espacio, no obstante remitimos al lector a una serie de obras existentes sobre la materia:
· Cooper, Emmanuel, Artes plásticas y homosexualidad, Laertes, Barcelona, 1991
· Saslow, James, M., Ganímedes en el Renacimiento. La homosexualidad en el Arte y en la sociedad, Nerea, Madrid, 1989; Con referencias a la época Clásica de donde se inspira el Renacimiento.
· Panofsky, Erwin, Estudios sobre iconología, Alianza, Madrid, 1984; Referencias a significados de determinados elementos que se dan a lo largo de toda la Historia del arte.
· Sin llegar a caer en las referencias a las monumentales obras alemanas de principios de siglo, (Roscher, Prelier...), existen otros repertorios iconográficos al uso a los que poder recurrir como el de E. H., Gombrich, Imágenes simbólicas, Alianza, Madrid, 1983.
[41] Eslava Galán, J., op. cit. p. 70.
[42] Sobre iconografías de los vasos griegos existen diferentes obras como la de M. F. Kilmer, Greek erotica on antic red-figure vases, Duckworth, London, 1993; en donde se alude a las posibles interpretaciones y su sentido erótico de ciertos elementos que rodean a este tipo de imágenes.
[43] Dover, K.J., op. cit. p.195 y ss.
[44] Cantarella, Eva, op. cit. p. 44.
[45] Licht, H., op. cit., p. 92.
[46] The son of the female is the shadow of the male (Shakespeare, Enrique IV, act. II); palabras vívidamente experimentadas por todas las sociedades patriarcales.
[47] Ver a este respecto sus narraciones mitológicas en la obra de Pierre Grimal anteriormente aludida, así como sus significados simbólicos en Paul Diel, El simbolismo en la mitología clásica, Labor, Barcelona, 1985.
[48] Ley de Solón y ley de Berea
[49] Cantarella, Eva, op. cit., p. 49.
[50] Cantarella, Eva, op. cit. p. 54 y ss.
[51] Ibid..., p. 58.
[52] En este sentido la alusión de Esquines a que la ley de Solón castigaba so pena de muerte el hecho de que un adulto se acercase a la escuela o al gimnasio, está en franca confrontación con las demás fuentes clásicas que nos hablan del cortejo en el mismo gimnasio o ilustraciones en vasijas que nos prueban este hecho.
[53] Cantarella, op. cit. p. 67-68.
[54] Aristof., Ranae, 52 y ss.
[55] Vanoyeke, Violaine, La prostitución en Grecia y Roma, Edaf, Madrid, 1991, p.29.
[56] Ibid..., p. 32.
[57] Ibid..., p. 36.
[58] Ibid..., p. 42.
[59] A este respecto intentaremos referirnos en el capítulo referente a la literatura si por razones de espacio nos es posible,
[60] Cantarella, Eva, Según natura... op. cit., p. 80
[61] Jen., Mem., I, 3-13.
[62] Plat., Phaed., 60ª.
[63] Jen., Symp., 8,2,
[64] Plat., Charm., 155 c-e.
[65] Plat., Alcib. I, 131 c.
[66] Jen., Symp., 8,23.
[67] Cfr., Plat., Symp., 189d-192e. En esta misma obra (181 b-c), considerará sublime el amor entre hombres (Afrodita Urania) y vulgar el mixto; y en 178b-e, habla de los amantes masculinos en tonos elogiosos.
[68] Plat., Leg., 636c.
[69] Eva Cantarella, op. cit. p.88
[70] P. Veyne, L´omosexualità a Roma, Turín, 1983 (citado por E. Cantarella)
[71] Si bien es cierto que algunos autores como Friedo Ricken, Filosofía de la edad antigua, Herder, Barcelona, 1990, p. 117, hacen mucho más hincapié en la crítica, tratando de extraer de ella un cierto contenido moral.
[72] Plat., Phaedr., 240c-d-e.
[73] Aristot., Et. Nic., VII, 6, 1148b.
