Sincronía Otoño 2000
LA INTERACCION DE DIVERSOS TIPOS TEXTUALES EN LA OBRA DE ÁLVAR NÚÑEZ
Carmen V. Vidaurre Arenas
Universidad de Guadalajara
Con el nombre de Naufragios es conocida una obra que para Jean Franco: "[...] destaca, quizás por lo raro de los acontecimientos [... que narra]"(1). Este escrito constituye el único testimonio de la expedición de Pánfilo de Narváez a la Florida (1527). Se trata de un texto considerado, por su propio autor, dentro del campo de los documentos históricos.
El estudio de los rasgos textuales tipológicos específicos de la obra no se ha realizado en forma integral, pues existen tradiciones que se inclinan o limitan a establecer su clasificación, como texto histórico o como texto de ficción narrativa, a partir de las características dominantes que identifican en el escrito, restando importancia a la complicada red de interacciones de diversos tipos textuales que tiene lugar en él. Nuestras consideraciones se centran en el estudio de estas interacciones, marcadas por los aspectos formales, temáticos y elementos discursivos que están involucrados en esa producción cultural.
A 17 días del mes de junio de 1527 partió del puerto de Sant Lúcar de Barrameda el gobernador Pánfilo de Narvaez, con poder y mandado de vuestra majestad para conquistar y gobernar las provincias que están desde el río de las Palmas hasta el cabo de la Florida [...](2)
Así inicia esta narración cuya instancia narrativa es compleja y variable en sus características, de un modo asistemático, como podremos observar a lo largo de su lectura.
En los Naufragios, el texto informativo se presenta como justificación. En la primera parte del libro, la narración es expuesta de modo impersonal, como una retrospección objetiva que da inicio con una fecha precisa, hace referencia a un lugar e indica la identidad del sujeto de la acción. El orden específico de los datos que se proporcionan allí corresponde al esquema informativo, propio de la historia, este esquema aún se emplea en la retórica periodística, pero con un orden distinto (cuándo, qué, dónde, quién y cómo/ dónde, cuándo, quién, qué y cómo). Sin embargo, en la narración que estudiamos figura un fenómeno que se destaca por su recurrencia, por la subrayada reiteración con que aparece: la causalidad de cada hecho que se señala, aspecto que no suele ser tan fundamental en la práctica del esquema periodístico contemporáneo, que siguen algunos de los documentos de difusión más generalizada e incluso que está ausente u ocupa una importancia secundaria en diversos escritos históricos, antiguos y contemporáneos, en los que su importancia podría o debería ser mayor a la que manifiestan.
Posteriormente a los primeros datos, en los Naufragios, el narrador-informante hace referencia a los oficiales en una larga enumeración. En esta enumeración -si consideramos que la referencia a los miembros de una expedición o empresa de guerra constituía una tópica de la narración histórica y del discurso épico, desde la antigüedad, de este último, cuyo más célebre, difundido y "autorizado" ejemplo lo ofrecía la obra de Homero-, no se requería del comentario explicativo que el narrador se siente obligado a ofrecer. Este comentario destaca, nuevamente, la importancia que la causalidad tiene en el escrito de Cabeza de Vaca, importancia que se constituye en un elemento textual muy acentuado en el libro.En la serie de datos que siguen, a las informaciones sobre el clima, las informaciones causales, de los hechos referidos, abundan:
[...] se quisieron quedar allí, por los partidos y promesas que los de la tierra les hicieron.(3)
[...] y que yo, para más seguridad, fuese con él [...](4)
[...], para esto mandó a un capitán Pantoja [...] para recebir los bastimentos [...] porque aquél era muy mal puerto [...] y porque lo que allí nos sucedió fué cosa muy señalada. (5)
La indicación de la causalidad se manifiesta como obsesiva, incluso cuando se recurre al uso de elementos retóricos preconstruidos, así, por ejemplo, cuando el narrador, de acuerdo a una tópica del exordio (6) vigente en la época, señala las causas por las que determinó escribir cierta materia en su texto, también está, nuevamente, ofreciendo un ejemplo más de una sistemática que se reitera en su escrito, la de señalar la causalidad:
[...] me pareció que no sería fuera del propósito y fin con que yo quise escrebir este camino, contarla aquí.(7)
Esta insistencia en la causalidad, que explica y justifica los hechos, las decisiones y los actos propios y ajenos, hace que emerja, desde el implícito, un deseo o necesidad de justificación que figura en el discurso textual de Cabeza de Vaca y que determina la estructura de sus frases, la organización del relato (referencia a un hecho-referencia a su causa y a la causa de su narración en su obra).
Otra de las tópicas del exordio -la que se refiere a justificar un escrito, indicando que se contarán cosas antes nunca vistas- y que fuera una de las tópicas más recurrentes en las crónicas y narraciones de exploración y conquista en la época, figura, recreada, en el libro de Cabeza de Vaca, cuando el narrador comenta:
En estas partes nunca otra cosa tan medrosa se vió; y yo hice una probanza de ello, cuyo testimonio envié á vuestra majestad.(8)
El narratario del escrito se hace explícito en la anterior cita: Cabeza de Vaca escribe al rey y para él (como antes lo ha hecho, según los documentos). El narrador, del escrito, expresa, de diversos modos, que debe justificar las causas de su fracaso y los motivos de los hechos, ante una instancia de legitimación. Uno de los rasgos del texto: un documento dirigido al rey, corresponde a la gran mayoría de cartas, crónicas y relaciones de Conquista y Descubrimiento. El otro, la indicación de la causalidad reiterada, podía formar parte de la retórica de dichos escritos pero se explicaba su presencia, en los mismos, por motivos muy específicos (evitar la ambigüedad, aclarar un aspecto que se prestaba a mal interpretaciones o dudas, precisar un asunto que era confuso o poco conocido, seguir un lineamiento retórico, etc.). Así pues, debemos considerar que el fenómeno que produce que un hombre esté obligado a explicar, reiteradamente, las causas de cada uno de sus actos, suele estar en relación con una falta o acto que debe ser justificado y que en este caso dicha falta era el fracaso de la expedición -pese a que, cuando el autor escribe, dichas causas ya eran conocidas, pues se sabía que los motivos del fracaso habían sido las inclemencias del tiempo-. Esto señala hasta qué punto se puede constatar en la obra de Cabeza de Vaca, un fenómeno que ha señalado Nina Gerassi:
[...] el eje principal del discurso narrativo del Descubrimiento y la Conquista era el éxito [...](9)
En un contexto social en el que el sujeto se siente o debe estar obligado al éxito, la determinante explicativa de su fracaso puede instituirse en un eje de estructuración dominante y transformar el discurso en una "defensa", en una forma de exoneración de una culpa. Sin embargo, existen otras condiciones que pudieron afectar la obra de Álvar Núñez y convertirla en una "defensa", condiciones que se hacen más claras cuando consideramos la cronología de los hechos ocurridos en su vida, luego de su regreso a España, en 1537. En 1540, es nombrado Adelantado del Río de la Plata, su empresa se caracterizará por una serie de tensiones y fracasos, que en 1544 culminan en una sublevación contra él. En 1545, vuelve a España, encadenado y en diciembre de ese año se inicia un proceso por más de treinta cargos en su contra, del que luego de dos juicios, uno de ellos con una dura sentencia y otro en el que es absuelto de todos los cargos, aparece, en 1555, la "edición príncipe" (10) de los Naufragios. Existía una edición anterior de la obra, de Zamora, en 1542, que debemos suponer escrita antes de ser nombrado Adelantado. La fecha de la escritura de la obra tiene importancia, aunque no exista un acuerdo entre los estudiosos sobre la misma, a falta de datos precisos sobre el asunto. Según Jacques Lafaye, hay dos fechas posibles de escritura, la primera es inmediata anterior al regreso de Álvar Núñez a España:
Dado que éste debió renunciar a embarcarse antes de la primavera de 1537, como nos dice él mismo, y pasó el invierno de 1536 a 1537 en México, quizá aprovechó esta tregua para escribir la Relación.(11)
Escrita en ese contexto no había ningún otro motivo que obligara a Cabeza de Vaca a justificar sus actos, en la medida en que no era objeto de un juicio por incurrir en delitos o faltas hacia la ley y las órdenes de la Corona, ni parecía tener motivos mayores para sus explicaciones que dejar testimonio de lo ocurrido, justificar su fracaso y, en cierta forma, debido a los contenidos de su capítulo final, podía considerarse como parte del propósito de su obra, advertir, a todo aquél que se involucrara nuevamente en una empresa de descubrimiento y conquista, sobre las cosas que podrían ocurrirle, es decir, nos revelaba una función didáctica que no estaba ausente en muchas obras de la época, pero que no era muy común en los tipos textuales históricos sobre la Conquista, al menos, no como uno de los propósitos principales del escrito, sino como tópica propia de una retórica religiosa, educativa, de enseñanza moral, que podía afectar a los textos históricos o de otro tipo.
