Sincronía Invierno 2002

Los mecanismos de exclusión mediática de los movimientos sociales en el suroccidente colombiano


Guillermo D’abbraccio Kreutzer *

Profesor Universidad Nacional de Colombia

Sede Manizales


Resumen

En este artículo se pretende debatir la situación de discriminación e invisibilidad de los movimientos sociales en el suroccidente de Colombia a través de sus medios de comunicación, en un contexto histórico y social de exclusión física de la crítica y oposición política. Se coloca especial énfasis en el departamento del Cauca (suroccidente colombiano, cercano al vecino país del Ecuador). El escenario caucano expresa en toda su complejidad el problema agrario y la resistencia del campesinado a la expulsión hacia los centros urbanos, determinada por la evolución de la gran propiedad territorial. Se mantiene latente el problema de los campesinos sin tierra y persisten reductos de alzados en armas. De igual modo, coexisten sectores y movimientos sociales y políticos diversos, como es el caso del Movimiento campesino del Macizo Colombiano y las organizaciones indígenas, los cuales reflejan las luchas realizadas y las conquistas y reivindicaciones obtenidas en los dos últimos siglos.

 

 

Una mirada inicial al contexto colombiano

El Estado y la sociedad colombiana enfrentan una profunda crisis que no sólo atenta contra su supervivencia e integridad, sino también su progresivo marginamiento de la comunidad internacional. Colombia sufre un ciclo de inestabilidad y recesión sin antecedentes con tasas negativas de crecimiento, 20% de desempleo y déficit fiscal del orden del 5% para 1999 (Garay:1999:18).

En Colombia, la relación entre el 25% más rico de la población y el 25% más pobre es de treinta veces (Bernal: 1996; 11), el grado de incidencia de la pobreza por ingresos afecta al 69.5% y la mortalidad materna (tasa por cien mil habitantes) es de 130, cuando el promedio en un país como Chile es de 559 (Sarmiento Anzola: 1996; 278). En este país se registra en forma ininterrumpida desde 1984, alrededor de 26.000 homicidios por año, es decir, 70 por cada 100.000 habitantes. Ello ubica a Colombia entre los países más violentos del mundo, con una tasa de homicidios cuatro veces el promedio Latinoamericano, diez y seis veces el de Europa y sesenta veces el de Asia (Cubides: 1998; 21). Es además un país que lleva décadas padeciendo un nivel de violencia difícil de superar. En los noventa, el conflicto provocó más de 300.000 muertes violentas, 8.000 secuestros, 1.280 víctimas de desapariciones, más de un millón de desplazados y 708 masacres (Ver gráfico 1).

Algunos de los movimientos guerrilleros creados en los años sesenta y setenta- Farc, Eln, Epl, entre otros-, controlan la tercera parte del país, con cerca de veinte mil combatientes. De igual modo, las autodefensas Unidas de Urabá y Córdoba (AUC), con diez mil hombres, constituyen una fuerza paramilitar de contrapeso que ciertos sectores en Colombia han fomentado para cerrarle el paso a las guerrillas de las Farc y el Eln .

La violencia ha contribuido a incrementar los costos de transacción de la economía y disminuido la productividad, representando un obstáculo del crecimiento económico. En la actualidad se puede afirmar que la economía en términos del PIB deja de crecer anualmente entre 1% y 1,5% como consecuencia del conflicto armado. (Trujillo y Badel: 1997; 33). Por otra parte, la guerra influye sobre las condiciones ambientales e incide en el ordenamiento ambiental del territorio y el uso de los recursos naturales. La voladura de oleoductos atenta contra los ecosistemas, la calidad de vida de los pobladores y la economía del país, afectando 6.000 hectáreas con potencial agrícola y pecuario, 2.600 kilómetros de ríos y 1.600 hectáreas de ciénagas (Trujillo y Badel: op. cit; 11). El exceso de gasto militar en Colombia se ha ido incrementando de un 1% del PIB en 1991 a un 1.6% en 1997. De continuarse con esta tendencia, en el año 2004 podría estar dedicando un 5.6% del PIB para el financiamiento del sector de defensa.

