Sincronía Invierno 2000


EL DISCURSO DE OCTAVIO PAZ ANTE EL EJÉRCITO ZAPATISTA DE LIBERACIÓN NACIONAL ¿UN SUJETO CULTURAL COLONIAL?

Luz Palomera Ugarte
Universidad de Guadalajara


Nuestro estudio aborda algunas prácticas discursivas de Octavio Paz contenidas en una serie de artículos que escribiera sobre el EZLN, a fin de demostrar cómo operan instancias ideológicas transhistóricas.

Hemos observado que estas instancias están convocadas por ciertas problemáticas de la formación discursiva en que se produjeron dichos artículos.

La posición de Paz ante el EZLN (1) no hace más que reproducir su posición ante la historia y el arte expresada tanto en su obra poética como ensayística.

Antes de entrar a nuestro análisis es importante recordar el carácter cíclico que Paz concede a la historia, ubicándola en el campo de la mera representación. Este aspecto, que contamina la serie de artículos que comentaremos, ya ha sido analizado de forma crítica y profunda por autores como Edmond Cros, Jorge Aguilar Mora y Amelia Royo (2).

Jorge Aguilar Mora en su libro "La divina pareja, historia y mito en Octavio Paz" afirma al respecto:

Paz nunca sale de la concepción cíclica del tiempo, porque el ciclo, el regreso de las identidades, es el fundamento del mito. [...] Paz confunde la historia con la percepción de la historia: toma el devenir de estos dos últimos siglos como un objeto percibido, representado y sólo representado por el mecanismo de la ruptura, del cambio (3).

Para Paz todo acontecimiento social, toda ruptura, como la revolución de 1910 o el movimiento del 68, no es sino un regreso a nuestras raíces, la revelación de nuestro otro yo, el reencuentro con la tradición. El presente histórico orienta al mexicano en su búsqueda de la unidad perdida perteneciente a un tiempo mítico. Esta forma de abordar el contexto social mucho tiene que ver con la búsqueda ontológica de la mexicanidad muy significativa a partir de los años veinte.

La tradición para Paz (es decir la continuidad histórica), radica en la herencia española, en el pasado indígena y en el catolicismo, tal como lo afirma Edmond Cros. Este argumento, de acuerdo con Amelia Royo, lo utiliza Paz para enaltecer el hecho histórico como superador de las instancias de colonia, independencia y reforma, despojamientos progresivos de la esencia americana que indujo la inevitable soledad del mexicano.

La noción de la historia como representación simbólica, como el eterno retorno, piedra angular del historicismo paciano, equivale a negarle causas materiales a todo movimiento social. Como la poesía, la historia es una abstracción de la realidad y como tal niega toda contradicción.

La concepción cíclica del tiempo la manifiesta Paz explícitamente en sus artículos sobre el EZLN. Si la revolución de 1910 fue una búsqueda de nosotros mismos, un regreso a la madre y el movimiento del 68 es la revelación de un pasado que creíamos enterrado, la aparición del otro México, el invisible, el verdadero, el movimiento Zapatista de acuerdo con Paz no es sino un regreso al pasado, un error histórico que forma parte de una serie de repeticiones cíclicas sumándose así a esta serie de acontecimientos a-históricos que son desarraigados de su contemporaneidad. Baste con citar sólo estos fragmentos a fin de ilustrar este aspecto:

Cualesquiera que sean las causas que lo han originado, (y ya dije que algunas son legítimas) su significado es claro: es un regreso al pasado.

En la historia de las obsesiones colectivas (los antiguos las llamaban, manías y furores) las recaídas, como su nombre lo indica, son cíclicas. A la manera del ir y venir de un péndulo, algo nos lleva a repetir una y otra vez las mismas faltas. [...]Sus fantasmas juveniles (el de los zapatistas) regresan, encarnan en los "comandantes" y los llevan a repetir los viejos dislates y las culpables complicidades (4).

