Sincronía Primavera 2000


Presencia de la fiesta en El Llano en llamas de Juan Rulfo

Claudia Macías Rodríguez
Universidad de Guadalajara


Tú también, Juan, pero tú de adentro, muy de adentro,
desde el germen mismo;
la inteligencia está; trabajó antes y después.

José María Arguedas

El Primer diario de José María Arguedas guarda sus últimas reflexiones sobre la literatura hispanoamericana y el recuerdo de algunos escritores y amigos suyos. Entre ellos, reserva un lugar muy especial para Juan Rulfo. Con él dialoga en los momentos finales de su vida y para él es el mejor elogio como escritor:

¿Quién ha cargado a la palabra como tú, Juan, de todo el peso de padeceres, de conciencias, de santa lujuria, de hombría, de todo lo que en la criatura humana hay de ceniza, de piedra, de agua, de pudridez violenta por parir y cantar, como tú? (Arguedas 1971:14-15)

Juan Rulfo toma como centro de su escritura, como dice Arguedas, "todo lo que en la criatura humana hay", con el cuidado de llegar al todo y a lo que esto implica bajo la guía de su conciencia de compromiso con el arte de la palabra.

"Nunca antes [de Rulfo] había sido tan aguda la preocupación por el conocimiento del hombre", señala Carmen Millán (1969:526), y basta con mirar sus textos y la crítica que sobre ellos se ha realizado para comprobarlo. No es gratuito que tan breve y profunda obra haya merecido la atención de la crítica en todas direcciones. El Llano en llamas y Pedro Páramo (1) ofrecen al lector todo lo que Juan Rulfo tenía que comunicarnos a través de su escritura. Rulfo dice, "toda obra que tiene un punto de vista nos lo comunica. Porque toda obra es el total de la vida de un ser humano" (1959:44). Por ello, aún queda a la crítica mucho por decir, y más si se considera el concepto de apertura que Rulfo señala de su obra:

Fui dejando algunos hilos, aquellos hilos colgando para que el lector me... pues, cooperara con el autor en la lectura. Entonces, es un libro de cooperación. Si el lector no coopera, no lo entiende, él tiene que añadirle lo que le falta. Y parece que así ha sido. Muchos le han añadido más de la cuenta pero creo que llena esa intención. Siempre hay una participación muy cercana del lector con el libro, y él se toma la libertad de ponerle lo que le falta. Eso a mí me gusta mucho (1976:308).

Uno de los hilos que menos se ha seguido, según hemos podido revisar, es el de la fiesta. La fiesta (2), que responde a una necesidad profunda del individuo porque en ella puede expresarse y recrear su mundo de un modo no habitual, constituye un elemento de primera importancia en algunos cuentos y en la novela de Rulfo.

Los críticos han coincidido en señalar el proceso de escritura que se presenta de los cuentos hacia la novela. Los primeros estudios de la obra rulfiana perciben ya el seguimiento de ciertos tratamientos estilísticos y temáticos:

Todos los rasgos esenciales de la visión del mundo y del estilo de los cuentos de Rulfo reaparecen en Pedro Páramo, su primera excelente novela; mismo fatalismo frente al mecánico y brutal acontecer exterior, el mismo ensimismamiento y laconismo de los personajes, la misma objetividad narrativa. Sólo que ahora, todo ello, [...] llevado al máximo extremo de aparente irrealidad y subjetivismo (Blanco Aguinaga 1955:71-72).

Por otra parte, la publicación del artículo "El desafío de la creación" fue muy iluminador en lo que se refiere al deseo de experimentación con los géneros: "Para mí el cuento es un género realmente más importante que la novela, más difícil que la novela, porque hay que concentrarse en unas cuantas páginas para decir muchas cosas, hay que sintetizar, hay que frenarse; en eso el cuentista se parece un poco al poeta, al buen poeta" (Rulfo 1980a:17). La práctica del cuento aparece como disciplina de concentración de lenguaje y de sentido y como anuncio de una concepción de la novela que oscila entre lo narrativo y lo poético.

