Sincronía Otoño 2000


Prospectiva de la educacion en México 

Maria Antonieta Soler Diaz
COLEGIOS UNIVERSITARIOS DE MÉXICO

DIVISIÓN ESTUDIOS SUPERIORES
maria_antonieta_s@hotmail.com


INTRODUCCIÓN

La globalización afecta las esferas que de alguna  forma  pertenecen a la política educativa,  pareciera que los problemas también se globalizan  pero desgraciadamente las respuestas política-educativas se reducen e inclusive el factor “Globalización” se ve bombardeado por problemas que se le achacan y cuya naturaleza tal vez no fuera más, que de índole local.

Es patente que a la educación se le reconoce al fin su valor tanto económico, como el que ya posee el propio conocimiento; así como de los mecanismos activadores y diseminadores de ella. Por lo tanto  a las instituciones educativas se les exige nuevas demandas de eficacia y responsabilidad. No podemos desligar tal fenómeno de expansión del factor tecnología porque la capacidad de aprovechamiento y de desarrollo tecnológico de un país depende estrechamente de la formación de sus recursos humanos.

La educación es pues un elemento crucial para sacarle provecho a la globalización o por lo menos, no verse afectado por ella, sin embargo es necesario nuevos sistemas educativos flexibles y adaptables a los múltiples cambios que se suscitan y a un ritmo tan acelerado; contemplar la opción del aprovechamiento de las redes para promover el desarrollo cuantitativo y cualitativo de la educación,  “poniendo al alcance de mayores capas de la población productos y servicios educativos que en parte completarán la labor de los métodos tradicionales de enseñanza y, en parte también, abrirán nuevos caminos. Es posible que la educación se convierta, en pocos años, en la industria del conocimiento de mayor potencial de crecimiento[1]

La educación aporta además, a la globalización la posibilidad de producción de expertos en el sector de las nuevas tecnologías, y como productor de paliativos de los efectos negativos de la globalización, como lo es la segregación, marginación y exclusión; la educación debe continuar siendo el principal baluarte en la defensa de las identidades culturales y, a la vez, en la preparación para un mundo más internacionalizado.

Así, pues, sería reduccionista pretender que los sistemas educativos tienen tan sólo una función meramente secundaria o subsidiaria con respecto a otros fenómenos y a otras políticas, singularmente a las económicas[2]

Precisamente, algunos de los  trabajos publicados sobre las implicaciones de los procesos de globalización en educación se ocupan principalmente de denunciar este sometimiento de las políticas y de los discursos educativos a los dictados de las políticas económicas. Dos buenos ejemplos se encuentran en Noam Chomsky y Heinz Dieterich, La aldea global (Tafalla: Txalaparta, 1997) La colección de trabajos que se encuentran en el número monográfico que la revista Perspectivas dedicó al tema del impacto de la globalización en educación contiene perspectivas alternativas sobre la cuestión, mucho más centradas en las exigencias que el desarrollo de la globalización plantea.

Ahora bien, por medio de la educación tendremos las herramientas necesarias para  responder a cuestionamientos tan particulares como: ¿a qué punto la globalización nos afectará nuestra identidad, cohesión etc.?, ya no digamos a nivel regional, estatal etc., sino a un nivel tan primario como lo es el nivel familiar.

Es urgente pues hacer expansivas éstas interrogantes de tal manera que la  sociedad se involucre en los nuevos modelos económicos y sociales  de manera activa, y esto no puede lograrse al margen de la educación

En este contexto es evidente que la relación entre los procesos de globalización y los sistemas educativos plantea importantes interrogantes, a la vez que sugiere enormes oportunidades para el futuro de países como el nuestro si se crea un proyecto educativo como Nación que nos logre integrar y a aprovechar las relaciones con países tan desarrollados como Estados Unidos de Norteamérica.

Interrogantes y oportunidades son examinados a continuación.

La globalización del sistema mundial es un fenómeno complejo, hasta hoy, aún no ha sido objeto de una adecuada formalización. Intenta desarrollar múltiples vínculos e interconexiones que unen a los países,  y contribuyen a la formación del sistema mundial actual. De tal manera que los fenómenos, acontecimientos, y decisiones experimentadas en un determinado lugar, repercutirán en cualquier otro punto, independientemente de la cercanía o lejanía de éste.

