Sincronía Verano 2003


EL CONFLICTO EDUCATIVO EN LOS EPISODIOS NACIONALES MEXICANOS DE VICTORIANO SALADO ÁLVAREZ

María Guadalupe Sánchez Robles


La vocación explícita conferida a la novela Episodios Nacionales Mexicanos, de Victoriano Salado Álvarez, en la hoja de presentación, es la de una presencia "amena e instructiva". Este pequeño gesto insertado en el conjunto paratextual de la obra, va a perfilar el papel relevante que la literatura histórica jugó en la definición del umbral del siglo XX en México y cuyas consecuencias son aún palpables.

La retórica misma que este género literario conlleva -el conflicto fundador entre ficción y verdad- lo situarán como pieza privilegiada de la estrategia para implantar los cambios sociales y políticos de la época. Así, la novela histórica va a vincularse con las políticas educativas de dicho período para convertirse en un instrumento de difusión de las mismas. Sin embargo, a esta visión del papel que una retórica literaria juega, no es posible considerarla como unívoca, como completamente acorde con un pensamiento dominante. El resultado del estudio que en este aspecto se le ha aplicado al texto de Salado Álvarez viene a exponer las contradicciones y enfrentamientos que en el seno mismo de la diégesis operan y que, finalmente, le confieren su sentido.

Para percatarse de la importancia que el campo semántico relacionado con lo educativo tiene en este texto, se enfocará su papel en dos puntos relevantes de la narración: la formación escolar y su función social y el enfrentamiento de las posturas liberales y conservadoras en el plano educativo.

a) Pérez de la Llana: la educación como movilidad social

Un momento fundamental en el trayecto de vida del personaje narrrador principal es su partida hacia la ciudad para ingresar al seminario y recibir una educación más completa que la que podría adquirir en su pueblo natal. No obstante, hay que enfatizar que la escolarización aparece caracterizada como un medio, solamente, ya que las metas de Pérez de la Llana estarían lejos de restringirse al mundo del conocimiento: Yo no pensaba sino en luchar, en esparcir mi actividad, en hacerme rico, en vivir dichoso, quizás célebre, quizás inmortal y acatado por todos.

El reconocimiento y ascenso social quedarán marcados como las metas últimas de un personaje cuya biografía lo ubica en el campo de la intelectualidad y las manifestaciones artísticas. Así, esta movilidad física y social vendrá a retomar la huella de una práctica literaria cuyas raíces forman parte intrínseca de la literatura ibérica: la novela picaresca.

El personaje Juan Pérez de la Llana viene a retomar la tradición española, aunque, con mayor precisión, a establecer puntos de contacto con el Periquillo Sarniento de Fernández de Lizardi para recrear la figura picaresca. Pero, ¿de qué manera ocurre esta actualización, sobre todo en el campo semántico de lo educativo? Un rasgo definitorio de las manifestaciones artísticas en México es el de su carácter moralizante. Esta tradición puede ser localizada ya en los siglos XVI y XVII bajo la pluma de religiosos que llegados a América escribían las llamadas "vidas ejemplares", obras en las que el discurso predominante es la exaltación de los valores morales y de conducta. Esta constante se mantiene de forma regular en nuestra literatura, e incluso, ha sido motivo de comentarios explícitos: La tendencia a la edificación moral y a la propaganda ideológica (...) es una constante que rige las manifestaciones artísticas de México, sobre todo las de carácter popular, antiguas y modernas; aún más: es una constante de la vida mexicana.

Por su parte, Edmond Cros, en su ensayo "Estructura testamentaria y discurso reformista en el Periquillo Sarniento", afirma: El Periquillo Sarniento se presenta primero como proveniente de una literatura intimista, puesto que esta autobiografía ha sido escrita por un padre para que, de sus aventuras desgraciadas, los hijos extraigan una lección.

