Stephen W. Gilbert,
Departamento de
Letras, Universidad de Guadalajara
(tr. Dolores Perez Padilla)
La mayoría de aquellos que se interesan en la publicación a través de medios electrónicas se ha tapado, sin duda, con la "propuesta Subversiva" de Stevan Harnard, el conocido autor de _Psycoloquy_, una de las primeras revistas académicas que aparecieron en Internet. Su propuesta inicial, hecha a través de pláticas y artículos entre 1990 y 1992, ha despertado una apasionada polémica entre aquellos que son piezas claves en el campo de la publicación. El alto costo del papel y la espera lenta de meses, años a veces, a que se enfrentan los académicos que necesitan publicar continuamente los avances de su trabajo para que los conozcan sus colegas de otras instituciones y, luego, recibir, a su vez, la retroalimentación adecuada, hace que la publicación pierda sentido. La discusión se vuelve urgente en América Latina.
Tanto Harnard como algunos otros sostienen, desda hace tiempo, que el futuro de las publicaciones académicas depende del uso que los investigadores hagan de Internet, lo que él llama "scholarly skywriting," ya que la publicación a través de Internet no sólo reduce su costo, sino que también permite la rápida circulación de los frutos de la investigación y la inmediata respuesta a ellos.
Sin embargo, Harnard sugiere que los alcances de la publicación electrónica van más allá de la reducción del costo de la publicación y rápida divulgación. Argumenta que Internet ofrece espacio y mecanismos para reemplazar la "presentación" de ideas por un encuentro dialógico entre ellas; se trata de la publicación de textos en proceso, para que participen en el desarrollo del pensamiento.
En lugar de esperar hasta tener completo el fruto de su investigación para presentarlo a sus colegas, el investigador podría, fácilmente, ir mostrando los avances de sus trabajos durante el proceso mismo. Al aceptar sugerencias, seguir lineas de pensamiento que puedan desarrollarse mediante el diálogo con otros academicos de su área, el investigador verá crecer su trabajo, descubrir si quiere darle una nueva dirección, etc.
De fundamental importancia, en la argumentación de Harnad, es la diferencia que establece entre lo que él llama el "trade model" y la publicación esotérica . Con ésta última se refiere a áquella que se dirige a un círculo reducido de lectores. Este círculo puede variar desde los varios miles que se dedican a las "grandes corrientes" del pensamiento actual, hasta un puñado de estudiosos dedicados a las más especializadas sub-subdisciplinas de la ciencia.
"Trade publishing," en cambio, es primordialmente lucrativa y, por lo tanto, se dirige a una audiencia amplia y debe ser protegida por copyright laws . Por supuesto, el acceso es restringido. Aún revistas académicas con un buen subsidio entran en este modelo ya que el alto costo del papel requiere de los ingresos de ventas y subscripciones.
Los académicos han accedido a que el fruto de su trabajo sea publicado mediante este canal, simplemente porque no tenían otra manera de hacer circular sus ideas. Harnad da a este trato el "Faustian bargain;" la unión entre el fruto de los académicos y la economía lucrativa es una necesidad, no una virtud. Tampoco se trata de editores malignos, sino de una estructura que restringe la información.
La publicación electrónica ofrece, sin duda, una alternativa a tal negociación. Sin embargo, la publicación electrónica ha ido apareciendo muy gradualmente, se le ha aceptado de manera lenta. Y algunas revistas electrónicas no son sino espejos de las revistas tradicionales que siguen siendo la principal vía de acceso a la circulación del fruto del trabajo académico. Los editores no tienen prisa en lo que al cambio a publicaciones electrónicas se refiere; es difícil encontrar cómo obtener ganancias. Harnad sugiere que los académicos no esperen a que la industria editorial cambie a la red. Tomando como ejemplo el exitoso archivo electrónico de Paul Ginsparg, en el campo de la investigación física Harnad recomienda dejar atrás la industria editorial y tomar la palabra por nosotros mismos.
Las posibilidades son inquietantes y requieren de seria reflexión y negociación entre los investigadores y las institucionces que los patrocinan, antes de que este tipo de publicación alcance el reconocimiento de que gozan las publicaciones en papel. Mientras tanto, los académicos pueden aprovechar la tecnología disponible para sus propios fines. Por ejemplo: solicitar comentarios sobre el avance de su trabajo; hacer investigación de equipo sin importar que los involucrados residan o no en el mismo lugar; y, desde luego, tener acceso a lo más reciente de la investigación en las disciplinas de su interés sin tener que inscribirse a revistas tradicionales.
Apunto enseguida lo que considero de más interés en el debate que ha tenido lugar como respuesta a la propuesta de Harnad. Las cuatro áreas de la discusión que me parecen esenciales son: control de calidad, costos de publicacion, constos de conexión y mantenimiento.
Uno de los aspectos más atractivos de la propuesta de Harnad es su insistencia en que la publicación electrónica podría llevarse a cabo con un 25% del costo de las publicaciones tradicionales. Hay quienes argumentan que no podría se tan barato, y señalan el costo de edición galerar, pruebas finas, gráficas, etc.
Harnad insiste en que muchos de los herramientas que se necesitan para realizar estos labores se encuentran ya a la disposición de los autores, quienes no tendrán ya que pagar a los editores para que les hagan ese trabajo. Estos herramientas del dominio público, harán también obsoletas otros servicios de los editoriales, por ejemplo, el diseño, las ilustraciones. El control de calidad se encuentra ya bajo la responsabilidad de editores y reseñadores como parte de su contrato académico, sin recompensas financieras inmediatas.