Aquellos agentes operadores a nivel mundial, podrán decidir nuestro futuro aún lejos de donde nos encontremos.

Desde el punto de vista económico se obtendrán múltiples  beneficios como accesibilidad a servicios y productos de nivel internacional, satisfaciendo las, tan diversificadas necesidades. Y  en este punto también  tenemos que mencionar las estructuras de sistemas por redes y las cuales seguramente pertenecen  a estrategias mundiales  que contemplan por supuesto el fenómeno de globalización.

El proceso de globalización fue desencadenado, diseminado y profundizado por tres factores fuertemente relacionados entre sí: “la liberalización de los movimientos de capitales ocurrida a comienzos de los años 70, el movimiento de las privatizaciones y la no-reglamentación”.[3]

En el marco de esta liberalización, los flujos de capitales (flujos monetarios y financieros asociados al comercio internacional de bienes y servicios, las inversiones directas extranjeras, las aplicaciones financieras internacionales y demás operaciones financieras que implican títulos y divisas, gran parte de las cuales es de naturaleza puramente especulativa) crecieron enormemente transformándose en un verdadero motor de globalización, “nunca hasta entonces, los recursos financieros para el desarrollo habían sido tan abundantes. Las crisis del petróleo, el reciclaje de los “petrodólares” y el endeudamiento del Tercer Mundo son episodios que marcan desde el comienzo el proceso de globalización”[4]

Por otro lado, “la desreglamentación redujo al mínimo la intervención del Estado en la financiación de los mercados. Las privatizaciones se basaron en la idea de que las inversiones privadas garantizaban una movilización de capitales más adecuada para responder a las exigencias de los mercados.”[5]

Más recientemente, el desarrollo sin precedentes de las tecnologías de la información dio un nuevo impulso al proceso de globalización, constituyendo para algunos teóricos, el propio núcleo de la globalización.

Castells propone una distinción entre sociedad de la información y sociedad informacional. Para él, el término sociedad de la información es irrelevante para la comprensión del fenómeno de la globalización. “La información, en el sentido de comunicación del conocimiento, es un atributo de todas las sociedades. En efecto, todas las sociedades han dispuesto de sistemas propios de comunicación de la información, unos más rudimentarios, otros progresivamente más sofisticados.

El término "informacional" pretende subrayar el atributo de una forma específica de organización social, tecnológicamente avanzada, en la que la generación, procesamiento y transmisión de la información se han transformado en las principales fuentes de productividad y de poder.”[6]

Tomando ésos dos conceptos,  se puede decir que la sociedad tiende a ser  informacional y global,  Informacional, porque la productividad y la competitividad de las empresas, de esa economía dependen fundamentalmente de su capacidad para generar, procesar y aplicar eficientemente información basada en el conocimiento.

Global, porque las actividades de producción, circulación y consumo, así como sus componentes (capital, trabajo, materias primas, gestión, información, tecnología, mercados) están organizados a escala global, tanto directa como indirectamente, a través de redes de conexión entre los diversos agentes económicos.

Todo esto genera consecuencias e impone barreras a la participación, genera jerarquías participativas, exige una actualización permanente y es potencialmente marginadora (hay agentes en la misma que no consiguen participar y otros que, después de haber entrado, no pueden seguir su ritmo).

No podemos cegarnos ante el hecho de que  la estructura actual de la economía global, engloba solamente a algunas de las estructuras económicas de los países y regiones, en proporciones que varían según las respectivas posiciones particulares en la división internacional del trabajo, y que  la gran mayoría de los sectores económicos, tanto del área de producción, como de distribución o consumo, están lejos de estar adecuadamente interconectados con la economía global, lo que significa que sus estrategias y políticas no están integradas a nivel global; como lo es el caso de la Unión Europea que sí intenta a toda costa, defender los  intereses de sus ciudadanos y que al menos de esa manera  mantiene cierta cohesión entre sus habitantes, preguntémonos si este hecho podría ser posible activarlo en nuestro país, siquiera como defensa nacional para atraer capitales, fuerza de trabajo y tecnología.

Me es difícil imaginar que la globalización proporcione unidad, equidad y solidaridad, y menos por la experiencia cotidiana que se vive en México y  en sus estados,  más por el contrario deberíamos proporcionar información a todos los ámbitos de nuestro país, motivando el constante escrutinio  de los objetivos, modus operandi y consecuencias de la globalización, no sólo en niveles educativos de posgrado.