Sin embargo, el propio Jacques Lafaye señala:
[...] parece lo más indicado pensar que después de su regreso a España, y con el objeto de obtener la capitulación en 1540, por la cual llegaría a ser adelantado, Álvar Núñez redactó y publicó el relato de sus tribulaciones americanas.(12)
En este otro contexto, la escritura de la obra se convierte en un acto de reivindicación con más fuertes motivaciones personales, su propósito principal sería borrar las potenciales dudas que existieran para darle un cargo al que aspiraba.
Los contenidos involucrados en los escritos de Motolinía sobre la aventura de Álvar Núñez nos hacen tomar conciencia de que pudieron existir variaciones entre la versión de los hechos que él conoció por declaración oral o escrita de Álvar, y de los que, el fraile dejó testimonio en una carta, hacia 1541 (13), y los que Álvar Núñez señalaría después en el escrito que hoy conocemos (la referencia a los milagros, por ejemplo, parece estar ausente en el "informe" o testimonio que Motolinía conocía, antes de que se publicara la obra, porque él no registra ninguna información sobre tales asuntos, aunque no debemos descartar que pudieran existir otras causas para que fraile omitiera la mención a los milagros, aunque éstas no resulten del todo claras o convincentes y nos conduzcan a pensar en la probabilidad que parece más fuerte: Motolinía ignoraba las referencias a los milagros).
Por otra parte, la enorme mayoría de investigadores trabajan con la versión posterior a 1542 (14) y son pocos los que como, Pier Luigi Corvetto, se han ocupado del estudio comparado de las dos versiones publicadas primero. Sin embargo, las informaciones que ofrece no nos proporcionan datos suficientes que permita precisar, si los hechos ocurridos hacia 1545 afectaron la versión posterior, la de 1555, o no existe cambio entre las dos primeras ediciones, pues de existir cambios significativos, éstos podrían obedecer a un deseo de reivindicación más fuerte, motivado en el autor luego de un proceso legal.
A este respecto, Pier Luigi Corvetto señala:
Son pocas las diferencias entre ambas. Pero en todas hay una que señalar la añadidura (a la insistencia de "relación") del subtítulo Naufragios [...] (15)
José Rabasa y Enrique Pupo-Walker, entre otros, han observado que existieron, no dos sino varias versiones del relato, en las que se fue acentuando el aspecto biográfico sobre el de la relación y el aspecto narrativo sobre el histórico. En cualquiera de los casos, sea porque el contexto exigía un discurso del éxito y un hombre que fracasaba debía justificarse, sea porque deseaba reivindicar su persona para obtener un cargo o porque no quería quedar en deshonor, luego de un juicio que ponía en duda su calidad moral y su servicio a la Corona, en la obra de Álvar se puede observar, tal y como la conocemos, un deseo de justificación muy fuerte que tiende a involucrar un propósito que no escapa a lo didáctico, a dar ejemplo a otros con su experiencia (recordaremos que Álvar Núñez no sólo dirige su escrito al rey sino también "a los que en su nombre fueran a conquistar aquellas tierras"). Este hecho: dar ejemplo a otros con la propia experiencia, ha sido señalado por algunos investigadores como un rasgo común al que tuvieron después las novelas picarescas. De hecho, uno de los numerosos elementos que ha contribuido a resaltar la importancia de esta obra es la potencial influencia que la misma tendría en la literatura posterior, no sólo en algunas narraciones picarescas con las que se han establecido frecuentes similitudes, entre las que se encuentran: las referencias al hambre, la importancia de la comida, la narración de una serie de episodios de fracaso, el relato testimonial y autobiográfico, sino también su relación con algunos libros de viajes de épocas posteriores que incrementaron los elementos fantásticos o la crítica social y llevaron el modelo de las aventuras de viajes a territorios de la ficción.
Antes que la novela picaresca, los exempla, las vidas de santos, diversos relatos populares que en ocasiones retomaban la tradición de las fábulas e incluso algunos libros de caballerías, involucraban una función didáctico moral, muy marcada en los sermones y en la obra de pedagogos.
A los anteriores elementos se debe agregar otro, también en relación con la literatura de su tiempo y en parte con la picaresca española, y que ha sido observado por David Lagmanovich (16):
Núñez demuestra tener algún tipo de conciencia lingüística; y su prosa escrita casi al mismo tiempo que la de Guevara y apenas una década antes que la del Lazarillo- puede considerarse representativa de un momento en el que el principio valdesiano de escribo como hablo, absorbido conscientemente o no, representa el norte de muchos buenos escritores. (17)
Nina Gerassi-Navarro observa, muy acertadamente, otro aspecto involucrado en este rasgo del texto de Álvar Núñez:
La vinculación con la oralidad es quizás el factor más importante del testimonio [como tipo textual] porque subraya la posición marginal del sujeto textual frente al discurso hegemónico; en él, la palabra oral se opone a la palabra escrita. El "yo" testimonial pide que se le escuche [...] Por otra parte, el pedido del "yo" testimonial no es individual; su intención es hablar en nombre de otros; su experiencia no apela a ser una experiencia individual sino compartida; su historia es también la de otros. El testimonio es, en otras palabras, la articulación de una voz colectiva, un "yo" que pertenece a un "nosotros" [...] (18)
Estas y otras observaciones le sirven a la investigadora para observar que Álvar Núñez utiliza, en su obra, elementos de dos tipos discursivos, testimonio y biografía, que constituirían dos tipos textuales distintos, al utilizar una voz narrativa en la que se puede observar numerosos desplazamientos, que pasan, de la forma impersonal, al nosotros, definido con ambigüedad y fluctuaciones con respecto a la identidad de esa primera persona colectiva que varía en cuanto a los sujetos que involucra, y luego de pasar al nosotros, cambia al yo autobiográfico, que se desprende de la voz testimonial para asumir su individualidad, destacándose entre los miembros del grupo.
Toda autobiografía lleva implícito el deseo de inscribir la propia identidad y fijar una determinada imagen del "yo". Para ello el autobiógrafo debe seleccionar los elementos dispersos de su vida individual y reordenarlos según la imagen de sí mismo que desee proyectar. Éste es el eje principal que ordena la narración autobiográfica [...] reconstruye su pasado, subrayando algunas instancias de su vida frente a otras.(19)
Curiosamente estos otros rasgos del relato de Álvar Núñez, que sirven para identificar características de dos tipos textuales, testimonio y autobiografía, son también compartidos por la mayoría de las novelas picarescas, que se presentan como autobiografías o biografías de personajes, y que ofrecen un testimonio de una vida y de las experiencias compartidas con otros.
Por otra parte, la tensión constante entre la retórica de la historia y el relato novelesco, no es extraña en los textos sobre el Descubrimiento y la Conquista, lo que resulta singular en el escrito es que dicha tensión es afectada por desequilibrios notables que producen conflictos.
Pese a que algunos investigadores han señalado que la obra de Álvar Núñez se produce en un mundo en el que las oposiciones se esfuman y una nueva realidad comienza a esbozarse, en los Naufragios, también podemos localizar huellas discursivas de una dualidad, que no sólo involucra los juegos de oposiciones sino diversas modalidades del doble.
Al observar la enumeración de los oficiales, notamos que en primer término se señala al propio narrador. Esta referencia llama la atención porque el narrador hace mención de sí mismo como si se tratara de una tercera persona. Este distanciamiento produce el efecto, en el lector, de un desdoblamiento. Parecería que el narrador se contempla como si él mismo fuera otro (como si uno fuera el narrador y otro el personaje de la historia). La dualidad involucrada en este elemento textual, contrasta con el cambio, en el mismo párrafo, a la primera persona del plural (el "yo" desdoblado se reconoce en el sujeto colectivo), que asume el narrador después, en un "nosotros".