Otros estudios críticos han considerado ya el problema del cuestionamiento de los géneros, además de la continuidad temática de los textos rulfianos. Jiménez de Báez, por ejemplo, señala:

El estilo de Rulfo parece que lleva al máximo las posibilidades de la función poética en prosa. La economía verbal y la precisión del discurso provienen de una objetivación óptima del lenguaje y de la intención narrativa. [...] Rulfo trabaja más sostenidamente con imágenes y símbolos. Su lenguaje tiende a la metaforización. Me parece que esta diferencia es fundamental, y no depende tanto de la distinción entre cuento y novela. Rulfo mantendrá y afinará estas características en Pedro Páramo, precisamente tensando las posibilidades del género (1986:585).

El cruce de los géneros en Rulfo significa que el reto es mayor para la novela, porque la novela tiene mayor concentración en Rulfo que sus cuentos.

Si bien la fiesta aparece más evidentemente en "El día del derrumbe", en varios de los cuentos publicados en la primera edición de El Llano en llamas (1953) se encuentra también (3). En el presente estudio se pretende revisar, por una parte, de qué manera la fiesta se hace presente en algunos cuentos de El Llano en llamas, para señalar su influencia en ciertos aspectos de la significación del texto y los diversos tipos de rituales festivos en que Rulfo se interesó. Y por otra, la relación de la fiesta con circunstancias que parecen anunciar elementos y estructuras de textos rulfianos posteriores.

El asesinato de Remigio Torrico concluye el cuento "La Cuesta de las Comadres" y coincide con la fiesta patronal de Zapotlán:

Me acuerdo que eso pasó allá por octubre, a la altura de las fiestas de Zapotlán. Y digo que me acuerdo que fue por esos días, porque en Zapotlán estaban quemando cohetes, mientras que por el rumbo donde tiré a Remigio se levantaba una gran parvada de zopilotes a cada tronido que daban los cohetes. De eso me acuerdo. (p. 27) (4)

La fecha de la muerte de Remigio, el último de los Torricos, puede ser recordada por el narrador gracias a que ocurrió cuando se celebraba la fiesta mayor de Zapotlán (5). Llama la atención el hecho de que en Zapotlán antes se da muerte a Odilón Torrico, hermano de Remigio, y es también el lugar de residencia de quienes se encargan de darle muerte. Zapotlán y su fiesta mayor dan una significación especial a la muerte de los Torricos, dueños de las tierras "y de las casas que estaban encima de las tierras" (p. 16).

Las fiestas aparecen especialmente localizadas en y como momentos de transición. Cuando las sociedades se hacen distintas, cuando los hombres se hacen distintos, cuando los tiempos se hacen distintos hay fiestas y sigue habiendo fiestas cuando se conmemoran esos cambios (cf. Velasco 1982:10). Lo mismo ocurre en "La Cuesta de las Comadres".

Los Torricos mueren cuando "ya para entonces quedaba poca gente en los ranchos" (p. 22). La gente había abandonado sus tierras porque "parece que ya no se sintieron con ganas de seguir soportando las calamidades del tiempo todos los años y la calamidad de los Torricos todo el tiempo" (p. 22). En Pedro Páramo encontramos también el abandono de otro pueblo por las calamidades de su dueño.

La "manchita blanca de Zapotlán" que se podía contemplar a lo lejos se transforma en signo de esperanza para el pueblo moribundo. La fiesta de Zapotlán une a su regocijo la celebración por la desaparición de los Torricos, y con ello, la liberación de la Cuesta de las Comadres. La fiesta mayor, en este caso patronal y votiva, es el tiempo culminante de un ciclo, de un sistema de ordenación del tiempo que da paso a uno nuevo.

"En la madrugada" es otro cuento que termina con el funeral del "dueño de la luz" y de los terrenos, don Justo Brambila. El culto a los muertos comprendía, y comprende todavía en algunas culturas, fiestas que tienen como intención principal la de ayudar o impulsar al difunto (a su alma) en su camino hacia la otra vida (6). Don Justo, según parece, fue asesinado por su viejo empleado Esteban aunque éste no está seguro de haberlo hecho (7).

