Sincronía

Winter 2010


UNA COMPARACION DEL USO DEL PRETERITO Y EL ANTEPRESENTE EN LOS RELAMPAGOS DE AGOSTO DE JORGE IBARGÜENGOITIA Y EL DISPUTADO VOTO DEL SEÑOR CAYO. UN ESTUDIO DE VARIACION LINGÜÍSTICA.

Luis Enrique Ortiz Gutiérrez.

Departamento de Filosofía

Universidad de Guadalajara


 

Resumen.

En el presente trabajo, se intentará realizar un estudio comparativo del uso de los tiempos verbales, pretérito y antepresente (según la nomenclatura de Andrés Bello), en dos textos literarios pertenecientes a dos variantes dialectales del español. La intención de este análisis es poner de relieve las identidades y diferencias en el uso de los tiempos verbales, de acuerdo a la variación dialectal que se manifiesta en los textos. Para ello, se ha elegido un capítulo de dos novelas: Los relámpagos de agosto del escritor mexicano Jorge Ibargüengoitia y El disputado voto del señor Cayo del literato español Miguel Delibes. La intención del estudio es adentrarse en el fenómeno de sobra conocido de las divergencias en el empleo del pretérito y el antepresente en el español de México y España, como un caso particular de variación diasistémica. Se mostrará que la alternancia de la forma simple y la compuesta está determinada no únicamente por la dimensión diatópica.

Palabras clave: Variación diasistémica, dimensiones de la variación, tiempos verbales, perfectividad, duración.

 

 

1. Variación lingüística y descripción gramatical.

El presente trabajo tiene la intención de analizar un caso particular de variación diatópica, a partir del empleo del pretérito (pretérito perfecto simple) y el antepresente (pretérito perfecto compuesto) en dos obras literarias de dos escritores de habla española: Jorge Ibargüengoitia –mexicano- y Miguel Delibes –español-, para destacar las diferencias semánticas en estos tiempos verbales, ubicándolas en el plano diasistémico. Los textos elegidos para el análisis son Los relámpagos de agosto de Ibargüengoitia y El disputado voto del señor Cayo de Delibes.

Este estudio se inscribe en el marco de la lingüística funcional, cuyo objetivo central es el estudio de la lengua desde la interrelación entre gramática, semántica y pragmática. Desde esta perspectiva, la lengua representa un sistema de recursos gramaticales que permiten satisfacer una gama de demandas comunicativas (Raible, 2004: 16-17). Dentro de las lenguas, las estructuras gramaticales presentan grados de variabilidad y dinamismo, que les permiten desempeñar múltiples funciones semánticas y pragmáticas. Esta diversidad interna a los sistemas, si presenta regularidad, se estratifica en variantes dialectales de la lengua. Hablar de diversificación de la lengua es, por tanto, hablar de variación diasistémica (Iturrioz 2003: 247).

No obstante, la variación diasistémica, pese a ser identificada por los hablantes de una lengua al entrar en contacto con hablantes de otros contextos lingüísticos (geográficos, sociales, etc.), ha sido históricamente reducida o ignorada en los estudios de la lengua. Sea por prejuicios de corte normativo – diríase prejuicios ideológicos- en el caso de las gramáticas tradicionales, sea por el ideal de simplicidad y abstracción en la descripción gramatical propio del estructuralismo y las corrientes formalistas (Iturrioz y Skopeteas, 2000: 16-17), la variación no encaja dentro de los modelos reduccionistas de estos enfoques.

En la lingüística funcional, la variación lingüística ha dejado de ser un epifenómeno en el análisis gramatical y ha adquirido un valor epistemológico ineludible, al punto de obligar a redefinir nociones centrales como "lengua", "dialecto", etc. La concepción rígida y homogeneizante del sistema, heredera de la oposición saussureana entre langue y parole, ha cedido su lugar a una concepción dinámica y heterogénea. Visto desde este plano, la descripción gramatical no puede abstraer los rasgos pragmáticos y semánticos particulares que adquieren las estructuras gramaticales en las variantes de la lengua, a no ser que se privilegien ciertas variantes consideradas como el prototipo de la lengua (Iturrioz 2003: 249), considerando al resto de las variantes como "usos periféricos" o degradaciones de la estructura ideal.