Si en un principio el personaje se nos presenta como un "él" y un "nosotros" diferenciados, más adelante, las diferenciaciones que hará serán entre un "yo" y un "ellos, por ejemplo, cuando el narrador refiera, en relación con el resto de los miembros de la expedición: "[...] era yo quien más le importunaba", pero también encontraremos diversas oposiciones entre un "nosotros" (los españoles) y un "ellos" (los indígenas), un "nosotros" (los sobrevivientes) y un "yo", etc. , en un juego multifacético de dos sujetos, individuales o colectivos, que están en contrapunto, que se diferencian uno de otro, se oponen, se complementan o son paralelos.
Justamente, otra sistemática, que resulta notable en el escrito de Núñez Cabeza de Vaca, es la del paralelismo, paralelismo que lo mismo se manifiesta como un esquema de oposiciones, que como un esquema de asimilaciones y analogías entre cosas o seres diferenciados, habitualmente, uno del otro. Ejemplo, de esto último, lo encontramos en la descripción del clima:
[...] no menos tormenta había en el pueblo que en la mar.(20)
[...] y andando entre los árboles, no menos temor teníamos de ellos que de las casas, porque como ellos también se caían [...] (21)
En ambos fenómenos discursivos, el paralelismo y la analogía, se ponen en relación dos cosas, se crean dualidades, cuya recurrencia es sumamente importante en el escrito, como lo será en otras obras de Conquista y Descubrimiento.
Se hacen evidentes, así, desde el principio del texto, dos sistemáticas discursivas determinantes: la sistemática de lo causal y la del doble, la dualidad, que lo mismo se manifiesta en las analogías que en la distanciación o desdoblamiento del narrador, al referirse a sí mismo.
Estas dos sistemáticas textuales corresponden a estructuras mentales que dominan el discurso de Álvar Nuñez. La estructura de la dualidad, ha sido localizada por Tzvetan Todorov como un elemento fundamental en las mentalidades de la época. Su presencia se explicaba porque al describir un espacio, un conjunto sociedades y manifestaciones culturales distintas a las que eran conocidas para el hombre de la época (22), se ponía en juego una problemática de la identidad que surgía de las comparaciones y del encuentro con lo diferente.
La otra formaba parte de una serie de prácticas discursivas características de los procesos de juicio, no sólo presente en ámbito de los procesos legales e inquisitoriales, sino incluso en el ámbito de la tradición literaria, por ejemplo, en los retratos, en obras didáctico morales y luego en las novelas picarescas, aunque no fuera exclusiva de dicho tipo de prácticas discursivas y literarias.
Al estudiar las Cartas de relación de Hernán Cortés, hemos observado la presencia, en el texto de Cortés, de una práctica discursiva común en la España del siglo XVI, la de utilizar el cuerpo humano como unidad de media. En los Naufragios, el tipo de sistemáticas discursivas, en las que el ser humano es el referente de comparación a través del cual se percibe el mundo, reaparece también, de un modo subrayado. El referente humano se hace presente en los sintagmas fijos, que sirven para describir la naturaleza: "[...] en la boca de una bahía [...]", (p. 11); pero también, en la imagen que sirve para expresar la intensidad de la furia de los elementos:
[...] era necesario que anduivésemos siete o ocho hombres abrazados unos con otros, para podernos amparar que el viento nos llevase [...] (23)
[...] habían visto dos robles, cada uno de ellos tan grueso como la pierna por bajo.(24)
[...] los arcos que usan son gruesos como el brazo, de once o doce palmos de largo.(25)
[...] una caña atravesada, tan larga como dos palmos y medio, y tan gruesa como dos dedos [...] en él un pedazo de caña delgada como medio dedo.(26)
Este tipo de descripciones, en las que la naturaleza parece como humanizada o se explican sus rasgos a partir de un modelo de comparación humano (la fuerza del viento se mide por el número de hombres que debían abrazarse para resistirlo, el grosor de las cosas a partir de la proporción del cuerpo humano y sus partes) nos permiten señalar en qué medida resultaba comprobable que, en la ideología y en la cultura del Renacimiento, el hombre ocupara un lugar central y constituyera el punto de referencia clave de la perspectiva, puesto que el discurso "concreta", expone, las estructuras mentales del contexto en el que se produce y en dicho discurso el hombre se constituye en escala, en modelo a partir del cual se crea la analogía para referirse a otras cosas.
Consideramos importante, señalar que, los fenómenos de humanización, como metáforas y como referente de comparaciones, se podían encontrar ya en los discursos y textos de la Edad Media, como un legado de la tradición clásica, pero no alcanzaban la importancia y difusión de que gozarían, incluso en el lenguaje popular, en el período del Renacimiento.
En la narración de Cabeza de Vaca, domina el aspecto sintético y el estilo contado, este último hecho es un indicador del grado de domino y de mediación que el narrador ejerce sobre la materia narrada, pues el discurso, de los otros, pasa siempre por el filtro del discurso del narrador. No se reproducen las palabras textuales de los personajes a los que se hace referencia, dichas palabras son contadas por el narrador, reducidas a enunciados en tercera persona. Este rasgo podía aparecer con frecuencia en los documentos históricos, pero también era posible localizarlo en una gran diversidad de escritos de otro tipo y más que una marca tipológica constituye una marca o huella ideológica y un indicador del nivel de mediación sobre lo referido que opera en el discurso de Álvar Núñez.
En su trabajo, "Cartas, crónicas y relaciones del Descubrimiento y la Conquista" (27), Walter Mignolo observa la dificultad de clasificar la prosa narrativa del periodo colonial. Mignolo destaca el estudio de los aspectos de los textos, de sus rasgos discursivos, como elementos que permiten categorizarlos en una determinada tipología textual (cartas, crónicas, historias, relaciones, etc.).
Mignolo observa que, mientras la carta y la historia tenían una tradición, las relaciones constituyen un tipo textual que se ajustaba a un modelo "cerrado sobre la marcha", construido a partir de las disposiciones y pedimentos reales sobre los informes de los territorios de lo que hoy es América. Entre estas disposiciones se encontraban diversos puntos: decir el nombre de la comarca o provincia y lo que significaba dicho nombre, el nombre del descubridor y conquistador, el año de descubrimiento y el de conquista, las características de la tierra, si es llana o áspera, rasa o montosa, los frutos y mantenimientos que tiene, la fauna, las dimensiones del territorio y las distancias, sobre todo hacia la ciudad de Audiencia, el sobrenombre que se le haya puesto y el nombre del fundador, etc. Eran un total de cincuenta funciones aproximadamente.
En el capítulo IV de los Naufragios son localizables referencias que remiten a esta práctica social y textual de las relaciones, el narrrador de los Naufragios hace referencia a la actividad constante del escribano, que se encargaba de informar al monarca sobre peticiones específicas y daba testimonio de las empresas realizadas, pero, al mismo tiempo, en el propio texto del narrador emergen ciertas huellas de la retórica del modelo de las relaciones ordenadas por el rey, pues el narrador de Naufragios se ocupa, preferentemente -sobre todo en la parte primera del libro- de informar sobre temas que formaban parte de las disposiciones solicitadas tradicionalmente en los cuestionarios que se planteaban a los informantes, y las que señalaban la necesidad de proporcionar datos sobre: el modo en que se había descubierto una población, y por orden de quién, si se había tomado posesión o conquistado y de qué maneras. Debía también describirse el "temperamento", (clima) y la calidad de la zona, informar sobre el aspecto de la tierra, sobre la lengua y la forma de organización de las gentes locales, sobre las riquezas que había y sobre el destino que a dichas riquezas se les había dado o se les podía dar. Se informaba el tipo de vegetación y fauna, etc.
En estos cuestionarios o solicitudes, en un principio de tipo informal, se hace evidente el deseo de inventariar aquellos aspectos y elementos que podían ser objeto de explotación lucrativa, y precisar las circunstancias en que debería o podría hacerse la explotación de las riquezas.
Hablamos de peticiones informales, no porque constituyeran una petición informal, sino porque para la fecha en que Cabeza de Vaca escribe, los cuestionarios aún no habían sido formalmente fijados, mediante la precisión de una serie de temas que seguirían un orden rígido (28) e invariable, posteriormente.