El aullido de los perros se conjuga con las voces de las mujeres que cantan a las ánimas, "salgan, salgan, salgan, ánimas de penas" (p. 55) (8). Estos cantos, así como el "Alabado" que canta la pasión de Jesucristo, tienen como fin ahuyentar al demonio e interceder por las almas para que encuentren el descanso eterno. Las campanas que "estuvieron doblando a muerto toda la noche" (Idem) anuncian a la comunidad el fallecimiento de uno de sus miembros e invitan a congregarse en torno al velorio del difunto. La muerte de don Justo Brambila congrega la comunidad la cual vela al patrón pero sólo hasta el amanecer: "Los perros aullaron hasta el amanecer", los cirios estuvieron encendidos "hasta el amanecer", las campanas doblaron a muerto "hasta el amanecer, hasta que fueron cortadas por el toque del alba" (Idem) Porque el amanecer pertenece ya a la comunidad libre del yugo del antes dueño de la luz y de las tierras. Rulfo nos ofrecerá en Pedro Páramo otra celebración de difunto que también inicia su duelo con las campanas, pero que en vez de parar al amanecer continúan su repiqueteo durante tres días en anuncio de algo más que una fiesta de difunto.

Es importante señalar que las fiestas de difuntos y las fiestas patronales comprenden un periodo de nueve días de celebración, el novenario. Además tienen otro punto en común. Los Santos Patronos son conmemorados el día en que fallecieron, puesto que ese día es cuando ingresaron a la gloria celestial. Así pues, la fiesta patronal se celebra el día de la muerte del santo correspondiente.

La importancia y el derroche de las fiestas funerales quedan manifiestos en "Acuérdate", en donde la Berenjena "se dice que tuvo su dinerito, pero se lo acabó en los entierros" (p. 140). El texto narra la mayor parte del ritual:

siempre les mandaba cantar alabanzas, llevándolos al panteón entre músicas y coros de monaguillos que cantaban "hosannas" y "glorias" y la canción esa de "ahi te mando, Señor, otro angelito". De eso se quedó pobre, porque le resultaba caro cada funeral, por eso de las canelas que les daba a los invitados del velorio. (p. 141).

El entierro de un niño implica una serie de ritos entre los que destacan el vestirlo como algún santo que será el que lo acompañe en su entrada al cielo, el proveer la mayor cantidad posible de flores para rodear el féretro que será blanco, la música y coros que ya menciona el texto, además de la quema de cohetes que son el signo inconfundible para señalar que se trata de un angelito.

Pero como en toda fiesta, los ritos no los asume una sola persona sino que son distribuidos entre los miembros de la comunidad. En gran medida, los rituales son una redundancia de la estructura social (cf. Velasco 1982:23), y así, los padrinos de bautismo son los encargados de vestir al angelito, los otros miembros de la comunidad cooperan, según sus posibilidades, con algo para el velorio --café, canela, azúcar, alcohol o tequila, pan--, los miembros de la banda cooperan con la música, los vecinos más adinerados con tandas de cohetes, etcétera.

En "Acuérdate" se alteran estos principios de participación de la comunidad y es la madre, señalada y calificada por el pueblo como "la Berenjena porque siempre andaba metida en líos y de cada lío salía con un muchacho" (p. 140), quien asume todo el peso de la fiesta. Los que acuden al velorio son "invitados" y las canelas corren por cuenta de ella. El ambiente de alegría por el nuevo angelito sí se logra, pero ¿y la integración de la comunidad y su participación en la fiesta dónde quedan?

