Aproximación
semiótica al cuento "El
hombre", de Juan Rulfo
Claudia
Macías Rodríguez
Universidad
de Guadalajara
Los
estudios de crítica semiótica tienen como finalidad la profundización en el relato como
sistema de comunicación de carácter estético. Existen diversos modelos de análisis y
crítica semiótica, y en la mayoría de ellos se pueden encontrar tres niveles de
estudio: nivel morfosintáctico, nivel semántico y nivel retórico.
En este acercamiento
tomamos el modelo de análisis semiótico de José Romera Castillo, el cual comprende los
niveles antes enunciados:
a)El
morfosintáctico. Determina cuántas unidades constituyen la macroestructura
[
] y cómo es que van articuladas entre sí.[1]
b)El
semántico. Establece las clases significativas que el texto literario encierra
explícita o implícitamente.[2]
c)El
retórico. Estudia todos los recursos (especialmente lingüísticos) utilizados por
el creador para interrelacionarse con el lector.[3]
Un
método de crítica como éste es idóneo para textos como El hombre, de El Llano en llamas de
Juan Rulfo, en donde el relato hace gala de experimentación estructural y significativa
en todos sentidos. Sin embargo, en nuestro trabajo alteraremos el orden de los niveles, ya
que consideramos que el segundo nivel (que en la lógica del modelo de Romera Castillo
puede estar en ese lugar por ser el nivel central) es el que nos ayuda a reflexionar en el
texto desde una perspectiva más propiamente crítica hermenéutica- y por ello lo
hemos dejado al final y como cierre del estudio.
Presentaremos, pues, un acercamiento semiótico en
el que trataremos no de agotar todas las instancias, sino de mostrar con mayor
detenimiento aquellos apartados que resultan más prolíficos gracias a las bondades del
método, ya que la riqueza del texto es incuestionable.
Nivel
morfosintáctico
El
objeto de estudio del nivel morfosintáctico es la constitución de la estructura del
relato, así como el tipo de relaciones que existen entre los elementos que la
constituyen. Comprende tres aspectos funcionales: las secuencias, las funciones y las
acciones.
Primera
categoría funcional: las secuencias
Las
secuencias son las agrupaciones de funciones, macroestructuras narrativas básicas
que, aplicadas a las acciones y a los acontecimientos, engrendran el relato.[4]
Las
secuencias corresponden a la organización de la realidad del relato. Pueden ser
elementales y complejas. Las secuencias elementales están constituidas por la
presentación, el nudo y el desenlace. Las secuencias complejas son las pequeñas
estructuras que, relacionadas entre sí, forman las secuencias elementales.
En
el relato de El hombre[5]
se distinguen tres secuencias articuladas según el esquema siguiente:
(S
= secuencia) S1 : El asesinato à
S2
: La persecución àS3
: La denuncia
Cada
una de las secuencias comprende aproximadamente diez momentos del texto. En la estructura
discursiva, las dos primeras secuencias aparecen simultáneamente, y la tercera secuencia
se inicia antes de concluir la secuencia segunda. Cabe señalar que el discurso se abre
con un momento de la segunda secuencia.
Incluimos
el cuento completo dividido según los momentos que integran las tres secuencias. Las
divisiones están marcadas naturalmente en el relato por el cambio de contenido de los
párrafos. El número arábigo indica el orden consecutivo de los fragmentos en el
discurso. La letra mayúscula se refiere a los cuatro actores principales: H = hombre, P =
perseguidor, B = borreguero, L = licenciado.
EL
HOMBRE
1-P
Los pies del hombre se hundieron en la arena dejando una huella sin forma, como si fuera
la pezuña de algún animal. Treparon sobre las piedras, engarruñándose al sentir la
inclinación de la subida; luego caminaron hacia arriba, buscando el horizonte.
Pies
planos dijo el que lo seguía-. Y un dedo de menos. Le falta el dedo godo en el pie
izquierdo. No abundan fulanos con estas señas. Así que será fácil.
2-H
La vereda subía, entre yerbas, llena de espinas y de malas mujeres. Parecía un camino de
hormigas de tan angosta. Subía sin rodeos hacia el cielo. Se perdía allá y luego
volvía a aparecer más lejos, bajo un cielo más lejano.
Los
pies siguieron la vereda, sin desviarse. El hombre caminó apoyándose en los callos de
sus talones, raspando las piedras con las uñas de sus pies, rasguñándose los brazos,
deteniéndose en cada horizonte para medir su fin: No el mío, sino el de él, dijo. Y
volvió la cabeza para ver quién había hablado.
Ni
una gota de aire, sólo el eco de su ruido entre las ramas rotas. Desvanecido a fuerza de
ir a tientas, calculando sus pasos, aguantando hasta la respiración: Voy a lo que voy, volvió a decir. Y
supo que era él el que hablaba.
3-P
Subió por aquí, rastrillando el monte dijo el que lo perseguía-. Cortó las
ramas con un machete. Se conoce que lo arrastraba el ansia. Y el ansia deja huellas
siempre. Eso lo perderá.
4-H
Comenzó
a perder el ánimo cuando las horas se alargaron y detrás de un horizonte estaba otro y
el cerro por donde subía no terminaba. Sacó el machete y cortó las ramas duras como
raíces y tronchó la yerba desde la raíz. Mascó un gargajo mugroso y lo arrojó a la
tierra con coraje. Se chupó los dientes y volvió a escupir. El cielo estaba tranquilo
allá arriba, quieto, trasluciendo sus nubes entre la silueta de los palos guajes, sin
hojas. No era tiempo de hojas. Era ese tiempo seco y roñoso de espinas y de espigas secas
y silvestres. Golpeaba con ansia los matojos con el machete: Se amellará con este trabajito, más te vale
dejar en paz las cosas.