La violencia en Colombia es producto de una larga y variada gama de factores que en muchos casos están ligados a problemas estructurales en la base económica, política y social del país. Ejemplo de ello lo constituye la situación de exclusión de terceras fuerzas políticas en el escenario político colombiano y la ausencia del monopolio legítimo de la fuerza por parte del Estado. Otros factores generadores de violencia se ubican en la lucha por la tenencia de la tierra, la injusticia social, el descontento con la clase política, la pobreza y la marginalidad de ciertos sectores sociales. Sin embargo, la reflexión acerca de estos factores escapa a las posibilidades del presente estudio.Fuente: Revista Criminalidad, 1959 – 1997. Escala: Cifras 0 – 300.000; Tasas: 0- 90

El Cauca no tiene quien lo vea

Contexto socioeconómico y cultural de la región

A diferencia de la tendencia demográfica registrada en el resto del territorio nacional, en el departamento del Cauca (suroccidente colombiano), predomina lo rural sobre lo urbano (para 1993 el 56% de su población es rural y el 44% es urbano). Siguiendo los datos de un informe elaborado por los profesores de la Universidad del Cauca Irma Piedad Arango y Luis Evelio Alvarez, el departamento está conformado por 39 municipios de los cuales sólo 29 tienen entre 1000 y 5000 habitantes y sólo 3 municipios presentan poblaciones de más de 20.000 habitantes, como es el caso de Popayán, Puerto Tejada y Santander de Quilichao. Se infiere que es un departamento con pequeñas características semi-urbanas, alejadas de una eficiente organización de servicio en donde se realizan algunas funciones administrativas (Arango, Irma y Alvarez, Luis; 1999: 6)

Desde el punto de vista vial, el departamento del Cauca se encuentra prácticamente incomunicado, pues por cada kilómetro cuadrado sólo se han trazado 145 metros de carretera. De esos kilómetros totales, sólo el 9% de las vías están pavimentadas. De la longitud pavimentada, el 72% corresponde a la vía Panamericana que se ha constituido en la columna vertebral de la infraestructura vial del departamento, recorriéndolo de sur a norte concentrando el desarrollo en la zona andina, quedando relegadas a un segundo plano, las regiones alejadas de esta troncal como la Bota caucana y la Costa Pacífica, cuya infraestructura vial es prácticamente nula. (Arango, Irma y Alvarez, Luis; ídem).

A las características esbozadas anteriormente, se le debe agregar el hecho de que el departamento del Cauca es el cuarto más pobre de Colombia, el quinto con el índice de necesidades básicas insatisfechas más alto y cuyo ingreso promedio es la mitad del ingreso de los colombianos. Mientras en Colombia en 1993 el 32,2% de la población se encontraba sin satisfacer sus carencias básicas como salud, educación, vivienda, acueducto y alcantarillado, en el Cauca esa cifra ascendió al 56.2%. De ahí que es importante señalar que la población caucana es dos veces más pobre que la del promedio nacional, el índice de analfabetismo nacional es de 13.1% y en el departamento es de 21.3%.evidenciando así un complejo escenario social (ídem)

El escenario caucano expresa en toda su complejidad el problema agrario y la resistencia del campesinado a la expulsión hacia los centros urbanos, determinada por la evolución de la gran propiedad territorial. Se mantiene latente el problema de los campesinos sin tierra y persisten reductos de alzados en armas. De igual modo, coexisten sectores y movimientos sociales y políticos diversos, como es el caso del Movimiento campesino del Macizo Colombiano y las organizaciones indígenas, los cuales reflejan las luchas realizadas y las conquistas y reivindicaciones obtenidas en los dos últimos siglos.

En un estudio exploratorio realizado por la Comisión Vida, Justicia y paz de la Arquidiócesis de Cali con el concurso de Codhes en 1996, titulado "Desplazados en Cali: entre el miedo y la pobreza" , se recogen las respuestas de 521 jefes de hogares desplazados, a partir de los resultados de un estudio etnográfico en las zonas más afectadas, estima la población desplazada por razonas de violencia en Cali en 53.500 personas que integran 10.700 hogares, en su mayoría mujeres y menores de edad, provenientes de regiones agrarias o expulsadas de zonas urbanas de la misma ciudad. Los desplazados provienen del departamento del Valle del Cauca (37%), seguido por Cauca (23%), el cual ofrece particulares condiciones de violencia, conflictos por la tierra y pobreza, que generan una migración constante hacia la ciudad de Cali. También es significativa la cifra de desplazados provenientes de los departamentos de Nariño y Putumayo (22%), zonas de conflictos relacionados con cultivos ilícitos, así como enfrentamientos armados entre guerrilla y fuerza pública (Codhes: 1996; 12).

