Sincronía Otoño 2001


LOS GRANDES RETOS NACIONALES: MEXICO FRENTE AL SIGLO XXI

"Educar para la democracia"

Por: Miguel Ángel Castillo Fuentes


I.- PANORAMA SOCIAL

Las características y fenómenos con los que abrió este nuevo siglo en nuestro país pueden observarse como el resultado directo e indirecto de factores políticos, económicos y culturales que en su interrelación le han asignado un sello particular a este inicio de milenio. Actualmente se han dado importantes avances en materia de ciencia y tecnología, principalmente en procesos de comunicación, pero uno de los rasgos distintivos es la efervescencia respecto a los derechos humanos y al mismo tiempo la preocupación sobre los valores que han de prevalecer y ejercer los mexicanos a lo largo y ancho del territorio nacional. Éste es creo, el crisol que también una demanda y un síntoma que se obtiene en la apertura del siglo XXI en México.

En este sentido, es significativo que el tema de los derechos humanos haya alcanzado en el ámbito internacional una preponderancia única y adquirido un lenguaje propio y asequible para todos. Si por un lado se puede afirmar que la globalización puso su toque final, por el otro, es cierto que experimentamos en México como en el mundo una crisis en torno a los procesos de integración e inclusión. Carlos Monsiváis (1) considera que "si la globalización a fin de cuentas excluye, por lo menos difunde un lenguaje internacional". Es aquí donde la globalización le da la posibilidad a fenómenos sociales como la lucha por los derechos humanos de ganarse un sitio en la discusión y demanda de las sociedades humanas y al mismo tiempo de difundirse mundialmente.

México que atraviesa -en lo socio-político- por la necesidad de definir su camino de transición a la democracia, se ha enfrentado a los obstáculos y resistencias, quizás naturales, que manifiestan al respecto tanto el sistema de partidos como por quienes ejercen el poder en el país. La cuestión aquí sería delimitar y resolver cuatro aspectos: 1) cuánto va a durar esta resistencia; 2) cuál va a ser el costo social; 3) si existe alguna alternativa a mediano o largo plazo para evitar en lo futuro la repetición del actual clima socio-político; y 4) qué y cómo aprovechar la creciente y dinámica participación de la sociedad civil. Si es verdad que parte de los grandes cambios en la historia de México han estado enmarcados por movimientos armados y la violencia que éstos conllevan, es cierto también que nuestra nación como otras en el mundo, ha dado preferencia a sus distintos poderes e instituciones federales como signo de civilidad en el momento de solucionar sus conflictos. No obstante, en este retrato de inicios de siglo, quizás debido a la apabullante demografía, estas fórmulas y estrategias en la resolución de nuestros problemas o no se aplican cabalmente, no funcionan como debieran o deberían sumárseles otros recursos para obtener mejores resultados.

Así la reflexión nacional es si el ejercicio y consolidación de la convivencia democrática en el México contemporáneo es cuestión de tiempo o aprendizaje; y si hemos sido capaces de educar a los jóvenes de este siglo con los valores de la democracia. En este marco es importante señalar que el sistema de partidos ha tenido que sortear muchas dificultades en su meta por ofrecer una cultura democrática a los ciudadanos, simpatizantes y militantes. Así como ésta, otras instituciones políticas y sociales del país se enfrentan a un gran reto: educar para la democracia.

Quizás el problema más evidente, aunque parezca obvio, reside en los adultos que dirigen (dirigimos) actualmente el país. A la fecha, los funcionarios y dirigentes nacionales denotan añejos vicios, casi irreversibles de sanear cuando se abordan las interrogantes políticas y sociales. Años de practicar los mismos comportamientos y formas de pensar que dan la falsa apariencia de estar tan arraigadas como inherentes al sistema político mexicano. Así planteado resulta que no sólo se hace referencia a un proceso electoral y al sufragio. Sino primordialmente a un conjunto de habilidades y valores que deben existir como requisito previo a una estructura política sana.