Oyó
allá atrás su propia voz.
5-P
Lo señaló su propio coraje dijo el perseguidor-. El ha dicho quién es,
ahora sólo falta saber dónde está. Terminaré de subir por donde subió, después
bajaré por donde bajó, rastreándolo hasta cansarlo. Y donde yo me detenga, allí
estará. Se arrodillará y me pedirá perdón. Y yo le dejaré ir un balazo en la
nuca
Eso sucederá cuando yo te encuentre.
6-H
Llegó
al final. Sólo el puro cielo, cenizo, medio quemado por la nublazón de la noche. La
tierra se había caído para el otro lado. Miró la casa enfrente de él, de la que salía
el último humo del rescoldo. Se enterró en la tierra blanda, recién removida. Tocó la
puerta sin querer, con el mango de machete. Un perro llegó y le lamió las rodillas, otro
más corrió a su alrededor moviendo la cola. Entonces empujó la puerta sólo cerrada a
la noche.
7-P
El que lo perseguía dijo: Hizo un buen trabajo. Ni siquiera los despertó. Debió
llegar a eso de la una, cuando el sueño es más pesado; cuando comienzan los sueños;
después del Descansen en paz, cuando se suelta la vida en manos de la noche y
cuando el cansancio del cuerpo raspa las cuerdas de la desconfianza y las rompe.
8-H
No debí matarlos a todos dijo
el hombre-. Al menos no a todos.
Eso fue lo que dijo.
La
madrugada estaba gris, llena de aire frío. Bajó hacia el otro lado, resbalándose por el
zacatal. Soltó el machete que llevaba todavía apretado en la mano cuando el frío le
entumeció las manos. Lo dejó allí. Lo vio brillar como un pedazo de culebra sin vida,
entre las espigas secas.
El
hombre bajó buscando el río, abriendo una nueva brecha entre el monte.
Muy
abajo el río corre mullendo sus aguas entre sabinos florecidos; meciendo su espesa
corriente en silencio. Camina y da vueltas sobre sí mismo. Va y viene como una serpentina
enroscada sobre la tierra verde. No hace ruido. Uno podría dormir allí, junto a él, y
alguien oiría la respiración de uno, pero no la del río. La yedra baja desde los altos
sabinos y se hunde en el agua, junta sus manos y forma telarañas que el río no deshace
en ningún tiempo.
El
hombre encontró la línea del río por el color amarillo de los sabinos. No lo oía.
Sólo lo veía retorcerse bajo las sombras Vio venir las chachalacas. La tarde anterior se
habían ido siguiendo el sol, volando en parvadas detrás de la luz. Ahora el sol estaba
por salir y ellas regresaban de nuevo.
9-H
Se persignó hasta tres veces. Discúlpenme, les dijo. Y comenzó su tarea.
Cuando llegó al tercero, le salían chorretes de lágrimas. O tal vez era sudor. Cuesta
trabajo matar. El cuero es correoso. Se defiende aunque se haga a la resignación. Y el
machete estaba mellado: Ustedes me han de perdonar, volvió a decirles.
10-P
Se sentó en la arena de la playa eso dijo el que lo perseguía-. Se sentó
aquí y no se movió por un largo rato. Esperó a que despejaran las nubes. Pero el sol no
salió ese día, ni al siguiente. Me acuerdo. Fue el Domingo aquel en que se me murió el
recién nacido y fuimos a enterrarlo. No teníamos tristeza, sólo tengo memoria de que el
cielo estaba gris y de que las flores que llevamos estaban desteñidas y marchitas como si
sintieran la falta del sol.
El
hombre ese se quedó aquí, esperando. Allí estaban sus huellas: el nido que hizo junto a
los matorrales; el calor de su cuerpo abriendo un pozo en la tierra húmeda.
11-H
No
debí haberme salido de la vereda
pensó el hombre-. Por allá ya hubiera
llegado. Pero es peligroso caminar por donde todos caminan, sobre todo llevando este peso
que yo llevo. Este peso se ha de ver por cualquier ojo que me mire; se ha de ver como si
fuera una hinchazón rara. Yo así lo siento. Cuando sentí que me había cortado un dedo,
la gente lo vio y yo no, hasta después. Así ahora, aunque no quiera, tengo que tener
alguna señal. Así lo siento, por el peso, o tal vez el esfuerzo me cansó.
Luego añadió: No debí matarlos a todos;
me hubiera conformado con el que tenía que matar; pero estaba oscuro y los bultos eran
iguales
Después de todo, así de a muchos les costará menos el entierro.
12-P
Te cansarás primero que yo. Llegaré a donde quieres llegar antes que tú estés
allí dijo el que iba detrás de él-. Me sé de memoria tus intenciones, quién
eres y de dónde eres y adónde vas. Llegaré antes que tú llegues.
13-H Este
no es el lugar
dijo el hombre al ver el río-. Lo cruzaré
aquí y luego más allá y quizá salga a la misma orilla. Tengo que estar al otro lado,
donde no me conocen, donde nunca he estado y nadie sabe de mí; luego caminaré derecho,
hasta llegar. De allí nadie me sacará nunca.
Pasaron
más parvadas de chachalacas, graznando con gritos que ensordecían.
Caminaré
más abajo. Aquí el río se hace un enredijo y puede devolverme a donde no quiero
regresar.
14-P
Nadie te hará daño nunca, hijo. Estoy aquí para protegerte. Por eso nací antes
que tú y mis huesos se endurecieron primero que los tuyos.