Cuando Álvar Nuñez Cabeza de Vaca describe su narración, llena de referencias y datos que contrastan con la mayoría de los textos sobre el Descubrimiento y la Conquista, en los que abundaban las descripciones a tierras fabulosas, "como las de las historias de los Amadises" -según palabras de Bernal Díaz del Castillo-, referencias abundantes a variada fauna y flora, riquezas y mercaderías tan numerosas que permiten hacer largas y a veces caóticas enumeraciones. Cabeza de Vaca, pese a no tener historias y cosas tan fabulosas que contar, se ajusta también -aunque en su relato abunden las descripciones sobre climas adversos, naturaleza inhóspita, escases de riqueza, gran miseria y sólo algunas referencias vagas a posibles cosas explotables lucrativamente- a los cuestionarios y peticiones informales del monarca.
Para ejemplificar lo antes señalado, tomaremos el capítulo IV y los siguientes de los Naufragios.
El capítulo IV, titulado: "Cómo entramos por tierra", inicia con la información del cargo del personaje que dio la orden de entrar a la comarca:
[...] el Gobernador acordó de entrar por tierra, por descubrirla y ver lo que en ella había [...] (29)
Cabeza de Vaca continúa su relato con la descripción del aspecto de la tierra, luego, hace referencia al modo en que "toman posesión del lugar", y señala las propiedades, los bienes, que en tal lugar, los indios tenían:
[...] nos mostraron un poco de maíz, que aun no estaba para cogerse. Allí hallamos muchas cajas de mercaderes de Castilla, y en cada una de ellas estaba un cuerpo de hombre muerto, y los cuerpos cubiertos con unos cueros pintados. Al comisario le paresció que esto era especie de idolatría, y quemó las cajas con los cuerpos. Hallamos también pedazos de lienzo y de paño, y penachos que parecían de la Nueva-España; hallamos también muestras de oro. Por señas preguntamos a los indios adónde habían habido aquellas cosas; señalaronnos que muy lejos de allí había una provincia que se decía Apalache, en la cual había mucho oro, y hacían seña de haber muy gran cantidad de todo lo que nosotros estimamos en algo. (30)
Un poco más adelante, el narrador señala:
[...] íbamos mudos y sin lengua, por donde mal nos podíamos entender con los indios, ni saber lo que de la tierra queríamos, y que entrábamos por tierra de que ninguna relación teníamos [...] (31)
En el capítulo V, el narrador indica:
[...] salieron á nosotros hasta doscientos indios [...] después de haberlos hablado por señas, ellos nos señalaron de suerte, que nos hobiemos de revolver con ellos, y prendimos cinco ó seis, y estos nos llevaron á sus casas, que estaban a hasta media legua de allí, en las cuales hallamos gran cantidad de maíz que estaba para cogerse [...](32)
El narrador continúa con su relato de las descripciones del aspecto de la tierra:
[...] llegamos á unos placeles de la mar que parescia que en entraban mucho por la tierra: anduvimos por ellos hasta legua y media con el agua hasta la mitad de la pierna, pisando por encima de ostiones, de los cuales recibimos muchas cuchilladas en los piés [...](33)
Numerosos capítulos corresponden al cuestionario de las relaciones, se ajustan a los puntos y temas que éste indicaba, por ejemplo: el capítulo XXV, "De las costumbres de los indios de aquella tierra"; el capítulo XXVI, "De las naciones y lenguas".
El título original de la obra señala esta clara filiación con respecto a las relaciones de conquista.(34)
Las anécdotas que se van sucediendo en la narración, parecen seleccionadas por su vinculación con los puntos que señalaba el cuestionario que debía contestar el informante y, es claro que, no surgen por una propuesta que consiste en describir la cultura o tratar sobre las personas que en la empresa encontraban los conquistadores. Observaremos que no se hace descripción sistemática de los rasgos culturales y que, cuando alguno de ellos llega a figurar en el relato, la referencia tiene un lugar marginal, es esbozada superficialmente y de modo breve, sin que se manifieste una verdadera curiosidad por conocer o profundizar en el conocimiento del "Otro", el detalle aparece como un "asunto que causa asombro, en mayor o menor medida". Siempre es mucho más detallada la descripción de las cosas, de los bienes y del aspecto de la tierra. De hecho, el apartado VII tiene como capitular: "De la manera que es la tierra" y se ocupa de la comarca de Apalache y se concentra en la descripción de los elementos que interesan al informe. Si bien, en algunos momentos, los datos contenidos en las descripciones pueden resultar de valor para el historiador, el sociólogo, el zoólogo, etc., los motivos implícitos de tales informes, corresponden más a un afán o propósito de explotación de la riqueza, a cierta capacidad de asombro ante lo novedoso, que a un deseo de conocimiento.
Es cierto que, en algunas ocasiones, se hacen descripciones de costumbres, vestidos, creencias de las gentes, características de la flora y la fauna, pero, si atendemos a las evidencias, los propósitos que modalizan el texto, descubrimos que lo que el narrador está exponiendo es que, en aquellos lugares, las gentes no tienen mayor riqueza que sus costumbres "extrañas", sus ropas o sus creencias "exóticas", su compasión por el otro o su capacidad para incorporar lo que resulte útil.
Hay momentos en el relato que, ante la escasez de bienes por ser descritos, un detalle cualquiera se vuelve valioso.
En su configuración primaria el texto de Cabeza de Vaca acata los preceptos retóricos que guiaban la preparación de relaciones, según se prescribían en los reglamentos forenses derivados de las artes notariales del medioevo. El diseño de la relación, como tipología diferenciada, conserva, en parte, su estirpe epistolar que de hecho nos remite a las cartas reales y de provisión. Aquellos eran documentos severos que resumían las comunicaciones oficiales entre funcionarios e instituciones de la Corona.
[...]
En estas relaciones se procuraba con especial celo la información solicitada, que a su vez respondía a las exigencias de la Copulata de Leyes de Indias. (35)
Tal y como se ofrece en las ediciones contemporáneas, para algunos autores, la obra presenta una serie de anomalías con respecto al tipo textual de las relaciones de la época, aspecto que ha sido observado por Luisa Pranzetti (36) : falta la dedicatoria y el proemio, en los que se contenía el aval del destinatario oficial, la exposición del plan general y las intenciones del escrito. Estas anomalías, sin embargo, son producto de las manipulaciones de las ediciones posteriores a las primeras publicaciones, que contienen proemio y dedicatoria, suprimidos a partir de la edición de Andrés González Barcia, en la colección de los Historiadores primitivos de Indias, editada en Madrid, en 1749, en la que se basan las ediciones posteriores.
Por otra parte, se discute si no era absolutamente necesario, aunque sí tradicional, que una relación llevara dedicatoria, ya que se trataba de una solicitud expresa de la Corona a la que debía responder el informante.
Pier Luigi Corvetto ha observado, sin embargo, la importancia que la supresión de la dedicatoria adquiere en el caso de la obra de Álvar:
[...] siglos después cuando la imprenta de Juan de Zúñiga volverá a proponer [como título] Naufragios y Comentarios (Madrid, 1736) y su relación [sea] rubricada como "histórica narración". Tal denominación vagamente oximorónica [...] y la supresión de la dedicatoria al monarca, parecen converger en la acentuación del carácter literario, si no novelesco, de la obra.(37)
El mismo Corvetto señala la importancia y el significado que en la época tenía el prólogo o el proemio en la obra de un informante:
[...] la palabra del prólogo participa sin reservas del estatuto y de la ideología medievales del "símbolo" [...] se autoacredita como absolutamente verídica, fundada y garantizada tales cualidades y a través de la sanción del monarca [...] El "Prohemio" consagra toda acción referida como "parte", del gran acontecimiento histórico, como fragmento de un plan providencial. Y la autoridad y veracidad de su palabra [...] El redactor, invocando la protección del soberano, tiende a ponerse a buen recaudo, a hacerse mero compilador [...](38)
El texto de Cabeza de Vaca posee elementos textuales suficientes, aunque algunos resulten atípicos, para ser clasificado como una relación, presenta rasgos propios del testimonio, pero también de la autobiografía, sus características textuales coinciden en varios puntos con las que luego tendrían las novelas picarescas, las cuales desmitificaban, criticaban y cuestionaban, mientras que los textos históricos exaltaban y elogiaban, eran instrumentos del poder político y religioso. La fragmentación espacial, temporal y anecdótica que se observa en la obra, caracterizaban tanto al relato épico: crónica, relación, memorial, etc., como a la picaresca. Los registros literarios presentes en ella permiten que pueda decirse, lo que ha señalado Robert E. Lewis: "se trata de una obra que documenta hechos históricos en la que está reconocida una clara afiliación literaria, no sólo en el sentido amplio señalado por Hayden White, sino de una manera explícita e inmediata" (39), pues el escrito: en tanto que es narración personal autobiográfica, obliga a la tarea de organizar en una manera coherente los recuerdos, impresiones y anécdotas significativos de diez años de experiencias; en tanto es una relación de servicios, debe presentar al autor protagonista de tal forma que no dé lugar a dudar sobre su valor y sus actos, y, en tanto es presentado como noticia verdadera de tierras extrañas debe interpretar de una forma comprensible una serie de vivencias que, aun dentro de las normas de verosimilitud de la época, rayaban en lo increíble. Estos problemas como señala Robert E. Lewis- colocaban la obra en un campo más amplio que el de la historiografía y obligaban a la introducción, en el discurso narrativo, de elementos y técnicas más asociados a la tradición literaria.
