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Primavera 1999 Indice Local
ARTUR LUNDKVIST, UN PUENTE ENTRE DOS CONTINENTES
Víctor Montoya
"Quiero reconocer, sin rodeos, que muy pocos libros han
tenido tanta influencia sobre mí, y sobre mi modo de ver el
mundo y la realidad, como los de Lundkvist" Olof Palme.
"Me siento feliz que un libro de Artur Lundkvist aparezca en
castellano. Yo me detengo en pleno camino de la
selva para abrirle las puertas del idioma" Pablo Neruda.
Artur Lundkvist se parecía a Julio Cortázar, pues se situaba
por encima de los demás, aun estando a nivel del
suelo, y fue un puente entre dos continentes. Nació en
Oderljunga, el 3 de marzo de 1906, en el seno de una familia
campesina. Desde niño se sintió fuertemente atraído por la
literatura, cuya actividad, para su época y ámbito, era
propio de haraganes o un privilegio de ricos. En su libro
autobiográfico "Vindingevals" (1956) se puede advertir
que su infancia kafkiana estuvo enfrentada al despotismo del
padre, quien hizo lo posible por incorporarlo a la
faena del campo, para así evitar una vergüenza en la familia.
Mas este campesino trotamundos, autodidacta como
otros autores de la "generación de escritores
proletarios", abandonó su hogar siendo todavía adolescente
y se
refugió en el laberinto de la ciudad, donde, acosado por las
tertulias de los intelectuales de clase media, se sintió
más inmigrante que provinciano.
Durante largo tiempo no hizo otra cosa que leer, estudiar y leer,
hasta que en 1923 publicó su primer cuento y, en
1928, su libro "Ascua", debut con el que comenzó su
fulgurante carrera literaria.
En la actualidad está considerado como una figura señera de la
vida cultural sueca. De su puño y letra nacieron más
de 90 obras, y su imagen -junto a la de August Strindberg e
Ingmar Bergman- es una de las más reputadas a nivel
internacional, pero no sólo porque fue un autor prolífico que
rompió con el molde "insular" o "imaginario"
de la
labor intelectual en los países escandinavos, sino, además,
porque fue miembro de la Academia Sueca, que año tras
año atrae la atención general del mundo literario, donde él
jugó un rol determinante en la concesión del Premio
Nobel a los poetas y narradores latinoamericanos.
Artur Lundkvist fue un mito en su propia tierra. Se dice que
leía más de 500 libros por año y que jamás corregía dos
veces un mismo texto. De una caja del escritorio extraía hojas
vacías, las llenaba con palabras y luego las guardaba
en otra caja como obras acabadas. En consecuencia, no fue un
artesano de la palabra escrita, sino una computadora
que publicaba hasta dos libros por año, con la misma facilidad
con que publicaba sus artículos en periódicos y
revistas.
En la década de los años 30, Lundkvist formó parte del grupo
conocido con el nombre de "Cinco Jóvenes", que
marcó un hito en la literatura sueca, en atención a que ellos
discriminaban toda escala de valores que la sociedad
había constituido como entes absolutos, y que ellos consideraban
decadentes y obsoletos.
Desde un principio actuó influenciado por el surrealismo
francés, el socialismo, el marxismo y, sobre todo, por el
modernismo, corriente de la cual fue su más fiel exponente. Ya
en los años 30 presentó a los modernistas
finlandeses y a los nuevos escritores norteamericanos, entre
ellos a Eliot, Faulkner, Whitman y Jahn Perse.
Para Artur Lundkvist, a quien se le puede leer tantas veces como
a Joyce, el modernismo es sinónimo de
renovación en el arte y la cultura humana, una especie de
escalera que debe ser ascendida por el hombre. La
poesía es siempre revolucionaria -decía- aunque el escritor sea
profundamente reaccionario.