Estas consideraciones no reducen, en modo alguno, la cientificidad de la lingüística. En la medida en que un amplio número de fenómenos son explicables a partir de un conjunto de principios funcionales, se satisface el ideal heurístico de la ciencia. Así como en biología, a decir de T. Dobzhanski, "nada tiene sentido si no es a la luz de la evolución" –que conlleva transformación y diversificación-, se puede decir, de forma análoga, que nada tiene sentido, en la lingüística actual, si no es a la luz de la variación lingüística.

Tal es el punto de partida del presente estudio. La explicación de los tiempos verbales, siguiendo lo anterior, debe partir del contraste de diferentes variantes a fin de identificar los rasgos semánticos particulares y su aplicación en múltiples contextos pragmáticos; y lo que se intentará aquí es mostrar las divergencias semánticas en el pretérito y el antepresente, localizada en dos variantes dialectales –español de México y el de España-. Pero es importante partir de las explicaciones teóricas sobre los tiempos verbales, desde los enfoques tradicionales hasta los estudios lingüísticos más recientes.

2. El tiempo verbal: ontología y descripción lingüística.

Es común encontrar, en manuales de gramática –de tendencia normativista, en su mayoría-, definiciones del tiempo verbal como "el accidente gramatical que indica el momento en que se efectúa la acción". En la Nueva Gramática de la Lengua Española aparece una definición en términos similares:

El TIEMPO verbal es la categoría gramatical que permite localizar los sucesos en relación con el momento en que se habla (Bosque, 2010: 427).

Tales caracterizaciones del tiempo verbal no son privativas de los manuales de gramática de la lengua española. Así, puede encontrarse en Hockett (1958/1971: 240) que "los tiempos indican, típicamente, diferentes localizaciones de un acontecimiento en el tiempo: como pan, comí pan".

Este tipo de definiciones podrían designarse como "teorías realistas-ingenuas": el tiempo verbal es descrito como una simple representación de eventos y sucesos reales. El supuesto del que se parte es considerar que el sistema gramatical y semántico de la lengua posee un carácter representacional del mundo externo (tal como en epistemología, el realismo ingenuo asume que los conceptos se relacionan, de forma transparente, con los objetos).

A esta clase de definiciones se pueden señalar las siguientes objeciones:

1) Se confunden los planos ontológico y lingüístico. Partiendo, en principio, de la arbitrariedad del signo lingüístico, no hay motivación entre el tiempo verbal y el tiempo "real". Los tiempos verbales no representan de manera directa el tiempo físico; más bien, poseen un conjunto de rasgos semánticos que se organizan por relaciones de oposición, determinadas internamente por el sistema gramatical de la lengua. En razón de lo anterior, los verbos posibilitan la descripción lingüística de eventos, a partir de un eje de coordenadas establecido por el sistema de oposición; en este sentido, el tiempo verbal tiene un carácter deíctico (Lyons, 1995/1997: 338). Entonces, las diferencias semánticas entre los tiempos verbales no obedecen a una "segmentación" del tiempo ontológico que se reflejaría en el lenguaje, sino que dependen de la gramaticalización de la referencia temporal deíctica (Lyons, 1995/1997: 338); y gracias al sistema de oposiciones, se puede establecer discursivamente la localización temporal de situaciones y eventos. En pocas palabras, los tiempos verbales son recursos gramaticales cuya función radica en la ubicación temporal de acontecimientos en el plano del discurso (aunque no se reducen a esta función, como se verá líneas abajo); ubicación que depende de la pragmática comunicativa, en tanto que los intervalos de tiempo referidos verbalmente dependen del contexto comunicativo.

2) Los tiempos verbales contribuyen de diversas formas en la pragmática del texto. En ciertos géneros textuales, se presentan como técnicas que forman parte de la progresión temática del texto, sin tener relación con la temporalidad física u ontológica. Ejemplos tales como: ‘tal como se señaló previamente…’, ‘Lo que veremos a continuación…’, etc., no señalan la ubicación temporal de eventos; en estos casos, se presentan como marcas de cohesión textual con valor anafórico o catafórico, propias de cierto tipo de textos (expositivos, descriptivos o argumentativos). Las distinciones de referencia temporal deíctica marcan fases del transcurso interno del texto. Reducir la explicación de la temporalidad verbal a la descripción lingüística de acontecimientos, a la luz de lo anterior, es resultado de un privilegio excesivo a los textos narrativos.

