Conociendo a Liliana: Una entrevista con Liliana Heker
Robert L. Colvin
Liliana Heker continúa siendo una de los escritores argentinos más destacados de nuestra época. Nacida en Buenos Aires en 1943, Liliana lleva tiempo en los círculos artísticos de su gran ciudad. Trabajó años como editora de las revistas literarias El escarabajo de oro y El Ornitorrinco.Su novela El fin de la historia (1996) es su obra más importante hasta la fecha porque refleja la complejidad de la dictadura militar de los años setenta. Además, es gran cuentista, un hecho que se confirmó con la recien salida de su nueva colección de cuentos bajo el título La crueldad de la vida (Alfaguara, 2001). En enero de 2001, tuve la gran oportunidad de llevar un grupo de estudiantes universitarios a Argentina para estudiar la historia y la cultura de tal país. El destino nos ofreció una reunión con esta gran autora y en una mañana calorosa y húmeda, en el hotel Castelar en la famosa Avenida de Mayo en Buenos Aires, Liliana compartió su experiencia con nosotros. Aquí presento, en forma abreviada, una transcripción de nuestra entrevista, en la cual los estudiantes le hicieron preguntas previamente escritas por ellos, y Liliana les respondió. La presento abreviada por tres razones: Uno, porque Liliana siempre tuvo la bondad de repetirse para que los estudiantes pudieran captar lo que decía. Dos, porque a veces los estudiantes hicieron preguntas que Liliana ya había contestado, y tres, porque Liliana es una porteña típica, mostrando mucha pasión y ánimo cuando habla, y no puedo incluir cada ejemplo o explicación que nos dio. Presento las preguntas y los comentarios sobresalientes de las dos horas que nos habló. Fueron dos horas extraordinarias.
E= Estudiante L= Liliana
E: ¿Cómo llegaste a escribir?
L: Si había algo que a mí me resultaba fácil, tal vez por destino familiar, era el pensamiento matemático, o el pensamiento científico. De hecho, estudié física. Sin embargo, cuando era chica lo que me producía realmente placer era la escritura. Empecé a escribir a los cuatro años en el patio de la casa de mi abuela porque el mundo real me parecía aburrido o incomprensible. Daba vueltas en el patio de la casa de mi abuela y me inventaba historias y cada vez por allí había un elemento que no correspondía demasiado bien, así que tenía que ir modificando todo, y por supuesto yo siempre era la heroína, siempre mucho más linda que lo que era, más heróica. Es posible que el germen de la escritura esté allí. Lo cierto es que escribir me producía placer, pero no me lo planteaba de vocación. A los 13 o 14 años, como cualquier adolescente, me enamoré, entonces escribía poemas malísimos. Había leído una novela en 10 tomos que se llamaba Juan Cristóbal, que era la historia de alguien que es compositor, o músico. Por allí, empieza a surgir en mí la necesidad de hacer algo artístico, de escribir. En el colegio secundario, aunque no parezca, era muy tímida y me gustaba discutir, y a veces no podía discutir o argumentar bien con ciertos profesores, entonces yo escribía textos y argumentos y ellos los leían y empieza a aparecer la necesidad de escribir. A los 16 años, empiezo a decirles a mis amigos que quería trabajar en una revista literaria. Es muy curioso porque yo nunca había visto una revista literaria, nunca le había visto a un escritor, ni en una foto. Yo leía mucho pero no sabía lo que era. Mi hermana me regala una revista, y yo coincidía con la posición idealógica de esta revista. Mando una carta y un poema, y me contesta Abelardo Castillo, uno de los mejores escritores argentinos, pero era muy joven y acababa de publicar su primer poema. Nos encontramos y algo que me dijo fue muy importante para mí. Me dijo, "El poema es pésimo, pero por la carta se nota que vos sos una escritora". Me invitan a ir a las reuniones de la revista. Nos reuníamos en un café y venían escritores jóvenes, narradores, y uno leía sus cuentos y los demás discutían. Así empiezo a meterme en el mundo literario y empiezo a aprender lo que es un cuento. Todos escribían cuentos y digo "Bueno, yo tengo que escribir un cuento" y así escribí! mi primer cuento. Se publicó, mefue muy bien, tuvo éxito y a veces me da risa porque nunca más encuentro el escribir tan fácil, al contrario. Ni sabía escribir a máquina, ni siquiera. Mi cuñado me había comprado una máquina y empiezo a pronto escribir ( Liliana golpea la mesa con los dedos) y me detengo y lo he reconocido. "Esto es un final de cuento". Igual seguí estudiando física durante 4 años pero cuando terminé mi primer libro, ahí decidí que dejaba física y me di cuenta de que eso es lo que quería hacer. Al partir de ese momento, empecé a dedicarme nada más a la literatura.