En su producción literaria no existen versos o párrafos que
estén en limpio y otros en borrador, sino simplemente
un enorme mosaico donde se funde lo "malo" con lo
"bueno" y lo real con lo fantástico. Detrás de cada
palabra se
esconde una estrategia filosófica y estética. El hecho de
escribir una poesía sin métrica ni rima, es ya una
posibilidad de experimentar y vivificar el idioma. Con todo, su
poesía tiene una rítmica más cercana a la prosa, una
respiración profunda, basada en la transgresión de los géneros
establecidos por los doctores de la literatura. Así, en
su libro "lugares rotos" se lee: "Mientras más
alta sea la muralla, más hondo tendrá que cavar para escapar
por
debajo de ella". "El que te sigue acabará determinando
tu camino". "La jirafa que se case con una burra
tendrá
que aprender a andar de rodillas".
Artur Lundkvist fue un escritor entre los críticos y un crítico
entre los escritores, un autodidacta convertido en
erudito, pero no en un erudito de cafetín o biblioteca, sino en
ese que sabe enriquecer sus conocimientos viajando
por el mundo, sin valerse de más recursos que de la palabra como
herramienta y de los ojos como cámaras
fotográficas. Sus crónicas de viaje, publicadas entre 1933 y
1957, son un vivo testimonio de su preocupación por los
problemas sociales y un excelente material que ha servido para
despertar la conciencia de los suyos en torno a los
conflictos del Tercer Mundo. Incluso Olof Palme, el primer
ministro sueco asesinado en una de las calles céntricas
de Estocolmo en 1986, recorrió la India con un libro de
Lundkvist debajo del brazo.
Nunca recibió el Premio Nobel, pero su obra multifacética hace
de él un escritor para escritores y un autor al que se
debe leer y respetar. Muchos de sus libros están impregnados de
tragedias humanas y convulsiones sociales, como
su propio yo sensible a los mínimos temblores de la vida. En
1936, luego de haber experimentado el fracaso del
movimiento popular español, se sumó al boicot contra el
régimen franquista y escribió: "Ante la España que lucha
por la vida, esta España que ha sido abandonada por todo el
mundo y traicionada, víctima de lo insostenible, la
situación fuertemente criminal en la política internacional,
debe uno de sentir al mismo tiempo, la más profunda
compasión y la más fuerte admiración. A la vez que, uno
amargamente percibe su impotencia, su incapacidad de
hacer algo para que las palabras que debieran ser las más bellas
de todas -Justicia, Verdad, Solidaridad- no sólo
produzcan asco y desprecio".
Asimismo, condenó la guerra fría entre las superpotencias, la
agresión imperialista en Vietnam y la carrera
armamentista. Él mismo se definió como socialista utópico y
militante sin partido; independencia política de la cual
se sirvió para criticar a las dictaduras militares
latinoamericanas y a los regímenes totalitarios de los países
del
Este. Sin embargo, su actitud liberal fue blanco de las críticas
provenientes de los intelectuales de la izquierda más
radical, para quienes había muerto el Lundkvist revolucionario y
creativo de los años 30, tras abandonar su
posición como autor social y aceptar su ingreso a la Academia
Sueca, en función de "censor" y en desmedro de su
vocación literaria. A pesar de las críticas, fue galardonado
con el Premio Lenin de la Paz, que él donó a un fondo
para financiar la traducción de la literatura sueca a otros
idiomas, y el gobierno español le otorgó la Medalla de
Oro de Bellas Artes, en justo reconocimiento a su labor de
promotor de la literatura hispánica.
En 1983, este escritor que dedicó más de medio siglo de su vida
a leer y escribir, sufrió un derrame cerebral en una
conferencia, donde se hablaba de Antony Burguess y la literatura
inglesa contemporánea. Tres meses después de
rebasar un estado de coma, volvió a despertar al lado de la
poetisa María Wine, para contar su viaje dantesco por
los túneles de la muerte, por ese confín desconocido para los
seres de este mundo. Tema alucinante que recogió en
un fresco de prosa poética en su libro "Viaje del sueño y
la fantasía". También se cuenta que, después de su largo
sueño, volvió a leer literatura latinoamericana: "La
Guerra del fin del mundo" de Vargas Llosa, "Yo el
supremo"
de Roa Bastos, "Viejo gringo" de Carlos Fuentes,
"El metal del diablo" de Augusto Céspedes, y la
producción de
dos escritores latinoamericanos residentes en Suecia.