[74] Aristot., Et. Nic., VII, 5, 3-5.
[75] A este respecto la obra de Michel Foucault, Historia de la sexualidad, Siglo XXI, Madrid, 1995, nos habla de cómo la Iglesia desde la Edad Media o la sociedad burguesa desde finales del s. XVIII, mediatizaron esta filosofía reinterpretándola a conveniencia.
[76] Esqu., c. Tim., 139.
[77] Esquines dirá que el erasta es Aquiles (c. Tim., 142) mientras que Platón que Patroclo (Symp., 180a ). La tesis de Platón vendrá avalada por las representaciones pictóricas en las que aparece Patroclo con barba (símbolo de su mayor edad).
[78] Sobre las relaciones homosexuales en las obras homéricas véase M. Clarke, y G. Perrotta, ambos citados y comentados por Eva Cantarella, op. cit. p. 27 y ss.
[79] Por razones de espacio no citamos algunos de estos versos, sólo señalar que una pequeña selección se encuentra reproducida y comentada en las obras de E. Cantarella, op. cit. p. 29 y J. Eslava Galán, op, cit., p.99. Si bien un análisis más riguroso y exhaustivo de los mismos (abarcando todas las temáticas) los podemos leer en la obra de F. Rodríguez Adrados, Líricos griegos. Elegiacos y yambógrafos arcaicos, Labor, Barcelona, 1959.
[80] Teog. Ant. II, 1295-1298.
[81] Jen., Symp., 8, 21-22.
[82] Ampliamente estudiada (por lo que
a sus planteamientos pederásticos se refiere) por M. Foucault, op. cit. lib. III, c.5.
[83] Plut., Amat., 766d-767e.
[84] Plut., Pelop., 18.
[85] Ejemplo de algunos fragmentos los podemos leer en la Antología latina que cita Eva Cantarella, op. cit., p102 y ss.
[86] Foucault, M., Historia de la sexualidad, Siglo XXI, Madrid, 1995. Cap. Referido a los muchachos t.III, pp. 174 y ss.
[87] A este respecto Quintiliano en su Institución oratoria, cap. II, nos previene sobre el tipo de maestro para los hijos, poniendo en guardia a los lectores sobre ciertos abusos que se podrían llegar a cometer en la educación.
[88] Michel Foucault más que desaparición habla de desprobletatización de la cuestión, que al dejar de ser ya importante queda relegada de aparecer en los textos tanto literarios como filosóficos. (op. cit. p. 174 y ss.). Sus argumentos son más teóricos y filosóficos en la interpretación de textos que positivistas, por lo que creo que en último caso es más una cuestión de convencimiento personal que de pruebas irrefutables a este respecto.
[89] Cantarella, Eva, op. cit. p. 129 y ss. (segunda parte del libro)
[90]* Boswel, John, Cristianismo, tolerancia social y Homosexualidad, Muchnik editores, Barcelona, 1992
*Boswel, John, Las bodas de la semejanza, Muchnik, editores, Barcelona, 1996
(Obras tan exageradamente criticadas por unos como exageradamente defendidas y elogiadas por otros)
[91] Helminiak, Daniel, A., What the Bible really says about
Homosexuality, Alamo Square, San Francisco, 1997.
[92] Lings, Renato, Las traducciones bíblicas y la homofobia, Otras Ovejas, Buenos Aires, 1996
[93] En esta línea las investigaciones llevadas a cabo y publicadas por la Journal of the American Academy of religion, así como las exégesis (mejor dicho: investigaciones sobre exégesis bíblicas no reconocidas por la jerarquía eclesiástica) llevadas a cabo desde la facultad de Teología Ecuménica de la Universidad de Tubinga, apuntan en la misma dirección.
[94] H.I. Marrou, op. cit. pp. 46-58.
[95] Scherer, Rene, la pedagogía pervertida, Laertes, Barcelona, 1983.
Regresar Sincronía Pagina Principal
Regresar Sincronía Invierno 2001