Sincronía Invierno 2002


Cinco cartas a Oscar del Barco y una carta a Jorge Olmos

Jorge Olmos Torres


Carta a Oscar del Barco

Querido Oscar:

1.- El trayecto a Teotitlán del Camino, Oaxaca ha estado bien, llevo lo indispensable y algo más: una gran disposición a lo que surja. En este pueblo, donde nació mi padre, me subí a un camión "guajolotero" que me llevó hasta mi último destino: Huautla. El camión subió lentamente porque durante su trayecto subía pasajeros y en parte por lo alto y lo empinado de las cumbres; finalmente alcanzó la altura de la sierra donde se encuentran las nubes y para mí esto fue algo nuevo, pues pude "tocar" y "estar" sobre las nubes; para mí fue algo inesperado ya que nunca antes había llegado a una altura como esta para dirigirme a un lugar, y mucho menos a un lugar misterioso. Mi excitación de lo que veía a través del ventanal crecía a cada momento. Sólo veía lugares totalmente desconocidos que nunca antes, ni siquiera, había imaginado: para donde mi vista mirara sólo miraba cerros y faldas de cerros por todos lados, árboles, gigantescos árboles por doquier, todo atiborrado de verde y de una verde luz (de incomparables tonos verdes), curvas y barrancas, caídas de agua, neblina y nubes "sentadas" en los cerros. Todo lo que veía me parecía hermoso.

Desde que abordé el camión me di cuenta que la mayoría de los hombres y las mujeres con los que viajaría hablaban un idioma extraño. Durante todo el viaje hablaron como si se tratara de una platica interminable e infinita en una lengua incansable. El descubrimiento que hacia de lo que había ahí afuera, a través de los cristales, más el sonido musical de un idioma distinto (el mazateco), y el mezcal que iba tomando, me internaron a otra realidad sin darme cuenta. Era como si, durante el ascenso, se hubieran abierto secretos pasajes a un mundo escondido. Cuando el autobús llegó a Huautla ya casi oscurecía o ya estaba medio oscuro. Al bajar del camión, el ya anunciado frío durante el trayecto, me pegó en la cara junto con una blanca y volátil neblina. La cima a donde habíamos llegado parecía ser la más alta del mundo. Apenas había bajado del camión y caminado unos pasos cuando, como salidos de entre de la niebla, varios niños y muchachos, me preguntaban con una pronunciación -combinación de mazateco y español-, a dónde me iba a hospedar y si buscaba curandero o curandera, entre risitas y miradas de complicidad. Esta noche me quedé en el hotelito de la calle principal. Al día siguiente me fui a una cabaña en las afueras del pueblo.

2.- Nti1xi3tho3 es el nombre con el que le llaman los mazatecos a los hongos sagrados. Casi todas las naciones indígenas de México como los huicholes, los nahuas o los tarahumaras tienen un vocablo en su idioma para hablar respetuosamente sobre y a las plantas sagradas. Maria Sabina les llamaba "niñitos", "cositas", etc.; muchos de estos pueblos aún mantienen un imperturbable rito atávico con ciertas plantas divinas hasta nuestros días. La razón de mi estancia aquí, como usted ya se debe imaginar, es la de abrirme a los "usos y costumbres" de las "cositas" con la finalidad de experimentar ese mundo espiritual de los mazatecos. Usted, querido amigo, sabe muy bien de lo que hablo y a qué me refiero. Pues bien, a continuación le narro la iniciación que viví después de ingerir Nti1xi3tho3 durante estos días en Huautla:

3.- El inicio de esta velada fue un tanto precipitada; en realidad no hubo un rito de preparación ni nada por el estilo, apenas lo indispensable y algunas orientaciones. Después el curandero me ofreció los pares y los ingerí poco a poco, ya que el sabor ácido y a tierra que aún llevaban me impedían tragarlos rápido, después me tendí sobre la bolsa de dormir y no tuve que esperar mucho para sentir una especie de aletargamiento y embriaguez. Así, en este cuarto, especie de tapanco, donde se guardan los costales llenos de maíz y fríjol, y una que otra calabaza, casi en la total oscuridad y casi en la total soledad inició lo que a continuación le cuento.