Tradicionalmente, las fiestas patronales de algunos lugares como la de Nuestra Señora de Talpa se inicia con una peregrinación a pie o por carretera que supone un camino de penitencia (9). En "Talpa" se presenta la agonía de un hombre que resiste a la muerte por la fe en sus creencias y se narra desde el punto de vista del protagonista. El sufrimiento del hombre llega a su clímax cuando se incorpora en la danza de los Sonajeros haciendo acopio sus últimas fuerzas (10). Y luego de su entrada al templo muere mientras "afuera se oía el ruido de las danzas; los tambores y la chirimía [y] el repique de las campanas" (p. 68) que en esta ocasión no doblan a muerto.

Pero el cuento ofrece una significación más profunda. La esposa de Tanilo y el hermano de éste entablan una relación incestuosa durante el camino que debía de ser de penitencia, y fuerzan al enfermo para que continúe el trayecto a sabiendas que su estado y lo penoso del camino lo mataría.

El viaje se prolonga más allá de las condiciones normales de una peregrinación, lo que posibilita las relaciones entre los cuñados ya que ellos habían salido "a mediados de febrero" y llegaron a Talpa "en los últimos días de marzo, cuando ya mucha gente venía de regreso" (p. 65). Esta distancia entre las dos fechas remite a las dos fiestas que se celebran en Talpa. Las peregrinaciones se inician el 2 de febrero, día de la Candelaria y día de la fiesta de Nuestra Señora de Talpa, y terminan con la celebración del 19 de marzo, día de San José y patrono de la población, el cual tiene una pequeña capilla contigua al santuario de la virgen. La religiosidad popular ha olvidado la advocación del santo y su fiesta ha sido absorbida por la veneración mariana.

En este cuento, pues, se ponen de relieve una serie de signos que dan cuenta del fanatismo religioso del cual es víctima el protagonista, Tanilo; una víctima que es vista por el narrador sin ninguna compasión, antes bien, con cierta ironía e incluso hasta sarcarmo: "siguió rezando con su vela apagada. Rezando a gritos para oír que rezaba. Pero no le valió. Se murió de todos modos" (p. 67).

El mismo Rulfo confiesa su intención satírica en este cuento (cf. 1976:312) (11) , pues la fiesta religiosa popular con la participación de Tanilo, raya en lo grotesco y el ambiente sufre una desacralización que permite el cuestionamiento de este tipo de manifestaciones religiosas.

En el cuento que ocupa el lugar central de la colección y el que le da su nombre, "El Llano en llamas", se incluye una variedad muy especial de la fiesta de toros. En esta ocasión no se trata del duelo entre el hombre y la bestia sino del "juego del toro" (p. 91) a la manera de Pedro Zamora.

En esta fiesta brava, el primero que empieza a jugar irónicamente es el narrador al señalar que "allí hubo modo de jugar al toro" gracias a que "se les habían quedado olvidados ocho soldados, además del administrador y el caporal de la hacienda" (p. 91). Ese olvido permite a los revolucionarios jugar dos días a los toros (12). "Tuvimos que hacer un corralito redondo [...] para que sirviera de plaza. [...] Los ocho soldaditos sirvieron para una tarde" (p. 92). Los diminutivos ayudan bien a las intenciones del narrador, pues marcan irónicamente a quienes darán y en donde se dará la función.

El toro es nada menos que Pedro Zamora y los toreros los soldados y los hombres de confianza de los hacendados que han sido capturados. El enfrentamiento se da entre el líder de los rebeldes y los servidores de las autoridades combatidas por aquéllos (ejército y hacendados), sólo que en esta ocasión quienes están condenados a morir desde el inicio son los que fungen como toreros y no el toro. El juego, en este texto, ha propiciado una inversión en sus propias reglas (13). En una corrida, el toro se enfrenta a una cuadrilla que oscila entre cinco y ocho personas con la única defensa de su propia fuerza y de la del juez (14).

En este juego no hay juez, no hay autoridad legal. El más fuerte es quien la asume e impone sus propias reglas; por ello en esta ocasión, el toro se convierte en la autoridad:

el caporal sí costó trabajo. Pedro Zamora les había prestado una cobija a cada uno, y ésa fue la causa de que al menos el caporal se haya defendido tan bien de los verduguillos con aquella pesada y gruesa cobija; pues en cuanto supo a qué atenerse, se dedicó a zangolotear la cobija contra el verduguillo que se le dejaba ir derecho (p. 92).