II.- EDUCACIÓN Y DEMOCRACIA

Es importante resaltar que el Estado mexicano reconociendo el panorama social del país ha lanzado una "cruzada" para fomentar los valores, específicamente en la población escolar infantil. Asimismo de la incorporación de nuevas asignaturas para la educación secundaria, que abarcan la ética y el civismo desde una nueva concepción. Estas iniciativas no son casuales, demuestran por un lado la atención de las autoridades hacia la resolución y mejoramiento en el área de los valores y la conciencia cívica entre los ciudadanos mexicanos; y al mismo tiempo, expresa la emergencia y demanda de la sociedad civil para asegurar que en un par de décadas más, los adultos encargados de administrar a la República lo hagan con estructuras de pensamiento diferentes y más sanas; aprendidas e introyectadas como lengua materna. No se requiere de la inversión de recursos millonarios en publicidad y propaganda para crear la democracia. "La democracia se aprende, se cultiva hasta hacerse un hábito, una cultura" (2).

De esta forma la escuela pública mexicana se convierte en el escenario propicio para dar inicio a un proceso educativo sobre la vida democrática. Esta propuesta que es a la vez una respuesta de la S.E.P. emana del informe que preparó Jaques Delors (UNESCO) acerca de la educación para este milenio (3). El informe sugiere cuatro políticas que en sus palabras "preparan a la sociedad para las exigencias sociales del siglo XXI". Dentro de estas políticas destaca una que hace especial énfasis en la enseñanza y el aprendizaje de valores que en definitiva hagan más democráticas a las sociedades humanas: "Aprender a vivir en sociedad.- respetar las diferencias, estimular el ejercicio de la ciudadanía; la solidaridad social, el trabajo en equipo y la comprensión del otro. Con ello se logrará la armonía, la paz y la pluralidad". En su conjunto las cuatro políticas priorizan a las personas por sobre sus diferencias y más allá de la práctica electoral, pues las exigencias sociales en México frente al siglo XXI "requieren ciudadanos comprometidos e informados para participar responsablemente con los asuntos de su país" nos indica Antonio Argüelles (Examen No-100) y concluye diciendo que la educación tiene un papel fundamental en dicho proceso.

Las sugerencias de la UNESCO, afinan baterías especialmente hacia la necesidad de practicar y comprender la importancia de la integración (vs. exclusión) y el respeto a la diversidad. Al respecto Luis Ángeles (ibid.) afirma que la "diversidad y aun la heterogeneidad en la democracia son creadoras; estimulan la competencia y favorecen la fecundidad del conflicto". Así, estos elementos que nos harían más propensos a una convivencia cada vez más justa, necesitan al mismo tiempo, que los individuos que desarrollan y que construyen su sociedad, sean capaces de actuar y tomar decisiones con base en la tolerancia, consenso, diálogo, honestidad, fraternidad y congruencia, por mencionar sólo algunos de los valores de la democracia.

En pocas palabras: este podría ser el sueño de las naciones en el mundo. La meta ideal a la que aspiran todos los pueblos del planeta pero que sin proponérselo voluntariamente algunos han tomado cursos distintos y otros casi antagónicos. La realidad límite que en la actualidad viven millones de mexicanos mediatizados por la pobreza y la desigualdad social, nos replantea la necesidad de realizar las correcciones pertinentes, como bien menciona Mary Futrell (4) "... el sueño de todos: una educación que prepare a todos los niños para vivir una vida más democrática y enfrentar los retos del futuro. No debemos temer dar el primer paso... después de todo lo que está en juego es el futuro de la humanidad"

III.- EL PAPEL DE LA ESCUELA

La historia de la escuela mexicana ha tenido sus matices políticos, ideológicos y en consecuencia una amplia variación en el enfoque y contenidos, sin embargo, es preciso rescatar lo que a fines del siglo XX vivió la escuela pública del país. No se trata sólo de incorporar en el discurso la creación de la escuela inclusiva: que fomente el respeto a la diversidad; y se enseñe a tolerar la diferencia. Aunque en la práctica ésto es ya una realidad y contemplamos también sus propios conflictos en la construcción de una nueva escuela, sería bueno preguntarnos hasta dónde quiere o pretende llegar. El hecho es que ya inicio este proceso educativo sustentado en nuevas formas de relación y con fundamentos para la convivencia democrática. Sin lugar a dudas la educación pública y los problemas de México son como dos vidas paralelas y convergen una y otra vez: "Lo que todos nosotros debemos comprender es que los retos que enfrentan las naciones son también los que enfrenta la educación" ( Futrell, M. ibid.).