4.- Lo que hasta un momento veía a la luz de una vela ha desaparecido; la oscuridad misma ha desaparecido. Ya no veo más lo que veía. Ahora, lo que era un techo de laminas, una habitación y unos sacos de grano han dejado de estar. En lugar de esto ha ido apareciendo, paulatinamente (o eso me parece a mí), un ojo. Hay sobre mí, en lugar de un techo de láminas, un enorme e inconmensurable ojo que me ve; un hueco inmenso del universo que me contempla. No tengo la menor duda de que lo que tengo frente a mí (acostado boca arriba) es un ojo. Lo veo, me ve. En parte mi sentido, en parte la ensoñación me dicen que es un ojo inmenso y algo más: un cosmos infinito que me envuelve y del cual no tengo ninguna posibilidad de sustraerme (pues aunque deseara no encontrarme sólo en medio de este como inmenso vientre sideral, no lo hubiera podido evitar). En la medida en que detenía mi atención en lo que podría ser el centro del globo ocular, me daba cuenta de que carecía de globo, había centro pero no había globo ocular. El centro era todo y había llegado a una dimensión casi ilimitada -tan inabarcable como el mismo cielo azul-, que no lograba abarcar desde los microinstantes involuntarios de mí otear, pues toda mi atención se había desviado a otra cosa (?). A pesar de las sucesiones instantáneas de las imágenes mil, el ojo continuaba mirándome. No me angustia que me vea; todo lo contrario, es un bienestar absolutamente gratificante. Lo miro atentamente y penetro en él, traspaso el fondo de su órbita y encuentro una figura familiar que también me observa: se trata de mi finada abuelita doña Barbarita. Cuando nuestras miradas se cruzaron experimenté un remanso de inmensa tranquilidad y felicidad que me desbordaba. En ese momento me sentí protegido por ese misterioso Ojo-universo, Ojo-dios, Ojo-ser desconocido y durante no sé cuánto tiempo nos miramos sempiternamente, ...ab aeternum

Jorge

 

Carta a Oscar del Barco

Querido Oscar:

1.- He cumplido con mi ayuno el día de hoy. Ya son las siete de la noche y M está nerviosa (a M la conocí en una terminal de Oaxaca con rumbo a México; ahí, en un breve intercambio de miradas y palabras, le "latió" desviarse conmigo a Huautla; a ella le pareció que tenía que "viajar" conmigo y, además, no quería emprender esta aventura sola). Ella se ha preparado igualmente para esta velada. Con muy buena simpatía y vibra hemos compartido los pocos días que llevamos de conocernos. A las nueve de la noche emprendimos los preparativos. Iniciamos la velada quemando copal poco a poco.

2.- Lentamente comenzamos a probar los anhelados honguitos, ingiriendo uno por uno, hasta terminar los pares que nos habían asignado e inmediatamente nos ungimos un poco de una especie de polvo o de añicos de hojas secas de tabaco llamado San Pedro con nuestra propia saliva en los brazos, en la nuca y alrededor de nuestra cabeza; terminando esto entonamos desafinadamente, por el temor que nacía hacia lo desconocido, una letanía durante varios minutos, con la intención de protegernos de una "mal viaje": "San Pedro y San Pablo, cuídennos"...

3.- Los cuartitos de madera que ocupamos cada uno, estaban inundados de ese olor característico de los días de muertos y las ofrendas, por ese bálsamo peculiar que libera el copal. A través de las tablas que nos separan, hablamos del temor que nos había invadido al haber engullido aquellos espíritus naturales, y prometíamos cuidarnos uno al otro. Tanto ella como yo estamos algo sobresaltados: ella por ser su iniciación y yo por haber realizado una experiencia anterior poco grata, y no sabía qué pudiera ocurrir en ese momento.