3) Los tiempos verbales adquieren valores modales (epistémicos, deónticos, etc.) y relativos a los modos de acción (telicidad, incoactividad, progresión, etc.), además de ciertas funciones pragmáticas, como en la cortesía verbal. En el caso del futuro, como muestra Vega Llamas (2004: 268), se establecen interrelaciones entre las modalidades epistémicas (indicativa, subjuntiva e imperativa), que permiten que este tiempo desempeñe roles textuales distintos a la temporalidad. De igual manera, Iturrioz (2009) establece que modos y tiempos verbales se emplean como operaciones lingüísticas que permiten explicitar o matizar diferentes fuerzas ilocucionarias (órdenes, peticiones, sugerencias, etc.). Como destaca el autor, la modalidad y la perlocutividad representan dos escalas que se entrelazan en la determinación de clases de actos de habla, y tanto modos como tiempos verbales representan técnicas gramaticales particulares que se emplean para lograr tales determinaciones.

En suma, los tiempos verbales no poseen una relación directa y simple con el tiempo ontológico, ni se reducen sus rasgos semánticos a un sistema de oposiciones relativo a un eje de coordenadas temporal; por el contrario, adquieren diversos tipos de roles pragmáticos textuales, así como valores semánticos de carácter modal o accional. Estas características no deben tomarse como "acepciones periféricas" -como ocurre en un sinnúmero de investigaciones, si es que llegan a ser consideradas-, sino que deben incluirse, de manera integral, en las definiciones de la temporalidad verbal.

Estos aspectos deben contemplarse desde la variación diasistémica. En este sentido, no hay relación biunívoca entre forma y significado: las categorías gramaticales no poseen un conjunto de rasgos semánticos fijo y estrictamente determinado, sino que presentan un cierto grado de flexibilidad y dinamismo, que se identifica con las variantes dialectales de la lengua. En la medida en que la lengua tiene un mayor número de hablantes, tiende a la diversificación y transformación –tal como los biólogos, desde Darwin, estiman que el crecimiento poblacional de las especies es factor de variación y desarrollo evolutivo-. En las distintas comunidades de hablantes, los usos de la lengua adquieren regularidad, al tiempo que se diferencian de otras variantes. Esto se aprecia claramente en los tiempos verbales –y otras categorías gramaticales- del español, y es el caso particular de la alternancia del pretérito y el antepresente. En las partes siguientes se mostrará este fenómeno de variación en dos textos literarios.

3. El pretérito y el antepresente. Algunas definiciones.

Para el estudio de los tiempos verbales en los textos en cuestión, es preciso partir de los resultados obtenidos en la investigación lingüística acerca del pretérito y el antepresente. Desde luego, estas propuestas adolecen, en mayor o menor grado, de los puntos criticados en el apartado anterior. No obstante, presentan ciertos elementos que no deben desestimarse para el análisis aquí propuesto, aunque son tomados con reservas.

Alarcos Llorach explica la distinción entre ambos tiempos en los siguientes términos:

(…) parece que la diferencia de empleo de ambas formas, la simple y la compuesta, se basa en los siguientes motivos: 1º. El perfecto compuesto indica una acción que acaba de efectuarse, una acción próxima o una cuyos resultados o consecuencias se manifiestan en el presente; 2º. El perfecto compuesto indica un punto de vista subjetivo en la persona que habla o escribe, de carácter a veces puramente afectivo (Alarcos Llorach, 1970/1980: 18-19).

En cuanto al primer punto destacado por este autor, aparece recurrentemente en estudios de gramática: la oposición entre la forma simple y la compuesta radica en que la primera expresa acciones acaecidas en el pasado sin repercusiones en el presente (aspecto perfectivo), en tanto que la segunda indica acciones pasadas que tienen efectos en el momento actual. En cuanto al segundo punto, resulta dudosa la apelación a la "afectividad" como rasgo de oposición entre ambos tiempos verbales; en todo caso, no muestra argumentos que sustenten esta interpretación, apoyándose más bien en otros autores (Lenz, Gili Gaya, Keniston, etc.).