De ahí que uno de las estrategias para alcanzar la educación para la democracia en este nuevo siglo sea el de incrementar y mantener esta visión de la nueva educación que comienza a regir en nuestros infantes de aquí en adelante. Una enseñanza que cambia por completo la relación con la autoridad y las expresiones que la mediatizan. Fernando Savater (5) nos indica que etimológicamente autoridad significa entre otras cosas, "hacer crecer". Propone que la responsabilidad del sujeto nace en las "elecciones inducidas", aquellas donde el autocontrol del niño inicia con las órdenes de la madre, proceso a través del cual el niño se convierte en emisor y receptor. "Aprende a mandarse a sí mismo obedeciendo a otros". La propuesta de Savater exalta el valor del diálogo (vs. monólogo). Es a su vez, un ejercicio educativo que posee la capacidad de delimitar una nueva relación alumno-maestro; que pasando el tiempo será el nuevo paradigma pueblo-gobierno. Una relación donde quepan muchas opiniones y que implica un conflicto, pero que al mismo tiempo logra descubrir nuevos horizontes. Respetar lo diferente y tolerar la sana insolencia habla muy bien de un país: expone su madurez e inteligencia en la construcción y cultivo diario de la democracia. Savater nos recuerda: "La capacidad de vivir en el conflicto de forma civilizada pero no dócil es una señal de salud mental y social no de agresión destructiva"

Así las cosas de la democracia y reconociendo que ésta se puede consolidar como un elemento de la cultura mexicana, antes es necesario que, mediante la participación colectiva de los ciudadanos -educados para ello- se rescate la prevalencia de sus valores. Por eso Savater utiliza una viñeta de la infancia para anunciar la parte vital de la educación en el nacimiento de hombres y mujeres nuevas, que vivan en y para la democracia. Y como él mismo señala "el sistema democrático no es algo natural y espontáneo en los humanos; sino algo conquistado... por tanto ha de ser enseñado con la mayor persuasión didáctica compatible con el espíritu de autonomía crítica". En este sentido, es muy similar a lo que por años se han planteado distintos programas educativos del país cuando han programado la formación del pensamiento crítico de sus alumnos; en crear ciudadanos conscientes de su realidad y con capacidad para resolver e innovar para satisfacer las exigencias y necesidades de su comunidad. En verdad no es mucho pedir, pero es difícil mantenerse en el camino hacia su conquista.

Al cuestionamiento que expresen los alumnos, originada en su sana insolencia, habrá que sumarle la "insatisfacción creadora" que deberá fomentar la escuela. Insatisfacción que motivará al alumno y alumna a buscar más allá de lo que parece verdadero, que consideren que a pesar de ello es perfectible y que su realidad asumida conscientemente, no puede ser aprobada a priori y por tanto sea corregida una y otra vez tantas veces sea necesario. Con el único afán de reflexionar y actuar sobre su propia praxis y sus consecuentes fallas pero que en un clima de tolerancia, consenso, diálogo y honestidad se generen las mejores opciones para el bien común. En este contexto cabría preguntarse cuál es la actitud de los sistemas e instituciones socio-políticas, ante estas asignaturas pendientes y que por vía de la educación pública se pretenden retomar, abanderando el cambio y seguramente hasta las dolorosas destrucciones de aquellas estructuras ya establecidas y legitimadas por la costumbre, la comodidad y por un nacionalismo mal entendido. Aferrarse a este nacionalismo "ordenado por la tradición y regido por las virtudes de lo mexicano" (Carlos Monsiváis) arraiga de manera proporcional la marginación y la exclusión de la diversidad tan propia y extensa de nuestro país.

IV.- INTEGRACIÓN E INCLUSIÓN

Sean pues estos dos, los principios bajo los cuales se rija la nueva pedagogía mexicana como estructura del cambio social. Apostarle a éstos mediante un proceso educativo es parte de la expresión democrática; es el mejor síntoma de una sociedad moderna. La deuda con millones de indígenas en el territorio nacional puede comenzar a saldarse con esta propuesta educativa y no sólo los grupos indígenas sino otras "minorías" también.