La vigencia histórica del movimiento queda nulificada, los zapatistas no son modernos y menos postmodernos ya que sus aspiraciones democráticas forman parte de una vieja tradición que según da a entender Paz, ya ha sido superada:

Sus demandas, muchas de ellas justificadas, se dirigen a enmendar abusos e injusticias tradicionales en contra de las comunidades indígenas y pedir la restauración de una democracia auténtica. Esto último es una aspiración tan vieja como la revolución de 1910 (5).

Una vez precisada la noción cíclica de la historia en Paz, abrimos una pregunta fundamental para el desarrollo de nuestro estudio ¿Cómo representa o cómo no representa Paz al EZLN?

El discurso de Paz ante el EZLN se sustenta en la negación del otro al describirlo bajo sus propios modelos discursivos, valiéndose de diferentes procedimientos retóricos. Desde un principio salta a la vista el propósito de suprimirlo al referirse al nombre mismo del movimiento, el EZLN como "siglas impronunciables" que "parecen un trabalenguas".

La serie de adjetivos con los que describe a los zapatistas marcan su diferencia y por lo tanto su exclusión: "Locuaces, singulares, peculiares, excéntricos, contradictorios, conspiradores".

Como una forma de abolición Paz arranca a los zapatistas de la realidad al situarlos en el mundo del espectáculo, de la ficción, convirtiéndolos en actores de teatro, cine o novela y particularmente, de acuerdo a los tiempos, en actores de televisión. Es imposible, asegura por ejemplo, "negociar con encapuchados como si leyéramos una novela gótica".

Si el movimiento zapatista ha perdido vigencia como lo vimos más arriba -no son modernos y menos postmodernos a causa de sus obsoletas pretensiones democráticas- Paz justifica irónicamente su "ultramodernidad" gracias a su destreza en el manejo del arte de la publicidad que los aleja de toda aspiración política. Gracias a los medios masivos de comunicación, en este caso la televisión como lo veremos en el fragmento que citaremos, seducen con sus espectaculares representaciones que los convierten, o mejor dicho Paz mismo los convierte, en mera realidad virtual:

Los insurgentes de Chiapas son decididamente ultramodernos en un sentido muy preciso: por su estilo. Se trata de una definición estética más que política. Desde su primera aparición pública el primero de enero, revelaron un notable dominio de un arte que los medios de comunicación modernos han llevado a una peligrosa perfección: la publicidad. Después durante las pláticas y negociaciones en la Catedral de San Cristóbal, cada una de sus representaciones ha tenido la solemnidad de un ritual y la seducción de un espectáculo. Desde el atuendo –los pasamontañas negros y azules, los paliacates de colores- hasta la maestría en el uso de símbolos como la bandera nacional y las imágenes religiosas. Inmovilidad de personajes encapuchados que la televisión simultáneamente acerca y aleja en la pantalla, próximos y remotos: cuadros vivos de la historia, alucinante museo de figuras de cera. [...] El encanto de estas imágenes se intensifica porque nos recuerda el romanticismo de esas escenas de las novelas y del cine en las que aparecen, enmascarados, unos conspiradores reunidos en una catacumba alrededor de un altar (en este caso la bóveda de una catedral)" (6).

Paz retoma los lineamientos de la retórica iluminista cuya figura matriz es la antítesis civilización/barbarie, para descalificar a los zapatistas que representan a la barbarie y por lo tanto la desintegración y el caos:

Su fuerte no es el razonamiento sino la emoción y la unción ya que ignoran la más alta virtud según el clásico: la prudencia. La razón, madre de la tolerancia, es la única que puede conjurar a los fantasmas sangrientos (7).

Estigmatizados esos encapuchados, alzados, insurrectos, obcecados, han introducido el espectro de la ingobernabilidad:

La irrupción de las pasiones sin freno. Todo nos anuncia del levantamiento de Chiapas al crimen de Tijuana (refiriéndose al asesinato del candidato presidencial del PRI Luis Donaldo Colosio) que ha aparecido entre nosotros el elemento demoníaco de la política.