Han sido estudiadas algunas de las convenciones empleadas por Álvar Núñez para dar forma a su narración. El presagio que inicia la acción, los reconocimientos que señalan momentos de transición y el episodio profético al final [...] que explica la trayectoria de los acontecimientos, son todos legados de la herencia literaria de la época empleados eficazmente [...] No nos sorprenda que el autor haya recurrido al uso de tropos literarios consagrados por la novelas de caballerías en un intento de consolidar la unidad formal de su relación [...] el tratamiento de los hechos insólitos, de "cosas muy nuevas y para algunos difíciles de creer", cumple la función explicativa e interpretativa característica de los relatos.
En cuanto a la cronología, no es por descuido que el autor se salte sin comentario periodos de tiempo, en su relación, que varían entre unos meses y seis años; son periodos [...] que no contribuyen las "cosas muy señaladas" necesarias para el desarrollo del relato. La "estructura rigurosa" de la obra, notada por Hart, responde a un rigor puramente formal más bien que cronológico, ya que los hechos narrados en los primeros diecinueve capítulos (desde la embarcación en Cuba hasta el final de la esclavitud de Álvar Núñez y sus compañeros) ocupan un espacio de ocho años, mientras que el tiempo transcurrido en los últimos diecinueve capítulos (el viaje de Texas a México y la vuelta a España) es sólo de dos años.(40)
Otros estudiosos han señalado cierta "endeblez cronológica y etnográfica", que es compensada por observaciones no sistemáticas pero vívidas, que separa el texto de lo histórico y lo acerca a lo meramente narrativo. Es conveniente señalar, sin embargo, que este rasgo separa totalmente el escrito de Álvar de la crónica, concebida como un tipo textual específico, pues en la crónica debía existir una coincidencia entre el tiempo de los sucesos y el de la narración.
Por otra parte, incluso, quienes defienden el carácter de escrito histórico del texto han observado que los Naufragios, los registro descriptivos desbordan al inventario fáctico propio de las relaciones.
Al mismo tiempo que podemos identificar elementos retóricos que corresponden a tipos textuales de la historia, podemos encontrar otros en clara diferenciación, respecto a los mismos, en la obra. El escrito de Álvar quiere ser persuasivo, convencer de su calidad y merecimiento, reivindicarlo, antes que estar interesado en ser "fiel a la historia", como lo hace visible el prólogo del libro, en el que Robert E. Lewis observa:
[...] este prólogo está motivado además por otros intereses que poco tienen que ver con la historiografía [...] tiene un carácter marcadamente distinto al de los proemios que solían acompañar las historias de Indias escritas en la época. A diferencia de autores como Zárate, Cieza, Gómara o Las Casas, Álvar Núñez no se refiere a las exigencias de la historiografía, al empleo de fuentes de información, a las cualidades necesarias a la persona del historiador, ni se disculpa con una modestia retórica de las insuficiencias de sus capacidades intelectuales para emprender semejante tarea [...](41)
Por otra parte, el protagonismo y la testimonialidad buscan acreditar la veracidad del texto, el uso de un estilo lacónico pretende reforzar los efectos de verosimilitud de lo narrado. El "Prohemio" dirigido a Carlos V, "Sacra, cesárea, cathólica Majestad", es el medio a través del cual el autor pone de manifiesto su altísimo destinatario y garante, los recursos literarios no son ajenos a muchas obras históricas de la época en la que lo literario y lo histórico habían seguido modelos comunes y la retórica permitía tales combinaciones. La metáfora del viaje, en el espacio y el tiempo, que es considerada como un rasgo narrativo propio de la ficción, era también la clave de un tipo textual histórico: la crónica.
Enrique Pupo-Walker ha observado otros rasgos textuales presentes en el escrito que eran también característicos de los documentos históricos y de una tradición culta en la época:
En su fase inicial se insinúa la laudatio al monarca como merecedor de la obediencia de todos y su caracterización, retóricamente institucionalizada, como estandarte de la justicia y la fe. En todo sentido, esa formulación sigue muy de cerca las normas expositivas que se observan en proemios debidos a figuras ilustradas de la época.; y de raigambre no menos tópica es la implícita alusión a la fortuna, a la que como base de tantos equívocos- se atribuyen bienaventuranzas y fracasos. Al mismo tiempo, todo lo que seguidamente se relata en su proemio [..] le sirve al autor para expresar veladamente- otra modalidad, sólo que más sutil, de su afectada modestia [...] esa afectada y disminuida visión de su labor escritural aparece vinculada, en el revés de ese pasaje, a los tópicos antes mencionados de la fortuna, mediocritas mea y excusatio propter infirmitatem. Si se explora con algún detenimiento la articulación retórica indirecta de otros formulismos, cuyos antecedentes hemos conocido en la tradición clásica, así como en tratados y glosas medievales, veremos que Núñez, al concluir su proemio, nos avisa que en su Relación se leerán: "cosas muy nuevas y para algunos difíciles de creer". Esa declaración, aparte de ser cierta, retoma, desde su configuración reiterada, dos vertientes retóricas que nos dirigen simultáneamente a la épica e historiografía clásica, así como a la patrística [...]
Advertiremos, por igual, que las matizaciones que hace el relator en los Naufragios equivalen a las conocidas proposiciones retóricas que emite aquél que nos "trae noticias sin precedentes"; y a ello suele añadirse que es su deber "compartir conocimientos valiosos y recién adquiridos [...] Vinculándose a esa tradición expositiva, Núñez caracteriza su Relación como una obligación que debe al monarca.(42)
La interacción de diversos rasgos textuales problematiza, en forma aguda, la clasificación definitiva y clara de la obra, en tanto que ésta muestra características que corresponden a distintos tipos textuales y no involucra todas las que permitan su definición dominante en un solo tipo o grupo de escritos, de manera incuestionable.
Sin embargo, conviene observar, también, el vinculo específico que este texto tiene con respecto a otros tipos textuales de la época.
Los estudiosos de la Literatura Novohispana y, en particular, los estudiosos de la obra de Álvar Núñez, saben que se ha señalado, con frecuencia, que esta obra constituye un caso singular de narración antiépica, por los asuntos de que trata y por hacer referencia a una serie de "fracasos", en lugar de enumerar "triunfos y hazañas". Sin embargo, es necesario detenernos a considerar los elementos textuales y los tópicos que la narración y las obras épicas tenían, para precisar si, verdaderamente, los Naufragios corresponde a la clasificación de texto antiépico o no corresponde, en un sentido estricto.
Pedro Piñero Ramírez ha señalado, sobre la épica:
[...] el género se desarrolló en la literatura hispana, a lo largo de los siglos XVI y XVII, con una fecundidad verdaderamente sorprendente.(43)
A tal punto llegó la difusión del género que, no se requería ser hombre de letras para haber estado en contacto con él. Pese a ello, la épica ocupaba un lugar de jerarquía intelectual:
[...] en Europa, donde se llegó a considerar la épica como la más elevada forma literaria, norma de todos los demás géneros [...](44)
Piñero, cita a López Pinciano, en su Philosophía antigua poética, quien define a la poesía épica como sigue:
[...] imitación común de acción grave, hecha para quitar la passiones del alma por medio de la compassion y miedo [...] que sea la fábula fundamentada en historia; y que la historia [...] no sea larga por vía alguna, que ni sea moderna ni antigua; y que sea admirable [...](45)
López Pinciano señala otros rasgos, entre los que se encuentra que la historia sea "verisímil".