Dejando de lado las lecturas psicologistas de Alarcos Llorach, el primer sentido destacado por este autor merece estudiarse en profundidad. Para ello, pueden tomarse como referencia algunos conceptos propuestos para establecer los rasgos semánticos de los tiempos verbales:

3.1. Orientación.

En primera instancia, el concepto de orientación resulta de capital importancia para comprender las diferencias en los tiempos verbales. Núria Alturo (1999: 144) señala que la orientación "indica la relación de orden de una situación respecto de otra". De esta manera, la orientación permite ubicar lingüísticamente las situaciones en distintos momentos o ámbitos temporales. La distribución básica de la temporalidad se puede representar como anterior (la situación aludida ocurre en el pasado), como simultánea (la situación aludida ocurre en el momento de la enunciación) y como posterior (se alude a la situación que aún no ocurre).

No obstante, la ubicación, tanto espacial como temporal, requiere por fuerza de un punto de referencia a partir del cual se pueda establecer el orden o la distribución de situaciones: para que un evento o situación se defina como anterior o posterior, debe establecerse una relación de dicho evento con un marco que sirva como referencia temporal. Para G. Rojo y A. Veiga (1999: 2873), dicho marco referencial –que denominan punto cero lingüístico- no es estático sino móvil, y en múltiples ocasiones coincide con el momento de la enunciación.

Estos autores formulan un modelo formal para el análisis de los tiempos verbales a partir de la descripción de la anterioridad, la simultaneidad y la posterioridad en relación al punto cero (Rojo y Veiga, 1999: 2876-77). Para ello, proponen la siguiente nomenclatura: O designa origen, -V indica vector previo al origen o anterioridad y +V indica vector posterior al origen o posterioridad. Una relación de anterioridad se puede simbolizar como O-V, donde se indica precisamente que el evento o situación referida ocurre antes del origen o punto cero.

Sin embargo, como se indicó previamente, el punto cero posee gran movilidad y no necesariamente coincide con el momento de la enunciación: un acontecimiento referido puede, a su vez, en colocarse como punto de referencia de otro acontecimiento. Esto se muestra en la siguiente oración, tomada de Rojo y Veiga:

(1) Me comunicaron que habían salido de París el día anterior.

Así, mientras comunicaron indica una relación O-V, habían salido sitúa el evento como anterior a otro evento anterior en relación con el origen, o sea (O-V)-V.

Estos rasgos semánticos se marcan gramaticalmente mediante los afijos verbales o mediante el empleo de las formas auxiliares (que respectivamente se flexionan y amplían la referencia a relaciones temporales). En el caso de las tiempos verbales simples del modo indicativo, éstos coinciden con las relaciones temporales básicas (Rojo y Veiga: 1999; Cartagena: 1999): pretérito con anterioridad (O-V), presente con simultaneidad (OoV) y el futuro con posterioridad (O+V); en tanto que las formas compuestas marcan relaciones que toman otros eventos previos o posteriores al origen, como punto de referencia.

En el caso del pretérito (amé), se considera que los eventos aludidos ocurren en relación con el origen que se considera propiamente como el momento de la enunciación. De ahí que se trate de una relación monovectorial (Rojo y Veiga, 1999: 2900), esto es, que se trata de una orientación simple que tiene relación directa hacia el punto de origen:

(2) El niño desayunó cereal.

El evento indicado por el verbo en (2) nos indica, pues, que se ha realizado anteriormente al punto de referencia: el origo. Esta marca temporal está determinada por las propiedades gramaticales de los morfemas y no requieren de expresiones adverbiales para indicar la relación temporal; en todo caso, dichas expresiones adverbiales funcionarían como indicadores de información adjunta o especificativa (Hoy, el niño desayunó cereal).