En gran medida, los rituales son una redundancia de la estructura social. Pero también en algunas fiestas, muy particularmente en el carnaval, pierde su estructura momentáneamente el orden social, se ofrecen roles a quienes no les debían competir (cf. Velasco 1982:23). Turner habla de ciertas características del ritual de inversión de status, entre las que conviene señalar "el dominio ritual de los inferiores", estructuralmente hablando, sobre "la humildad simbólica y la humillación real de sus superiores en status", y con ello "el acento puesto, en lugar de su supresión, en el principio de jerarquía (es decir, de organización por grados), sin duda purificado por la inversión, un proceso gracias al cual se mantiene la vertebración estructural de la vida social" (1969:191-192).

"Pedro Zamora jugó al toro más seguido, mientras hubo modo" (p. 93), mientras tuvo poder para cerrar el cerco. Después, son los revolucionarios quienes son perseguidos a muerte: "Ya no nos dieron paz; ni siquiera para mascar un pedazo de cecina en paz. Hicieron que se nos acabaran las horas de dormir y de comer, y que los días y las noches fueran iguales para nosotros" (p. 96). Y ahora es uno de ellos quien parece defenderse con su cobija ya muerto, "En el Camino de Dios se quedó el Chihuila, atejonado detrás de un madroño, con la cobija envuelta en el pescuezo [...] Y él parecía estar riéndose de nosotros, con sus dientes pelones, colorados de sangre" (p. 97). El principio de supremacía del más fuerte y el cruel sometimiento del perseguido se mantienen en pie gracias al ritual de inversión, que en este caso no transgrede el principio estructural social.

El juego del toro se incluye en el momento en que las fuerzas de Pedro Zamora han recuperado de nuevo su poder, han sometido a los federales y asolado la región. Y la inversión en el sentido del ritual taurino anuncia en cierta manera la crueldad con que los revolucionarios serán perseguidos y aniquilados en la segunda y última ocasión. Sin embargo, más allá de esta persecución se vislumbra la luz de esperanza para el cambio. Un nuevo giro en el juego irónico del lenguaje que atrapa ahora al narrador y lo confronta con su hijo. Un hijo desconocido que se encuentra frente a él gracias a la madre.

Hemos tratado de mostrar hasta este momento en un rápido análisis de los cuentos anteriores, las diversas maneras en que la fiesta puede incidir en la interpretación de los textos. Dejaremos para otros escritos el estudio de significaciones más profundas que nos permitan dar cuenta de la visión del mundo que Rulfo nos presenta mediante la inserción de elementos estructurales como la fiesta que, en el ámbito de la cultura mexicana, tienen una serie de simbolismos de gran fuerza y tradición.


NOTAS

1. No olvido la existencia de otros textos narrativos de Rulfo, "Un pedazo de noche", "La vida no es muy seria en sus cosas", así como sus escritos para el cine y sus ensayos, discursos, conferencias y prólogos. Sin embargo, El Llano en llamas y Pedro Páramo son las obras que la crítica, unánimemente, ha señalado siempre como las más representativas de la escritura de Rulfo. Regresar.

2. En este ensayo definimos fiesta como un complejo contexto (del latín contextus: orden de composición o tejido de la obra) donde tienen lugar una intensa interacción social, un conjunto de actividades y de rituales, una profusa transmisión de mensajes --algunos de ellos trascendentes, otros no tanto-- y un desempeño de roles peculiares que no se ejerce en ningún otro momento de la vida comunitaria. Regresar.