Ya dijimos que Artur Lundkvist era un puente entre dos
continentes; más todavía, si consideramos que un puente
es un caminante que cruza por él, llevando y trayendo valores
culturales.
El estallido de la guerra civil española, su fanatismo por la
lectura y sus deseos de conocer el mundo, son algunos
de los antecedentes que lo empujaron a aprender el idioma de
Cervantes. A poco de llegar a Mallorca, en 1936,
entró en contacto con los nombres de Rafael Alberti, Vicente
Alexiandre y Federico García Lorca, quien fue
asesinado por el franquismo. Este célebre poeta granadino tuvo
una gran influencia sobre Lundkvist, ante todo, con
su libro "Poeta en New York", que él tradujo al sueco
no sólo porque tenía un valor literario, sino también un valor
moral y ético.
El mismo año que la Academia Sueca le otorgó a Vicente
Alexiandre el Premio Nobel de Literatura, Lundkvist
manifestó a la prensa: "Muchos me preguntaron por qué no
se le había concedido antes el Premio Nobel a algún
poeta español, y yo respondí que eso hubiese ocurrido
seguramente si Federico García Lorca no hubiera sido
asesinado. Creo que él se lo merecía plenamente. Es un poeta
universal".
Cuando Gabriela Mistral viajó a Suecia, con motivo de recoger su
premio, se conoció con Artur Lundkvist, a quien
le entregó varias cartas de presentación para diferentes
escritores latinoamericanos, entre los cuales figuraba un
solo boliviano, cuyo nombre jamás fue revelado.
Al cabo de un año, emprendió su viaje hacia ese continente,
donde lo real maravilloso está en el arte y en la calle.
En Buenos Aires preguntó por Jorge Luis Borges y alguien le
aconsejó no verlo, porque decía que era un
alcohólico. No obstante, él insistió y poco después conoció
a Borges, los barrios obreros y las librerías donde uno
podía encontrar ediciones antiguas, como en un anticuario de
Londres o París. Con Borges mantuvo buena amistad
desde el principio, juntos viajaron a las pampas y visitaron una
vieja estancia, hablando y discutiendo sobre
literatura nórdica y mitología islandesa. Desde entonces,
jamás dejó de admirar en Borges su maestría en el
manejo de la palabra escrita, aunque confesó que le gustaba más
como poeta que como narrador, género en el que
resultaba excesivamente refinado. "Borges se ha convertido
en un mito, dijo, sobre todo en Europa y pienso que su
trabajo no está a la altura de un Nobel". En efecto, el
escritor argentino vivió resignado a no esperar otra cosa que
la muerte.
En Chile encontró a los intelectuales divididos entre los
partidarios de Huidobro y Pablo Neruda, con quien se
entendió mejor que con Borges. Ambos participaron en el
Movimiento por la Paz, en los actos contra la violación a
los Derechos Humanos y mantuvieron correspondencia durante años,
asida a una amistad que ni la muerte pudo
irrumpir. La prueba está en la carta que Neruda le escribió en
enero de 1973, y que Lundkvist la guardó con mucho
afecto y cariño. Cuando el poeta chileno era aún embajador en
París, él y María Wine lo visitaron en su residencia,
donde Neruda les manifestó su deseo de volver a su país. Para
entonces estaba ya gravemente enfermo y les
enseñó el manuscrito de sus memorias que, de día y de noche,
le dictaba a un hombre menudo que llevaba el raro
nombre de Homero.