El problema de los derechos de autor queda descartado para Harnad, por engañoso, por desviar la atención del meollo del asunto. En lo que toca a las publicaciones académicas, la verdad es que sus autores no esperan una retribución económica directa. El problema de la protección de ganancias, mediante la restricción que implica los derechos reservados, simplemente no nos incumbe. Esto importa en las publicaciones tradicionales, no por el interés de los académicos, sino por los editores quienes tienen la necesidad de proteger sus inversiones financieras en esta industria.
Uno de los muchos puntos que están todavía por decidirse, en el consejo editorial de SINCRONIA, es la cuestión de su relacion con material previamente publicado. Muchos de los archivos electrónicos no son otra cosa que una bodega de versiones electrónicas de las publicaciones en papel. Las verdaderas publicaciones electrónicas, tales como Ejournal, no pasan por la imprenta. Psycoloquy invita abiertamente a los académicos a poner en el archivo electrónico versiones de sus artículos antes de que hayan sido publicados en los medios tradicionales, ya que seguirán disponibles a tales medios. Dadas los dificultades, para publicar, con que se tapan los académicos, creo que es mejor que sobre y no que falte. Es importante que este material esté disponible.
Se puede prever un aumento en el costo de publicación a través de Internet, ya que los provedores de conexiones cobran por el servicio. Pero es difícil creer que las publicaciones electrónicas lleguen a alcanzar el costo de las de papel.
Sin duda, el principal problema que enfrenta la publicación electrónica es el del control de calidad. En gran medida, el contenido de Internet se reduce al "bulletin board," o "chat rooms." Harnad dice que el estado actual de Internet no es más que un "global grafitti board." Las publicaciones académicas ocupan un mínimo de espacio cibernético. Los "peer review systems of scholarly publications" están cambiando muy lentamente hacia la Red, pero tenemos ante nosotros la tarea de convencer a lectores inteligentes de que el rigor es posible, y de que se puede generar información valiosa en los medios electrónicos.
Si los académicos entran realmente a estos espacios, ¿quién deberá encargarse de las publicaciones y su continuidad? Con un mínimo de cooperación de nuestras instituciones (en lo que toca a las cuentas de Internet y espacio en los servidores de las universidades,) los académicos se encuentran ya en un lugar privilegiado para realizar ellos mismos el trabajo. El modelo de Stevan Harnad se inspira en el sitio personal sin constricciones, como el archivo electrónico de Ginsparg, por ejemplo, añadiendo la "peer review" con el fin de que, en el proceso de revisión, estos archivos dependan menos de la revisión que hace uso del papel. Hay operadores comerciales en los archivos de computadoras y servicio de manejo en las páginas del Web que ofrecen sus servicios; algunos "Ejournals" se pueden beneficiar mediante contratos comerciales con ellos. Tradicionalmente, el mantenimiento de archivos de información ha estado a cargo de los bibliotecarios. Supongo que habrá un acuerdo entre las bibliotecas universitarios y las publicaciones académicas eletrónicas que permita, a aquellos, el acceso a éstos últimos. Me gustaría saber cuál ha sido la experiencia de otras universidades en latinoamerica al respeto. Envíeme un mensaje, si quiere.
Se argumenta que con el mero hecho de que un artículo haya sido publicado en papel, se asegura cierto cuidado entre su preparación y selección, y que este cuidado se perderá, tratándose de medios electrónicos. Todos sabemos, por experiencia, que el hecho de que se publique en papel, no es garantía de calidad. Tampoco estamos negando la importancia de este tipo de publicaciones. Sólo creemos que el hecho de que cada día aparezcan más y más publicaciones electrónicas, ahorrará tiempo y dinero a los investigadores en la búsqueda de material reciente y útil en su campo de investigación. Y, seguramente, será más fácil y productivo.
Desde luego preocupa el que las publicaciones electrónicas no tengan la capacidad de adquirir el prestigio de que gozan las tradicionales. Douglas Brent, de la Universidad de Calgary, asegura que este prestigio se debe al hecho de que "las revistas son entidades distintas en las cuales los artículos son partes de una serie de artículos mas larga, aunque parecen como unidades publicables en sí mismas, que permiten, a ciertas revistas, adquirir, con el tiempo, una reputacion por excelencia."
Es una preocupación legítima, pero es una preocupación que sólo se resolverá con el tiempo. Es claro que la responsabilidad del control de calidad descansa en todos los que contribuyen para que una revista se ofrezca al público.
Para _Sincronía_ lo que más importa es invitar al lector a que desempeñe un papel más activo. Dado a que, en gran medida, los académicos escriben para otros académicosl, no parece haber razones que impidan el derrumbe de obstáculos antes existentes, con el fin de que la información entre escritor y lector circule más libremente. Más aún: uno puede imaginar la publicación de artículos sin terminar (y estoy conciente de que esto suena a Harnad's "global grafitti board") que son una invitación abierta para que los lectores contribuyan en tales artículos, casi como co-escritores. La mayoría de los "browsers" de hoy en día les permiten este tipo de actividad colaborativa.
Esta última cuestión despierta más preguntas de las que puedo contestar. Espero con impaciencia el futuro de las publicaciones electrónicas en América Latina. Vivimos, me parece, un momento histórico en el desarrollo de la vida intelectual y cultural en su conjunto.
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