LA
IDENTIDAD CRIOLLA EN LOS DOCUMENTOS
INDEPENDENTISTAS DEL OCCIDENTE DE MÉXICO
Por: Carlos Fregoso Génnis
Universidad de Guadalajara
No es posible saber el momento preciso en el que la identidad
criolla se constituye en un movimiento cultural nacionalista y reivindicatorio; exponente
de las carencias y marginalidad de que fueron objeto los criollos hispanoamericanos y de
manera particular la doble reclusión de aquellos alojados en los espacios regionales. Es
así como en
La Ilustración en Hispanoamérica se acompaña de conciencia histórica y afianza las raíces de un patriotismo honesto y decoroso donde la dignidad del criollo crece en la idea de heredar la hacienda americana que por nacimiento le correspondía.
Pese a la importancia de estas nuevas corrientes ilustradas las condiciones de las colonias eran muy diferentes a las de las metrópolis europeas, de donde el proceso y asimilación de la Ilustración se vio evidentemente afectada por dichas peculiaridades. En primer término, la condición de colonia le sujetaba a un rol económico diferente al ostentado por la metrópoli, donde la función fue básicamente más que productor de insumos, consumidor de bienes provenientes de España. La limitación del acceso de los novohispanos a los puestos directivos también se vio reflejado en las nuevas y modernas instituciones creadas por la Corona al calor de las ideas ilustradas: [ ] la Escuela de Cirugía, 1767; la Academia de San Carlos 1784; el Real Estudio Botánico, 1788; y el Colegio de Minería 1792 [ ] [donde] se dieron todos los puestos de importancia a profesores peninsulares en vez de otorgarlos a los novohispanos. [1] De tal suerte, la corriente ilustrada provocó una reacción de autoafirmación e independencia cultural, con una vuelta a las raíces que para el caso de México consistió en la exaltación de un pasado indígena glorioso y monumental. Esta exaltación del valor de la oriundez es claramente identificable en las obras de Clavijero, Alzate, Díaz de Gamarra y Revillagigedo, quienes se constituyen en exponentes de un tipo de nacionalismo intelectual, destacando los logros y aportes académicos en las diferentes áreas del conocimiento.
El término criollo americano define a los hijos de españoles nacidos en las Indias occidentales; sobre su filiación filológica algunos autores sugieren una derivación del francés créoles aplicado a personas de sangre española que vivían fuera de España. [2]
El criollismo se plantea como una dimensión particular del afianzamiento de lo autóctono americano, no completamente original ni de rasgos aborígenes, sino como forma de pertenencia a la tierra americana y derecho sobre ella.
Pese a los múltiples filtros establecidos por la metrópoli, la ideología de la Ilustración dio frutos interesantes ya avanzado el siglo XVIII. Éstos se hacen evidentes en el gran bagaje intelectual que, heredado, fortalece las jóvenes raíces de los novohispanos, quienes a la par de ser conscientes de desenvolverse en una época en transformación, vierten en sus documentos estas nuevas concepciones; no dudan en resaltar las capacidades de los oriundos americanos, su brillantez y dedicación; por tanto, su igual derecho a acceder a posiciones ocupadas por europeos.
Serán estas convicciones sobre el entorno de origen y los postulados de libertad, derechos individuales, valor de la democracia, etc., enarbolados por el siglo de las luces, los que al mezclarse darán por resultado la lucha insurgente de las colonias españolas en América.
Si bien es cierto que la aristocracia criolla recibió la influencia de las ideas
ilustradas y supo aplicar parte de ellas en la reivindicación de su posición frente a la
metrópoli española, sería muy arriesgado asegurar que los criollos se hicieron revolucionarios a causa de
Ciertamente la Ilustración proporcionó recursos ideológicos para legitimar la
lucha emancipatoria, de los cuales los criollos asimilaron aquellos elementos que
fortalecían su posición y aspiraciones de sustituir el poder peninsular en la América
española.