A partir de marzo de 2001 se produjo el desembolso de 1.300 millones de dólares en ayuda militar y económica a Colombia, en el marco del proyecto denominado Plan Colombia, el cual demandará a lo largo de varios años una inversión de 7.000 millones en total. Casi el ochenta por ciento del aporte de dicho plan está destinado a fortalecer el papel de las fuerzas armadas colombianas: entrenamiento de soldados, equipos para el Ejército y la Policía, el envío de 60 helicópteros y de 2.000 asesores militares. (FCSPP y NIZKOR; 2001: 10))

El 80% de la cocaína y el 75% de la heroína que se consume en Estados Unidos procede de Colombia, según el Departamento de Estado. La opción militar ha sido la escogida, desde mediados de la década de los años ochenta, para dar tratamiento al problema de los cultivos ilegales y el narcotráfico. (5)

Las guerrillas y las autodefensas Unidas de Urabá y Córdoba (AUC) se disputan un corredor geográfico en este departamento del sur de Colombia que permite la salida al océano Pacífico y comunicación con el centro del país. En el Cauca se han presentado 13 masacres en lo que va corrido del presente año, en las que han muerto 300 personas. Desde septiembre de 2000 han sido asesinadas 500 personas, la mayoría campesinos e indígenas. (El Tiempo; febrero 2001: 11)

El departamento del Cauca asiste a la irrupción de liderazgos, de conocimientos y de minorías diversas. Es además el primer departamento de Colombia gobernado por un indígena, el guambiano Floro Tunubalá, representando a la Alianza Social Indígena y al Bloque Social alternativo. En medio de la incertidumbre de la región, el gobernador indígena y tres de sus funcionarios más allegados , han sido amenazados de muerte por el propio jefe paramilitar Carlos Castaño (El Tiempo; febrero 2001: 11).

La masacre de 55 campesinos- indígenas, afrocolombianos y colonos, el pasado 11 de Abril de 2001, realizada por paramilitares en las veredas Patio Bonito, El Ceral, La Silvia, La Mina, El Playón, Alto Seco, Palo Grande y Río Mina, ubicadas sobre el Camino Real que conduce del Resguardo de la Paila al Alto Naya, generó un masivo desplazamiento masivo de la población. Esta movilización humana traerá graves consecuencias en el occidente del Cauca y Valle del Cauca, puesto que más de 2000 familiar se dirigirán inevitablemente por los desfiladeros que conducen a los sitios de La Concha y Puerto Merizalde, para intentar buscar refugio en Buenaventura. (El Tiempo: 17 de abril 2001; 24).

La violencia de los ochenta y noventa en el departamento del Cauca está relacionada con las formas que asumió la descomposición y desarraigo forzado del campesinado, que lo llevaron al alzamiento armado, a la emigración hacia las ciudades o hacia otras áreas como las regiones selváticas. Una de las formas de violencia producidas por las élites ha sido una contrarreforma agraria, mediante la cual se quitó la tierra a muchos campesinos y se expandió el latifundio. El fenómeno de la guerrilla Quintín Lame en los setenta es inseparable del problema de las luchas agrarias, así como una respuesta defensiva al terror masivo y los métodos de intimidación.

Lo que se pone en cuestión con las protestas, insurgencias e insubordinaciones producidas en las dos últimas décadas, son las formas de ejercicio de los poderes sociales tanto públicos como privados. Formas de la descomposición y desarraigo violentas del campesinado, que lo llevaron al alzamiento armado o a la emigración masiva hacia las ciudades. No es posible borrar la historia, ni olvidar que el Cauca ha vivido gobiernos locales autoritarios y excluyentes, injusticias sociales y condiciones de marginalidad.

La dirigencia y la élite caucana ha tenido serias dificultades para definir la apropiación de lo público. Una de las manifestaciones más notorias de este fenómeno es que el Estado y los gobiernos locales, por acción o por omisión, han tenido altas cuotas de responsabilidad en el desarrollo de la violencia; su capacidad reguladora es muy débil y ello contribuye a profundizar las tensiones con la sociedad. La deslegitimidad del Estado, los sectores privados y las élites van de la mano con las prácticas clientelistas y la apropiación de los derechos económicos y sociales. Por todo esto, ha contribuido a fomentar privilegios y desigualdades sociales.