Se suele pensar que una condición de la épica era contener referencias a espectaculares y grandiosas batallas y a descripciones de ejércitos combatientes, triunfos portentosos sobre invencibles enemigos. Es cierto que, existían una serie de tópicas que caracterizaban las obras épicas, pero debemos precisar cuáles eran éstas, puesto que las variantes eran muchas.
La materia bélica tenía una importancia definitoria en la épica y la gran mayoría de los textos épicos novohispanos tenían un fondo histórico. Sin embargo, por lo que se refiere al material bélico, éste podía adoptar formas muy variadas: de batallas, combates individuales, encuentros, escaramuzas, desafíos, enfrentamientos de tipo mortal, superación de pruebas difíciles, realización de trabajos, liberación de prisioneros, hallazgos de bienes que satisfacían necesidades, etc.
La narración épica consistía, en cierta forma, en transformar el suceso del día en aventura y hazaña, donde se ponía de manifiesto el valor de un grupo de hombres o el de un protagonista. El protagonista épico se mostraba ecuánime ante una situación que colocaba al lector en estado atónito, el protagonista era agente de la historia, pese a las adversidades. Esto último implicaba, muchas veces, una resistencia sobresaliente ante o adverso, involucraba la exaltación de una empresa humana y la exaltación de un personaje determinante en dicha empresa.
Todos los anteriores elementos textuales pueden encontrarse en los Naufragios, aunque ahí no figuren grandiosas y espectaculares guerras entre inmensos ejércitos.
Un ejemplo de esa perspectiva épica con que Álvar Núñez refiere su historia y sus circunstancias, nos lo ofrece el pasaje del capítulo XII:
Los indios, de ver el desastre que nos había venido y el desastre en que estábamos, con tanta desventura y miseria, se sentaron entre nosotros, y con el gran dolor e lastima que hobieron de vernos en tanta fortuna, comenzaron todos a llorar recio, y tan de verdad, que lejos de allí se podía oír, y estos les duró más de media hora, y cierto ver que estos hombres tan sin razón y tan crudos, a manera de brutos, se dolían tanto de nosotros, hizo que en mí y en otros de la compañía creciese más la pasión y la consideración de nuestra desdicha. Sosegado ya este llanto, yo pregunté a los cristianos, y dije que, si a ellos parecía, rogaría a aquellos indios que nos llevasen a sus casas [...](46)
Ya Nina Gerassi, en su estudio sobre la obra de Cabeza de Vaca -con el cual, como se habrá notado diferimos en ciertos puntos, aunque en otros coincidamos-, ha observado:
[...] el "yo" narrativo de Cabeza de Vaca transforma su testimonio en un relato [...] que reivindica la singularidad de su "yo" y afirma su propio valor.(47)
Por ser uno de los únicos cuatro sobrevivientes en una expedición que había contado inicialmente con 450 hombres, 80 caballos, cuatro naves y un bergantín, y por haber sobrevivido a una tormenta que merecía ser descrita como: "nunca cosa tan medrosa se vio" (p. 8); y por haber realizado un peregrinaje que comprendió gran parte de lo que hoy es el sur de Estados Unidos y el norte de México, hasta llegar a Culiacán, nueve años después de su salida del puerto de Sanlucar, sin alimentos, ni conocer la lengua local, cuando se inició el viaje por territorios enemigos, la obra y la historia de Cabeza de Vaca constituía una verdadera hazaña, que, como él mismo expresa en el proemio a su obra, citado por Nina Gerassi, lo distinguía entre los mejores:
[...] bien pensé que mis obras y servicios fueran tan claros y manifiestos como fueron los de mis antepasados, y que no tuviera yo necesidad de hablar para ser contado entre los que con entera fe y gran cuidado administran y tratan los cargos de Vuestra Majestad y les hacen merced.(48)
Estas palabras nos informan de la seguridad que el protagonista tenía sobre su propia persona y sobre los servicios prestados a la corona. Cabeza de Vaca se ubica a sí mismo entre los héroes del reino.
Como Robert E. Lewis observa en su estudio, el narrador nos ofrece una imagen idealizada y heróica de sí mismo:
A lo largo de la primera parte, que narra los desastres que sobrevienen uno tras otro [...] se contrasta el buen juicio, carácter firme y valentía de Álvar Núñez con las vacilaciones, decisiones precipitadas y final abandono de las responsabilidades de Pánfilo de Narváez. El autor se complace en la descripción pormenorizada de los conflictos de opinión entre los dos, pero no deja a la vez de subrayar como él trabaja para mantener la lealtad de las tropas al gobernador cuando los soldados amenazan sublevarse o desertar. Después del naufragio definitivo, y ya hechos esclavos de los indios los cuatro españoles que quedaban vivos, Álvar Núñez se afirma en su papel de mando, declarando su intención de sacar de cautiverio a sus compañeros. Cuando se ven convertidos en curanderos al estilo indígena, es Álvar Núñez el que más se atreve a realizar las curaciones arriesgadas y difíciles [...] es Álvar Núñez el que predica el evangelio a los indígenas y el que efectúa la reconciliación de tribus tradicionalmente enemistadas. Es el mediador entre los indios y los españoles, y en última instancia defensor [...](49)
Jacques Lafaye(50) se refiere a la experiencia de Álvar Núñez como una "odisea", semejante calificativo no resulta exagerado si consideramos la serie de aventuras que el personaje experimentó. Sin embargo, el calificativo adquiere un sentido particular cuando observamos una serie de elementos textuales que indican una relación particular entre el texto que protagoniza Ulises y el de los Naufragios.
Hay en el texto, de Álvar Núñez, una referencia a un rasgo físico de toda una familia indígena, este rasgo llama poderosamente la atención del lector:
[...] un indio con quien Dorantes estaba, el cual era tuerto, y su mujer y un hijo que tenía y otro que estaba en su compañía: de tal manera que todos eran tuertos. Estos se llaman mariames [...](51)
Sabemos que los indios cocos fueron los encontrados por los náufragos en la isla que denominaron del "Mal Hado", los cuales estaban emparentados con los caddos(52), que vivían en las costas de la actual región de Mobile y que hablaban un dialecto del grupo karan kawan. Sobre sus tradiciones y creencias religiosas se sabe muy poco. Sin embargo, dadas las modalidades de las culturas de la llamada Aridoamérica, podemos suponerlas análogas a las de la mayoría de los indios de las llanuras de América del Norte y, por ello, la práctica de cegarse o cegar un ojo resulta sumamente extraña, especialmente porque este rasgo se le atribuye a toda una familia. La referencia a una familia de personajes que tienen todos un solo ojo y que es encontrada por un grupo reducido de náufragos, en una región desconocida, constituye una anécdota que guarda relación de semejanza, con respecto al texto clásico griego que fuera modelo de la poesía épica clásica y en el que los compañeros de Ulises, náufragos también, se encuentran con los Cíclopes.
Los otros grupos amerindios que Álvar Núñez pudo encontrar, los susolas y avavares, que moraban en la parte del territorio del actual estado de Texas, tenían tradiciones semejantes a las de los otros grupos aridomericanos, por lo que no resulta comprensible la ausencia de referencias, por parte de los historiadores, a un hecho tan singular como el que Álvar Núñez refiere en su escrito.(53)
En el capítulo XIV se refiere una anécdota en la que se establece un contraste peculiar, pues, mientras que los hechos referidos nos ofrecen una imagen humanizada de los indígenas, en las que éstos, al no poder arrancar las raíces y no obtener beneficio alguno de la pesca, mueren de hambre, al mismo tiempo que un grupo de cristianos protagoniza una historia de antropofagía. Esta anécdota también guarda una curiosa similitud con el texto homérico, pues en ella se refiere la forma en que cinco cristianos llegaron al extremo de comerse unos a otros, hasta que quedó uno solo: "que por ser solo no hubo quien lo comiese" (p. 52). En el texto clásico griego, Ulises refiere la forma en que Cíclope devora a todos los compañeros del héroe cautivos, al tratar de obtener alimento. En ese pasaje, Ulises resulta ser el único sobreviviente.