En el caso del antepresente (he amado), ésta se trata de una forma compuesta que "le corresponde como realización básica de su contenido temporal la de anterioridad a una referencia simultánea al origen" (Rojo y Viega, 1999: 2902). En términos de Cartagena (1999: 2938-39) se trata de un ámbito temporal secundario, que marcaría una relación de proximidad del evento anterior con el punto de referencia, siendo simultáneo al origen. Así pues, la formalización sería la siguiente: (OoV)-V. Como muestra, tenemos el ejemplo siguiente:

(2a) El niño ha desayunado cereal.

En (2a) se indica un evento anterior que tiene cierta proximidad con un acontecimiento simultáneo al origen. De acuerdo a los autores, coincidiendo con Alarcos Llorach, la forma compuesta tendría más proximidad al momento desde el que se enuncia que la forma simple, puesto que los efectos de la acción todavía tienen consecuencias en el momento de la enunciación. Esto quedará establecido con mayor claridad en el siguiente apartado.

3.2. Perfectividad y duración.

El aspecto es otro factor de la temporalidad verbal que especifica propiedades semánticas particulares. Existen dos definiciones en debate acerca del aspecto gramatical: la subjetiva y la objetiva. Muestra de la primera se halla en Alturo (1999: 144) quien señala que "el aspecto codifica la visión que el hablante tiene de la situación que describe como un hecho o bien acabado o global (perfectivo), o bien inacabado o del que se contempla su estructura interna (imperfectivo)". En cuanto a la definición objetiva, Lyons (1995/1997: 346) la establece en los siguientes términos: "el aspecto es la categoría que resulta a partir de la gramaticalización de la configuración temporal interna (o contorno) de las situaciones (acciones, sucesos, estados, etc.)". No es objetivo del presente estudio entrar en la polémica, aunque para fines prácticos se adopta la propuesta de Lyons.

La perfectividad del pretérito estriba en que la acción que se indica como anterior al origen ha llegado a término, es decir, que se describe el efecto o el fin del proceso –como es el caso de (2)-.

Con el antepresente, el grado de perfectividad está influido por el uso de adverbios, sintagmas adverbiales u otra clase de construcciones:

(3) Esta mañana los asambleístas han llegado a un acuerdo.

(4) Este verano ha hecho mucho calor.

Así, mientras (3) manifiesta una acción perfectiva, (4) puede ser interpretada en el sentido de que refiere un proceso que todavía no concluye.

Pero aún existen aspectos a tomar en cuenta para diferenciar estos tiempos. Mientras el pretérito designa una acción perfectiva ocurrida con anterioridad al momento de la enunciación, el antepresente designa una acción pasada que tiene efectos todavía para el presente (Cartagena, 1999: 2941-42). Esto es, que aún si la acción ha concluido previamente al punto cero, ésta todavía presenta remanentes que pueden existir, al momento de la enunciación, como se muestra en (3) o incluso cabe la posibilidad de que los efectos puedan ser posteriores (María ha sido muy precavida siempre). Así, la diferencia entre (2) y (2a), radica en que la primera señala un evento culminado en una relación (O-V), mientras que la segunda indica un evento que puede haber finalizado, pero cuya duración no está bien delimitada (El niño ha desayunado cereal diariamente).

El concepto de duración se refiere fundamentalmente a la distinción entre momentos (puntos temporales con límites fijados) e intervalos (espacios de tiempo con límites más o menos especificados) (Alturo, 1999: 156). El pretérito, de esta forma, presentaría una designación de momentos –la acción se refiere sólo a un momento- y el antepresente, en cambio, designaría intervalos –conjuntos de momentos-.

Esto significa que el grado de duración de la acción es otro factor importante que establece el sistema particular de oposiciones entre el pretérito y el antepresente. Esto puede resumirse en el siguiente esquema:

 

PRETERITO ANTEPRESENTE

O - V (O o V) - V

+ Perfectividad +/- Perfectividad

- Duración + Duración

La orientación, la perfectividad y la duración son tres características que tentativamente permiten comprender el funcionamiento de la temporalidad verbal. No obstante, no queda del todo claro la relevancia del aspecto gramatical para marcar la oposición entre ambos tiempos verbales. De igual manera, el concepto de duración genera múltiples dudas en cuanto su carácter explicativo de la temporalidad verbal. Sin embargo, se han adoptado para fines del presente estudio, dejando la valoración de su pertinencia teórica para futuros trabajos.

