Sincronía Verano 2005


Monstruos de maravilla: Orientaciones lexicográficas del discurso de lo monstruoso en los escritores novohispanos

Marina Ruano Gutiérrez


Los hispanos estamos habituados a vivir en armonía con las cosas extraordinarias. Lo monstruoso y lo maravilloso suele acompañarnos siempre.

Pero cuando llegan a Las Indias los cronistas prácticamente descienden a ese infierno donde, al igual que Eneas, quieren encontrar los pecados capitales (Rodilla), el pecado contra natura y nefando, y los imaginan tomando el cuerpo de animales carnívoros y personas sanguinarias y salvajes, además los recrean exageradamente feos y deformes, producto de los mitos griegos y latinos. Toda esta teratología pronto se convierte en tema central y dominante, las malformaciones físicas les resulta un tema apasionante.

Los recursos retóricos utilizados violan los criterios históricos, literarios e ideológicos. Eran narraciones hábiles en ofrecer información inteligible para hacer aparecer cosas equívocas que eran expuestas siempre desde un punto de vista particularmente embustero.

Esta práctica retórica propia del renacimiento y con tintes medievales es la base para la elaboración de las obras literarias de la colonia, su función principal es la de ser usada para torcer artísticamente los acontecimientos históricos y desviar la mirada deteniéndose en las descripciones minuciosas de los pormenores. Todos estos escritos sobre las maravillas y los monstruos no dejan de tener significados didácticos, este tipo de enseñanzas servían para aleccionar a futuros aventureros, que querían ganar honra y hacienda, y prevenirlos ante todo tipo de hallazgos.

Las orientaciones léxicas como la guía y base de los escritores eran todas esas fuentes informativas que se tenían a la mano como los relatos de los navegantes, las relaciones de los descubridores y conquistadores, donde afloran más los mitos internos que las visiones externas.

Y en este mismo tono de "ser muy amigos de novelas" eran capaces de escribir una extensa cantidad de textos, todos ellos repletos de palabras disfrazadas, que a su vez eran fruto de las informaciones librescas.

Así, por ejemplo tenemos que lo que realmente vio el primer cronista de América, Cristóbal Colón, y dicho con sus propias palabras fue lo siguiente:

"y todos los que yo vi eran todos mancebos, que ninguno vide edad de mas de treinta años: muy bien hechos, de muy hermosos cuerpos y muy buenas caras..."(Colón p.30).

 

Pero lo que quería ver era otra cosa. Los españoles en un principio buscan cosas maravillosas como el oro y la plata y a veces sólo encuentran entes monstruosos. Conforme van adentrándose en el gran paraíso se maravillan de encontrar formas sobrenaturales dignas de ser vistas y ser contadas; y el oro y la plata se van relegando al plano de lo monstruoso por la gran cantidad de destrozos que consigo traían:

"Entendió también que lejos de ahí había hombres de un ojo y otros con hocicos de perros que comían los hombres y que en tomando uno lo degollaban y le bebían su sangre y le cortaban su natura". (Colón. P.54).

Como pura curiosidad la imagen de san Cristóbal tiene un aspecto cinocéfalo; ese animal de hocico alargado que bien podía tener cabeza de perro o cabeza de león; y uno de sus mitos deriva precisamente del barquero portador de Cristo. (Izzi p.123).

Y lo que entendió, o quiso entender por señas, que le contaban y aseguraban los indios de la isla Bohío, que después se llamará La Española, que lo que había era otra cosa muy distante de los hombres que él había visto:

"En otra tierra que los indios llamaban Bohío, la cual decían que era muy grande y que había en ella gente que tenía un ojo en la frente, y otros que se llamaban caníbales, a quien mostraban tener gran miedo. Y desque vieron que lleva este camino, diz que no podían hablar porque los comían y que son gente muy armada. El Almirante dice que bien cree que había algo de ello, mas que, pues eran armados, sería gente de razón, y creía que habían captivado algunos y que porque no volvían dirían que los comían. Lo mismo creían de los cristianos y del Almirante al principio que algunos los vieron." (Colón. P.66).

Usa la figura retórica de la preterición cuando finge que se va a pasar por alto aquello que se está expresamente anunciado. En la cita siguiente funciona algo así como ya lo dije, pero era mentira:

"En la isla Bohío dicen que viven los Caniba o Canima ... cuando dieron vuelta a tomar esta tierra (los indios) no podían hablar temiendo que los habían de comer, y no se les podía quitar el temor, y decían que no tenían sino un ojo y la cara de perro, y creía el Almirante que mentían, y sentía el Almirante que debían de ser del señorío del Gran Can, que los captivaban". (Colón. P.70).

"Mostráronles dos hombres que les faltaban algunos pedazos de carne de su cuerpo y hiciéronles entender que los caníbales los habían comido a bocados". (Colón. 92).