En la novela de Salado Álvarez, los juicios morales, la exaltación o descalificación inmediata de actos o posturas y la implementación de personajes que ejemplifican ciertos valores, crean una novela que pone en escena más que personajes o acontecimientos históricos, representaciones o idealizaciones de la realidad. Y si el acto histórico se está contaminando por la vocación moralizante del discurso, no resulta extraño afirmar la profunda vinculación entre el campo de la escolarización y la presencia de un discurso de adoctrinamiento:

"Hoy, en cumplimiento de la salvadora ley de imprenta, se mandó recoger un libro al parecer pernicioso y lleno de vitandas doctrinas. Se llama La educación de las madres de familia, y es obra de un tal Aimé Martin. Los masonetes están rabiando, pues quisieran se dejara á los corruptores y amigos de las malas doctrinas, predicar á mansalva sus picardías; pero afortunadamente están allí los argos de nuestra fe, que se incautan de esas infamias y las echan á donde deben para que no caigan en manos de inocentes que puedan pervertirse".

De esta manera, la práctica del adoctrinamiento, cualquiera que sea su origen o su meta, va a instalarse como una de las claves fundadoras para la vida social de la época y para la misma programación textual. El aprendizaje será el signo multiacentuado de la preservación y la ruptura; de la valoración y descalificación; y del medio más evidente para establecer las categorías de lo falso y lo verdadero, confirmando la problemática que envuelve al género histórico.

b) Reticencia y conjunción de dos discursos

En un nivel meramente anecdótico, en los Episodios nacionales mexicanos se aprecia una lucha irreconciliable entre los discursos religiosos y los científicos o liberales (de la misma manera que en la realidad extratextual). Sin embargo, a través del análisis que aquí se realiza, enfocado a la manifestación propia del discurso literario, se puede corroborar que dicho antagonismo no se comporta de manera polarizada, con lo que problematiza y enriquece la mecánica del texto y de la misma sociedad donde se produce. Es esta convivencia discursiva la que permitirá reconocer las huellas concretas de las ideologías en cuestión, ahí en el espacio del adoctrinamiento escolar y religioso: Cada vez que no dábamos la cuenta, ó dejábamos de ponernos de rodillas para recitar lo de + IHS, A.E.I.O.U.

Las dos formaciones, más allá de sus fronteras irreconciliables, van a encontrar espacios de intercomunicación y serán relacionadas a través de una de las presencias sistemáticas más preponderantes del engranaje textual y del contexto social de la época: la confusión. Este fenómeno discursivo podrá ser distribuido en un enfrentamiento semántico que, junto al conflicto del binomio falso vs. verdadero, viene a definir la carga problematizada de la novela histórica: el enfrentamiento pasado vs. presente. La formación religiosa aparecerá emparentada con la noción del pasado, mientras que por el contrario, la formación escolar laica podrá situarse en el mundo del presente. La confusión entre ambos registros queda perfectamente establecida en la siguiente afirmación:

Excusado parece decir que éramos objeto de la atención general del pueblo. Nos llamaban los colegiales ó los estudiantes, y no faltaba vieja inocente que se extasiara ante nosotros, creyendo que ya podíamos decir misa y atar en tierra lo que quisiéramos quedara atado en el cielo, ó que por lo menos estábamos ordenados de epístola.

¿Pero, cuál es, entonces, la situación del discurso religioso textual y de la época, cuya fuerza puede localizarse en el ámbito del pasado? ¿Existe una ruptura radical entre lo sacro y lo científico?

La reticencia del discurso religioso -actualizado en la práctica del adoctrinamiento- ante la formación escolar laica -que privilegia un conocimiento científico- resulta congruente con su propia historia en la nación mexicana. Es un signo del pasado que transmite su hegemonía y que lucha por la continuidad de la misma. La acumulación del conocimiento pasa por los espacios de influencia de su práctica. En este gesto no existe un acto de inocencia, como la voz narrativa califica: es este carácter de mediador el que le permite asumir la práctica de control y vigilancia sobre el quehacer humano. De esta manera, se recupera y confirma la tradición religiosa vigente en México desde la conquista de América. La acumulación del conocimiento por parte de sacerdotes y notables al servicio de "la causa de Dios" instaura una jerarquización y difunde su versión de la "verdad", al imponer su axiología y su valorización de las cosas:

El convento del Carmen era al mismo tiempo una pinacoteca, un museo, una biblioteca, una colección de monumentos y una casa de oración. Desde la entrada ostentaba, escritas en las paredes, sentencias de los clásicos, máximas del buen vivir, nobles y atractivas enseñanzas; algo más se avanzaba y se iban descubriendo tesoros que en todos los conventos podían haberse adquirido, pero que en todos faltaban porque no se contaba con el gusto exquisito, el hermoso desinterés y la noble iniciativa de Nájera, que no se curaba de aumentar las rentas, ni de adquirir más inmuebles, ni de poseer más ganados, y á quien más importaba una edición rara ó un cuadro de mérito, que una casa ó un saco de dinero.