Por otro lado, estas propiedades descritas se han extraído, fundamentalmente, de los usos no marcados, tomados, a su vez, de ciertos géneros textuales -tentativamente, de textos narrativos-. En realidad, el empleo de las formas verbales puede estar condicionado por otros factores, que las harían aparecer en contextos sintácticos distintos o en empleos diferentes a los considerados en las gramáticas tradicionales.

Como se ha indicado previamente, la temporalidad verbal debe analizarse desde la variación diasistémica: el empleo de los tiempos verbales depende de factores diatópicos, diastráticos, diacrónicos, diafásicos y, probablemente, del continuo de oralidad/escrituralidad (como se verá en 3). En este sentido, los tiempos verbales pueden adquirir distintos rasgos semánticos, de acuerdo a las dimensiones de la variación.

En algunos estudios recientes comienza a tomarse en consideración la variación diasistémica. Así, en la Nueva Gramática, se destacan las diferencias semánticas en relación con variantes diatópicas: en la forma compuesta, la llamada Interpretación de Antepresente (referencia a hechos pasados con repercusiones en el presente) se registra en España, algunas zonas de Argentina y el Caribe; mientras que en Bolivia y otras regiones se advierte la Interpretación de Aoristo, en la cual el antepresente equivale al pretérito simple. En México, Venezuela y varios países centroamericanos se localiza el empleo del pretérito en sentido perfectivo y el antepresente en su carácter imperfectivo (Bosque, 2010: 438).

No obstante, estos esfuerzos aún se encuentran lejos de ser satisfactorios. En general, no se identifican los usos de España como variantes dialectales, lo que sugiere la presencia de un etnocentrismo no confesado. De igual manera, sigue prevaleciendo un tono normativista. Los prejuicios ideológicos de las gramáticas tradicionales siguen estando presentes, aunque disfrazados.

3. El pretérito y el antepresente en dos textos literarios.

El texto de Ibargüengoitia es un relato narrado en primera persona, donde el narrador describe experiencias vividas. En el capítulo 1 –que se ha tomado como objeto de análisis- se han encontrado 68 ocurrencias del tiempo pretérito y 9 del antepresente. Ambas aparecen en la narración en la voz del mismo narrador y no intervienen en los diálogos. Este aspecto se destaca por el contraste con la novela de Delibes, como se verá enseguida.

En efecto, en el texto de Delibes se presentan diferencias. Se trata también de un relato retrospectivo, pero escrito en tercera persona. En el primer capítulo se encontraron 149 ocurrencias del pretérito, contra 10 del antepresente. El pretérito aparece, tanto en voz del narrador como en voz de los protagonistas, esto es, en los diálogos; el antepresente, curiosamente, sólo aparece en los diálogos de los protagonistas del relato. Esto se analizará más adelante. En la siguiente tabla se muestra el número de ocurrencias de ambos tiempos verbales:

Frecuencia de aparición de los tiempos verbales en las dos novelas.

 

Los relámpagos

El disputado voto

Pretérito

68 (88.4%)

149 (93.7%)

Antepresente

9 (11.6%)

10 (6.3%)

Total

77

159

 

Sin embargo, los datos cuantitativos son insuficientes para comprender la alternancia de los tiempos. En primera instancia, es menester tener en cuenta qué tipo de eventos se describen mediante estas formas verbales.

Las siguientes citas son de Los relámpagos:

(5) Al día siguiente a las diez de la mañana, abordé el tren de Juárez con destino a la ciudad de México, y después de despojarme de mi fornitura en la que llevaba mi pistola de cacha de nácar y colgarla en un ganchito, ocupé un cómodo asiento en el carro pullman (p. 14).

(6) Volviendo al hilo de mi narración, diré, pues, que festejé el nombramiento, aunque no con los desórdenes que después se me atribuyeron (p. 14).

(7) "MURIÓ EL GENERAL GONZÁLEZ DE APOPLEJÍA" (p. 17).