En suma, la extensión de múltiples violencias estructurales, cuya expresión más notoria es la desigualdad y la concentración de la riqueza, ha generado fenómenos de enorme impunidad, los cuales junto al desempleo, el abandono del campo y la lucha por el control de la tierra, contribuyen a percibir al departamento del Cauca no sólo como un laboratorio social, sino como una bomba social. Es el resultado de una cultura política donde los espacios de mediación y de reconocimiento del otro se encuentran ausentes, entendiendo por el "otro" tanto al indígena, como al campesino, al homosexual, al indigente, al afrocolombiano o al drogadicto, visto por gran parte de la sociedad mayor y por sectores conservadores como obstáculos al desarrollo y a sociedades "armónicas" y "normales". Esto ha dado vía libre a la eliminación del otro como la más dramática salida a la solución a los conflictos o a la anulación de las diferencias étnicas, sociales, religiosas y sexuales.

 

El movimiento campesino del Macizo colombiano

En noviembre de 1999, cerca de treinta mil campesinos ocuparon por vías de hecho la carretera Panamericana en el suroccidente colombiano, en el municipio de Piendamó en el tramo Popayán-Cali, y al sur de la capital del Cauca, en el tramo Popayán-Pasto. Protestaban por el incumplimiento de promesas realizadas por el gobierno en uno de los departamentos con mayor nivel de pobreza y miseria de Colombia.

El movimiento del Macizo colombiano, tal como se le conoce, organizó seis meses antes la ocupación de dicha vía. La puesta en marcha de comités internos encargados de la seguridad, alimentación, difusión en la región y negociación, asombró a fuerzas políticas y sociales en el Cauca, las cuales subestimaron la capacidad del movimiento campesino más grande del sur del país. Tanto el CRIC (Consejo regional indígena del Cauca) como movimientos sindicales y universitarios, se solidarizaron con los manifestantes, durante el mes y medio que "taponaron" la vía y "expresaron" su protesta al país. Sin embargo, es preciso ubicar algunos aspectos referidos tanto a las estrategias como a los obstáculos comunicativos que se presentaron durante seis semanas de enorme tensión.

El comité central del Movimiento del Macizo colombiano creó una improvisada radiodifusora para el establecimiento de vínculos directos con todas las familias que se encontraban en las carpas, a lo largo de los siete kilómetros en los que se ubicaron los manifestantes. Enorme despliegue en la preparación de las comidas y en la vigilancia ante posibles intervenciones de la fuerza pública, demostraron un alto nivel de organización del colectivo manifestante.

Los medios de comunicación regionales y nacionales, ofrecieron a la sociedad mayor colombiana una cobertura carente de argumentos sobre los motivos de tal acción. Se relacionó el movimiento con la presión de grupos guerrilleros en la región, así como a los intereses electorales del gobernador del Cauca, enfrentado con el gobierno central. El interés de los medios se centró en ese tipo de especulaciones, así como en los derechos de los transportadores, turistas y habitantes de la región, que requerían movilizarse de Cali a Pasto y al Ecuador, y viceversa. Sin embargo, la incomprensión de las reivindicaciones del movimiento del Macizo colombiano fue amplio, confirmando la exclusión de una región por el otro país que sólo lo referencia desde su capital Popayán, famosa por la celebración de la semana Santa, cuna de expresidentes y centro de poder del siglo XIX.

Detrás de este ejemplo en una región multicultural, observamos la confrontación entre sistemas de representación y modos de ver el mundo, tanto de los campesinos, como de los habitantes de las ciudades afectadas, los periodistas, la dirigencia política y el resto del país que permaneció ajeno e indiferente.

Es preciso entonces referirnos a esa exclusión e invisibilidad del otro, a partir del desconocimiento cultural. A tal efecto, el concepto de cultura del que partimos en el presente análisis es el que utilizó Clifford Geertz, quien redescubrió el análisis cultural a partir de la revisión de la obra Weberiana, asumiéndola como el sistema de significados conocido por los miembros de un grupo, el cual lo aplica en sus interacciones. El juego social no supone que los actores sociales compartan los mismos valores sino éstos se "comprendan" entre sí. Desde esa perspectiva, el análisis cultural debe ser entendido como "........una ciencia interpretativa en busca de significaciones. Lo que busco es la explicación, interpretando expresiones sociales que son enigmáticas en su superficie" . El análisis cultural se dirige a "desenmascarar" las estructuras de significación y en determinar su campo social y alcance.