Oía
su voz, su propia voz, saliendo despacio de su boca. La sentía sonar como una cosa falsa
y sin sentido.
¿Por
qué habría dicho aquello? Ahora su hijo se estaría burlando de él. O tal vez no.
Tal vez esté lleno de rencor conmigo por haberlo dejado solo en nuestra última
hora. Porque era también la mía; era únicamente la mía. El vino por mí. No los
buscaba a ustedes, simplemente era yo el final de su viaje, la cara que él soñaba ver
muerta, restregada contra el lodo, pateada y pisoteada hasta la desfiguración. Igual que
lo que yo hice con su hermano; pero lo hice cara a cara, José Alcanca, frente a él y
frente a ti, y tú nomás llorabas y temblabas de miedo. Desde entonces supe quién eras y
cómo vendrías a buscarme. Te esperé un mes, despierto de día y de noche, sabiendo que
llegarías a rastras, escondido como una mala víbora. Y llegaste tarde. Y yo también
llegué tarde. Llegué detrás de ti. Me entretuvo el entierro del recién nacido. Ahora
entiendo. Ahora entiendo por qué se me marchitaron las flores en la mano.
15-H
No debí matarlos a todos iba
pensando el hombre-. No valía la pena echarme
ese tercio tan pesado en mi espalda. Los muertos pesan más que los vivos; lo aplastan a
uno. Debía de haberlos tentaleado de uno por uno hasta dar con él; lo hubiera conocido
por el bigote; aunque estaba oscuro hubiera sabido dónde pegarle antes que se
levantara
Después de todo, así estuvo mejor. Nadie los llorará y yo viviré en
paz. La cosa es encontrar el paso para irme de aquí antes que me agarre la noche.
El
hombre entró a la angostura de río por la tarde. El sol no había salido en todo el
día, pero la luz se había borneado, volteando las sombras; por eso supo que era después
del mediodía.
16-P
Estás atrapado dijo el que iba detrás de él y que ahora estaba sentado a la
orilla del río-. Te has metido en un atolladero. Primero haciendo tu fechoría y ahora
yendo hacia los cajores, hacia tu propio cajón. No tiene caso que te siga hasta allá.
Tendrás que regresar en cuanto te veas encañonado. Te esperaré aquí. Aprovecharé el
tiempo para medir la puntería, para saber dónde te voy a colocar la bala. Tengo
paciencia y tú no la tienes, así que ésa es mi ventaja. Tengo mi corazón que resbala y
da vueltas en su propia sangre, y el tuyo está desbaratado, revenido y lleno de
pudrición. Esa es también mi ventaja. Mañana estarás muerto, o tal vez pasado mañana
o dentro de ocho días. No importa el tiempo. Tengo paciencia.
17-H
El hombre vio que el río se encajonaba entre altas paredes y se detuvo. Tendré que regresar, dijo.
El
río en estos lugares es ancho y hondo y no tropieza con ninguna piedra. Se resbala en un
cauce como de aceite espeso y sucio. Y de vez en cuando se traga alguna rama en sus
remolinos, sorbiéndola sin que se oiga ningún quejido.
18-P
Hijo dijo el que estaba sentado esperando-: no tiene caso que te diga que el
que te mató está muerto desde ahora. ¿Acaso yo ganaré algo con eso? La cosa es que yo
no estuve contigo. ¿De qué sirve explicar nada? No estaba contigo. Eso es todo. Ni con
ella. Ni con él. No estaba con nadie; porque el recién nacido no me dejó ninguna señal
de recuerdo.
19-H
El hombre recorrió un largo tramo río arriba.
20-H
En la cabeza le rebotaban burbujas de sangre. Creí
que el primero iba a despertar a los demás con su estertor, por eso me di prisa.
Discúlpenme la apuración, les dijo. Y después sintió que el gorgoreo aquel
era igual al ronquido de la gente dormida; por eso se puso tan en calma cuando salió a la
noche de afuera, al frío de aquella noche nublada.
21-B/H
Parecía venir huyendo. Traía una porción de lodo en las zancas, que ya ni se sabía
cuál era el color de sus pantalones.
Lo
vi desde que se zambulló en el río. Apechugó el cuerpo y luego se dejó ir corriente
abajo, sin manotear, como si caminara pisando en el fondo. Después rebasó la orilla y
puso sus trapos a secar. Lo vi que temblaba de frío. Hacía aire y estaba nublado.
Me
estuve asomando desde el boquete de la cerca donde me tenía el patrón al encargo de sus
borregos. Volvía y miraba a aquel hombre sin que él se maliciara que alguien lo estaba
espiando.
Se
apalancó en sus brazos y se estuvo estirando y aflojando su humanidad, dejando orear el
cuerpo para que se secara. Luego se enjaretó la camisa y los pantalones agujerados. Vi
que no traía machete ni ningún arma. Sólo la pura funda que le colgaba de la cintura,
huérfana.
Miró
y remiró para todos lados y se fue. Y ya iba yo a enderezare para arriar mis borregos,
cuando lo vi volver con la misma traza de desorientado.
Se
metió otra vez al río, en el brazo de en medio, de regreso.
¿Qué
trairá este hombre?, me pregunté.
Y
nada. Se echó de vuelta al río y la corriente se soltó zangoloteándolo como un
reguilete, y hasta por poco y se ahoga. Dio muchos manotazos y por fin no pudo pasar y
salió allá abajo, echando buches de agua hasta desentriparse.
Volvió
a hacer la operación de secarse en pelota y luego arrendó río arriba por el rumbo de
donde había venido.