Aunque Álvar Núñez señala los nombres de los protagonistas de esa historia de antropofagía entre españoles, llama la atención que la anécdota guarde puntos de coincidencia con el antiguo poema, porque en ambas obras, el poema épico y la relación, se refiere la historia de un naufragio, el relato de un viaje que adquiere un nivel simbólico, que es posible leer como una metáfora, se pueden también identificar, en los dos textos: una empresa de guerra, la presencia del presagio, la separación del protagonista, y parte de los hombres, del resto de los soldados viajeros, la referencia a una serie de hechos y detalles prodigiosos, penurias y privaciones. Como Ulises, Álvar Núñez también debe huir, es hecho prisionero, recibe ayudas inesperadas de los diversos personajes o grupos humanos con los que se encuentra, pero también encuentra enemigos, regresa después de mucho tiempo y refiere sus propias aventuras. El reconocimiento, ya directamente o a través de un signo (prenda u objeto), por una "marca" o indicio, aparece en los Naufragios, en el capítulo XXII. Particularmente significativa resulta la narración involucrada en el capítulo XXXVIII, el último del libro, en el que se hace referencia al augurio que una mujer le había hecho al gobernador, pues: "había dicho al gobernador muchas cosas que le acaecieron en el viaje, antes que le sucediesen". Cuando llegamos al final de esta narración episódica observamos que hay un capítulo, el capítulo final, que contiene a todos los demás episodios narrados, los enmarca en un tiempo mítico, pues una mora de Hornachos, repite una profecía que ya se ha cumplido y se cumplirá nuevamente: la historia de los Naufragios. Todo esto parece apuntar hacia una relación de intertextualidad entre la obra del naufrago español y la Odisea, en donde Ulises cumple una profecía y condensa, en la narración de un canto, todo lo que anteriormente ha sido narrado y protagonizado por él.
La autonomía funcional de muchas de las anécdotas relaciona, el texto de Álvar Núñez, más que con las relaciones, con la narrativa épica, en la que es común este rasgo, pues incluso los libros de caballerías tienen como eje de relación al protagonista, quien es el que sirve para vincular un conjunto de anécdotas bastante independientes entre sí y que adoptan las formas de lo episódico.
Es cierto que la aparente intención del autor es la de registrar lo histórico, lo real, sin embargo, sabemos que no pudo tomar notas ni conservar apunte alguno de su expedición, por lo que su relato es reconstrucción del pasado a través del recuerdo. Además, muchos hechos y detalles no encuentran una explicación lógica y rayan en lo fabuloso, no sólo por lo que tratan sino por la forma misma en que se refieren, por ejemplo, la música que se escucha mientras tiene lugar una tempestad que arranca los árboles de cuajo y destruye casas e iglesias, la muerte prodigiosa e inexplicable de los indígenas que se niegan a llevar a los cristianos a donde ellos quieren ir, la cura milagrosa de los enfermos e incluso una resurrección (54). A esto se suman las descripciones de los indígenas, como "gigantes", el paso por una tierra "muy trabajosa de andar y maravillosa de ver", las espaldas vueltas llagas, por llevar las armas a cuestas y la identificación que los indígenas hacen de los españoles con "hijos del sol", operaciones quirúrgicas que luego de dos días apenas guardan una cicatriz, moribundos devueltos misteriosamente a la salud, la historia de un monstruo sobrenatural, de un árbol ardiente bajo el cual el personaje se guarece del frío, elementos, como otros muchos, en los que se percibe una perspectiva mitificadora muy clara, del narrador y de los personajes que son protagonistas en los relatos.
Sobre este punto conviene recordar que, pese a los puntos de contacto que entre la novela picaresca y la obra de Álvar Núñez puedan encontrarse, él no pretende escribir la historia de un fracaso:
[...] hábilmente convierte sus diez años de sobrevivencia en una relación de servicios para la Corona [...] Cabeza de Vaca busca una forma de autorizar su discurso, y lo hace agregando un "proemio" a modo de exordio, dirigido a Carlos V, en el que presenta su escritura como servicio [...] además de ser un informe, Naufragios es una prueba de vasallaje [...] La vuelta es exitosa porque los sobrevivientes recobran su autoridad y su calidad de cristianos al convertirse en médicos evangelizadores [...] no sólo se presenta como un hombre valiente, sino también limpio de pecados.(55)
Su relato adquiere el carácter de una obra épica cristiana, en muchos sentidos. Su relato acaba por ser la historia de un héroe que sobrevive a la adversidad sin perder su calidad de cristiano y transforma su regreso y su naufragio, su fracaso, en el retorno de una peregrinación evangelizadora. Su relación con la épica no sólo se hace visible por los rasgos mismos del texto, los rasgos que se atribuye el personaje, sino también por los materiales intertextuales que dejan huella en el libro. Sobre este punto podrá observarse también la presencia de diversos elementos que establecen paralelo con las prácticas de evangelización apostólica y la historia de Cristo: el sermón, el rezo, el bautismo, el reparto de pan entre los indígenas, los milagros. Álvar Núñez está atribuyendo su éxito a la voluntad divina, en forma constante, se coloca así como un elegido de Dios, como un medio a través del cual se cumple la voluntad divina.
[...] En medio de su vida áspera de esclavo de los indios exclama: "No tenía, cuando en estos trabajos me veía, otro remedio ni consuelo sino pensar en la compasión de nuestro redemptor Jesucristo y en la sangre que por mí derramó, y considerar cuánto más sería el tormento que de las espinas él padeció que no aquél que yo entonces sufría" [...] Los nuevos "físicos" son perseguidos por las multitudes de indios que no quedan satisfechos hasta recibir la bendición de aquellos. Álvar Núñez distribuye comida a grupos que a veces se componen de tres o cuatro mil personas, las que no osan comer bocado hasta que sea bendecido [...](56)
En el contexto de la producción de su obra sólo podían existir dos causas que justificaban los relatos de conquista y descubrimiento, en la medida en que respondían a los intereses de la Corona, mientras confirmaran la posesión de riqueza o tierras, de cosas y personas que pudieran ser objeto de explotación económica, o mientras trataran sobre una conquista espiritual, acorde a la ideología de la Contrarreforma, Álvar Núñez se acoge a esta última justificación.
La propia historia de su vida, posterior a su rescate nos confirma que los rasgos que el personaje se atribuye estaban lejos de la verdad, no porque hubiera en ella faltas graves, sino, porque esta historia nos muestra a un personaje que se equivocaba repetidamente en sus decisiones, en sus juicios, que jamás volvió a ejercer las curas milagrosas, en ninguna otra parte, que afirma realizara en los territorios donde estuvo perdido, y que ni siquiera su experiencia de parcial asimilación a las culturas indígenas constituía un rasgo único, pues Jerónimo de Aguilar y Gonzalo Guerrero también habían convivido durante largo tiempo con los indígenas y habían sido asimilados por ellos.
No pretendemos devaluar la importancia del personaje ni de su historia, de enorme valor en la historiografía y en la literatura hispanoamericana, buscamos colocarla y ubicarlo bajo el lente de una mirada objetiva que nos permita desmitificarlos y ver en ellos lo que pudiera corresponder a la verdad en su relato y lo que estaba motivado por un contexto específico de producción de la obra.
Podemos observar que, pese a las similitudes que el escrito parece guardar con respecto a las novelas picarescas, el autor escribe una obra épica, por lo que, la reiteración del hambre y el aspecto de la supervivencia, no resultan suficientes elementos para considerar como texto antiépico a los Naufragios. Aunque se manifiesten críticas y desmitificaciones a determinados hechos o personajes y se haga referencia a realidades concretas, esto no excluye que, en ocasiones, lo histórico se sacrifique ante el propósito épico dominante y se haga presente una perspectiva mitificadora, idealizante y, en la obra, se transgredan diversas normas y convenciones propias de los escritos históricos.
Obra épica, pero no de ficción, esto es lo que desea escribir su autor, pues al pretender su documento fidedigno, lo opone a la "novela" tal y como ésta debía entenderse en el Renacimiento, y busca adscribirlo al conjunto de materiales históricos escritos, no por amanuenses o especialistas en el área sino por protagonistas que lo mismo siguen modelos literarios que documentales y peticiones de la Corte.
