Sincronía Invierno 2000


La autobiografía y el periodismo en los Episodios Nacionales Mexicanos de Victoriano Salado Álvarez

Guadalupe Sánchez Robles
Universidad de Guadalajara


La novela histórica surge en la práctica literaria como la expresión de un cambio de mentalidad que se orienta, en el siglo XIX, hacia la puesta en escena de los valores burgueses. Dicho cambio parte de un doble movimiento simultáneo: por un lado, la afirmación de su presencia y por el otro, la negación de los valores que desplaza. Este género no busca siempre una exaltación particular de los acontecimientos y personajes históricos, sino que les aplica una revisión demasiado imprecisa y caótica para que puedan funcionar como testimonios del pasado.

Tampoco podrá mantenerse el enfoque sobre el registro exclusivo y directo de lo popular, ya que éste es, en el mejor de los casos, considerado y abordado como una instancia secundaria cuya aportación -por demás general e, incluso, indefinida- servirá sólo como marco de referencia de la época que se reescribe. Es esta última acción, la reescrituración de la historia, la que señala el camino hacia la problematización del manejo de la temporalidad: el enfrentamiento de las nociones de pasado vs presente.

En los Episodios nacionales mexicanos –publicados en 1902 y 1903 por el jalisciense Victoriano Salado Alvarez en dos series que abarcan 17 años de la historia de México: De Santa Anna a la Reforma (1851-1861) y La Intervención y el Imperio (1861-1867), el actualizador discurso autobiográfico –funciona dentro del campo del enfrentamiento continuidad vs ruptura, al igual que ocurre en el Periquillo Sarniento, de Fernández de Lizardi. Sobre este particular, dice Edmond Cros al presentar el libro de Sonia Martha Mora, De la sujeción cultural a la patria criolla:

"(...) el análisis de Mora es muy acertado pues funda sus primeras reflexiones sobre la deconstrucción de un hecho estructural, no ya de la novela picaresca, como otros lo han pretendido, sino de todo "relato de vida": su carácter siempre inacabado, incompleto, abierto. Esta constatación le sugiere el desarrollo de una lectura que se articula sobre la oposición entre CONTINUIDAD y RUPTURA, oposición que estoy tentado a aproximar a aquélla que yo mismo había propuesto entre trasmisión (continuidad) - Adquisición (ruptura con la ascendencia). El resultado en uno y otro caso es la verificación del papel fundador de la morfogénesis, pártase ya de la deconstrucción de un elemento estructural de la autobiografía como género, ya del funcionamiento de los ideosemas." (1)

Este carácter de apertura ("inacabado, incompleto, abierto") es el que contrasta con el tono "cerrado" del discurso histórico, propiamente dicho (el del empleo de fechas, tratados, batallas, personajes), y que está definido, este último, como una instancia relativa al pasado. La reescrituración de la historia bien puede apoyarse en este enfrentamiento, permitiendo al género de la novela histórica su evolución como tal.

Así, la producción autobiográfica, por su carácter de apertura, se infiltra en el discurso histórico de los Episodios nacionales mexicanos. Esto significa que la ficcionalización que se suma a los pasajes y personajes históricos que Salado Alvarez toca, es producto de su práctica autobiográfica. De aquí el protagonismo exagerado del narrador Juan Pérez de la Llana y sus desdoblamientos de personalidad en situaciones que sólo la ficción podría haber propiciado. Esta capacidad será igualmente mesurable en el establecimiento de juicios definitorios sobre el pasado del cual escribe y que ya el mismo Salado Alvarez lanza contra "los vicios del antiguo régimen" en la advertencia que firma, al inicio de la obra.

De esta manera, el enfrentamiento entre las nociones temporales pasado vs presente, en la realidad de los textos pertinentes a la práctica de la novela histórica, se resuelve en una reescrituración hecha en el presente y que afecta a ese pasado. En la advertencia a los Episodios nacionales mexicanos, Salado Alvarez realiza su labor siempre desde la perspectiva de un compromiso que parte desde su presente, desde la redacción de sus memorias. En consecuencia, su labor de reconstitución del pasado estará llena de significaciones que apuntarán más hacia su propio tiempo que hacia aquél que pretende denostar.