4.- M dice que prefiere estar sentada y no acostada esperando lo que vendrá o pueda venir. Por mi parte, le digo que yo prefiero acostarme bien abrigado porque esos varios pares han causado que tenga frío (además de la zozobra en que me encuentro).

5.- Las velas que teníamos prendidas las hemos apagado. Ha transcurrido poco más de media hora –eso calculo, ya que no tengo reloj y la noche está oscura oscura, envuelta en un silencio casi absoluto-. Con decirle que no veía ni la punta de mi nariz; también traté de ver mi mano acercándomela hasta mis pestañas y no veía lo que se dice nada de nada. De afuera o de adentro o de afuera y de adentro oigo el sonido de los grillos y silencio, silencio y el canto de otro grillo más cercano, un aleteo de ave cruza como centella cerca de nuestros aposentos. Escucho claramente las vueltas que están dando los perros a nuestros cuartitos, y esto me pone todavía más nervioso, pues no sé porque han elegido nuestro rededor a esta hora. El silencio es tal que logro oír claramente como palpita pausadamente mi pulso y mi corazón...

6.- En la oscuridad de mi cuarto descubro indeliberadamente una lucecita que se filtra de un rayo no sé qué tan cercano. Ha comenzado a caer una lluvia inesperada, ligera, suave –que, con esta oscuridad y el denso silencio, arrulla-, y a lo lejos se escuchan los fuertes estallidos de los relámpagos. La oscuridad es apabullante en la pieza donde me encuentro, casi casi total, como si ella misma me separara de lo demás, no dejándome visión alguna de las cosas materiales que sé se encuentran ahí. Oriento mis ojos hacia los inesperados sonidos sin ver nada. No sé si la oscuridad es real, exterior, o si sale desde muy adentro de mis ojos, como si algo me estuviera cegado parcialmente.

7.- Escucho muy inquieta a M y cuando le pregunto ¿qué tienes? -Ella se queja, me dice que aún no siente los efectos de la ingestión y cree que necesitaba otros pares más. Le digo que trate de tranquilizarse y que se acueste. ¿Y, tú? Me pregunta. Y yo le contesto: comienzo a sentir una cierto pasmo en mi cuerpo y un sutil escalofrío me recorre de arriba abajo...

8.- Veo una luciérnaga en el techo (¿por dónde entró si el cuartito está bien cerrado?) que tintinea y su luz me deja ver claramente la techumbre de láminas. Ella y yo advertimos que, cuando hablo, el timbre de mi voz está cambiado; ya no es el mismo, algo extraño pasa con mi voz (no me reconozco en esa insólita voz), no sé si es una voz de mujer o de niño...................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................

De pronto veo varias serpientes frente a mí (como si estas aparecieran sobre una pantalla proyectadas por la cavidad de mis ojos, justo delante ellos para que las viera) y me atemorizo. No quiero volver a cerrar los ojos para no verlas, se mueven por toda la pantalla y son incontables, no las quiero ver; trato de pensar en otra cosa, pero es imposible. Ya no sólo las veo sino que comienzo a sentir como se deslizan dentro mí.

9.- Pasan largos segundos y algunas coloraciones comienzan a poblar la oscuridad donde ve mi ojear, que es exactamente el techo de laminas que tengo arriba de mí (ya que permanezco acostado boca arriba, casi sin moverme). Involuntariamente me muevo y M se da cuenta. ¿Cómo estás? Pregunta. No lo sé, le contesto. He comenzado a ver algunas imágenes que no quiero ver. M abre la puerta que divide nuestros cuartos y se pasa a la cama donde estoy acostado. En tanto se pasa y se acomoda cerca de mí, enciendo una vela y su luz crean inmensas sombras de todos los volúmenes y el movimiento del cuerpo de M: por unos instantes en el cuarto sólo hay sombras y colores (matices que sólo veo yo, pero mi acompañanta no).

10.- ¿Qué ves? Me pregunta.

- Serpientes, miles de serpientes; apenas cierro los ojos y aparecen por doquier...