El resultado de ese propósito difiere del de otros escritos semejantes por varios motivos: porque la dominante épica se sobreimpone al propósito informativo, lo que puede ocurrir también en otras obras, pero no de forma tan subrayada como ocurre en el texto de Álvar Núñez, en el que había diversas situaciones que lo obligaban a destacar esa dominante épica, ya que él no cuenta con el contrapeso que la función informativa, a través de las relaciones (inventarios) de riquezas y la descripción de batallas y combates, creaba en las obras de otros cronistas. Su empresa, no es una empresa económica sino el resultado de una serie de desastres y fracasos que él transforma en una empresa de evangelización. La exaltación del protagonista a través del informe o la relación (inventario) de riquezas que podían explotarse y de sus triunfos de guerra, que propiciaba una evaluación positiva de los actos del personaje, no acompaña al escrito de Álvar, por ello su escrito se adhiere a los textos épicos del pasado, en los que la empresa económica se subordinaba a la empresa espiritual, en los que el héroe tiene como modelo a la figura de Cristo o a un rey justo que ha sufrido una serie de pruebas y tareas difíciles que involucraron un enorme sacrificio. Es interesante observar, sobre esto, que Enrique Pupo-Walker ha señalado sobre la obra:
.[...] el texto de Núñez incide en descripciones morosas que, en algunos pasajes, nos hacen evocar las tonalidades sombrías de la crónica medieval.(57)
La fisionomía diversa y en ocasiones contrapuesta de la escritura de los Naufragios nos descubre la asimilación de las aportaciones diversas entre las que se encuentra un legado forense, religioso y humanístico, en una urdimbre compleja que resiste todo intento de clasificación simplista, por sus variados componentes y por la forma en que dichos componentes interactúan.
Naufragios contribuiría a la producción de nuevos tipos textuales históricos y literarios, a partir de una renovación y mezcla de los tipos textuales del pasado.
Sincronía Verano 2000
NOTAS
[1] Jean Franco, "La cultura hispanoamericana en la época
colonial", en Historia de la Literatura Hispanoamericana, t. I, Madrid,
Cátedra, 1982, p. 40.
[2] Álvar Núñez Cabeza de Vaca, Naufragios, México,
Origen/Omgsa, 1984, 152 pp. Todas las citas de esta obra remiten, en adelante, a esta
edición.
[3] Op. Cit., p. 5.
[4] Op. Cit., p. 6.
[5] Idem.
[6] Consultar la obra de Ernest R. Curtius, Literatura europea y Edad Media Latina, t. I, México, Fondo de Cultura Económica (Col. Lengua y estudios literarios, s. no.), 1975, pp. 122 y ss.
[7] Idem.
[8] Op. Cit., p. 8.
[9] Nina Gerassi-Navarro, "Naufragios y hallazgos de una
voz narrativa en la escritura de Álvar Núñez Cabeza de Vaca", en Julio Ortega y
José Amor Vázquez, Conquista y contraconquista, México, El Colegio de
México/Brow University, 1994, pp. 176-177.
[10] Roberto Ferrando, A. Núñez Cabeza de Vaca, Madrid, Quórum (Col. Historia, no. 16), 1987.
[11] Op. Cit., p. 19.
[12] Idem.
[13] Epístola proemial de un fraile menor al
ilustrísimo señor don Antonio Pimentel, sexto conde de Benavente.
[14] Versión que se reproduce en casi todas las
ediciones de la obra: Naufragios de Álvar Núñez Cabeza de Vaca y relación de la
jornada que hizo a la Florida con el adelantado Pánfilo de Narváez, Madrid, Biblioteca
de Autores Españoles, t. XXII, Historiadores primitivos de Indias I.
[15] Álvar Núñez Cabeza de Vaca, Naufragios, en Notas y comentarios sobre Álvar Núñez Cabeza de Vaca, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes-Grijalbo (Col. Los Noventa, Cultura crítica de nuestro tiempo, no. 90), 1993, pp. 119. Coordinadora: Margo Glantz.
[16] Los Naufragios de Álvar Núñez como construcción narrativa, en Notas y comentarios sobre Álvar Núñez Cabeza de Vaca, México, Op. Cit., pp. 37-48.
[17] Op. Cit., p. 40.
[18] Op. Cit., p. 178.
[19] Op. Cit., p. 182.
[20] Op. Cit., p. 7.
[21] Idem.
[22] Sobre este tema particular se
puede consultar la obra de Tzvetan Todorov, La Conquista de América "La
cuestión del Otro", México, Siglo XXI, 1986.
[23] Op. Cit., p. 7.
[24] Op. Cit., p. 28.
[25] Idem.
[26] Op. Cit., p. 53.
[27] Walter Mignolo, en Varios, Historia de la Literatura
Hispanoamericana, Op. Cit., pp. 57-116.
[28] Consultar el texto de Walter Mignolo, anteriormente citado,
por ejemplo.
[29] Op. Cit., p.
14.
[30] Op. Cit., p. 15.
[31] Op. Cit., p. 16.
[32] Op. Cit., p. 19.
[33] Op. Cit., p. 20.
[34] El título original de la obra, publicada en Zamora en
1542, fue: La relación que dio Álvar Núñez Cabeça de Vaca de lo acaecido en las
Indias en la armada donde iva por governador Pámphilo de Narbaéz desde el año de veinte
y siete hasta el año de treinta y ses que bolvió a Sevilla con tres de su compañía.
[35] Enrique Pupo-Walker, Notas para la caracterización de un texto seminal: Los Naufragios de Álvar Núñez Cabeza de Vaca, en Notas y comentarios..., Op. Cit., pp. 266-267.
[36] El naufragio como metáfora, en Notas y comentarios sobre Álvar Núñez Cabeza de Vaca, Op. Cit., pp. 57-73.
[37] Op. Cit., pp. 120-121.
[38] Op. Cit., pp. 130-131.
[39] Los Naufragios de Álvar Núñez: historia y ficción, en Notas y comentarios sobre Álvar Núñez Cabeza de Vaca, Op. Cit., p. 75.
[40] Op. Cit., pp. 80-81.
[41] Op. Cit., p. 77.
[42] Op. Cit., pp. 270-273.
[43]
"La épica hispanoamericana colonial", en Varios, Historia de la
Literatura Hispanoamericana, Op. Cit., p. 161.
[44] Pedro Piñero, Idem.
[45] Op. Cit., p. 162.
[46] Op. Cit., p. 48.
[47] Op. Cit., p. 175.
[48] Op. Cit., p. 177.
[49] Los Naufragios de Álvar Núñez: Historia y ficción, en Notas y comentarios..., Op. Cit., p. 82.
[50] Los milagros de Álvar Núñez Cabeza de Vaca (1527-1536), en Notas y comentarios sobre Álvar Núñez Cabeza de Vaca, Op. Cit., 1993, pp. 17-35.
[51] Op. Cit., p- 65.
[52] Grupo
indígena del Este de Tejas y territorios próximos, que engloba varias tribus,
organizadas políticamente en tres confederaciones. A principios del siglo XVIII, su
número bien pudo llegar a ocho mil personas. En 1910 no llegaban, ni con mucho a
seiscientos, asentados en Oklahoma. Su lengua caddo pertenecía a la familia Caddoan -que
se hablaba en el sur-. Del mismo tronco provenían las lenguas que se hablaban en las
grandes llanuras centrales. Entre las principales naciones de la cultura del sureste de lo
que actualmente es Estados Unidos de Norteamérica se encuentran: las naciones del tronco
muscogi (entre las que están los apalaches, biloxi, caluse, chatot, chickasawas,
choctaws, creeks, natchez, seminolas y timucuas), las naciones del tronco sioux (entre las
que estaban los caddos, los catawbas y los yuchis), y las naciones del tronco iroqués
(cherokees). Debido a que muchos de los grupos indígenas de la zona desaparecieron y a
las transformaciones fonéticas que las voces indígenas sufrían en los textos de los
crónicas y relatores de Indias Occidentales, es difícil precisar el origen y significado
de las voces que Álvar Núñez refiere en su texto.
[53] A propósito de los indios encontrados por
Álvar Núñez, Jacques Lafaye nos remite a la obra de John R. Swanton, The
indian tribes of North-America, en Bureau of American Ethnology. Bulletin, no. 145, Washington, Smithsonian
Institution, 1952.
[54] Sobre los milagros de Álvar Núñez conviene consultar el texto de Jacques Lafaye que hemos citado anteriormente.
[55] Nina Gerassi-Navarro, Op. Cit., pp. 177 y 183.
[56] Los Naufragios de Álvar
Núñez: Historia y ficción, en Notas y comentarios..., Op. Cit., p. 82.
[57] Notas para la caracterización de un texto seminal: Los Naufragios de Álvar Núñez Cabeza de Vaca, en Notas y comentarios..., Op. Cit., p. 262.
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