Las obras
de John Locke, Jean Jacques Rousseau y Adam Smith
tuvieron una influencia importante en el
desarrollo de las ideas revolucionarias y en la legitimación de la lucha reivindicatoria
criolla. La aristocracia criolla se vio identificada con el crecimiento del comercio
libre, la autodeterminación y el gobierno por los gobernados, el concepto de libertad
económica, etc. Sin embargo, dichas aspiraciones se limitaban en un primer momento al
grupo social criollo, que aspiraba no a un cambio radical del sistema, sino en todo caso a
una sustitución en cargos y posición del grupo peninsular. En este sentido el origen
español y el nacimiento americano daba a los grupos criollos la certeza de un destino por
derecho natural sobre los peninsulares extranjeros y, por ende, carentes de
derechos legítimos sobre la tierra americana.
Lo que realmente marcaba la diferencia entre criollo y
español era su arraigo a la tierra; algunos peninsulares retornaban a la
metrópoli una vez que se veían satisfechas sus expectativas económicas o cubierto
algún cargo. Los criollos en cambio, manifestaban siempre una mayor identificación a la
tierra y consideraban su derecho a usufructuar las provincias ganadas por sus antepasados. Don José Miranda describe
cabalmente este hecho al referir que: La participación de los criollos y el
gobierno despótico y egoísta de la metrópoli eran los más antiguos y considerables
agravios de los americanos, y ahora en el comienzo de los movimientos de independencia,
serán los inevitables ingredientes del discurso histórico que los revolucionarios
mexicanos dirigirán contra España.[3]
Más allá de las disputas por los
cargos y las posiciones, el criollismo se proyectó en América como una actitud original
ante la administración peninsular, un estado histórico y conciencia particular que se
manifestó en una especial manera de reaccionar ante las políticas centralistas. Los
grupos criollos llegaron a considerarse colonos en el sentido primigenio del término y
con pleno derecho sobre los territorios, la administración y el gobierno. Por ser el
criollismo una amalgama de elementos tradicionales europeos, condimentados con las
condiciones particulares de las diversas regiones americanas, resulta un fenómeno
complejo que presenta múltiples manifestaciones: en lo cultural un retorno a las raíces
geográfico-regionales y aun populares en un entorno social americano; en lo político, se
expresaría en la búsqueda de autonomía e independencia de la metrópoli española y
tocaría las fibras del arte y la literatura, buscando en lo regional una fuente de
inspiración, la búsqueda de lo popular, la defensa de las riquezas y posibilidades
americanas, así como una revaloración del colono español, ya no como europeo sino como
americano y como el verdadero detentador de la fortaleza económica.
Si bien los criollos pretendían la seguridad de la vida económica, la libertad
política y la garantía de propiedad, no por ello compartían estos derechos con el resto
de los grupos sociales americanos, como sería la igualdad de los mestizos indígenas,
negros y castas en general. Es decir, se trataba de una lucha de clase particular en busca
de privilegios, donde la coincidencia de aspiraciones por parte del resto de la sociedad
americana enlazó el respaldo de las clases populares al movimiento independentista,
aunque sin dar a éstas una garantía de cambio social. De ahí que en plena lucha y ante
los desbordamientos de violencia de las masas revolucionarias, los criollos buscaron
pactar con grupos moderados, apartándose de los radicales, es decir, se identificaron
cautelosamente con el movimiento inicial del mismo origen.