Poniendo atención a la palabra Caniba, Canima o Caníbales en cada cita cambian las acepciones de las palabras y las acepciones de las frases completas, porque se necesitaba en cada momento darle diferentes significados.

En algunos de los textos que reúne León-Portilla funciona al revés, esto es que primero se menciona que lo que encontraron de monstruoso y enseguida lo describe, por lo que no hay más nada qué buscar:

Octavo presagio funesto: "muchas veces se mostraban a la gente hombres deformes, personas monstruosas. De dos cabezas, pero un solo cuerpo. Las llevaban a la casa de lo Negro; se las mostraban a Motecuhzoma. Cuando las había visto luego desaparecían". (León-Portilla p.5. tomado de los "Informantes e Sahagún. Códice Florentino, cap. I).

También existen gran cantidad de textos en donde la deformidad no es precisamente sinónimo de fealdad, porque aparte de:

"sátiros, Amazonas y sirenas, todos ellos elementos de la literatura clásica, son varios los autores que afirman que todas estas informaciones sobre seres extraños habían circulado no sólo entre los autores españoles en América, sino también entre autores mexicanos; Fernando Alvarado Tezozómoc mencionaba hombres de un solo pie, y otros con cabeza en el pecho; Fray Francisco de Escobar incluía tribus enteras que vivían oliendo los alimentos (los Xamoco Huiches)". (Pease p. 22).

En todas estas narraciones, la información funciona a manera de infratexto; lo fundamental aparece manipulado, son relatos en donde hay cosas que no están pero dependen de la historia, cosas que no se dicen pero se dejan ver o se suponen. Entonces cuando tratan de reprimir algo se transforma y aparece en otro sitio.

Fueron palabras que abrieron el apetito por saber qué más había, eso que no se dice pero que se hace mención y luego se deja por no entrar en detalles:

"Tenia en esta casa un cuarto en que tenía hombres y mujeres y niños blancos de su nacimiento en el rostro y el cuerpo y cabellos y cejas y pestañas". (Cortes p. 81).

"Tenía otra casa donde tenía muchos hombres y mujeres monstruos, en que había enanos corcovados, y otros con otras disformidades, y cada una manera de monstruos en su cuarto por sí; e también había para estos, personas dedicadas para tener cargo dellos". (Cortés p. 82).

Cuáles eran las "otras disformidades", otra vez la palabra monstruo sin especificar de qué se trata o a qué hace mención, solamente podemos adivinar que se trata de algún tipo de gente, o más bien gente con algún tipo de características especiales mucho muy diferentes a lo común.

Pero también están los españoles que no se comprometen, como el caso del español desamparado Cabeza de Vaca, quien se da el tiempo y espacio para contar con lujo de detalles y sin embargo abre escribiendo "decían":

"..decían que por aquella tierra anduvo un hombre, que ellos llamaban Mala Cosa, y que era pequeño de cuerpo, y que tenía barbas, aunque nunca claramente le pudieron ver el rostro, y que cuando venía a la casa donde estaban se les levantaban los cabellos y temblaban, y luego parescía a la puerta de la casa un tizón ardiendo; y luego, aquel hombre entraba y tomaba al que quería de ellos, y dábales tres cuchilladas grandes por las ijadas con un pedernal muy agudo, tan ancho como una mano y dos palmos en luengo, y metía la mano por aquellas cuchilladas y sacábales las tripas; y que cortaba de una tripa poco más o menos de un palmo, y aquello que cortaba echaba en las brasas, y luego le daba tres cuchilladas en un brazo, y la segunda daba por la sangradura y desconcertábaselo, y dende a poco se lo tornaba a concertar y poníale las manos sobre las herídas, y decíanos que luego quedaban sanos, y que muchas veces cuando bailaban aparescía entre ellos, en hábito de mujer muchas veces, y otras como hombre; y cuando él quería, tomaba el buhío o casa y subíala en alto, y dende a un poco caía con ella y daba muy gran golpe. También nos contaron que muchas veces le dieron de comer y que nunca jamás comió; y que le preguntaban dónde venía y a qué parte tenía su casa, y que les mostró una hendidura de la tierra, y dijo que su casa era allá abajo". (Núñez p.68y69).

Algunos otros cronistas al escribir de las costumbres de los pueblos tratan de atenuar sus impresiones utilizando un como cuando se trata de descripciones propias de los indígenas. Aunque sea para referirse más bien a su comportamiento y no a su físico:

Hablando de los indios caribes (de la isla Guadalupe):

"viven como bestias, comen cuanto apetecen, practican el coito públicamente cuando sienten deseo..." (Herren p.71).