Ni por su poderío militar ni por su ideología el movimiento de Chiapas puede triunfar. En cambio sí puede ensangrentar a esa región, arruinar la economía del país, dividir a las conciencias, dar un golpe mortal a nuestro débil e incipiente proceso democrático (8).

El movimiento zapatista pone en peligro la integración nacional ya que atentan contra la tradición es decir contra el idioma español, el catolicismo, la democracia:

En materia política y cultural el pluralismo es sano pero también lo es la integridad y unidad de la nación. En nuestra tradición especialmente en la novohispana están los gérmenes de una solución que preserve nuestra diversidad cultural sin lesionar la unidad de México (9).

Desde el siglo XVI, por obra de la Conquista y la Evangelización, ambas anatema para los "progresistas", somos parte del mundo (10).

Si a los zapatistas se los estigmatiza a la modernidad se le idealiza. Modernidad es sinónimo de universalidad, democracia, modelo de moral, catolicismo, cultura occidental. A pesar de que históricamente la modernidad y la religión se contraponen, para Paz no hay contradicción, aun más van de la mano porque ambas son universales. Los zapatistas quedan fuera de la nación y del mundo ya que al querer conservar su "peculiaridad" le dan la espalda a la modernidad.

Paz se plantea una pregunta que consideramos esencial al contexto de nuestras reflexiones ¿cómo la cultura de los indios chiapanecos puede traducirse a la modernidad? ¿y cómo esa cultura puede insertarse en la moderna cultura mexicana?, valga la pena transcribir la respuesta que Paz da a este cuestionamiento, ya que ella sintetiza lo arriba expuesto en cuanto a la forma de expresar la no representabilidad del otro. En aras de la hispanidad como elemento integrador, Paz borra toda "singularidad", toda "peculiaridad", es decir a la cultura india:

El problema es inmenso; no pretendo, no digamos ya resolverlo sino siquiera plantearlo en todos sus términos. Baste con recordar que en el siglo XVI, la respuesta de los misioneros fue insertar la singularidad india en la matriz del catolicismo romano y que, en los siglos XIX y XX, los liberales de 1857 y los revolucionarios de 1917, adoptaron de nuevo, frente a la peculiaridad india, otro universalismo: la república laica y democrática. El mestizaje cultural ha sido la respuesta de México a la singularidad india, lo mismo en el XVI que en la época moderna. El elemento indígena está en todos los dominios de la cultura y la vida mexicana, de la religión a la poesía, de la familia a la pintura, de la comida a la cerámica. Pero sería mucho olvidar que nuestras ventanas hacia el mundo –mejor dicho nuestra puerta- son el idioma español y las creencias, instituciones, ideas y formas de sociabilidad transplantadas a nuestras tierras durante el período novo- hispano (11).

Es interesante notar de paso cómo para Paz el "elemento indígena" está presente en los dominios de la cultura y de la vida mexicana, no como valores propios de las etnias indígenas sino como mestizaje. Habla por ejemplo de la pintura, de la comida, de la cerámica, resaltando, al igual que lo hace el discurso oficial, aspectos meramente folklóricos. Sin embargo, y respondiendo a esta manera de enfocar la situación indígena, cuando los zapatistas pretenden participar en la vida política del país, como fue la propuesta de municipios autónomos, esencia de los acuerdos de San Andrés Larráinzar (febrero 1996), Paz considera este acto como una "utopía", un acto de violencia que atenta contra la democracia y la unidad nacional.

Hasta aquí pensamos hemos expuesto elementos suficiente a fin de responder a las preguntas con las que iniciamos esta reflexión: ¿qué instancias ideológicas reproduce el discurso de Octavio Paz? y ¿por qué consideramos que dicho discurso manifiesta un sujeto cultural colonial?.