Pese a la
identidad que brindó el espacio regional, los criollos de
Tales simpatías encontraron su cause de expresión en las
reuniones o tertulias de las elites novogalaicas, así como en
los escritos de intelectuales y curas regionales que por su formación también
dispusieron del acceso a las obras europeas, acrisolando aquellas ideas en la realidad
particular de sus espacios de origen. Entre estos personajes un cura de pueblo de nombre
Francisco Severo Maldonado y Ocampo llegó a afirmar por ejemplo que La piedra de toque en que habrán de
probarse todas y cada una de las leyes publicadas por el Congreso Nacional, será la de la
conveniencia o repugnancia con las verdaderas leyes naturales[
]. [4]
Al igual que Maldonado otros destacados insurgentes asimilaron
una formación ilustrada y llevaron parte de
sus estudios en colegios bajo el cobijo de la Compañía de Jesús en
Los puertos resultaron de gran importancia estratégica en la
expansión de los dominios coloniales por la determinación de la ruta transpacífica
hacia las islas Filipinas y el comercio con el Perú, logrando alcances no sólo de tipo
económico sino que por efecto de la interacción humana, también culturales y sociales
de gran trascendencia. Se tiene referido que en
Si bien es cierto que algunos puertos del occidente mexicano no figuraron por su importancia económica, cubrieron una función de respaldo del comercio interoceánico, ya que se convirtieron en estaciones permanentes de abasto de agua y víveres para los recorridos marítimos. Por ejemplo, que la nao de China en el trayecto Acapulco-California contaba con estaciones donde podía arribar para reparaciones y descarga de sobrepeso. Por tal motivo los puertos modestos como Salagua, La Navidad, Chacala, Matanchén, San Blas, etc., ejercieron una función complementaria muy importante en el comercio transpacífico. [7]
En tales estaciones se aprovechaba posiblemente para el desembarco de enfermos y polizontes, pero también de artículos de contrabando. Desafortunadamente, por tratarse de un comercio ilícito no se cuenta con un documento de registro, pero se hace evidente por la diversidad de productos disponibles en los mercados locales.
Así, desde aquellas épocas de
competencia comercial la vida portuaria asumió una nueva dinámica y con ella la región,
no sólo en el rubro económico sino social y cultural, proyectando al occidente de
México como un espacio de actividad y sinergia social donde no se dará únicamente la
afluencia del contrabando de mercancías, sino también la llegada de nuevas ideologías
por el tráfico de impresos que, vía Estados Unidos principalmente, harán su arribo al
continente, a través del contrabando se
incorporó el tráfico de las armas más peligrosas: los libros facilitándose
por este espacio ingresar en la región del occidente novohispano
y hacerse accesible a las manos insurgentes y a las mentes libertarias de
En esta circunscripción geográfica encontramos desde la época prehispánica a una región de tránsito de mercancías, explotación minera y actividades comerciales de toda índole que se continuó posterior a la conquista para también convertirse en centro de convergencia de las tendencias intelectuales que se acrisolaban merced al contacto que los grupos sociales laicos y religiosos, así como de quienes poseían los mecanismos económicos que generaban la dinámica de competencia y autonomía con el resto del virreinato.
En los albores del siglo XIX la Guadalajara novogalaica, sede de la Audiencia y la Mitra, se distinguía del resto de la colonia por las características antes señaladas; crónicas de la época la describen y constatan la relevancia que en el contexto americano esta ciudad tenía. De igual manera investigadores actuales han acentuado su interés en estudiar las múltiples variables económicas que caracterizaban a esta región.
El comercio representaba una actividad de primera magnitud que distinguía a los criollos de esta vasta zona que comunicaba con la capital virreinal, incorporando ricas comarcas como el Bajío, región centro norte del país, así como a la norte semi-despoblada pero poseedora de valiosísimos recursos extractivos principalmente plata y oro; por tanto, no es de extrañar a fines del s. XVII y principios del XIX respectivamente el establecimiento en la ciudad del Consulado y la Casa de Moneda. De igual manera, las prósperas haciendas en cuyas tierras se cultivaban los más diversos productos agrícolas y se criaban las variedades ganaderas aclimatadas de manera sorprendente, marcaban el distintivo de un grupo económico con creciente presencia en las esferas de poder. Las artesanías y productos manufacturados habían ganado justa fama por su calidad y belleza.
En la gran capital Guadalajara, se concentraban múltiples actividades comerciales representativas de este auge; curtidurías, herrerías, molinos, talleres textiles, zapateros, alfareros, carpinterías, ladrilleras, destilerías de mezcal agave etc., conformaban un mosaico de labores que convertían a la ciudad en el eje motriz de la vida colonial del occidente mexicano, que además contaba con puertos marítimos que daban la posibilidad de contacto con naves que arribaban desde latitudes lejanas del territorio.
Todo este auge se manifestaba en el creciente aumento de población que ya para principios del siglo XIX superaban los 35 000 habitantes.