En 1542 Fray Tomás de Ortiz nos ofrece otro ejemplo del mismo tipo, aligerado por un "como", en un informe que presentó al Consejo de Indias, en el que jamás se pone en duda la naturaleza humana de los indios, y que además hay que aclarar que era en defensa de los indios, decía, entre otras cosas que:

"Los hombres de Tierra Firme de las indias comen carne humana y son sodométicos más que generación alguna. Ninguna justicia hay entre ellos, andan desnudos... son como asnos, adobados, alocados, insensatos. ... hasta diez o doce años parece que van a salir con buena crianza y virtud; de allí adelante se tornan como brutos animales. En fin digo que nunca crio Dios gente tan conocida en vicios y bestialidades sin mezcla de bondad y policía" (García. P.73 y 74).

Había que decir también que a los pastores, además de comparar constantemente a los indios con animales, les apasionaba hablar de vicios, antropofagias y sodomías.

Hablar de religión, o idolatrías como ellos las llamaban, era otro tema que les apasionaba porque podían dar rienda suelta para inventar mezclas que se pudieran clasificar como diabólicas, donde convivieran al mismo tiempo lo monstruoso y lo maravilloso:

"Tiene que hay un dios que es puro espíritu, todopoderoso, criador y gobernador de todas las cosas al cual llaman Tezcatlipoca o Titlacahuacan... A éste atribuían toda sabiduría y hermosura y bienaventuranza, aunque también le atribuían otras muchas cosas, que más

pertenecen a la naturaleza diabólica que a la divina". (Sahagún p.5).

Una de las tareas del poder pastoral durante la conquista y colonización del nuevo Mundo era la de:

"cuidar y velar sólo de los cristianos expuestos a los lobos, los monstruos, los bárbaros, los hombres infames que los acechan: indios y renegados"(Rodríguez).

Nos queda claro que los indios eran los hombres infames, pero entonces ¿quienes eran los bárbaros, los monstruos y los lobos?

Pasando a otro cronista, Fray Gaspar de Carvajal, en su recorrido por lo el río que él bautizara con el nombre de Amazonas, dice que en la plaza de uno de los pueblos por los que pasan encuentran un tablón, al parecer un adoratorio en donde se deja ver el arte del lugar, tan bello que asusta, y con descripción al estilo de Virgilio dice:

 

 

"... un tablón grande de diez pies en cuadro... figurada y labrada de relieve una ciudad murada con su cerca y con su puerta. En esta puerta estaban dos torres muy altas de cabo con sus ventanas, y cada torre tenía una puerta frontera la una de la otra, y en cada puerta estaban dos columnas y toda esta obra ya dicha estaba cargada sobre dos leones muy feroces que miraban hacía atrás, como recatados el uno del otro, los cuales tenían en los brazos y uñas toda la obra, en medio de la cual había una plaza redonda: en medio de esta plaza estaba un agujero por donde ofrecían y echaban chicha para el sol... en fin el edificio era cosa de mucho ver, y el Capitán, y todos nosotros espantados de tan gran cosa". (Carvajal p. 73).

Y un indio, en lenguaje que según ellos entendían, les explicó que eso era una réplica del pueblo de las Amazonas, que estos cronistas jamás vieron.

Los relatos de gigantes son copiosos, pero en este caso además de ser gigante era de "monstruosa magnitud", el historiador paraguayo Ruy Díaz de Guzmán en el relato del año de1612 titulado La Argentina cuenta que:

"... hallaron unos gigantes de monstruosa magnitud, y trayendo consigo tres de ellos, los llevaron a las naos, de donde se les huyeron dos... y metieron el uno a la capitana, fue bien tratado de Magallanes, aceptando algunas cosas, aunque con rostro triste; tuvo temor de verse en un espejo, y por ver las fuerzas que tenía, le hicieron que tomase a cuestas una pipa de agua, la cual se la llevó como si fuese una botija, y queriendo irse, cargaron sobre él ocho o diez soldados, y tuvieron bien que hacer para atarle, de lo cual se disgustó tanto que no quiso comer, y de puro coraje murió. Tenía la altura de trece pies, otros dicen que de quince". (Díaz p. 61, 62).

El Inca, Garcilaso de la Vega en su obra Comentarios Reales, terminada en 1604, nos habla de una palabra que era muy común entre los Incas del perú que era huaca, que quería decir cosa sagrada, pero también la usaban para las cosas muy feas y monstruosas, para todas las cosas que salen de su curso natural. Así por ejemplo llaman huaca:

" ... a los niños que nacen de pies o doblados o con seis dedos en pies o manos, o nace corcobado o con cualquier defecto mayor o menor en el cuerpo o en el rostro, como sacar partido alguno de los labios, que de éstos había muchos, o bisojo, que llaman señalado de naturaleza". (Vega p.54).