E: ¿Cómo describirías tu estilo de escribir?
L: En realidad, creo que por lo único que no se tiene que preocupar un escritor es por el estilo porque es el único que uno no puede percibir de si mismo. Sin embargo, es algo que uno tiene. Seguramente, tengo un estilo para hablar, de moverme, de ser, que Uds. perciben y yo no. Lo mismo pasa en la escritura. Hay algo que es esencial de uno, que es constante, que va apareciendo en la literatura, que algún crítico podrá percibir. Uno sí, va buscando su propio lenguaje, sus propias palabras, va consiguiendo mejor la estructura que busca, consigue soltarse más, o trabaja mucho un texto hasta que sea lo que uno quiere, pero lo que no importa, creo yo, es el estilo. El estilo va a estar. Incluso, hay aquellos escritores que tienen un estilo demasiado evidente, y en aquellos estilos llega a haber una especie de similitud entre los textos.
E: ¿Hay dificultades de ser escritora latinoamericana?
L: No puedo hablar de toda Latinoamérica porque no es similar en todas partes. Mi generación es muy fuerte, se manifiesta mucho, pero es una generación de casi todos varones. Cuando empecé a escribir, yo era una de las pocas mujeres, pero éramos muy jóvenes, muy precoces. En 1974, hay una revista muy buena que se llama Crisis que publica a 13 autores jóvenes y de los 13 autores, 12 eran varones, la única mujer era yo. Había menos mujeres que escribían, o las mujeres escribían pero no aparecían. Nunca me detuve por ser mujer. Incluso, criticaba, polemizaba con escritores varones importantes. Es algo que uno debe hacer: apropiarse de un territorio que uno siente que le pertenece. Nunca me sentí descriminada. Ahora hay muchas escritoras en mi generación. Doy talleres y en los talleres el número de mujeres y hombres es casi igual. No se nota ni en la calidad ni en el número una verdadera diferencia. No digo que no hay problemas con la discriminación. Lo que importa es el propio prestigio, el propio talento, la propia inteligencia. Creo que la tendencia de machismo va cambiando. Por supuesto hay problemas con el machismo pero creo sinceramente que el problema social más grave que existe en la Argentina no es el de machismo, es el de la miseria. Hay problemas que son mucho más fuertes. En el campo de la literatura, no creo que haya habido una discriminación. Yo nunca la experimenté. Además, questiono el término "literatura femenina". Creo que no hay un común denominador que separa a la literatura femenina de la literatura porque justamente lo que caracteriza a la literatura es la singularidad de cada texto. Hombre o mujer, su literatura está hecha de todo un cruce de experiencias, y de reflexiones y de condicionamientos. Es decir, no me despojo de mi sexo para escribir. Tampoco me despojo de mi historia personal, de mi locura personal, de las cosas que he estudiado, del tiempo que me ha tocado vivir, o del país en que vivo. Ese cruce de experiencia es lo que va a constituir mi literatura. Pienso que hay muchos elementos que pueden crear su conjunto. Uno puede decir "literatura argentina", "literatura latinoamericana" o "literatura de autores de la clase media", de acuerdo del estudio que uno quiere hacer. Puede decir "literatura escrita por mujeres" porque le interesa un determinado aspecto pero creo que todos esos subconjuntos tienen finalidades extraliterarias. Pueden interesar a la sociología, a la psicología o a la historia. Tampoco creo que lo femenino y lo masculino sean categorías totalmente rígidas. Creo que todo hombre tiene características que se consideran femeninas, como una mujer tiene características que se consideran masculinas. Uno puede decir que Proust es un escritor con características femeninas porque le importan los detalles, ese chisme, las pequeñas cosas que van ocurriendo y con eso constituye una de las escrituras más extraordinarias del siglo veinte. A lo mejor, una escritora como Flannery O'Connor, que tiene esa dureza o a vec! es esa impiedad para contar situaiones, podría considerarse escritora masculina, sin embargo es mujer. Hay una cantidad de interrelaciones, puntos de coincidencias, en los cuales el género masculino o femenino no es necesariamente el determinante.