Al corroborar que en el binomio pasado vs presente -actualización del enfrentamiento discurso histórico vs autobiografía que funda a la práctica de la novela histórica- la preponderancia está situada en la influencia que ejerce el presente autobiográfico de la escrituración, cabe replantear el funcionamiento del otro binomio constitutivo del género cultivado por Pérez Galdós y Salado Alvarez: la oposición verdadero (historia) vs falso (ficción).

Esta problematización es recurrente desde el mismo nivel diegético: en los Episodios nacionales mexicanos los personajes narradores insisten en el carácter "verdadero" de lo que cuentan y el mismo autor, en la advertencia, se lanza a la reconstitución de dicha "verdad" tan preciada. Los instrumentos de que se vale funcionan como garantes de su búsqueda: libros, amigos, y periódicos.

Respecto a este punto, hay que considerar la lectura de Edmond Cros sobre la relación entre la práctica novelística y la historia.

En un ensayo intitulado "Practiques et écriture", que aparecerá en el segundo tomo de Le Roman espagnol actuel, coordinado por Annie Bussière, Cros explica cómo -estudiada en función de la evolución histórica- la novela histórica ha sido erróneamente anexada a la historiografía. Esta confusión, vigente todavía, condiciona el acercamiento crítico del género en la medida en que -al llamarse histórica- la novela se convierte en objeto de una encuesta sobre la veracidad del testimonio que supuestamente intenta aportar. De esta forma, el novelista queda "autorizado" a explicar el devenir histórico, función que pertenece al status del historiador. Apoyado en la demostración de Paul Ricoeur sobre la "derivación indirecta de las estructuras historiográficas a partir de las estructuras de base del relato", Cros añade que como el historiador no puede explicar sin contar, ni puede contar sin utilizar la intriga, una novela llamada "histórica" puede ser leída como un relato histórico y ciertos libros de historia, como relatos de ficción.

En todo este juego de intercomunicación discursiva, puede cuestionarse, ahora, el papel que juega una práctica como la periodística en la novela histórica, otro de los aspectos más relevantes de la obra que analizo. Aquí propongo preguntarse: si una novela histórica puede dar la ilusión de un discurso histórico, ¿cómo un discurso periodístico puede sumarse a la novela histórica y, aparentemente, reafirmar el carácter verosímil de esta última?

El periodismo, como práctica discursiva, presentará en su constitución la misma problemática temporal entre el pasado y el presente, aunque habría que precisar los paralelismos que lo emparentan con los discursos novelístico e histórico y los trazos que lo diferencian.

El primer punto de contacto se localizaría en la posición que adopta sobre la instauración de la verdad. El periodismo, como la historia y la novela con vocación histórica, va a enfocarse en la difusión de una verdad. En el caso de la prensa, esta verdad será el producto directo de la sucesión exclusiva de los días. La cotidianidad, independientemente de su trascendencia histórica -las más de las veces nula-, se volverá noticia. Entonces, el acento de la prensa está más enfocado a los acontecimientos minúsculos, de una población cualquiera, que sin tener plena consciencia, escribe su historia.

Este punto viene a establecer un contacto más entre la novela histórica y la práctica periodística y, a la vez, una diferenciación con el quehacer histórico: el acento está puesto sobre los personajes minúsculos, cotidianos, sobre los eventos cuya trascendencia seguramente borrará la historia. Esto no significa que el periodismo no pueda abordar los "grandes acontecimientos" de la historia. No. Su acercamiento es simplemente más inmediato, menos reflexivo, y sin la profundidad que la práctica histórica conlleva o se atribuye. El periodismo guarda en su seno un compromiso más relevante con el signo de la continuidad que con la ruptura que ofrece una lectura de un pasado más lejano. En realidad, el periodismo habla sobre el pasado pero éste es de una naturaleza más cercana, más inmediata, que se va creando con el devenir de los días.