Como puede observarse, los verbos en pretérito corresponden con las características establecidas en apartados anteriores: son acciones terminativas, con duración mínima, acontecidas con anterioridad al punto cero. Puesto en términos formales, la descripción sería: O-V, +P, -D.

En El disputado voto ocurre algo similar:

(8) Víctor concluyó de leer, arrugó la nariz y denegó con la cabeza (…) (p.16).

En (8) encontramos que también las relaciones temporales y aspectuales corresponden con la fórmula O-V, +P, -D. De tal manera, que en el uso de la forma simple no se encuentran importantes divergencias.

El antepresente es empleado en Los relámpagos de acuerdo a las características establecidas en el esquema del apartado anterior: (OoV) –V, +/-P, +D. Muestra de ello lo encontramos en las siguientes citas:

(9) …ni mi madre fue prostituta como lo han insinuado algunos…(p. 11).

(10) No vaya a pensarse que el mejoramiento de mi posición era el motivo de mi alegría (…), pues siempre me he distinguido por mi desinterés (pp. 12-13).

(11) Eso sí, la champaña ha sido siempre una de mis debilidades (p. 13).

Los eventos indicados por (9), (10) y (11) son anteriores a una referencia simultánea al origen. A su vez, indica una proximidad con el presente de la enunciación, en el sentido en que su duración es constante y por ende, los efectos de la acción todavía repercuten en él.

La situación es distinta con El disputado voto, en el que la forma compuesta muestra otros rasgos:

(11) -¿Está Dani arriba?

- Ha preguntado por ti. (p. 10)

(12) -¿Has cenado?

-Bueno, tomé unos pinchos abajo- dijo Víctor. (p. 13).

(13) -¿Conocéis el sondeo del Instituto Consulta?- preguntó.

-Lo he leído –dijo Félix Barco (…). (p. 18),

En el caso de (11) puede interpretarse que indica una relación (OoV)-V, pero su perfectividad y duración no quedan claras –puede darse el caso de que sea +P, +D si la acción se realizó reiteradas veces o su efecto sea prolongado, pero ello no lo aclara el contexto de la oración-. En (12) podría especularse si la pregunta alude a acciones no terminativas o más durativas –como pudiera ser ¿Has cenado esta semana?-, pero el contexto establece que se trata de un acontecimiento anterior al origen –momento de la enunciación-, con mayor perfectividad y menor duración. Por lo tanto, es equivalente a la fórmula del pretérito: O-V, +P, -D. En (13) parece tratarse del mismo caso de (11), en el sentido en que es susceptible de ser interpretado el tiempo verbal como (OoV)-V, +P, +D si se entiende que el acto de leer se ha realizado de forma constante; o bien podría interpretarse en un sentido similar a (12), esto es, que también equivale al empleo del pretérito. La segunda opción parece ser la más adecuada, según lo indica el propio contexto. En estos casos, los rasgos semánticos de ambas formas parecen neutralizarse.

Esta situación tiene que ver con la disputa originada a partir de los contrastes en el uso del antepresente en Europa y América Latina. Al respecto de este debate, Cartagena señala:

…todos los casos coincidentes en el uso peninsular, americano y canario del antepresente corresponden exactamente al valor de pasado dentro del ámbito de actualidad del hablante, en tanto que la oposición con el pretérito indica siempre la consideración del proceso pasado fuera de dicho ámbito. La diferencia entre dichas variedades radica esencialmente en que la anterioridad inmediata se expresa en la norma peninsular mediante el antepresente y en la americana y canaria con el pretérito… (Cartagena, 1999: 2950).

De ahí, pues, que el empleo del antepresente esté condicionado por diferencias dialectales. Sin embargo, la alternancia del pretérito y el antepresente también puede estar determinado por otros factores: como reconoce el mismo Cartagena (1999: 2951), dicha alternancia puede que "no atienda ya a diferencias de temporalidad, sino de otro carácter, como las de la lengua escrita/hablada". Este parece ser el caso del texto de Delibes, puesto que la forma simple aparece minoritariamente en los diálogos de los participantes del relato (6 ocurrencias) y mayoritariamente en voz del narrador (10 ocurrencias); el antepresente, por el contrario, aparece exclusivamente en los diálogos. Podría plantearse la hipótesis de que la alternancia de ambos tiempos, en ciertos géneros textuales y en la variante española, esté relacionada con el continuo oralidad/escrituralidad (Koch y Oesterreicher, 2001). Esta hipótesis pudiera verse reforzada por la equiparación con el empleo del passé simple y el passé composé en francés, en el que el primero está reservado para determinados textos escritos y su uso prácticamente se ha extinto en la lengua hablada.