Si no se entienden las manifestaciones, rituales y prácticas de los otros, no es tanto producto de la ignorancia de cómo opera el proceso de conocimiento, sino ausencia de un sentido de la familiaridad con el universo imaginativo en el cual las acciones de los otros se producen y se presentan como signos. Podemos entender al otro, pero esto no basta para "comprenderlo". Las significaciones tienen un carácter público, son como un juego cuyas reglas ( en este caso códigos), son conocidas por los miembros del colectivo social.

Con miras a enfrentar esos obstáculos de comprensión y reconocimiento de los "otros" diferentes a "nosotros", apostándole a un proyecto de país en el que todos los grupos étnicos posean verdaderos espacios para manifestarse, se proponen aquí tres grandes retos de la multiculturalidad a los que se enfrentan no sólo los medios masivos de comunicación, sino también la sociedad civil en general. Estos retos son: 1) reconocer las prácticas de simbolización y procesos comunicativos; 2) entender al otro implica comprenderlo, no estigmatizarlo; finalmente, 3) vencer el conflicto superando la incomprensión.

1. Reconocer las prácticas de simbolización y procesos comunicativos

Los medios masivos de comunicación no pueden limitarse a la mera descripción de hechos no familiares en escenarios desconocidos, sino realizar un profundo ejercicio de interpretación en el que los significados compartidos entre los miembros de un mismo colectivo social, adquieran importancia para el periodista (entendido este no sólo como un transmisor de información, sino como un investigador que no puede reducir su labor a la recolección de datos desde las lógicas y miradas de actores pertenecientes a poblaciones urbanas que desconocen las problemáticas del campo).

Los medios deben ubicar en la escena mediática el conjunto de códigos inteligibles comprendidos por los miembros que componen una determinada cultura, por el cual la sociedad mayor , es decir, la mayoría de la población, conozca la acción simbólica- expresada por un determinado grupo. Por lo tanto, los medios requieren acceder al universo simbólico en el que cotidianamente se encuentran, interactúan, conversan y se comprenden los miembros de una comunidad. De lo contrario, los prejucios propiciarán no sólo confusión respecto a las reivindicaciones de dichos grupos, etnias y movimientos, sino también el acrecentamiento de los niveles de agresión por parte de los actores armados. Los medios deben reconocer que las dinámicas culturales superan las fronteras de lo local y lo universal.

Los medios masivos de comunicación parten de generalizaciones sobre el hombre, por medio de universales culturales. Nos encontramos entonces ante una propuesta homogeneizadora, que no permite observar la diferencia. Una consecuencia probable es invisibilizar las prácticas sociales y los procesos comunicativos de los grupos minoritarios. Los medios masivos de comunicación caen en esta trampa, y simplemente son reproductores de las "imágenes de mundo" que esterotipan a los diferentes.

 

 

 

2. Entender al otro implica comprenderlo, no estigmatizarlo

Es preciso entender que los espacios mediáticos, es decir, los ofrecidos y ocupados a través de los medios masivos de comunicación, no posibilitan el comprender las prácticas culturales realizadas por grupos étnicos en una nación multicultural como Colombia.

Un ejemplo de ello lo ofrece un espacio en apariencia inocente como lo es "Televentas", en el que se realiza una amplia y prolongada exposición de las bondades que en la vida urbana ofrece a las mujeres el tener bustos grandes y sobre todo erguidos. Para poner en evidencia la supuesta "fealdad" de las mujeres con senos "caídos", "flácidos" y por lo tanto "poco atractivos", las presentadoras de uno de esos programas de marketing televisivo, ofrecen la imagen de una mujer indígena. Acto seguido, la presentadora exclama "Cree usted que a su pareja le gustaría tener al lado a una mujer con estos senos tan flácidos y caídos?. Significativa muestra de ignorancia y desconocimiento presenta la televisión colombiana.

Estamos en presencia de la descripción e interpretación de hechos no familiares en escenarios desconocidos, en el que los significados compartidos entre los miembros de un mismo colectivo social, son subestimados por un presentador en los medios. Los medios masivos de comunicación requieren acceder al universo simbólico en el que cotidianamente se encuentran, interactúan, conversan y se comprenden los miembros de determinado grupo étnico. Otro vacío interpretativo en el que caen repetidamente los medios masivos de comunicación, es el de homogeneizar a todos los ochenta y dos grupos indígenas en una tipificación estandarizada, profundizando la ignorancia respecto a sus prácticas cotidianas. Las generalizaciones caen nuevamente la tipificación de universales culturales.