3. "El día del derrumbe" se publica por primera vez en "México en la Cultura", núm. 334, suplemento de Novedades (14 agosto 1955), pp. 3, 5. Aparece luego en Anuario Cuento Mexicano 1955, INBA, 1956, pp. 291-300; en "La Cultura en México", núm. 400, suplemento de ¡Siempre! (8 octubre 1969); en El Cuento, núm. 54, 1972, pp. 145-150; y en la antología Crónicas de Latinoamérica, pról. y notas de Ricardo Piglia, Joaquín Alvarez, Buenos Aires, 1968, pp. 13-24 (cf. OCAMPO 1992:892 y 895). Se incorpora al volumen El Llano en llamas, juntamente con "La herencia de Matilde Arcángel", en la 7a. ed. aumentada, FCE, México, 1970 (Col. Popular 1). Regresar.

4. La tercera edición de El Llano en llamas, FCE, México, 1980, revisada por el autor, comprende ya "El día del derrumbe", "La herencia de Matilde Arcángel" y "Paso del Norte". Cito por la 15a. reimpresión de la 3a. ed. (1992), indicando únicamente las páginas entre paréntesis. Regresar.

5. Esta fiesta es la de La feria, de Juan José Arreola: la festividad del señor San José. Fiesta votiva que se celebra en Zapotlán el Grande (hoy Ciudad Guzmán) del 12 al 23 de octubre. Regresar.

6. Se baila y se hace fiesta para que sean propicios los seres o fuerzas relacionadas con el alma y su camino. Este tipo de fiestas ha dado origen a la celebración del Día de Difuntos que, como señala Turner, tiene su origen en fuentes pre cristianas y autóctonas, y por ello "el día de los Difuntos no se introdujo en el rito romano hasta el siglo X" (1969:186). En la religión cristiana se celebra la memoria del difunto del que se tiene la certeza que ha ingresado al cielo el día de su fallecimiento. Regresar.

7. ¿Igual que Abundio Martínez en Pedro Páramo? También en este cuento --al igual que en la novela-- al morir el cacique, los encargados de impartir justicia pueden desempeñar de nuevo su papel. Esteban termina en la cárcel esperando ser juzgado, y dos hombres desarman a Abundio y lo llevan consigo al pueblo, que aunque se dirigen a Pedro Páramo con el título de "patrón", bien podrían ser representantes de la justicia que ahora de nuevo la impartirán una vez que el dueño absoluto ha muerto. Regresar.

8. Y el estribillo termina: "que el Rosario santo / rompe las cadenas". Este canto ritual permite el diálogo --en cierto sentido-- con las almas de los difuntos, pues comprende estrofas que supuestamente son contestadas por ellas, por ejemplo: "Miren, consideren / que también tendrán / nuestras tristes penas / las padecerán". Regresar.

9. El simbolismo, en este caso, aumenta si se conocen las condiciones geográficas y materiales de la vía más tradicional del camino a Talpa. La ruta para los caminantes cruza la sierra y les lleva de dos a cuatro días de camino, según viajen solos o con familia, y deben subsistir con sus propias provisiones. Regresar.

10. La danza de los Sonajeros es propia de la tradición de esa fiesta. Los grupos de peregrinos la preparan durante varios meses para ejecutarla en el atrio del santuario (cf. Fiestas de México 1982:79). Regresar.

11. Entendemos sátira como la define Linda Hutcheon: "la forma literaria que tiene como finalidad corregir [o hacer ver], ridiculizándolos, algunos vicios e ineptitudes del comportamiento humano. Las ineptitudes a las que de este modo se apunta están generalmente consideradas como extra textuales en el sentido en que son, casi siempre, morales o sociales y no literarias" (1981:178). Regresar.

12. Ana María López llama al juego, "macabra fiesta de toros bajo el verduguillo de Pedro Zamora" (1975:181). Regresar.

13. Bajtín señala, "muchas festividades nacionales, como, por ejemplo, las corridas de toros eran de marcado carácter carnavalesco" (1963:182). Regresar.

14. El juez puede intervenir en favor del toro cuando, por ejemplo, el picador se excede en el castigo, y en el caso máximo de defensa: el indulto. Regresar.


BIBLIOGRAFÍA CITADA

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