En el texto de Ibargüengoitia, la alternancia no puede plantearse en los mismos términos, puesto que las referencias a la voz de los protagonistas son escasas –solo un pequeño diálogo en la página 14- y, por ende, no es posible establecer si hay alguna relación con el continuo de oralidad/escrituralidad. Desde luego, esto abre un amplio campo de investigación para los estudios de variación lingüística. Pero es de destacarse que la alternancia de la forma simple y la compuesta no depende sólo de factores diatópicos, y como parece ser, estaría influida simultáneamente por la dimensión diafásica y, quizás, por el continuo de oralidad/escrituralidad.

4. Conclusiones.

A partir del análisis llevado a cabo, es posible formular las siguientes conclusiones.

1) En el texto Los Relámpagos de Agosto, el empleo del pretérito y el antepresente corresponden a las propiedades típicas asignadas en el primer apartado: el pretérito corresponde a la fórmula O-V, +P, -D y el antepresente a la fórmula (OoV)-V, +/-P, +D.

2) En El disputado voto del señor Cayo, el pretérito también aparece de acuerdo al uso no marcado, mientras que el antepresente en ocasiones funciona según el uso típico o puede ser utilizado como equivalente de la forma simple.

3) En este texto, el empleo de pretérito aparece como la forma no marcada en la narración y el antepresente como la forma no marcada de los diálogos. Esto parece estar vinculado con el continuo de oralidad/escrituralidad (aunque de momento sólo se puede plantear hipotéticamente).

4) El empleo de estos tiempos verbales, en ambos textos, muestra que se encuentran condicionados por los usos no marcados de sus respectivos dialectos: en el texto de Ibargüengoitia, el pretérito y el antepresente se utilizan de acuerdo a la norma mexicana; en tanto que en el texto de Delibes, los tiempos verbales se emplean de acuerdo a la respectiva norma hispana.

En términos generales, se encuentra que el uso de la temporalidad verbal se encuentra condicionado por la dimensión diatópica (diferencias según las regiones), por la dimensión diafásica (el empleo de una determinada forma responda a criterios estilísticos) y, quizás, por el continuo oralidad/escrituralidad.

No obstante, las conclusiones anteriores no son definitivas. Para poder serlo se requeriría de un análisis contrastivo de diferentes géneros textuales (narrativos, descriptivos, argumentativos, etc). Un análisis de este tipo proporcionaría datos más completos a partir de los cuales pudieran extraerse consecuencias teóricas que permitan explicar las diferencias diasistémicas en el pretérito y antepresente en textos literarios y otros géneros textuales. De igual manera, es necesario un análisis más preciso acerca de los rasgos semánticos y los roles pragmáticos de estos tiempos verbales, que tomen en cuenta las dimensiones de la variación.

Referencias bibliográficas.

1. Corpus.

Delibes, Miguel 1978: El disputado voto del señor Cayo, Barcelona: Ediciones Destino S.A.

Ibargüengoitia, Jorge 1964: Los relámpagos de agosto, Barcelona: Editorial Argos Vergara S.A.

2. Bibliografía teórica.

Alarcos Llorach, Emilio 1980 (1970): Estudios de gramática funcional del español, Madrid: Gredos.

Alturo, Núria 1999: "El papel de la anterioridad y de la perfectividad en la representación de estados y eventos" en Serrano, María José (ed.) 1999: Estudios de variación sintáctica, Madrid: Iberoamericana.

Bosque, Ignacio (ed.) 2010: Nueva Gramática de la Lengua Española, Madrid: Espasa Libros /Asociación de Academias de la Lengua Española /Real Academia de la Lengua Española.

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Sincronía

Winter 2010