22-B/L
Que me lo dieran ahorita. De saber lo que había hecho lo hubiera apachurrado a pedradas y
ni siquiera me entraría el remordimiento.
Ya
lo decía yo que era un juilón. Con sólo verle la cara. Pero no soy adivino, señor
licenciado. Sólo soy un cuidador de borregos y hasta si usted quiere algo miedoso cuando
da la ocasión. Aunque, como usted dice, lo pude muy bien agarrar desprevenido y una
pedrada bien dada en la cabeza lo hubiera dejado allí tieso. Usted ni quien se lo quite
que tiene la razón.
Eso
que me cuenta de todas las muertes que debía y que acababa de efectuar, no me lo perdono.
Me gusta matar matones, créame usted. No es la costumbre; pero se ha de sentir sabroso
ayudarle a Dios a acabar con esos hijos del mal.
23-B/H
La cosa es que no todo quedó allí. Lo vi venir de nueva cuenta al día siguiente. Pero
yo todavía no sabía nada. ¡De haberlo sabido!
Lo
conocí por el arrastre de sus ojos: medio duros, como que lastimaban. Lo vi beber agua y
luego hacer buches como quien está enjuagándose la boca; pero lo que pasaba era que se
había tragado un buen puño de ajolotes, porque el charco donde se puso a sorber era
bajito y estaba plagado de ajolotes. Debía de tener hambre.
Le
vi los ojos, que eran dos agujeros oscuros como de cueva. Se me arrimó y me dijo: ¿Son tuyas esas borregas? Y yo le dije que no. Son de
quien las parió, eso le dije.
No
le hizo gracia la cosa. Ni siquiera peló el diente. Se pegó a la más hobachona de mis
borregas y con sus manos como tenazas le agarró las patas y le sorbió el pezón. Hasta
acá se oían los balidos del animal; pero é no la soltaba, seguía chupe y chupe hasta
que se hastió de mamar. Con decirle que tuve que echarle criolina en las ubres para que
se le desinflamaran y no se le fueran a infestar los mordiscos que el hombre les había
dado.
24-B/L
¿Dice usted que mató a toditita la familia de los Urquidi? De haberlo sabido lo atajo a
puros leñazos.
Pero
uno es ignorante. Uno vive remontado en el cerro, sin más trato que los borregos, y los
borregos no saben de chismes.
25-B/H
Y al otro día se volvió a aparecer. Al llegar yo, llegó él. Y hasta entramos en
amistad.
Me
contó que no era de por aquí, que era de un lugar muy lejos; pero que no podía andar ya
porque le fallaban las piernas: Camino y camino y no ando nada. Se me doblan las
piernas de la debilidad. Y mi tierra está lejos, más allá de aquellos cerros. Me
contó que se había pasado dos días sin comer más que puros yerbajos. Eso me dijo.
26-B/L
¿Dice
usted que ni piedd le entró cuando mató a los familiares de los Urquidi? De haberlo
sabido se habría quedado en juicio y con la boca abierta mientras estaba bebiéndose la
leche de mis borregas.
27-B/H
Pero
no parecía malo. Me contaba de su mujer y de sus chamacos. Y de lo lejos que estaban de
él. Se sorbía los mocos al acordarse de ellos.
Y
estaba reflaco, como trasijado. Todavía ayer se comió un pedazo de animal que se había
muerto del relámpago. Parte amaneció comida de seguro por las hormigas arrieras y la
parte que quedó él la tatemó en las brasas que yo prendía para calentarme las
tortillas y le dio fin. Ruñó los huesos hasta dejarlos pelones.
El
animalito murió de enfermedad, le dije yo.
Pero
como si ni me oyera. Se lo tragó enterito. Tenía hambre.
28-B/L
Pero dice usted que acabó con la vida de esa gente. De haberlo sabido. Lo que es ser
ignorante y confiado. Yo no soy más que borreguero y de ahi en más no sé nada. ¡Con
decirle que se comía mis mismas tortillas y que las embarraba en mi mismo plato!
¿De
modo que ora que vengo a decirle lo que sé, yo salgo encubridor? Pos ora sí. ¿Y dice
usted que me va a meter en la cárcel por esconder a ese individuo? Ni que yo fuera el que
mató a la familia esa. Yo sólo vengo a decirle que allí en un charco del río está un
difunto. Y usted me alega que desde cuándo y cómo es y de qué modo es ese difunto. Y
ora que yo se lo digo, salgo encubridor. Pos ora sí.
Créame
usted, señor licenciado, que de haber sabido quién era aquel hombre no me hubiera faltdo
el modo de hacerlo perdedizo. ¿Pero yo qué sabía? Yo no soy adivino.
29-B/H
El sólo me pedía de comer y me platicaba de sus muchachos, chorreando lágrimas.
Y
ahora se ha muerto. Yo creí que haba puesto a secar sus trapos entre las piedras del
río; pero era él, enterito, el que estaba allí boca abajo, con la cara metida en el
agua. Primero creí que se había doblado al empinarse sobre el río y no había podido ya
enderezar la cabeza y que luego se había puesto a resollar agua, hasta que le vi la
sangre coagulada que le salía por la boca y la nuca repleta de agujeros como si lo
hubieran taladrado.
30-B/L
Yo no voy a averiguar eso. Sólo vengo a decirle lo que pasó, sin quitar ni poner nada.
Soy borreguero y no sé de otras cosas.