La práctica escolar desde la perspectiva del adoctrinamiento religioso será conceptualizada entonces, como un espacio de primera importancia. En este nivel es donde la ruptura entre el pasado lejano que comprende el arribo de los españoles a América y el pasado cercano -siempre valorado en la narración- en que el mestizaje ya se ha realizado, va a formar una línea de continuidad sin diferenciaciones ni rechazos. La recuperación de la práctica del adoctrinamiento se realiza sin cuestionamiento, ya probada su eficacia: No se necesitaba mucho en aquel tiempo para ser maestro; bastaba con saberse de coro el catecismo...

La relevancia de la escolarización, ya sea desde una perspectiva religiosa o con una finalidad científica, vendrá a sumarse al conjunto de signos del registro de lo valorado. Será el medio ideal para dinamizar la noción del cambio, de la movilidad:

-Abrácenme, muchachos, que hemos ganado; mi compadre Crescencio, que es el hombre mejor y más caballero de toda la tierra, me acaba de dar el gustazo de decirme que va á mandar a Juanillo al Seminario de Guadalajara á fin de que estudie y se haga un hombre.

El enfrentamiento de estas dos dinámicas en el espacio conflictivo de la enseñanza no se resolverá separándolas. La conjunción de ambos discursos generará el trazo de un espacio de cohabitación que abre la posibilidad, incluso, del reconocimiento del Otro, estigmatizado en la presencia de los indígenas y del pasado. De tal forma se recuperan las huellas de discursos aparentemente irreconciliables de la realidad extratextual hasta reintegrarlos en una dimensión más apegada a esa misma realidad que se esconde en el texto:

¿Libertad? Pues venga mucha libertad, y muchas garantías y muchos derechos del hombre; pero, eso sí, también mucha religión, muchas tandas de ejercicios espirituales y mucha penitencia hasta por el pecadillo más leve. ¿Instrucción? Vamos instruyéndonos hasta saber el número de animalitos que tiene una gota de agua, el número de gotas que tiene el mar, y el número de animales y de gotas que tienen todos los ríos del mundo. Vamos averiguando lo que sabían los indios que antes que nosotros estuvieron aquí, y las trastadas que hacían y su número y cuanto sea su menester; pero que no se enseñe la irreligión, ni el ateísmo, ni las malas costumbres. De otro modo, ¿cómo vamos á sujetar á la canalla y á resguardar lo ganado á costa de nuestro trabajo?.

El estado de confusión (indefinición, convivencia de contrarios irreconciliables) que impera en la obra de Salado Álvarez está condicionado por el pensamiento liberal que intenta oponerse a las fórmulas conservadoras de la época. La reforma educativa emprendida por Benito Juárez y continuada por Lerdo de Tejada constituye el punto de partida del proceso educativo del Porfiriato. Esa reforma, entre otros aspectos, se inclinó decididamente por un laicismo positivista. Sin embargo, esta posición fue profundamente cuestionada por las posturas liberales. Además de la educación católica, hay que mencionar la educación protestante, que proclama al individuo como fuente de progreso. La pedagogía protestante no sólo rompía con la católica; también tomaba su distancia con la enseñanza oficial, en particular frente a un positivismo que pretendía prescindir de toda base moral. Mientras los positivistas, como lo afirma Leopoldo Zea, atribuyeron a la ciencia una cualidad sobrehumana, creyendo que mediante ella era posible obtener "el acuerdo de todos los hombres", los protestantes, más cercanos a los pedagogos de la vieja guardia liberal (como José María Vigil) compartían la doctrina del filósofo krausista belga Guillaume Tiberghien, quien sostenía que la religión era indispensable para el perfeccionamiento de la vida moral. Para ellos no podía haber armonía ni progreso social sin una moral, sin principios abstractos que fundamentaran la acción del individuo.