La posición de Octavio Paz ante el EZLN nos remite a la formación discursiva dominante del México posrevolucionario. La continuidad ideológica entre el discurso de Octavio Paz y el México de los años veinte y treinta la hemos constatado particularmente en relación con la búsqueda de una identidad nacional inherente a la noción de civilización/barbarie a la que recurren ambos discursos.

Si en Paz como lo hemos constatado, la modernidad –inherente a la noción de democracia- es el elemento de integración nacional que se opone a la barbarie, en los años veinte y en pleno nacionalismo, es la cultura la clave de la civilización. Si bien ambos términos –cultura y modernidad- se definen de acuerdo a factores históricos que le dan ciertas características, comparten elementos esenciales que los relacionan. Nos referimos particularmente a dos aspectos: por una parte el concebir sea la cultura sea la modernidad como un legado de la civilización europea y por otra parte por el hecho de otorgarle a ambos términos un carácter universal.

La llamada "renovación espiritual" es una característica esencial a la ideología dominante del México posrevolucionario que surge como una reacción al positivismo vigente durante el porfiriato inherente al posterior desarrollo desmedido del capitalismo debido en gran medida a la injerencia de capitales extranjeros; esta ideología se materializa en el discurso del Ateneo de la juventud y de sus portavoces los miembros del grupo de Contemporáneos pasando por Samuel Ramos y la generación de 1915 (12).

Es la noción de cultura lo que determina este discurso. En un contexto nacionalista, la cultura implicaba elaborar criterios para establecer una continuidad ideológica que identificara a una nación en formación. José Vasconcelos, quien pone en práctica los presupuestos del Ateneo de la Juventud en su programa como Secretario de Educación Pública durante el gobierno de Obregón, elabora un "plan de salvación" a través de la cultura -véase espíritu- como instrumento integrador por una parte de los obreros y campesinos que reivindicaban los logros de la revolución, por otra parte de los grupos indígenas quienes debían adoptar el español como lengua legítima.

La noción de cultura se define en base al modelo europeo y su característica es la universalidad, tal como la definen Alfonso Reyes y Samuel Ramos respectivamente:

La cultura se encargará de recomponer la memoria de un pasado particularmente necesario en épocas de rupturas: La continuidad que aquí se establece es la cultura, la obra de las musas, hijas de la memoria (13).

Entendemos por cultura mexicana la cultura universal hecha nuestra, que viva con nosotros, que sea capaz de expresar nuestra alma (14).

José Enrique Rodó con su obra Ariel (1900) producto del modernismo hispanoamericano y posteriormente Ortega y Gasset -promotores ambos de la dicotomía civilización/barbarire- influyen de manera determinante en el discurso Ateneo de la Juventud. Ortega y Gasset, el gran apologista de la cultura occidental e introductor del idealismo alemán en Hispanoamérica, inspirado por el racismo hegeliano, descalifica a los que él denomina "pueblos nuevos" o "primitivos" (es decir las colonias europeas, carentes de historia)) que ubica en el campo de la barbarie y que opone a la "civilización" atribuida a la cultura europea (15).

Samuel Ramos bajo esta perspectiva define la cultura mexicana en su obra El perfil del hombre y la cultura en México (1935), obra fundamental en su época. Para Ramos la cultura mexicana, es decir la cultura criolla, la constituyen los valores espirituales y morales que la cultura europea, en particular España legara a México. Es la religión católica y el idioma español en donde se concretizan dichos valores que distinguen al mexicano del "indio primitivo"; de ahí las críticas de los nacionalistas de la época hacia la élite intelectual, entre ellos Los Contemporáneos, a la que tildaban de "europeizantes". Ramos defiende a esta élite transmisora de la "cultura superior" o de la "alta cultura" como diría Henríquez Ureña, en los siguientes términos:

No es desprecio a su país, ni la incomprensión de sus problemas la causa de que el intelectual mexicano no haga citas de la realidad circundante; es que cuando el espíritu quiere expresarse tiene que hacerlo en un lenguaje propio que no ha creado todavía el suelo americano y que sólo puede dárselo la cultura europea

Salvador Novo, miembro del grupo de Contemporáneos sigue este lineamiento al referirse a la novela de la revolución:

A esos brutos, los revolucionarios como Zapata y Villa, los escritores los hicieron hombres, figuras: les concedieron la facultad del raciocinio, la conciencia de clase, la posibilidad de la indignación y del amor ante determinadas circunstancias sociales. En otras palabras, los inventaron (16).

Es sólo a través del arte, de la considerada entonces literatura, que la masa ignorante, es decir la barbarie, adquiere existencia. Es interesante apuntar aquí una comparación con Octavio Paz en cuanto la similitud de recursos a fin de descalificar al otro. Como lo comentábamos con anterioridad, Paz niega la realidad de los zapatistas al ubicarlos en la realidad virtual de la televisión, son un producto más de la publicidad que los denigra y aleja de la política. Para Cuesta los revolucionarios existen como seres humanos sólo al ser representados por la literatura que los humaniza. En ambos casos los revolucionarios no son más que una representación.

Esta forma en que ambos descalifican al otro responde a estrategias retóricas propias a la formación discursiva de cada época. En la época de Contemporáneos el Aparato Ideológico de Estado (L. Althusser) dominante fue la educación cuya ideología se transmitía esencialmente por medio del libro a través del departamento editorial de la SEP quien incluía en sus publicaciones revistas tan fundamentales como El Maestro. Recordemos que en 1921 fecha en que Vasconcelos asume el puesto de Secretario de la SEP, cerca del 80% de la poblacióin no sabía leer, de aquí que su programa educativo se enfocara en la alfabetización a través de las famosas "misiones culturales". Es entonces que gracias al fenómeno de la religión del arte, que se venía dando desde el modernismo, se sacraliza toda manifestación artística, incluyendo a la literatura como medio de integración nacional. De ahí la capacidad de ésta de "crear" a los revolucionarios infundiéndoles la capacidad del raciocinio.

En nuestros tiempos los Medios Masivos de Comunicación juegan un papel preponderante como AIE. No es inocente pues la complicidad que Paz establece entre la televisión, que ha perfeccionado el "peligroso arte de la publicidad" y los Zapatistas que dominan este arte convirtiéndose en actores a fin de seducir con sus espectáculos televisivos. En ambos casos tanto para Jorge Cuesta como paras Paz los revolucionarios son arrancados de su realidad política-social, al convertirlos en meros personajes ficticios.

Tanto el México posrevolucionario como en el momento en que surge el EZLN son dos momentos de nuestra historia determinados por una ruptura. En el primer caso la inestabilidad social que provoca la clase obrera y campesina que exigen el cumplimiento de los logros de la revolución (que todavía no se cumplen del todo, como es el caso de la Reforma Agraria) así como su participación política en una nación en formación.

La rebelión armada del EZLN surge en un clima de aparente estabilidad social y progreso económico: está en auge la campaña salinista de PRONASOL (Programa Nacional de Solidaridad) cuyo lema fue "unidos para el progreso" y que continúa Zedillo bajo el nombre de "Progresa"; está así mismo por firmarse el Tratado de Libre Comercio contra el cual reacciona el EZLN que cuestionan el modelo neoliberal y la consecuente inserción de México en la globalización. Constituye una de sus demandas con las que se presentó el EZLN en enero de 1994, la denuncia de este convenio como un instrumento que alejaría aún más el México de los marginados del México desarrollado. En este clima el surgimiento del EZLN viene a destapar la secular contradicción entre los pueblos indios y el Estado nacional que desde la época colonial, ha mantenido a las distintas etnias sujetas a un régimen de explotación y discriminación racial.