S1:
El asesinato
2-H:
El hombre rumbo a casa de los Urquidi
4-H:
El hombre rumbo a casa de los Urquidi
6-H:
El hombre llega a casa de los Urquidi
8-H:
El hombre huyendo, abandona el machete asesino
9-H:
El hombre inicia el asesinato de la familia Urquidi
11-H:
El hombre huyendo
13-H:
El hombre huyendo
15-H:
El hombre huyendo
17-H:
El hombre huyendo
19-H:
El hombre huyendo
20-H:
El hombre concluye el asesinato de la familia Urquidi
S2:
La persecución
1-
P:
El perseguidor, el señor Urquidi, busca al hombre
3-P:
El perseguidor busca al hombre
5-P:
El perseguidor busca al hombre
7-P:
El perseguidor calcula la hora del asesinato
10-P: El perseguidor busca al hombre
12-P:
El perseguidor busca al hombre
14-P:
El perseguidor asesinó al hermano del hombre
16-P:
El perseguidor se sienta a esperar al hombre
18-P:
El perseguidor se sienta a esperar al hombre
22-B/L:
Soliloquio del borreguero con el licenciado
23-B/H:
El borreguero da información sobre el hombre
24-B/L:
Soliloquio del borreguero con el licenciado
25-B/H:
El borreguero da información sobre el hombre
26-B/L:
Soliloquio del borreguero con el licenciado
27-B/H:
El borreguero da información sobre el hombre
28-B/L:
El borreguero denuncia la muerte del hombre
29-B/H:
El borreguero cuenta cómo encontró el cadáver del hombre
30-B/L:
El borreguero se deslinda de toda responsabilidad
Segunda
categoría funcional: las funciones
Según
Barthes, la función es una unidad de sentido, la función es, evidentemente, desde
el punto de vista lingüístico, una unidad de contenido: es lo que quiere
decir un enunciado lo que lo constituye en unidad formal y no la forma en que está
dicho.[6]
Las funciones presentan los contenidos de la realidad.
Las
funciones comprenden dos grandes clases de unidades: funciones distribucionales y funciones
integradoras. Las primeras pueden ser funciones cardinales también llamadas núcleos, correspondientes a
los nudos de relato, y funciones catálisis. Las funciones
integradoras se dividen en funciones indicios y funciones información.
En
El hombre, cada secuencia comprende las
funciones núcleos que abren, continúan y cierran el proceso necesario para que la
historia continúe. A saber:
S1:
El asesinato: F1= Fechoría por cometer: Matar a la familia Urquidi como venganza
F2 = Fechoría: El hombre va a la casa de los Urquidi para matarlos
F3 = Fechoría cometida: Asesina a la familia Urquidi, menos al padre
S2:
La persecución: F1 = Fechoría por cometer: Matar al hombre como venganza
F2 = Fechoría: El señor Urquidi persigue al hombre
F3 = Fechoría cometida:
Mata al hombre disparándole a la cabeza
S3:
La denuncia: F1 = Hecho por vivir: Ser testigo de un asesinato
F2 = Proceso de vida: El borreguero conoce al hombre que será asesinado
F3 = Resultado vivido: Avisa de la muerte del hombre a la autoridad
Enclave
de las secuencias:
S1:
El asesinato: F1
F2
F3 à
S2: La persecución: F1
F2 à
S3: La denuncia: F1
F3
F2
F3
Las
funciones catálisis son aquéllas de naturaleza complementaria que llenan los espacios de
historia entre cada una de las funciones núcleo. Señalaremos solamente las funciones
catálisis de la secuencia primera.
S1:
El asesinato : Funciones catálisis
-
El
hombre va a buscar venganza por la muerte de su hermano.
-
Llega
a la casa mientras duermen.
-
Mata
a toda la familia por no poder distinguir al asesino de su hermano.
-
Los
mata con un machete que luego abandona.
-
Huye
al monte.
Las
funciones indicios remiten a un carácter, a un sentimiento o a una filosofía. Las más
importantes del relato son:
-
Igual
que lo que yo hice con su hermano
Significado:
La venganza es el medio de hacerse justicia.
-
No
debí matarlos a todos; me hubiera conformado con el que tenía que matar; pero estaba
oscuro y los bultos eran iguales
Después de todo, así de a muchos les costará
menos el entierro.
Significado:
El remordimiento del hombre no es sincero y revela su falta de principios morales.
-
Llegaré
adonde quieres llegar antes que tú estés allí dijo el que iba detrás de
él.
Significado:
El hombre no conoce bien el terreno, a diferencia de su perseguidor.
-
Se
persignó hasta tres veces. Discúlpenme, les dijo. Y comenzó su tarea.
-
Me
gusta matar matones, créame usted. No es la costumbre; pero se ha de sentir sabroso
ayudarle a Dios a acabar con esos hijos del mal.
Significado:
Tanto el hombre como el borreguero dan cuenta de un concepto equivocado de la religión,
que bien podríamos llamar fanatismo religioso.
-
¿De
modo que ora que vengo a decirle lo que sé,
yo salgo encubridor?
Significado:
Cuestionamiento a la justicia de las autoridades.
A
través de las funciones información se sitúa al lector en el tiempo y en el espacio.
Mediante ellas, en este relato nos enteramos de que:
1. El
hombre es un ser repulsivo. El hombre no vive en el mismo lugar que la familia asesinada.