- No tengas miedo -dice M. Cierra los ojos y dime lo que miras. Las serpientes no hacen nada, siempre las hemos despreciado, maltratado y no hemos reparado en que no nos hacen daño, sino todo lo contrario, tienen unos colores hermosos y han estado desde la misma creación del hombre, dime, ¿qué hacen?

11.- Están aquí, frente a mí, muchísimas...

- ¿Te quieren morder o hacer daño?

- No. Aquí están: son demasiadas y todas de distintos colores, quítalas por favor.

- ¿Dónde están?

- Aquí, frente a mis ojos...

- Las voy a quitar con mi mano, no tengas miedo (M mueve su mano como espantando una insecto de mi frente), ¿ya no están? –pregunta.

- Sí, aquí están todavía, se están convirtiendo en peces... En miles de peces luminosos...están en el mar... Ahora ya no son peces, se han convertido en pequeños honguitos ............................................................................................................................................

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12.- Al abrir los ojos ya no veo a M, me veo a mí, es decir, ella soy yo. Le confieso: M en otra ocasión vine y sentí que todo mi aspecto físico había cambiado. Mi voz era femenina y mis facciones creo que también; esa sensación que experimenté ahora sé que eras tú. Eres igual. Yo era tú esa vez. Sé que lo que te digo te ha de parecer absurdo y fuera de toda lógica, pero tu cara, así como te veo es idéntica a las facciones que experimenté aquella vez. M me mira sorprendida. Estoy contándole y sigo la intensidad de los colores y las rápidas y diferentes formas de miles de cosas que cruzan por mis ojos...

13.- ¿Cómo? ¿Tú te pareces a mí? No lo puedo creer (me parece que ella no notó nada distinto en mi semblante, sólo el cambio en el tono de mi voz). Creo en lo que me dices, pero me parece tan asombroso, tan loco...

14.- La vela se apagó. La descomunal oscuridad volvió y el silencio también creció. He cerrado los ojos y hay serpientes por todos lados: unas van otras vienen, se mueven como entre o hacia unas montañas, como si fueran hacia allá, y... de pronto pululan luces, miles de luces: luces amarillas, anaranjadas (todas de colores fuertes, intensos); cerca de mí (supongo que a mi cuerpo y mi cara) aparecen muchas culebras que se mueven lentamente, tranquilas, sacando su puntiaguda lengua (creo que lo que M me dijo sobre los reptiles me ha relajado, pues ya no siento temor), se mueven sin prisa y sin ninguna intención. Veo sus ojos y su color, sus escamas; algunas de ellas están en el agua (¿de dónde salió?) y se deslizan como si fueran lanzas; otras más bordean algo así como un monte y de repente se convierten en una sola, larga, larguísima que va perdiendo su figura de serpiente para convertirse en unos puntos de luces verdes y rojos, tintineando...

15.- Siento en mi estómago un movimiento, algo se mueve dentro de mi vientre; sé que son las sierpes y no me siento asustado; ahora las estoy viendo con detenimiento pero no logro abarcar todo lo que se me presenta delante de mí ni lo que viene detrás y a los lados o abajo o arriba; es inmenso, demasiado inmenso todo lo que se presenta a mis ojos (me sobrepasa ese mundo y me veo envuelto en él).