La información periodística aborda ese pasado cercano de una manera que se aproxima suficientemente a la noción de caos que impregna a la novela histórica, a través de la heterogeneidad que implica la profusión de noticias sobre la "actualidad". Aquí, el criterio es la trasmisión de una noticia que resulte impactante para el lector, independientemente de su naturaleza, con lo que es posible hablar de un carácter indiscriminado de la información convertida en un nuevo producto susceptible de comercialización.

Por otra parte, la acción que implica un acercamiento al pasado anterior está más comprometida con el signo de la ruptura, de la discontinuidad, que no será el caso de la historia, cuya información tiende a manifestarse de manera homogénea, es decir, concerniente a una época, situación y personajes específicos. Por estas razones, en la labor periodística no es factible, desde el punto de vista discursivo, establecer un parentesco con la práctica histórica y la verdad que de ella emana: la labor del historiador y la labor del periodista divergen en su acercamiento a la verdad de los acontecimientos que narran. Finalmente, el periodismo establecería un punto de contacto con la historia a través de la misma estructuración historiográfica (enumeración de fechas, nombres de personajes, acontecimientos) que permite el contacto entre el discurso histórico y la novela de ese género, además de asegurar la suficiente cercanía con los márgenes de lo verosímil.

Al hablar Sonia Martha Mora sobre El Periquillo Sarniento y al establecer las relaciones entre la práctica novelística y el periodismo, señala la capacidad de ambas para crear una identidad colectiva y nacional. Aquí podríamos precisar que la novela histórica se sumará a este proceso de definición nacional y que este punto vendrá a unificar la estructuración del periodismo y la novela histórica:

"Pero más nos interesa por ahora la propuesta de Anderson sobre el periódico como producto cultural. Después de insistir en el carácter ficticio y en la convención literaria esencial que particuliza a esta producción, el autor apunta que en ella diversos elementos se yuxtaponen -de forma en apariencia arbitraria- gracias a un nexo imaginario que tiene dos fuentes: por una parte, la coincidencia "calendario", por otra, la relación entre el periódico y el mercado. En efecto, este último factor crea una ceremonia masiva extraordinaria: el consumo simultáneo del periódico como ficción es la figura privilegiada de una comunidad imaginaria históricamente medida. La observación de otros muchos que leen lo mismo reafirma la idea de un mundo que se imagina como visiblemente enraizado en la vida cotidiana. La novela y el periódico, concluye Anderson, crean la impresionante confianza de comunidad en el anonimato, sello de garantía de las naciones modernas". (2)

El papel que juega el periodismo en la sociedad mexicana de fines del siglo XIX y principios del XX es insoslayable. De aquí la importancia que tiene para el mismo Salado Alvarez, citarlo como medio de documentación de la época que narra, junto a los libros y a sus anónimos amigos. De la misma manera, la novela, particularmente la histórica, no sólo juega un papel importante, sino que aparece como un producto para especialistas: los Episodios nacionales mexicanos, están orientados, según palabras del propio autor, para servir de referencia a un grupo de artistas e intelectuales de la época y del futuro, en detrimento de un lector popular. El periodismo vendrá a incorporarse en la práctica de la novela histórica como parte de los signos que permiten leer a la ficción como un discurso historicista, sin dejar por ello de establecer una relación determinante en la definición de una identidad nacional.

CONCLUSION

Para terminar con esta exposición, retomaré rápidamente las características esenciales que se han enunciado en esta ponencia. En la práctica de la novela histórica, como tal, se encuentra una asimilación y una perversión de los discursos autobiográfico y periodístico. La novela histórica, en el caso de Salado Alvarez, expresa y afirma una hibridación entre la ficción y el discurso histórico. A través de esta amalgama se ponen de relieve ciertos actos o eventos importantes que fundan o refuerzan el concepto de identidad narrativa de una comunidad. Así, la novela histórica expresaría dos impresiones: la de la época narrada, y la de la época desde la cual se narra la historia. En este aspecto, el pasado es narrado desde un presente particular. La ficción se enfrenta a la realidad, para -en dado caso- unirse; el historicismo equivale a la verdad y la veracidad o " verdad " de un hecho equivale o puede ser equivalente a la identidad de una comunidad determinada.