La construcción democrática supone el incremento de la presencia y representación de las comunidades culturales diferenciadas y el respeto a sus sistemas políticos, equivalente a lograr sociedades plurales, solidarias y complementariamente articuladas. El reto social de México rente al siglo XXI es el reto pedagógico para incorporar a la vida con justicia y dignidad a millones de mexicanos que a la fecha continúan en la manifestación más clara e irrefutable de marginación y exclusión: la pobreza. Si el gasto social, como nos dice Enrique Astorga (6) "alivia pero no cura", es indispensable el incremento y mantenimiento del proceso educativo que ofrezca a los actores socio-políticos de este siglo, la estructura valoral y conciencia cívica que de manera definitiva atiendan la raíz de la desigualdad y la pobreza.

Lo que asegura el proceso educativo con este nuevo enfoque es que para los años venideros la administración de la riqueza se realice de manera más equitativa. Con base en un formación valoral nueva. La percepción de quienes dirigirán al país, les permitirá actuar conforme a los valores de la democracia: congruencia, fraternidad, imparcialidad y veracidad para aplicarlos recursos, como los impuestos, en lo que más necesite la diversidad de la sociedad mexicana. En 1999, el CIDE (Centro de Investigación y Docencia Económica) (7) consideró, de acuerdo a su investigación sobre el gasto en México, tres necesidades básicas y urgentes:

1. - Superar la pobreza y ampliar las oportunidades sociales

2. - Crear infraestructura para el desarrollo del país

3. - Brindar seguridad pública a los ciudadanos e impartir justicia


Los resultados de la investigación del CIDE, señalan tres aspectos de la vida nacional que no han sufrido gran variación a la fecha y permanecen como parte de la agenda actual por desahogar. Asimismo podemos afirmar que los recursos que se requieren para su mejoramiento y solución se complementan: Es necesaria la inversión de mayores recursos, pero al mismo tiempo se debe reforzar la instrucción de los valores de la democracia desde el escenario educativo, que es a final de cuentas una de las instituciones sociales más importantes para el futuro de México.

La integración y la inclusión, son apremiantes para la diversidad en el país. Para no ceder al etnocentrismo, México debe ser capaz de romper con los intentos autistas de crear sistemas cerrados que se desean inmaculados y preservados por siempre, sin importarles que el mundo se transforma continuamente, ni que se invite al sectarismo o a la incapacidad de autocrítica y sobre todo a renunciar a: la experiencia de la libertad, la autonomía y el gozo de la diferencia. La diversidad abre caminos, genera alternativas y las pruebas de opción múltiple cuando se trata de elegir el proyecto de nación que deseamos para el siglo XXI.

Tan absurdo podrá parecer, pero ni siquiera la mitad izquierda de nuestro rostro es igual a la derecha y sin embrago se mantienen en la unidad. Cuántas miradas distintas a la nuestra hay, qué cantidad de lenguas podemos disfrutar, claro al oído; y cuántas maneras de escuchar existen todas reunidas en el territorio nacional. El cuerpo humano para su cabal funcionamiento integra la función e información que le aportan cada sentido, órgano y aparato. El cuerpo social, político y cultural de México debe integrar e incluir para su buen funcionamiento democrático a la variedad de organismos, instituciones, personas, ideologías, usos y costumbres, de norte a sur, rurales y urbanos, indios o no. Para este siglo, no habrá buen puerto hacia la transición a la democracia si se omite alguno de los anteriores más los que se acumulen. "La democracia no goza de un clima atemperado, ni de una luz perpetua y uniforme, pues se nutre de aquella pasión del desencanto que mantiene unidos el rigor de la forma y la posibilidad de acoger huéspedes inesperados" (Savater, F. Ibid.)

 

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

(1) Del posnacionalismo y sus banderas. El Universal. Carlos Monsiváis

(4-abril-99).

(2) Economía y democracia. Revista Examen No.-100. Luis Ángeles

(febrero-98)

(3) Ética y valores en la educación. Revista Examen No.-100. Antonio Argüelles

(febrero-98)

(4) En juego, el futuro de la humanidad. Cumbre Internacional de Educación

PERFIL La Jornada. Mary Futrell (12-febrero-97)

(5) El valor de educar. Fernando Savater. Instituto de Estudios Educativos

y Sindicales de América. (México 1997)

(6) Pobreza de los programas de combate a la pobreza. Del Campo. La Jornada.

Enrique Astorga Lira. (28-agosto-96)

(7) ¿Cómo se gastará nuestro dinero en 1999? La Jornada-CIDE


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