16.- Abro los ojos (o creo que abro los ojos) y me quedo sorprendido al "ver" (en este momento ya no sé qué es ver) que el cuarto donde se supone que me encontraba ya no existe; no hay cuarto ni cama, ni M, ni lluvia, ni canto de grillos, ni perros dando vuelta al cuarto. No hay pared ni techo ni cama ni compañía. No hay nada, estoy en un vacío. Me encuentro en un hueco todo teñido de fuertes colores, intensísimos, que adquieren, en un parpadeo, alguna forma: hay algo que comienzo a distinguir, una especie de mecanismo de reloj, piezas mecánicas de una fábrica (inmensamente grande), cada una de esas piezas presenta un distinto color; algunas se mueven imperceptiblemente (como si ahora algunos detalles los apreciara con una lentitud). Mis ojos, ante este infinito abierto, son demasiados pequeños y lentos; casi es imposible abarcar todo lo que hay de arriba para abajo, para uno u otro lado, de aquí para allá (hacia el fondo, aunque posiblemente no haya fondo). No puedo pero intento mantener fija la mirada, mas, cuando fijo la mirada en algo, ese algo se abre (como quien abre un inmenso portón, pero no es un portón) y en su interior (aunque no hay interior) aparece otro color y otra figura. Algunas figuras las puedo distinguir y otras pasan delante de mí como centellas (pero no son centellas), mi atenta mirada no retiene ni la forma ni el color de estas siluetas que pasan una tras otra como si se tornasen innumerables. Lo que al inicio de la velada era una casita y una cama de madera donde me había acostado, ahora no es mas que un inmenso mecanismo y un lugar sin cobijo,... el eterno firmamento.

17.- Siento distintas sensaciones en mi cuerpo, no paran. A pesar de que, según yo, me encuentro dentro de mi bolsa, tengo frío, un escalofrío al verme en la oscuridad de la intemperie; vuelvo a cerrar los ojos y ya no me encuentro sólo es ese espacio, ahora me encuentro debajo de la tierra viendo a alguien que también me ve: su cabeza se parece a la de una cebolla, tiene forma de cebollón; tiene el pelo o algo parecido al pelo corto y amarrado hacia arriba, como si fuera un manojo de hebras; sus ojos me parecen inexpresivos y su cuerpo no se parece al mío (o al cuerpo que creo es mío), pues voy cayendo en la cuenta de que es de lodo (o creo que es de lodo) porque el color de su cuerpo es como el color del lodo, de barro, como el color de la tierra que está bajo sus pies y casi se confunde de no ser por su figura semihumana y sus ojos. Nos quedamos viéndonos mutuamente durante unos instantes (si es que se puede hablar de instantes en estos cambios bruscos de mi no-percepción, de mi "sueño"). Creo que cuando me estaba mirando su mirada era de sorpresa, como de algo inaudito que estaba viendo. Después de dejar de mirarme se fue con algo parecido a un azadón sobre su hombro; al fondo del hueco que deja ver esta figura extraña (¿ella era extraña o yo era el extraño en ese ámbito?), cuando comenzó a caminar, vi, a través de una neblina espesa, algo similar a unas chozas construidas con tierra y carrizo de donde salía humo, éste más denso que la neblina. Cuando comencé a caminar (¿?) hacia allá advertí que avanzaba sólo mi cara, como si mi cara "caminara" sola y a su vez se mirara así misma (sin ningún cuerpo que la sostuviese). Ahora estoy en medio de la aldea, y al verme esas criaturas extrañas (aunque ya no sé qué es extraño) se acercan, ... Me ven, me contemplan (iba a decir de arriba abajo, pero recuerdo que sólo es mi cara la que se encuentra debajo de la tierra), pero no son muy expresivos, más bien tienen una actitud de despreocupación, aunque en el brillo de sus ojos advierto curiosidad y cierto embeleso por mi presencia...

Jorge

 

Carta a Oscar del Barco

Querido Oscar:

1.- Hoy haré una nueva ingestión. Estoy haciendo algunos preparativos, como limpiar el cuartito donde vivo desde hace varios días; desde ayer encargué algunos pares y ya los tengo a buen resguardo. Hoy no comeré nada, sólo agua; me iré al montículo donde he ido durante todos estos días a admirar la sierra, me llevaré algún libro para pensarlo. El día pasa lento, con mucha neblina y frío. Por fin llega la noche.

2.- Aquí oscurece temprano. Ya me he puesto la ropa blanca para iniciar lo que ha de ser. Espero que haya más silencio, pues aún se oyen algunas voces afuera y el ladrido de varios perros. A momentos el silencio se acrecienta y escucho mi respiración y mi pulso. Los perros juegan afuera, prendo una vela y apago la luz. La figura, mi sombra y las de las pequeñas cosas que hay, se agrandan como si fuesen gigantes.

