Sincronía Otoño/Fall 1999

 

ALGUNAS NOTAS PARA LA LECTURA DE LOS PRIMEROS VERSOS DEL PRIMERO SUEÑ0   DE SOR JUANA INES DE LA CRUZ


Arnulfo Eduardo Velasco


I

1 Piramidal, funesta, de la tierra
nacida sombra, al Cielo encaminaba
de vanos obeliscos punta altiva,
escalar pretendiendo las Estrellas;
5 si bien sus luces bellas
-exentas siempre, siempre rutilantes-
la tenebrosa guerra
que con negros vapores le intimaba
la pavorosa sombra fugitiva
10 burlaban tan distantes,
que su atezado ceño
al superior convexo aun no llegaba
del orbe de la Diosa
que tres veces hermosa
15 con tres hermosos rostros ser ostenta,
quedando sólo dueño
del aire que empañaba
con el aliento denso que exhalaba;
y en la quietud contenta
20 de imperio silencioso,
sumisas sólo voces consentía
de las nocturnas aves,
tan obscuras, tan graves,
que aun el silencio no se interrumpía.(1)

II

La escritura barroca a menudo plantea problemas muy serios a los analistas. Aun cuando sucede frecuentemente que, desde un punto de vista puramente objetivo, estos problemas no sean tales. Es bastante común el pensar que todo lo barroco tiene funcionamientos ocultos, misteriosos, impenetrables para la conciencia del hombre moderno. O, por lo menos, que no se pueden encontrar explicaciones simples, asequibles para una mayoría de lectores o espectadores, de lo escrito por los autores que, en lengua castellana, seguían de algún modo la corriente que parece haber sido inaugurada por Luis de Góngora. Así, José Pascual Buxo puede decir, a propósito del poema que consideramos en este trabajo, que viene siendo un texto "cuya hondura nos resulta, muchas veces todavía, oscuridad inescrutable".(2)

Sin embargo, esto es olvidar la base misma del pensamiento de la época, que encontraba su estímulo y su razón de ser en una conciencia muy aguda de lo racional. Los escritores del XVII son individuos determinados por la creencia, antes que en ninguna otra cosa, en el poderío de la razón lógica, y construyen sus obras a partir de una sistemática que obedece siempre a las leyes impuestas por la tradición escolástica.

A partir de ello, resulta evidente que el leer correctamente y con un adecuado nivel de comprensión un texto barroco es perfectamente factible si se toma en cuenta que todas sus complejidades obedecen siempre a una forma de pensamiento lógico omnipresente que las determina.

Esto es lo que intentamos mostrar en el caso concreto del Primero Sueño de Sor Juana. Este poema ha sido presentado en muchas ocasiones como el epítome de la escritura oscura e indescifrable de su tiempo. Se le ha sometido a multitud de interpretaciones, cada una de ellas quizá válida en sí misma, pero cada una pretendiendo la exclusividad de la posible lectura del texto (lo cual ya no nos parece válido). Incluso se ha llegado a relacionar el poema con formas de acción poética completamente anacrónicas, pretendiendo encontrar en él funcionamientos propios de las vanguardias del siglo XX (¡incluso del surrealismo!).

En realidad, el Primero Sueño aparece ante nosotros como un texto básicamente descriptivo, en el cual -bajo la escritura de aparente complejidad de Sor Juana- es posible identificar una serie de circunstancias y eventos que no resultan tan inextricables como se piensa. Prácticamente para todo lector resulta obvio que en el inicio del texto se está haciendo una descripción por medio de oposiciones, en la cual las relaciones contradictorias entre los conceptos de luz y oscuridad, alto y bajo, tierra y cielo, parecen funcionar como una estructura básica. Destruyendo los hipérbatons, podríamos leer las primeras líneas del poema en la siguiente forma:

Sombra piramidal, funesta, nacida de la tierra, encaminaba al Cielo punta altiva de vanos obeliscos, pretendiendo escalar las Estrellas; si bien sus bellas luces -siempre exentas, siempre rutilantes- burlaban tan distantes la guerra tenebrosa que la pavorosa sombra fugitiva le intimaba con negros vapores, que su ceño atezado no llegaba aun al superior convexo del orbe de la Diosa que tres veces hermosa ostenta ser con tres hermosos rostros, quedando sólo dueño del aire que empañaba con el denso aliento que exhalaba; y sólo consentía, en la quietud contenta de imperio silencioso, voces sumisas de las nocturas aves, tan obscuras, tan graves, que no se interrumpía aun el silencio.