E: ¿Cuál es tu mejor logro?
L: Cada libro representa algo que lo que no me desprendería, es decir voy trazando una especie de mapa de mi misma, así que no me bastaría un solo libro para expresarme. Uno tiene muchos matices, muchas historias, muchas cosas para decir, y que va necesitando los distintos textos de ficción para ir encontrándose. Me fascina escribir cuentos. Me fascina contar que detrás de la normalidad, puede emerger la locura, la destrucción. Esto es algo que la escritura de cuentos permite muy bien. Cada novela representó para mi cierto conflicto que necesitaba resolver. En Zona de clivaje hablo del conflicto de ser mujer. Es una historia de una mujer y un hombre seductor, un Don Juan. A toda mujer le fascina Don Juan y para mí fue muy importante escribir esa novela. Empezé como un cuento y fue creciendo muy regularmente. Tardé años en encontrar la manera de escribirla. El fin de la historia habla de la dictadura militar, la que nos marcó a fuego. Nos toca a los escritores mantener viva esa memoria, entonces creo que a través de un trabajo artístico, a través de la literatura, puedo contar la historia. Sentí que nos pasaban demasiadas cosas y que fue necesario contarlo. Un lector puede querer más un libro mío que otro pero para mí, todos fueron necesarios. El logro es haberlo terminado. El día que terminé El fin de la historia, sentí una euforia tremenda, pero después el libro ya se publica y se me presenta otro libro con nuevos problemas.
E: En El fin de la historia , hablas sobre la guerra sucia. ¿Te sentiste amenazada durante la guerra sucia o conocías a algunos víctimas?
L: Las dos cosas. Sí por supuesto la dictadura militar no era algo que pasara lejos de uno. Nos pasaba a nosotros. Los que desaparecían eran amigos. De hecho, les voy a contar mi experiencia. No era militante política porque siempre lo que me importó fue la literatura. Sí, era escritora de la izquierda. Siempre lo he sido, de la izquierda independiente, no pertenecía a un partido político. No hay que olvidar que los años setenta fueron muy politizados, de muchos polémicas, muchas discusiones entre intelectuales en Argentina, en Latinoamérica y en el mundo. Cuando se da el golpe militar, yo estaba trabajando en la Administración pública como analista programadora. Además de ser escritora, estudié física y también programación de computadora. A mí me echan por subversiva. La figura "subversiva" era realmente terrible. Si te echaban no conseguías trabajo en ningún otro lado. Además, fueron a buscarme en casa. La suerte fue que no estaba cuando me fueron a buscar. Me fui, me tuve que ir. Las amenazas te hacían siempre. Cuento en El fin de la historia esa sensación que tienes en la nuca cuando vas a girar la llave en la cerradura, ese miedo que tienes. Así, no sabíamos si íbamos a poder terminar el acto de abrir la puerta, si íbamos a poder entrar nuestra casa. Esa posibilidad que te rompieran la casa y te llevaran existía entre nosotros. Convivimos con esa sensación de miedo e inseguridad cotidiana. Al mismo tiempo, y pretendo contar en El fin de la historia, en los momentos más terribles, la gente sigue viviendo, sigue luc! hando, sigue escribiendo, existiedo. Esa contradicción entre vida y muerte era el modo de vivir durante la época de la dictadura militar.
Obras de Liliana Heker
Los bordes de lo real (cuentos completos) Buenos Aires: Alfaguara, 1991.
Zona de clivaje. Buenos Aires: Alfaguara, 1987. Reimpreso 1997.
El fin de la historia. Buenos Aires: Alfaguara, 1996.
La crueldad de la vida. Buenos Aires: Alfaguara, 2001.