Se llama José Alcancía.
n Los
pies del hombre dejan una huella como si fuera la pezuña de algún
animal
n El
hombre mascó un gargajo mugroso y lo arrojó a la tierra con coraje
n El
perseguidor dice: Te esperé un mes [
] sabiendo que llegarías a rastras como
una mala víbora
n El
hombre se había tragado un buen puño de ajolotes
n El
hombre se pegó a la más hobachona de mis borregas y con sus manos como tenazas le
agarró las patas y le sorbió el pezón
n El
hombre dice al borreguero: Y mi tierra está lejos, más allá de aquellos
cerros
n Se
llama José Alcancía, así lo nombra el perseguidor
2. El
asesinato de la familia Urquidi ocurrió en una madrugada oscura.
n Debió
llegar a eso de la una, cuando el sueño es más pesado
n Sólo
el puro cielo, cenizo, medio quemado por la nublazón de la noche.
n La
madrugada estaba gris, llena de aire frío
3. El
lugar de la acción es en el campo, cerca del monte en donde la vegetación es abrupta, a
dos días de camino del río.
n La
vereda subía, entre yerbas, llena de espinas y malas mujeres
n Subió
por aquí, rastrillando el monte
n Ya
en el río, con el borreguero: Me contó que se había pasado dos días sin comer
más que puros yerbajos.
Tercera
categoría funcional: las acciones
Las
acciones nos muestran qué hace el relato con la realidad, la lógica que maneja esas
acciones y la naturaleza de los actantes que las realizan.
Los
actores de este relato son:
El
hombre, José Alcancía
El
perseguidor, el señor Urquidi
El
borreguero
El
río
El
papel actancial es el tipo de vinculación que relaciona los actores en las acciones: de
deseo, de comunicación, de participación. Los actores según los papeles actanciales que
desarrollan en cada secuencia del relato son:
S1:
El asesinato = Fuente El hombre vs Destinatario La familia Urquidi
Sujeto
El hombre vs Objeto El asesinato por venganza
Ayudante
La ausencia del señor Urquidi
vs
Opositor* La ausencia del señor Urquidi
*
La misma acción es Ayudante y Opositor. Gracias a la ausencia del señor Urquidi el
hombre pudo matar a la familia. Y Opositor porque la misma ausencia del señor
Urquidi hace que el Sujeto (el hombre)
fracase en su Objeto de asesinarlo por venganza. Además, con ello se propicia el
inicio de la segunda secuencia: la persecución.
S2:
La persecución = Fuente El perseguidor
vs Destinatario El
hombre
Sujeto El perseguidor vs Objeto El asesinato por
venganza
Ayudante El río que se encajona
S3:
La denuncia = Fuente El
borreguero vs
Destinatario El licenciado
Sujeto
El borreguero vs Objeto La denuncia de un asesinato
Esquema
de las acciones:
S1:
El asesinato por à S2: El asesinato por à S3: La denuncia
deseo de venganza
deseo de venganza
¿Deseo
de justicia?
Lógica
de las acciones:
S1:
Crimen huida à S2: Crimen
huida à S3: Denuncia ¿justicia?
Nivel
retórico o pragmático
En
este nivel se analizan los elementos formales concretos a través de los cuales nos llega
el relato. Dentro de la praxis retórica se distinguen tres categorías: el tiempo, la
visión o el aspecto, y el modo.
La
duración
Asesinato
de la familia Urquidi una noche
Persecución
seis días, aproximadamente
Contacto
del hombre con el borreguero cuatro días
Denuncia
un día
Duración
total del UNIVERSO de la ficción: Una semana, aproximadamente
Tiempo
de lectura del texto, es decir, tiempo del DISCURSO de la ficción: diez minutos,
aproximadamente.
S1
y S2 Tiempo retrospectivo tres días
S3
Tiempo retrospectivo cuatro días
S3
Tiempo actual el día de la denuncia
El
manejo del tiempo es sumamente interesante en este relato. Nos remite a un universo que en
tan sólo una semana puede generar y resolver una dinámica tan compleja como la que se
presenta en el cuento. Dos series consecutivas de venganza en las cuales hay tres momentos
que nos actualizan en tiempo y forma las acciones decisivas del relato: el asesinato del
hermano de José Alcancía (10-P) y el asesinato de la familia Urquidi (9-H y 20-H). Estos
dos últimos momentos de mayor importancia en términos del tiempo, ya que la acción
está en tiempo presente y el lector es testigo del asesinato de los tres miembros de la
familia Urquidi.
Y
este Universo que comprende aproximadamente una semana (al igual que el tiempo de la
Creación del mundo) el lector puede hacerlo suyo en tan solo diez minutos de lectura.
Visión
o aspecto
A
los diferentes tipos de percepción reconocibles en el relato, Todorov los llama ASPECTOS
del relato. Adspectum: mirar, del supino
del verbo adspecere: mirar.
Los
hechos narrados en el relato literario están contados desde un punto de vista determinado
que adopta el creador o que éste pone en boca de alguno de los actantes-actores que
integran la relación.
S1:
Narrador ominisciente en tercera persona = visión por detrás
Once
momentos de monólogo interior
S2:
Narrador omnisciente en tercera persona = visión por detrás
Predominio
de monólogo exterior en nueve momentos del relato
S3:
Narrador equiescente en primera persona = visión con
Estilo directo, como soliloquio, en diez
momentos del relato
No
obstante la presencia de varios actores, el texto es un relato de silencios. El predominio
ya sea del monólogo interior o exterior como del soliloquio, hacen del texto una
construcción silenciosa que habla por sus rendijas. Y el tópico del silencio
se acentúa más todavía por la ausencia de voz en el actor último del texto: el
licenciado que nunca habla.
S1:
Lenguaje culto y cuidadoso del narrador
S2:
Lenguaje culto y cuidadoso del narrador
S3:
Lenguaje coloquial del borreguero
El
lenguaje abunda en sustantivos. La adjetivación se logra con modificadores indirectos.