Pues no sólo provee de potencialidades; la globalización nos puede dañar en heridas, de por sí sangrantes como el desempleo, la fragmentación y por ende, la pobreza. Ya  escuchamos en diferentes discursos políticos la prioridad que se le  otorga a la innovación tecnológica y a la automatización, sin ofrecer  a la fuerza de trabajo otra alternativa más que adaptarse,  destinado a convertirse en materia residual de las capacidades tecnológicas,  y ¿tales capacidades tecnológicas nos pertenecerán? O tal vez ni ello podremos poseer, así pues ¿quien soportará el coste del desempleo? Y en dado caso de la negatividad a la respuesta, ¿en qué se convertirán todo este material humano-desempleado?.

Acaso es éste el inicio del descenso de la sociedad, y la regresión  a la etapa en la que los menos favorecidos serán, algo así como una especie de esclavos.

“Finalmente, al cabo de cerca de cincuenta años de políticas de cooperación para el desarrollo, asistimos a la fragmentación de las trayectorias de desarrollo que fueron fijadas para los países del Sur, lo cual contrasta con la creciente integración económica de los países ricos del Norte.”[7]

Nuestro país podría ser uno de los tantos obligados a volver a una economía de subsistencia  si permitimos nuestra exclusión de procesos de creación y operatividad de otros países.

La globalización también afecta, al igual que  a otras tantas esferas,  la educativa; precipitándose problemáticas semejantes, principalmente entre aquellos países subdesarrollados y en los cuales se observan políticas de solución semejantes.

Como se mencionó anteriormente la educación podría contribuir al fenómeno  de cohesión y disminuir los fenómenos de exclusión consecuencia de la globalización; sin embargo existen problemáticas importantes que repercutirían en tal efecto de la educación.

La perspectiva de la globalización, considerada como un fenómeno esencialmente económico, plantea un importante reto a los sistemas educativos contemporáneos. En efecto, tradicionalmente se ha sostenido que la educación es uno de los motores, si no el más importante, del desarrollo económico y del bienestar de las naciones. No cabe duda que los sistemas educativos contemporáneos deben mucho al proceso de industrialización y de consiguiente urbanización de las sociedades modernas. Incluso debemos de pensar que el sistema educativo de cualquier nación  pudiera verse presionado ya no por un sistema económico del su misma nación, sino más bien formar parte de alguna pieza o herramienta que cumple su función específica (y tal vez diferente a la función asignada al sistema educativo de  otra nación) a favor de un sistema económico totalmente extraño a su nación.

Entendiéndose así a  la educación como inevitable  para la creación de una fuerza laboral verdaderamente competitiva en el volátil contexto en el cual se encuentre inmerso. Así pues un punto de partida se presenta como conflicto entre dos sistemas axiológicos, ¿entonces el nuevo valor  “competitividad” deberá ser adoptado por  las políticas  escolares, como pilar de todo su sistema?

Así como la educación funge como uno de los principales desarrolladores de cohesión social, también serviría como motor de exclusión al contener en sí y dentro d su sistema educativo el factor tecnológico y el papel crucial que juegan estas nuevas tecnologías como símbolos de poder, facilitando la diferenciación de niveles y estratos.

No termina aquí los cuestionamientos y convergencias en cuanto a problemáticas se refiere; podemos insistir que, puesto que las nuevas tecnologías son herramientas importantísimas  en el fenómeno de globalización  se introducirán inevitablemente en la esfera educativa modificando aún mas los sistemas educativos, exigiendo y presionando sin final a un proyecto educativo que debiera competir al nivel del contexto y tiempo en que se presenta activo; aunque esto conlleve necesariamente a la utilización  y aprovechamiento de las nuevas tecnologías, resurgirán tres  grandes problemáticas:

Los financiamientos necesarios para unas tecnologías cuya amortización es inaplicable debido a la dinámica de  proyectos tecnológicos en los cuales la  aplicación de una determinada tecnología en muy corto tiempo es totalmente inocua  u obsoleta.

Será necesario cambiar paradigmas pedagógicos, luchando contra resistencias e intensificando  por medio de las nuevas tecnologías el aprovechamiento eficaz.