El soldado poeta Alonso de Ercilla, como muchos otros cronistas, etiqueta a los indios bajo un solo adjetivo "Bárbaros" y así con una palabra sola abarcan por completo todas las definiciones posibles, de esta manera cuando versifica y enaltece a los araucanos durante la conquista de Chile los indios son unos:

"Bárbaros... que de bárbaras madres han nacido".

Que no por eso dejan de ser humanos porque más adelante agrega:

"Gente es sin Dios ni ley...".

Y después algo que parece ser la conjunción de las dos anteriores:

"...los osados indios, que pagaban el poco seso y mucho atrevimiento". (Ercilla p.17,19,21,41).

Cabe mencionar que éste es un poema en donde se engrandece la figura y la valentía de los Araucanos.

Concolorcorvo cuando habla de la doctrina entre los indios explica cómo los señores curas ponían todo su empeño en ensañar las doctrinas, y se encontraban con el problema de que los monstruos figuraban como un elemento más de la variedad. Este autor es claro en asegurar que toda esa lexicología que repetían los indios era propia del léxico de los españoles:

"... los indios, con el trato de los españoles y de aprender su idioma, se contagiaban y se ejercitaban en vicios enormes, que jamás habían llegado a su imaginación... de que les declarasen en su idioma la enormidad del pecado, y un aborrecimiento a él como la de comer la carne humana, sacrificar a sus dioses a los prisioneros de guerra, adorar a unos monstruos o troncos de una figura horrenda, y muchas veces a sabandijas ponzoñosas". (Concolorcorvo cap. XIX).

Paul Rivet cuando habla con toda seriedad de los pigmeos en América dice que:

"Los pigmeos negros, blancos, amarillos y americanos serían el resultado de una mutación que terminaría en el enanismo". (Rivet p.142-155).

Cuando habla de los pigmeos encontrados en América, y producidos en América misma, los maraká, en Colombia, concluye diciendo que no tienen ninguna degeneración es decir que son absolutamente normales desde el punto de vista físico.

Por último diremos que en muchas ocasiones describen lo que nunca vieron y se callan aquello que sí encontraron, lo fantástico- monstruoso era lo que querían encontrar y eso es lo que dicen que encontraron. Y esos monstruos de maravilla son los que nos van a acompañar en nuestros escritos hispanoamericanos. Estos temas se nos vuelven algo tan cotidiano y, sin querer darnos cuenta, vamos a encontrar esas malformaciones físicas contribuyendo a la hermosura del universo en todo momento.

Como muestra enseguida viene un ejemplo de Alejo Carpentier en la obra Los pasos perdidos:

"...veo erguirse las más horribles cosas que mis ojos hayan conocido: son como dos fetos vivientes, con barbas blancas, en cuyas bocas belfudas gimotea algo semejante al vagido de un recién nacido; enanos arrugados, de vientres enormes, cubiertos de venas azules como figuras de planchas anatómicas, que sonríen estúpidamente, con algo temeroso y servil en la mirada, metiéndose los dedos entre los colmillos. Siento una suerte de vértigo ante la posibilidad de otros escalafones de retroceso, al pensar que esas larvas humanas, de cuyas ingles cuelga un sexo eréctil como el mío, no sean todavía lo último". (Carpentier p.314).

Otro ejemplo más pero ahora como producto de la corrupción que determina el reconocimiento de la propia situación sobre todo en el tipo de ambiente:

"Harás hablar hasta a los mudos de del Tevegó que según los pasquines ya andan en cuatro patas. Paren hijos mudos con cabezas de perros-monos. Sin lengua. Sin orejas.

Allá entraron (a Tevegó) los criminales, ladrones, vagos, malentretenidos, prostitutas, los conspiradores que se salvaron del fusilamiento del año 21". (Roa p. 18).

Alejo Carpentier en El arpa y la sombra, describe a la sociedad europea vista por los indígenas donde especifica que no nada más en América había monstruos:

"Decían que nuestras casas apestaban a grasa rancia; a mierda, nuestras angostas calles; a sobaquina nuestros más lucidos caballeros, y que si nuestras damas se ponían tantas ropas, corpiños, perifollos y faralás, era porque seguramente, querían ocultar deformidades y llagas que las hacían repulsivas –o bien se avergonzaban de sus tetas, tan gordas que siempre parecían prestas a saltarse fuera del escote".

"Nuestras iglesias eran lugares de escarmiento y espanto por los muchos tullidos, baldados, piojosos, enanos y monstruos que en sus entradas se apiñaban". (Carpentier p.157).

Cada texto en particular es grande y prodigioso en inventos de personajes monstruosos que fluyen enorme y fabulosamente en el imaginario de los autores de todos los tiempos.

 

(Resumen de la ponencia presentada en el XVIII Encuentro de Investigadores del Pensamiento Novohispano. Mesa: Historiografía, literatura y artes novohispanas. En la Universidad Autónoma de San Luis Potosí.)

 

 

BIBLIOGRAFÍA

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