Era tan grande su admiración por Neruda, que lo consideraba el
poeta más grande de América Latina y el mejor
amigo de su vida. Con él compartió instantes de tristeza y
alegría en Isla Negra, Moscú, Viena, Leningrado, y, para
demostrarle su admiración, le dedicó un epistolario en el
otoño de 1981: "Tú fuiste, y seguirás siéndolo, un
inigualable historiador de los pueblos y de los destinos humanos,
pero para mí eres, sobre todo, el revelador de la
naturaleza, los elementos y la materia, el predicador de un
materialismo espiritualizado por la poesía. Tú fuiste el
mago que explicabas los acontecimientos que se desarrollaban más
allá de la tragedia humana. Los procesos más
íntimos y ocultos en el interior de las plantas y las rocas, en
las raicillas y las gotas de agua, hasta en los átomos y
las moléculas... Si bien tenías un parecido frecuentemente
señalado, con el tapir y el pingüino, ante mí te
presentabas siempre como Neptuno o Poseidón... Tu rostro, como
una roca costera batida por un oleaje de millones
de años, parecía tallada en una sabiduría insondable hasta
que, de repente, tu malicioso humor lo iluminaba desde
dentro, delicada o suavemente burlón, con una inteligencia que
iba mucho más allá de las contradicciones corrientes
y los problemas cotidianos".
A su retorno de América Latina, tradujo e introdujo en Suecia a
los más destacados escritores de ese continente
que él llamó "volcánico". El primer volumen está
dedicado a la obra de Jorge Amado, Miguel Angel Asturias y
Alejo Carpentier; el segundo, a Miguel Angel Asturias, Alejo
Carpentier y Pablo Neruda; el tercero, a Miguel
Angel Asturias, Jorge Luis Borges, Julio Cortázar y José
Donoso; el cuarto, a Carlos Fuentes, Fernando del Paso,
José Lezama Lima, Guillermo Cabrera Infante, José María
Arguedas, Mario Vargas Llosa, Joao Guimaraes Rosa,
Gabriel García Márquez, Eduardo Mallea, Ernesto Sábato y Julio
Cortázar. Todas las presentaciones son de
excelente calidad literaria y oscilan entre 3 y 50 páginas.
A fines de 1956, Artur Lundkvist volvió a América Latina, con
la intención de empaparse en esa realidad fascinante
y contradictoria, y ahondar su relación con algunos
intelectuales. En Buenos Aires se encontró con los pintores
surrealistas, en Quito con Guayasamín, en Brasil con Jorge de
Lima y Drummond de Andrade, en Ciudad de
México con los muralistas y Octavio Paz, quien lo asombró por
su vasto dominio de las diversas disciplinas del
conocimiento humano. A su paso por Bolivia, no encontró a más
intelectuales que a la escultora Marina Núñez del
Prado y no leyó más libros que "Hombres y tierra" de
Mario Guzmán Aspiazu. De cualquier modo, todos los
recuerdos e impresiones de este viaje están reunidos en el libro
"Continente volcánico" (1957).
Después siguió rodando por el mundo, hasta cuando lo designaron
miembro de la Academia Sueca, donde ha
influido decisivamente en la elección del Premio Nobel de
Literatura. De ahí que Vicente Alexiandre, Miguel Angel
Asturias, Pablo Neruda, Gabriel García Márquez y Octavio Paz,
le deben mucho a su pluma y a su esmerado
esfuerzo por rescatar a los mejores creadores hispanoamericanos,
aunque reconocía no haber tenido tanto poder de
decisión en la Academia, so pretexto de que muchos de sus
candidatos fueron votados en contra. Por ejemplo, el
año que se le concedió el galardón a William Golding, su
candidato preferido era el poeta senegalés Leopoldo
Senghor, y años antes el francés Claude Simon. En 1968, ni bien
propuso el nombre de Pablo Neruda, éste fue
rechazado inmediatamente por su militancia política. Empero,
para Lundkvist, los únicos merecedores del premio
son aquellos escritores cuyas obras son complejas tanto en la
sintaxis como en la estructura.
Artur Lundkvist, tras su muerte acaecida a los 85 años de edad,
en el frío invierno de 1990, seguirá siendo ese
puente que supo unir a los creadores de dos continentes, en base
al sólido cimiento del discurso poético y el
compromiso con la realidad social.
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