Hay solamente dos adjetivos calificativos por cada diez sustantivos presentes en el texto,
lo que demuestra un trabajo muy cuidadoso con el lenguaje en términos de precisión de
contenidos y de significación léxico-semántica.
Recursos
estilísticos
Aliteración:
Ret. Figura que, mediante la repetición de fonemas, sobre todo consonánticos, contribuye
a la estructura o expresividad del verso: Mascó un gargajo mugroso
y lo arrojó a la tierra con coraje.
Conduplicación:
Ret. Figura que se produce repitiendo al principio de una cláusula o miembro del período
la última palabra del miembro o cláusula inmediatamente anterior: Se conoce que lo
arrastraba el ansia. Y el ansia deja huellas siempre.
Reduplicación:
Ret. Figura que consiste en repetir consecutivamente un mismo vocablo en una cláusula o
miembro del período: Ahora entiendo. Ahora entiendo por qué se me marchitaron las
flores
Apóstrofe:
Ret. Figura que consiste en dirigir la palabra con vehemencia en segunda persona a una o
varias, presentes o ausentes, vivas o muertas, a seres abstractos o a cosas inanimadas, o
en dirigírsela a sí mismo en iguales términos: Hijo dijo el que estaba
sentado esperando-: no tiene caso que te diga que el que te mató está muerto desde
ahora.
Interrogación:
Ret. Figura que consiste en interrogar, no para manifestar duda o pedir respuesta, sino
para expresar indirectamente la afirmación, o dar más vigor y eficacia a lo que se dice:
Por qué habría dicho aquello?; ¿Acaso
ganaré
algo con eso? [
] ¿De
qué
sirve explicar nada?
Imagen:
Ret. Representación viva y eficaz de una intuición o visión poética por medio del
lenguaje:
dejando una huella sin forma, como sif uera la pezuña de algún
animal
Sinestesia:
Ret. Tropo que consiste en unir dos imágenes o sensaciones procedentes de diferentes
dominios sensoriales.
P.ej:
Soledad sonora. Verde chillón: Ni una gota de aire
Sinécdoque:
Ret. Tropo que consiste en extender, restringir o alterar de algún modo la significación
de las palabras, para designar un todo con el nombre de una de sus partes, o viceversa; un
género con el de una especie, o al contrario; una cosa con el de la materia de que está
formada, etc.: Los pies siguieron la vereda
Metáfora:
Ret. Tropo que consiste en trasladar el sentido recto de las voces a otro figurado, en
virtud de una comparación tácita: Tengo mi corazón que resbala y da vueltas en su
propia sangre
Recursos
tipográficos
-
Letra
redonda cuando habla el narrador.
-
Letra
redonda entrecomillada si hay monólogo exterior o diálogo directo.
-
Letra
cursiva entrecomillada cuando hay monólogo interior.
Nivel
semántico
El
aspecto semántico del relato es lo que el relato representa y evoca, los contenidos más
o menos concretos que aporta. Los aspectos semánticos del texto se refieren al carácter
simbólico, referencial y pragmático y, con todo ello, a la visión que la obra sustenta.
Los podemos ver desde tres perspectivas interrelacionadas entre sí: la simbólica, la
social y la dialéctica.[7]
Lo
simbólico
En
el relato existe una serie de símbolos que, a la vez, puede actuar simbólicamente por el
carácter connotativo del texto literario.
1. El
hombre
l
Es
la personificación de la crueldad y el remordimiento.
l
Aunque
es un ser desalmado que no dudó en matar toda una familia en venganza, no logra evadirse
de los remordimientos. En tres ocasiones repite: No debí matarlos a
todos
, además de la constante retrospección al hecho y autojustificación.
l
A
pesar de estar en igualdad de condiciones (ambos asesinos) con el señor Urquidi, el
hombre se nos presenta como un ser degradado por el hecho de haber cometido el asesinato
con alevosía y ventaja sobre seres inocentes. El señor Urquidi cuenta haber matado al
hermano del hombre cara a cara [
] frente a él y frente a ti y tú nomás
llorabas y temblabas de miedo.
l
El
perseguidor nos dice el nombre del hombre, José Alcancía, pero se menciona sólo una vez
y nunca se le denomina por su nombre, como signo de falta de identidad.
2. El
señor Urquidi
l El
perseguidor. También asesino y en primer término ya que, según nos informa el relato,
él mató en primera instancia al hermano del hombre.
l Para
vengar a su familia pretende hacer justicia por su propia mano, aunque no del todo
convencido de que valdrá la pena hacerlo:
Hijo
dijo el que estaba sentado esperando: no tiene caso que te diga que el que te mató
está muerto desde ahora. ¿Acaso
ganaré
algo con eso? La cosa es que no estuve contigo. ¿De
qué
sirve explicar nada? No estaba contigo. Eso es todo. Ni con ella. Ni con él.
l Sin
embargo, no recurre a la justicia legal y realiza la venganza por mano propia.
3. El
borreguero
l Es
el testigo que no quiere comprometerse.
l El
hecho de que su oficio sea precisamente el de borreguero tiene como connotación una
actitud endeble que siempre va a donde la mayoría; la borregada, manipulada
por una instancia mayor que impone una idea y que la mayoría no duda en acoger:
Sólo
soy un cuidador de borregos;
Pero
uno es ignorante. Uno vive remontado en el cerro, sin más trato que los borregos, y los
borregos no saben de chismes.;
Lo
que es ser ignorante y confiado. Yo no soy más que borreguero y de ahi en más no sé
nada;
Sólo
vengo a decirle lo que pasó, sin quitar ni poner nada. Soy borreguero y no sé de otras
cosas.
l Aprueba
la idea de la venganza, de la ejecución por mano propia:
De
saber lo que había hecho lo hubiera apachurrado a pedradas y ni siquiera me entraría el
remordimiento.;
me
gusta matar matones, créame usted;
De
haberlo sabido lo atajo a puros leñazos.
l Pero
la idea de aprobar la venganza constrasta visiblemente con su cobardía porque, al mismo
tiempo que presume de tener capacidad de matar a una persona, se reconoce como miedoso:
y hasta si usted quiere algo miedoso cuando da la ocasión.