Las primeras órdenes religiosas
contaban con grandes conventos y hermosos templos, éstas establecieron con el clero secular, colegios y escuelas de arte y
oficios; para 1792 por real cédula se fundó la Real y Literaria Universidad de
Guadalajara y poco después
Es importante detener la mirada en los
aspectos relativos a la evolución del sentimiento de pertenencia en el territorio del
occidente mexicano en los albores del siglo XIX. Principalmente aquellos que se
presentaron como una respuesta a los acontecimientos externos unidos al descontento frente
a la administración colonial y que desembocaron en una identificación con la tierra y el
derecho a ejercer su gobierno, la afirmación de la identidad en una cultura criolla
regional. Ésta surge como una expresión diferenciada de la tónica centralista de
La Ilustración con seguridad llegó a
A fines del siglo XVIII el sistema colonial español había dado de sí. El
estatuto se presentaba caduco, decrépito e inoperante. Como lo comprenderían otras
metrópolis más de cien años después, un sistema de explotación indiscriminada de los
recursos naturales y humanos de un lugar terminan agotando la riqueza y la paciencia de
los pobladores locales. No se puede depredar un lugar ni impune, ni permanentemente sin
pagar un precio ante la humanidad y ante
El criollismo tuvo vida propia en un mundo propio. El criollo dejó de querer a
Europa y se identificó con la nueva tierra. Su pensamiento, con la gran carga ideológica
de la religión, tomó el camino de la independencia cultural mucho antes de la política,
por lo que los lugareños fueron, en cierto momento, los adalides del cambio y en
contraposición, los peninsulares representaron la preservación del status quo. Resultó natural entonces la
identificación de un amplio sector del criollismo con las convulsiones revolucionarias
del norte y del viejo mundo, que basaban su transformación en las ideas de
Que las ideas
libertarias prosperaran en
Es en este ambiente de
curiosidad intelectual y entusiasmo libertario donde surge la figura del religioso
Francisco Severo Maldonado, ejemplo sobresaliente de un criollismo activo y creativo.
Hombre de la Ilustración, plasmó en su obra el tipo de nación, libre y sin tiranías,
que soñaron los criollos, antes y después de la independencia.
Maldonado era un hombre de la iglesia, pero eso no le impidió comulgar con las
ideas más progresistas de su tiempo. Dedicó buena parte de su vida a escribir y alcanzó
la plenitud intelectual en el momento de la consumación de la independencia mexicana,
cuando elaboró un proyecto de constitución política magnífica, pero desairada por los
primeros gobernantes del país. Sin embargo, antes de la independencia, Maldonado se
forjó y maduró en un cerrado círculo de criollos cultivados de
La importancia de las traducciones de Maldonado en esa alborada del siglo XIX sólo
se puede entender visto como un todo la labor sorda pero implacable de culturización de
la sociedad criolla de Guadalajara, en la que oscuros abogados, comerciantes, médicos,
maestros y curas se aglutinaban en un sector social que buscaba la interpretación de un
mundo complejo y distante que cambiaba vertiginosamente, en contraste con la pasividad
colonial novohispana que se acercaba al filo del
agua.
Estos nuevos americanos mexicanos crecerían intelectualmente en este ambiente de
explosión cultural, y de Maldonado su genio
se sublimaría hasta niveles insospechados
aunque incomprendidos hasta hoy. Llegando a ser el exponente intelectual clave de la
insurgencia en el occidente mexicano con El Despertador Americano primer
periódico insurgente de América que permitió dar a la lucha independentista un
fundamento ideológico firme. Posteriormente
contra las más extrañas vicisitudes, surgirían de su talento el Nuevo Pacto Social y
El triunfo de
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[1]
José Antonio Alzate, tomado de Dorothy Tanck
de Estrada, op. cit., pp. 16-17.
[2]
Robert Harver. Los Libertadores; La lucha por la independencia de
América Latina (1810-1830). RBA Libros. Barcelona 2002, p. 26.
[3]
José Miranda. Las ideas y las instituciones políticas mexicanas. Imprenta
Universitaria. UNAM. México, 1978, p. 283.
[4]
Ibíd., p.
85.
[5]
Cfr. José Manuel Villalpando. Miguel
Hidalgo. Planeta Agostini.
México, 2002, p. 12.
[6]
La Navidad, enclavado en el valle de Cihuatlán, Jalisco
quedó precisamente entre los límites de
[7]
Ibíd., p. 25.