3.- Tan pronto los fui moliendo uno a uno lentamente me tiré sobre la bolsa que está sobre unas tablas, que están sostenidas por cuatro horquetas, que forman mi "cama". Allí, es ese lugarcito, mirando hacia el levante, me mantuve expectante hasta que poco a poco vi/oí algo que jamás olvidaré. Lo que oí-vi no se lo puedo narrar, no encuentro palabras, no las hay, para describir detalle por detalle lo que en ese tiempo ocurrió. Sólo le diré que vi cómo eligieron a este ser para manifestarse en él hasta que finalmente se convirtió en lo que ahora somos. En los orígenes, antes de que nos convirtiéramos en hombres las "cositas" nos, digamos, "sedujeron" y así se inició la relación de ambos seres (las "flores" y nosotros, los "hombres"); creo que lo me tratan de decir es que esos seres, las "cositas", despertaron o desvelaron a aquel ser un nuevo sentido del mundo, el primer sentido del mundo. Sí, no puedo dar crédito a lo que veo / oigo, pues nunca esperé un relato tan, digamos "descabellado", pero que, sin embargo, es tan cierto que no me queda mas que pensar que la memoria de aquellos primeros días se perdió para siempre. Esta es la historia no-humana del mundo. No sé cuánto duró el arrebato, pero desplegaron, paso a paso, lo que ocurrió en el albor de este mundo; lo que me sorprende es cómo estoy comprendiendo, digámoslo así, el habla de las "cositas". Entiendo con toda claridad lo que dicen, estoy asombrado. Pareciera que un diminuto ser me estuviera hablando a la orilla de la vista / oído. Lo que ya no sé es si hay un sólo informador o varios o todos (he de decir que oigo / veo centenares, miles de "cositas" mostrándome este mundo intemporal), pues "hablan" y oigo, veo y siento Todo lo que me dicen. Es una narración suprahistórica. En este relato la historia del hombre (racional) no tiene sentido, no existe. Hay otra, hay un acontecimiento inaudito...

Jorge

 

Carta a Oscar del Barco

Querido Oscar:

1.- Aún no he probado las hojas ska (según me han dicho, parecen prometer un buen rapto), tal vez las pruebe uno de estos días. He tenido varias apariciones como si estuviera arrebatado por las "cositas", pero hoy no las he tocado, no he ingerido uno solo: primero veo mi cara en el cuerpo de un saltamontes gigante de color verde, es muy grande y está parado sobre una rama de un árbol (o eso creo, que es una rama) sin hojas que sale de la falda de un cerro. El saltamontes-Jorge está mirando hacia -y a mi cara en ese extraño cuerpo le veía como si se interrogara (porque además de ver mi cara en ese saltamontes también la veía, como si tuviera una cara en el saltamontes y otra que ve el saltamontes-cara de Jorge)- el bosque, de un lado a otro y hacia abajo, como si viera la espesa neblina, ... De pronto desapareció el saltamontes y mi cara-saltamontes...

2.- Después veo a lo lejos y a lo alto, y, en uno como peñasco, negro, con un agujero, como si fuera un ojo, está el hijo del espíritu santo, Jesús (o creo que es Jesús); viste una como túnica blanca; en medio de la casi absoluta oscuridad, se ve una escasa luz de un pequeño quinqué (o algo parecido a un quinqué o un farol). Entre que veo la luz del quinqué para ver mejor al hombre de la túnica, cosa de un abrir y cerrar de ojos, ya no está, se ha ido y ya no logré hacerle una pregunta que quería hacerle, fue demasiado tarde...

3.- Veo un pez que nada sin prisa y se mete en unos arbustos -es plateado con una línea negra en el lomo-, lo veo, pero lo veo nadar en la tierra y no en el agua, pero el pez nada como si nadara en el agua. No hay agua pero nada...