4. El
licenciado
l Permanece
en silencio durante todo el relato.
l Nos
enteramos de su presencia en el relato por medio del borreguero.
l Es
el símbolo de la autoridad legal que permanece en silencio frente a esa realidad: la otra
justicia que se ejerce en el pueblo.
El
relato El hombre nos presenta el concepto
que se tiene en el medio rural acerca de la justicia. Además de la falta de principios
morales venganzas encadenadas y fanatismo religioso- critica la justicia de las
autoridades que tratan de inculpar al denunciante para solucionar más fácilmente el caso
y cerrarlo.
La
sociedad vive una realidad de barbarie
en donde lo agresivo de la naturaleza se pone en juego con la violencia social. Sin
embargo, no es sólo un texto que se podría inscribir en la trayectoria hispanoamericana
del cuento y la novela de la tierra o telúrica, sino que en este
cuento se retrata una realidad palpable que, en la dinámica histórica del México de los
años cincuenta, se podía comprobar.
Otro
aspecto interesante desde el punto de vista social es la doble calificación que el texto
propicia para los asesinos: uno es el hombre, José Alcancía, repulsivo, digno de ser
ejecutado y perseguido hasta la muerte. El otro, el señor Urquidi, que aun siendo el
primer asesino y el generador de la dinámica de violencia del cuento, tiene el
apoyo del narrador y se le presenta como el padre que con justicia
ejecutará la venganza de familia asesinada. Y las autoridades se mantienen -y el texto
las relega- al margen de toda ejecución.
Lo
dialéctico
En
este apartado se intenta interpretar la cosmovisión del escritor, bajo la propia visión
del mundo del lector.
El
cuento El hombre pretende que el lector
entre en contacto con la realidad rural que muchas comunidades viven, todavía, hoy en
día: individuos y familias enteras envueltos en círculos de venganzas ante la pasividad
o incapacidad de las autoridades para la impartición de la justicia legal. Comunidades
que, en ese sentido, se mantienen al margen de todo progreso y conservan su primitivismo
en términos de relaciones sociales.
Hay
una fuerte crítica a las autoridades. En el relato no tienen voz y, paradójicamente, sabemos de su presencia por la voz de un humilde
denunciante, que además goza de baja estima social: el borreguero quien presta su
voz al licenciado, representante de la autoridad legal. Este aspecto es de suma
importancia para la dialéctica del cuento. La técnica tradicional narrativa del siglo
XIX, en la que la clase oprimida y los sectores sociales de más bajo nivel no tenían voz
en el relato, se revierte en este texto.
Si
bien otros cuentos de Rulfo habían mostrado ya la audacia del escritor al dejar que los
personajes del medio rural, los campesinos y los desposeídos hablaran y se expresaran con
su propio lenguaje, en este texto se llega al límite pues no sólo es el borreguero que
habla como tal, sino que éste le presta su voz a la autoridad.
En
Nos han dado la tierra tenemos el caso de
campesinos que no tienen la posibilidad de expresar su inconformidad ante las autoridades
que los despojan de sus tierras. Ahora tenemos a una autoridad en silencio, incapacitada
para hablar por el texto mismo, como reflejo de su ineficiencia y del poco valor que la
comunidad confería a su autoridad para resolver conflictos trascendentales, como lo eran
las venganzas familiares.
La
única voz que se oye directamente es la voz del borreguero, la voz de la DENUNCIA. En
todos los otros momentos del texto, el narrador y un narrador con visión por
detrás que sabe más que los personajes- es intermediario del pensamiento y de la
palabra tanto del hombre como del perseguidor. Con ello podríamos extender el significado
a todo el texto: es un texto de DENUNCIA.
Bibliografía
citada
Barthes,
Roland, Introducción
al análisis estructural de los relatos, en Roland
Barthes, A.J. Greimas, Umberto Eco, et. al., Análisis estructural del relato, 8a. ed.,
trad. Beatriz Dorriots. Premiá Editora, México, 1991.
Montes
de Oca, Francisco. Teoría y técnica de la literatura. Porrúa, México, 1983.
Romera
Castillo, José. El comentario semiótico de textos. Col. Temas, núm. 10, Madrid, 1980.
Rulfo,
Juan, El hombre, en Juan Rulfo. Toda la obra, Claude
Fell (coord.). UNESCO, Madrid, 1992, (Col. Archivos, 17).
[1] José Romera Castillo. El comentario semiótico de textos, Madrid, 1980,
p. 56.
[2]
Idem.
[3]
Idem.
[4] Ibid., p. 57.
[5]
Juan Rulfo, "El hombre", en Juan Rulfo.
Toda la obra, Claude Fell (coord.). UNESCO, Madrid,
1992, (Col. Archivos, 17).
[6]
Roland Barthes, Introducción al análisis estructural de los relatos, en Roland Barthes, A.J. Greimas, Umberto Eco, et. al., Análisis estructural del relato, 8a. ed.,
trad. Beatriz Dorriots. Premiá Editora, México, 1991, p. 13.
[7]
Cf. José Romera Castillo, op. cit., p. 84.