Una manifestación personal, como las " memorias " es igual, aquí, a la historia; la autobiografía se une a la historia, por su retrospectivo punto de vista personal, su voz protagónica y su didactismo constante. La historia -popular o de grandes hechos- en Salado Alvarez, a fin de cuentas, no es tan importante como podría pensarse, puesto que viene a servir como un segundo plano, como un telón de fondo a las acciones y devenires del siempre móvil protagonista, que externa sus opiniones, frecuentemente opuestas a las de la "historia oficial". Hay que recordar que lo popular es desvalorizado con una frecuencia considerable en los Episodios nacionales mexicanos.

El discurso que se apodera de la historia es un discurso comprometido con la burguesía, que muestra su ascenso en las intenciones de re-escribir la historia mexicana para acomodarla a sus necesidades sociales, políticas y emocionales. Es de notar aquí la importancia actancial y anecdótica de la ciudad. Se puede percibir que más que una capacidad narrativa, lo que se muestra en un texto como los Episodios nacionales mexicanos, es el poder de asimilación, re-interpretación y reconstrucción de los hechos y de la información históricos. El texto afirma la presencia de una posición ideológica (la constitución de élites tanto económicas como intelectuales provenientes de la transformación del porfiriato) y elimina y niega los valores que le son ajenos u obstaculizan su desarrollo (lo rural, lo oral, las tradiciones, el " antiguo orden ", etc.).

El enfrentamiento entre la continuidad y la ruptura se establece en el juego que plantea la oposición entre la lectura del pasado y su reescritura, contra este mismo pasado y su consideración como cerrado, inmóvil y definitivo. En el primer elemento encontramos instalada a la autobiografia con su exageración de la personalidad del yo y sus juicios y su capacidad para transformar la historia en un campo de acción en provecho de sus propios anhelos sociales, culturales y politicos.

De este modo, lo autobiográfico, junto con la preponderancia del presente, el hecho de optar por una reconstitución de lo " no confirmado " -históricamente hablando-, y la ficcionalización de los hechos históricos, se oponen en conjunto a la Historia con mayúscula, el pasado, el que se tenía por "verdadero", y el concepto de realidad. Mediante la puesta en funcionamiento de todos estos sistemas duales se pone en consideración que el narrador -novelista histórico- actúa como un quasi-historiador.

La presencia del periodismo se manifiesta aquí como una lectura establecida en el tiempo y en profunda relación con esta concepción. No sólo el presente y el pasado se oponen; el primero elabora la reconstitución del segundo, la cual se acomodará a los deseos de instaurar su " verdad ", además de que representa un claro ejemplo del espacio de la continuidad abierta. El periodismo reconstruye un pasado inmediato y caótico, pero sin embargo, pleno de verosimilitud, ya que refiere a hechos y actos cotidianos que pueden constatarse en la semejanza con la vida de todos los días. Como la novela histórica, el periodismo unifica y promueve la creación de las identidades comunitarias o nacionales, por los lazos que ambos establecen entre sus lectores.

Y estas prácticas discursivas, sobre todo la novela histórica, que es lo que interesa en esta exposición, posibilitan la "historización de la ficción" y la "ficcionalización de la historia". Se puede considerar que textualmente el pasado es tratado como un "pasado histórico real " y un "pasado probable y verosímil". En las novelas, la revisión histórica alternaría entre estas dos posiciones de focalización. Se destaca la función liberadora, abierta y continua de la ficción, que permite la deconstrucción del pasado (ya no tan cerrado, único y unívoco). La posibilidad de otorgar otros caminos a lo que se considera definitivo, permite obtener opciones de movilidad tanto interpretativas como formadoras de identidad y de ideologías. Permite leer mejor la realidad, y también, acomodarla a propósitos particulares.

 

NOTAS

[1] Sonia Marta Mora, De la sujeción colonial a la patria       criolla, Ed. Euna, Costa Rica, 1995, p.19

[2] Sonia Marta Mora, De la sujeción colonial a la patria       criolla, Ed. Euna, Costa Rica, 1995, p.323.


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