Jorge

 

Carta a Oscar del Barco

Querido Oscar:

1.- Un día antes visité a la hija de María Sabina, doña Apolonia, para pedirle que me recibiera. A través de su hija me pidió que llevara algunas cosa y que me esperaría mañana a las ocho de la noche (o sea hoy).

2.- Ya son pasaditas las ocho de la noche en el momento que llegue a casa de doña Apolonia (quien ya es una mujer de edad avanzada). Su hija me hace entrar a un cuartito donde está ella con una familia completa (padres e hijos) haciendo una ceremonia, ella me ve pero continua con lo que hace. Ella, al igual que doña María Sabina, no habla español, sólo mazateco. Una de sus hijas es bilingüe y con ella me anuncio. Le digo que tengo lo que me encargó: velas, copal, veladoras, aguardiente, etcétera. No sé que le está diciendo a la familia que está alrededor suyo, pero algo les está diciendo o preguntando. El cuarto es pequeño y en él hay dos catres. No pasa demasiado tiempo y parece que la ceremonia, la limpia y las oraciones (o al menos a mí me parecen oraciones en mazateco) que le hizo a la pequeña familia ha concluido; doña Apolonia espera que la familia se acueste en uno de los catres mientras observa...

3.- Acto seguido hace los preparativos para otra ceremonia. Me habla en mazateco y apenas adivino lo que dice. Primero me hace una limpia y después me ofrece los "niñitos", los Ndí-Sxi-Tho. Me señala el catre para que me acueste. Apaga una a una las velas y las veladoras que iluminaban el cuarto de su casita. El pequeño cuarto se inunda de una oscuridad total. Cierro los ojos y para mi sorpresa oigo que canta, sí, Canta (no sé porque me imagino inmediatamente el rostro de su mamá y sus cánticos), su canto es un bálsamo y poco a poco, cada vez, eleva más el tono del canto. Juega con él. Pasa un rato y comienzo a desprenderme del catre, del cuarto, de la oscuridad, ya no estoy más acá, me he ido de aquí, de este lugar, de este mundo, estoy extraviado, me ha arrebatado una espiral hacia el inmenso espacio extático (no tengo palabras, no hay palabras para contar esto) ...

Jorge

 

Carta a Jorge Olmos

Querido Jorge:

recibí el sobre con tu carta, tu trabajo y la traducción. Tus "experiencias" en Huautla son importantísimas y me interesan mucho. Yo finalmente di con el filón del L. S. D. y ya tengo conmigo 12 dosis. Había llegado a un punto muerto con la marihuana, que es dulce y hermosa, pero que me llevaba a un límite, ¡y ahora quiero ir más allá del límite! Con tres amigos empezaremos a preparar la ceremonia posiblemente para septiembre, cuando se hayan ido los fríos y el viento de este mes "cruel". De más está decirte que mis expectativas son grandes, no porque crea que la droga me va a dar algo, sino porque me va a abrir de arriba a abajo, y si hay algo que tiene que aparecer, aparecerá; yo estoy allí dispuesto a dejar de ser yo, como es un sacrificio querido. Sacrificio en el sentido de una aceptación mortal que uno vive como redención; sólo la exagerada magnitud del espíritu llevado más allá del mundo puede hacer que haya sobrevivencia (en esto dicen la verdad los tarahumaras: sin que nadie lo sepa son las manifestaciones trascendentes del espíritu las que sostienen a los hombres, en caso contrario sólo habría materia inerte, reificada).

Tu relación amistosa con los hongos la situó en esta dimensión, y creo que su valor, más allá de vos y de quien sea, es incalculable, y por ello todos debemos estar agradecidos. ¿Qué importancia pueden tener las "teorías" repetidas como losas, la erudición hueca, frente a actos sublimes de total abandono? ¿No es esto lo sagrado? Hoy lo sagrado ha abandonado los templos, las aulas, incluso en gran medida el arte, para vivir en la humildad del anonimato. Sí, pero lo real e infinitamente anónimo es el Espíritu, lo que llamamos espíritu.

Oscar


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