Los periodistas deben pensar y reflexionar sobre el impacto que el concepto de cultura ha tenido en la historia de la humanidad, al indagar en las dificultades del hecho de diferenciar mediante fronteras infranqueables lo local y lo universal, lo que es constante y lo que es cambiante. Adquiere entonces importancia los mecanismos a partir de los cuales la acción social se amplía y las facultades inherentes al hombre se limitan o reducen a la especificidad de sus acciones, articuladas al concepto de cultura y del rol de esta en la existencia del ser humano. Incidencia del sujeto como actor social y constructor de sentido. El sentido que se configura a partir de la acción social, estructura el comportamiento del conjunto de los actores sociales.

Comprender a los otros requiere identificar sus manifestaciones del capital cultural simbólico. Este es definido por Bourdieu como "una propiedad cualquiera, fuerza física, riqueza, valor guerrero, que, percibida por unos agentes sociales dotados de las categorías de percepción y de valoración que permiten percibirla, conocerla y reconocerla, se vuelve simbólicamente eficiente, como una verdadera fuerza mágica: una propiedad que, porque responde a unas expectativas colectivas, socialmente constituidas, a unas creencias, ejerce una especie de acción a distancia, sin contacto físico.

Los sistemas de representaciones del mundo que las culturas crean, fomentan y reproducen, se erigen en simbolizaciones en el marco de una cosmovisión o forma de percibir y comprender la realidad externa. Es improbable constituir dicha cosmovisión desde uno sólo de esos sistemas de representación. También hay diferentes reacciones, interpretaciones y formas de narrar (odios, iras, amores, felicidad, etc). Ante un hecho cualquier, las percepciones y miradas no pueden ser entendidas como objetivas ni mucho menos universales, por lo que el dato que recogen los periodistas respecto a las reacciones de diversos grupos étnicos frente a un hecho, no puede ser asumido como tales.

Lo simbólico es un elemento integrador de los sistemas de representación (cultural, social, político), así como de los procesos por los que se conoce y se comprende el mundo exterior (ya sea desde la naturaleza o la sociedad), entonces llegamos necesariamente a la idea de que conocemos a un grupo por sus dispositivos culturales.

3. Vencer el conflicto superando la incomprensión

Cuando un grupo determinado reivindica la protección de sus prácticas, de sus espacios y de su identidad al interior del colectivo, intenta proteger a la totalidad de sus miembros de posibles efectos de desequilibrio producidos por los disensos y enfrentamientos internos, a modo de intentos de rupturas y cuestionamientos a la autoridad y a los procesos de autoridad. La resistencia de los campesinos, indígenas y afrocolombianos a los requerimientos de los medios masivos de comunicación se origina en la desconfianza ante la confusa traducción que los periodistas hacen de sus prácticas, reproduciéndolas ante las audiencias de la sociedad mayor como producto de la ignorancia, del inmovilismo del pasado, así como expresiones resistentes al cambio y a la "modernización".

La interpretación se establece a partir de la concepción sobre todo lo que se "lee" y se "dice" en las acciones humanas. Por ejemplo, para los aymaras el conflicto se ubica en la concepción de los dos espacios, el arriba y el abajo, en el que se encuentran y confluyen los opuestos. La igualación es entendida como un acercamiento entre diferentes. La cosmovisión aymara protege sus fronteras simbólicas y controla el accionar de las fuerzas nocturnas provenientes de otros ámbitos, es decir, otros espacios y tiempos, de otros mundos (en éste caso, el hombre blanco con otro modo de ver el mundo) , así como el de conciliar en el centro, diversos factores contrarios para conquistarlos y conciliarlos.

Es un deber de los medios masivos de comunicación reconocer la confrontación entre culturas inmersas en la oralidad y el derecho no estatal, y las que se encuentran bajo la lógica del derecho estatal o positivo. Por ejemplo, el caso de los paeces castigados con azotes por cometer diversos delitos propios de ese grupo étnico, fue "traducido"(¿?) en los medios como reflejo de intolerancia, ignorancia y violencia irracional. Pero ¿ acaso no existe mayor violencia que la inequidad social reflejada en los niños de la calle en las ciudades? ¿ o la violencia del desempleo, la miseria y el hambre que "azotan" a muchos colombianos? ¿ O la violencia observada en cárceles hacinadas donde los presos no pueden gozar de mínimos factores de dignidad y de reconocimiento de su humanidad?. En esa realidad supuestamente racional y civilizada, se esconde una mayor agresión a la dignidad del ser humano. Y los medios se han tapado los ojos para reconocerlo.