El hecho de que estas tecnologías y, lo que aún es más importante, los programas multimedia que se utilizan por medio de ellas son producidas en el marco de una economía globalizada y, probablemente por esta misma razón, poco predispuesta a aceptar la diversidad cultural. Más allá, incluso, podría llegarse a la convicción de que a través de estos productos y tecnologías se vehiculan los valores y contenidos culturales propios de aquellos sistemas y sociedades en que se han diseñado y producido, y que no son siempre, necesariamente, valores o contenidos incontestados.

CONCLUSIONES

No pocos países actualmente se encuentran en la búsqueda de principios y normas que regirán la sociedad de la globalización.

Se ligarán intensamente los procesos de investigación, tecnología y economía y tendremos el peligro de funcionar conforme a intereses de sociedades superdesarrolladas, acentuándose el racismo  y tal vez el desempleo.

Posiblemente la competitividad  se presente como pilar de la economía, o bien la integración y cooperación entre las sociedades pudientes y aquellas que poseen la posibilidad de alcanzar tal desarrollo, obteniéndose como consecuencia la real integración regional tan anhelada por tantos.

Así América Latina se tambalea por dos mecanismos: aquel que defiende la explotación de la fuerza de trabajo sin importar tampoco el  daño al medio ambiente;  ó aquel mecanismo que apela a la modernización tecnológica y de equidad social. Desgraciadamente  ninguno garantiza su integración con la economía global

Como dijo Fernando Henrique Cardoso, “lo más probable es que la mayoría de las poblaciones latinoamericanas no valgan el esfuerzo de ser explotadas; aquellas serán pura y simplemente ignoradas, marginadas y sin ningún interés para la economía global en desarrollo.”[8]

En la educación, la globalización podría favorecer la promoción de valores y conocimientos que respondan a necesidades de una sociedad todavía más estratificada, siendo el caso de nuestro país, la sociedad que promueva  educación conforme a intereses de las economías fuertes, y que en prospectiva avale los valores que a ésta le convenga.

La integración regional podría ser saludable para las sociedades participantes,  desarrollando entre ellas una eficaz colaboración. La educación se convertiría en el eje de subdesarrollo, siempre que se incrementara su financiamiento y que, por supuesto comenzáramos por planear un proyecto  de educación viable, y óptimo para nuestras circunstancias.

Debemos fortalecer los núcleos culturales, el ímpetu por la democracia, el desarrollo de nuevas tecnologías; disminuir el fenómeno de exclusión e incentivar a los líderes políticos hacia dicha tendencia integradora del quehacer educativo.

Cuidando además ceder a la presión de crear un currículo de la globalización que afecte la individualidad y autonomía de las sociedades en menoscabo de cualquiera de sus integrantes.

Para que  se manifieste lo anterior, comencemos pues desde la nueva estructuración escolar en base a investigaciones propias, que permitan el diseño curricular coherente y congruente con el contexto en el cual verdaderamente estamos inmersos, dar énfasis desde el aula al interés del alumno y al desarrollo de éste,  logrado a partir de un docente profesional

El estudio temprano del fenómeno de la globalización, reducirá los efectos negativos de ésta, a sociedades subdesarrolladas y permitirá la  reflexión acerca de las oportunidades de aprovechar los positivos.

 (ORIZABA, Ver.,2000)

NOTAS 

[1] Michael L. Dertouzos, (1997).Cómo cambiará nuestras vidas el nuevo mundo de la informática. Ed. Planeta, p.p. 53

[2] George Kamberelis, (1997). "Shifting terrains: Mapping education within a global landscape" Annals of the American Academy of Political and Social Science 551 Estados Unidos, p.p. 137-154.

[3]   Grupo de Lisboa (dir. Riccardo Petrella), Limites de la competitividad Ed. Columbia, Lisboa, p.p. 60.

[4] Grupo de Lisboa, op. cit., p.p. 65 e 75.

[5] Grupo de Lisboa, op. cit., p.p. 76 e 77.

[6] Manuel Castells, (1996). Volumen I de la obra The Information Age: Economy, Society and Culture, Blakwell, Ed. Sage, Londres  p.p. 92.

[7]  Cardoso, (1997) “El Norte y el Sur Resoluciones En El presente Contexto: Una Nueva Dependencia”, Information Age, University Park, PA: Penn State University Press, pp. 149 a 159.

[8]  Manuel Castells, (1996) Volumen I de la obra The Information Age: Economy, Society and Culture, Blakwell, p.p. 92.


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