En ambos momentos históricos los términos de cultura y modernidad -investidos de universalidad- constituyen constructos ideológicos utilizados como instrumentos de identidad nacional que ocultan contradicciones ideológicas fundamentales surgidas de la lucha de clases.

Pensamos finalmente y a manera de conclusión que el discurso de Octavio Paz ante el EZLN manifiesta un sujeto cultural colonial de acuerdo a la definición que de éste da el Dr. Edmond Cros. Debido al reducido espacio al que nos vemos restringidos nos limitaremos únicamente a mencionar algunas características pertinentes con respecto a la noción de sujeto cultural colonial expuesta de manera profunda por el Dr. Cros en su obra El sujeto cultural, sociocrítica y psicoanálisis, (17) obra a la que remitimos al lector.

El sujeto cultural colonial implica a un sujeto cultural que Edmond Cros designa como:

-Una instancia de discurso ocupada por el Yo

-la emergencia y el funcionamiento de una subjetividad;

-un sujeto colectivo

-un proceso de sumisión ideológica (18).

 

El sujeto cultural colonial recurre, a fin de interpretar al otro, a códigos o filtros interpretativos preexistentes. La "alteridad" no puede representarse puesto que la identificación con el otro sólo puede expresarse a través de mis propios modelos discursivos. El Sujeto cultural colonial reproduce una serie de procesos de alineación por el lenguaje que imposibilitan la representabilidad del otro, sea por la imagen de la comparación, sea por la imagen de la denegación (19).

 

NOTAS

1. En: revista Vuelta ,No 207, febrero 1994, No 208, marzo 1994, No 209, abril 1994, No. 231, febrero 1996.

2. Cros, EDMOND, Continuo y discontinuo en Octavio Paz, en: Literatura ideología y sociedad, Madrid, Gredos, 1986.

     Jorge Aguilar Mora, La divina pareja, historia y mito en Octavio Paz , Biblioteca Era, México, 1991.

     Amelia Royo, Octavio Paz ensayista: su discurso sobre la historia, rev. Verba Hispánica II

3. Ibid. P. 2.

4. Vuelta, No 207, pp. E,D.

5. Vuelta, No208, p.56.

6. Vuelta, No 208, pp. 56,57.

7. Vuelta, No 209, p.8.

8. Vuelta, No208, p.56.

9. ibid.

10. Vuelta, No231, p. 12.

11. Vuelta, No.207, p.F.

12. La generación de 1915 Gómez Morín, Narciso Bassols, Lombardo Toledano, entre otros, participan de la exaltación mística del Ateneo de la juventud que buscaba en su papel de apóstoles, la salvación de la nación por medio de la cultura. Sobre la influencia del Ateneo sobre la generación de 1915 remitimos a la obra de Enrique Krauze, Caudillos culturales en la Revolución Mexicana, México, S. XXI, 1994.

13. Alfonso Reyes, "Discurso por Virgilio", Obras completas, México, F.C.E., 1939, p.194.

14. Samuel Ramos, El perfil del hombre y la cultura en México, México, Austral, 1994.

15. Ibid. P.80.

16. Entrevista a Salvador novo en: Emmanuel Carballo, Protagonistas de la literatura mexicana, México, Ediciones del Ermitaño, 1986, p.313. El mismo Vasconcelos, al elogiar el talento del novelista Martín Luis Guzmán, a quien considera un escritor comprometido, afirma: "Tan es cierto que se compromete, que ha caído en el error de dedicar muchas horas de su talento incomparable a ese especie de rufián que fue Pancho Villa" (Ibid. p.30)

17. Edmond Cros, El sujeto cultural, sociocrítica y psicoanálisis, Buenos Aires-Argentina, Ediciones Corregidor, 1997.

18. Ibid, p. 9

19. Ibid. Pp. 60,61.


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