La historicidad del hombre americano, supera la concepción de vaciamiento y de ausencia de sentidos que le había conferido la ilustración. Es así como Arturo Roig entiende los momentos de recuperación de un "nosotros" latinoamericano, a partir del reconocimiento de la heterogeneidad de las miradas y cosmovisiones: "La problemática de la historicidad del hombre y más concretamente de su cotidianidad, se desarrolla de modo inevitablemente paralelo con el de la relación entre lo "originario" y lo "originado", lo ontológico y lo óntico, lo "fundante" y lo "fundado", planteados en tales términos que acaba por desvirtuarse aquella historicidad ".

La ruptura con esa perspectiva que asumía al hombre americano como un ser ahistórico y vacío de sentido- propio del pensamiento Hegeliano-, sólo puede ser resuelta desde la búsqueda de pistas que den cuenta de los interrogantes ontológicos sobre aquellos territorios que fueron conquistados y atropellados, pero, sobre todo, incomprendidos. Surge así una fuerte relación entre el actor y el sentido otorgado a la acción social. Sentidos que todos requerimos comprender y respetar para vivir en sociedad.

Finalmente, es necesario que los medios masivos de comunicación, las facultades de comunicación social, los periodistas y la sociedad civil en general, entienda que la cultura no se reduce a la perspectiva o concepción del inmovilismo. Por lo tanto, los actores de la sociedad mayor debemos superar las dificultades para comprender los cambios que sufren las culturas y grupos minoritarios, con el objetivo de evitar correr el riesgo de asumir el estancamiento e inmovilismo de los modelos culturales. De lo contrario seguiremos en la incomprensión de las manifestaciones de los más de ochenta grupos indígenas en Colombia, así como de los afrocolombianos y campesinos, en un país en el que los medios masivos de comunicación tienen mucho qué decir, pero especialmente, urgentes espacios de expresión para abrir en el que todas esas voces excluídas sean reconocidas.

 

 

Bibliografía

ECHANDÍA, (1998). Los actores y las manifestaciones del conflicto armado en Colombia: de las condiciones objetivas al accionar estratégico. Ponencia presentada en el Seminario "La Paz: una oportunidad para repensar el país". Bogotá, julio 21 y 22.

EL TIEMPO. "Masacre en el alto del Naya". Bogotá, abril de 2001.

GEERTZ, Clifford. La interpretación de las culturas. Gedisa. Barcelona. 1994.

HERMET y BADIE, B. Política comparada. Fondo de cultura económica. México. 1993.

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ROIG, Arturo. Teoría y crítica del pensamiento latinoamericano. Editorial tierra firme. Buenos Aires. 1987.

SERNA, Gladys. "Aspectos sociopolíticos del fenómeno del desplazamiento en la ciudad de Cali". Proyecto de tesis para acceder a la maestría en estudios políticos de la Universidad Javeriana. Cali, 1999.

 

 

* Datos del autor

Guillermo Alejandro D’abbraccio Kreutzer,1969. Maestría en comunicación (2000). Especialista en antropología Jurídica (1999 Universidad del Cauca). Politólogo (1993). Comunicador social (1994). Universidad Nacional de Buenos Aires, República Argentina. Profesor de la especialización en educación multicultural y de la Maestría en Problemas Políticos Latinoamericanos en la Universidad del Cauca, Colombia. Profesor visitante de la Especialización en Administración Pública Contemporánea de la ESAP (Colombia) y de la maestría en Estudios de Familia de la Universidad de Caldas. Entre 1998 y 2001 fue profesor en los programas de comunicación social y de ciencia política de la Universidad del Cauca, Colombia. Investigador en Ongs en el suroccidente colombiano. También desarrolló actividades como periodista en radios comunitarias en la provincia de Buenos Aires, Argentina entre 1988 y 1993. Autor de más de treinta artículos publicados en revistas especializadas en Colombia y en América Latina. Actualmente es profesor del programa de Gestión Cultural y comunicativa y director del centro de estudios culturales de la Universidad Nacional de Colombia, sede Manizales.


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