Desde el primer gobierno de Díaz, con la idea de aplicar a la política un criterio científico, los jóvenes pedagogos, imbuidos de positivismo y reunidos en torno al periódico "La Libertad", pretendieron realizar el programa liberal a largo plazo y trazaron las grandes líneas del régimen porfirista. En sustitución del antiguo liberalismo anárquico, dividido en facciones cuando no luchaba contra el enemigo común, propusieron desarrollar, según su propia expresión, "un liberalismo conservador", cuya meta fuera establecer el orden como garantía del progreso. Para implantar tal política, había que poner fin a las contradicciones entre la utopía de una constitución liberal (inaplicable a la realidad y de hecho nunca aplicada) y la realidad social mexicana. Esa nueva política, llamada por ellos mismos "de conciliación", pretendía unir a todos los mexicanos en torno al proyecto de orden social cuya garantía fuera (además de la persona de Porfirio Díaz, el gran unificador) el estudio científico de la realidad, lo cual permitiría una evolución del pueblo hacia el progreso y la libertad.

Todo lo anterior puede clarificar la característica y función ("AMENA E INSTRUCTIVA") que se le adjudica a la novela de Salado Álvarez en su hoja de presentación. De esta manera, la literatura de la época ocupa un papel muy claro en la formación social: divierte y enseña, distrae y adoctrina. Y en el centro de este documento, la figura de Porfirio Díaz es el objeto del compromiso que establece el texto, porque los Episodios nacionales mexicanos buscan, ante todo, la exaltación de la época que los engendra. Es la dedicatoria un claro ejemplo de esto:

Al insigne patriota General DON PORFIRIO DIAZ merced á cuyo esfuerzo cesó el estado de anarquía que produjeron las revoluciones que se narran en estas páginas, y por quien amamos y comprendemos las instituciones que dimanaron de tan memorables sucesos.

Sin embargo, como producto de su tiempo, no logran escapar a éste y en ellos se filtran todas las contradicciones e indefiniciones de un período que se quisiera superado. El pasado tumultuoso que se narra no será más que una proyección del presente de la escritura con todos sus enfrentamientos y contrasentidos. El conflicto de la oposición falso vs. verdadero estará íntimamente ligado a la función educativa y propagandista de la novela.

Para finalizar, convendría tal vez señalar la necesidad de prolongar este análisis desde la perspectiva de la evolución que la práctica picaresca tiene en América y su relación con la formación de una identidad nacional, con la novela histórica y con el itinerario del positivismo en México.

NOTAS

1. Para el análisis de la obra: De Santa Anna a la Reforma. Memorias de un veterano, primera serie de los Episodios Nacionales Mexicanos de Victoriano Salado Álvarez, se utilizó la edición facsimilar de la de 1902 publicada en 1984 por el fondo de Cultura Económica, México, en colaboración con el Instituto Nacional de Bellas Artes y el Instituto Cultural Cabañas de Jalisco. En lo sucesivo, las citas textuales, en las que se respeta la ortografía de la primera edición, indicarán únicamente el tomo y las páginas a que pertenecen.

2. p.46, t.I

3. Yáñez, Agustín, "Estudio preliminar", en José Joaquín Fernández de Lizardi, El pensador mexicano, México, UNAM, 1940, p. XVI.

4. Cros, Edmond, Idiosemas y morfogénesis del texto, Vervuert Verlag-Frankfurt am Main, Frankfurt, 1992, p.130

5. p.261, t.I

6. p.12, t.I

7. p.57, t.I

8. p.96, t.I

9. p.14, t.I

10. pp.42-43, t.I

11. pp.148-149, t.II

12. Dedicatoria

 

BIBLIOGRAFÍA

Cros, Edmond, Idiosemas y morfogénesis del texto, Vervuert Verlag-Frankfurt am Main, Frankfurt, 1992.

Salado Álvarez, Victoriano, Episodios Nacionales Mexicanos, (VII tomos), edición facsimilar, Fondo de Cultura Económica, México, 1984.

Vázquez, Josefina, La educación en la historia de México, El Colegio de México, México, 1996.

Yáñez, Agustín, "Estudio preliminar", en José Joaquín Fernández de Lizardi, El pensador mexicano, UNAM, México, 1940, p .XVI.


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