Esto corresponde bastante bien con la prosificación hecha por Méndez Plancarte, si bien no se ha agregado ni eliminado una sola palabra. Por supuesto, ésta es tan sólo una de las múltiples formas como el texto puede ser reorganizado, y no tiene otro propósito que hacer visibles las estructuras de significación del mismo. En esta versión resulta más factible comprender el sentido de la descripción que Sor Juana está proponiendo. Pero algo que ya resulta evidente desde este instante es que la escritura original obedece a una imperiosa necesidad estética, y que todas las variantes que podamos ejercer sobre ella disminuyen necesariamente su calidad. Sólo se justifican por la necesidad del análisis.

Como sea, ya tenemos claro que hay una oposición entre una sombra, definida como "piramidal", "funesta" y "nacida de la tierra", y unas Estrellas a las que se les dan, por oposición, una serie de características -"luces bellas", "exentas", "rutilantes"- que en el contexto del poema aparecen como claramente positivas.

Un autor, al que Andrés Sánchez Robayna pretende identificar con Pedro Alvarez de Lugo(3) (aunque sus razones para esa identificación nos parecen poco convincentes), da una explicación del inicio del poema de Sor Juana que muchos parecen aceptar como la más adecuada. En su manuscrito, el pseudo-Alvares de Lugo asegura que los primeros versos son una referencia a la "sombra de la noche", y lo que se describe es su "forma piramidal"(4). Para esta afirmación se apoya en una cita de un autor del siglo XVI, F. Titelman, quien en su Compendium naturalis philosophiae afirma:

Según la perspectiva debe saberse esto: que todo cuerpo opaco interpuesto a un cuerpo luminoso produce una sombra. Y, ciertamente, si el cuerpo luminoso fuera mayor que el cuerpo opaco interpuesto, aquel iluminaría más de la mitad de éste en la parte que tiene frente a sí, pero deja oscuro el resto formando una sombra piramidal que decrece sucesivamente y acaba en punta.(5)

Esta cita nos hace ver que, efectivamente, la sombra que se produce en la tierra cuando el sol ilumina el otro lado de la misma -y a la cual nosotros llamamos noche- tendría una forma piramidal. Sin embargo, y tal como nos lo hizo notar inteligentemente una colega, la investigadora Carmen Vidaurre, podemos tomar igualmente conciencia que toda sombra producida por un cuerpo iluminado por una fuente de luz de mayor tamaño que el propio cuerpo, tiene asímismo una forma piramidal. No es suficiente entonces para hacer la afirmación de que cuando Sor Juana escribe "piramidal, funesta, de la tierra nacida sombra" se está refiriendo necesariamente a la noche. En realidad sólo nos dice que se trata de una sombra producida por un objeto de menor tamaño que la fuente luminosa (puesto que es piramidal), que tiene la característica de nacer de la tierra misma, y que además -por razones no explicitadas- resulta "funesta".

El texto sigue dándonos información sobre esta sombra, señalando que además realiza la acción de encaminar hacia el Cielo la punta altiva de vanos obeliscos, y tiene la particular pretensión de escalar las Estrellas. Cielo y Estrellas aparecen con mayúscula en la edición de Méndez Plancarte, indicando una posible personalización dentro del texto, y por supuesto su oposición ante esa sombra (con minúscula) relacionada con elementos que indican orgullo pretensioso (vanos, altiva, pretendiendo), o con conceptos que sugieren un aspecto ominoso (funesta, pavorosa, fugitiva, atezado ceño). Esta sombra les intima a las estrellas una "tenebrosa guerra", exhala un "aliento denso" que empaña el aire, y en general es identificada a la vez con elementos relacionados con lo oscuro (incluso por su oposición a la luz de las estrellas), lo que asciende (o pretende ascender) desde la tierra hacia el cielo, lo vaporoso o humeante, y lo que se encuentra en clara oposición con todo lo relacionado con la esfera celeste.

Aunque podamos dudar con toda justicia que la sombra del poema sea una forma de nombrar a la noche, si podemos aceptar que el ambiente del texto es nocturno. Tan sólo ocurre que esta sombra es una presencia dentro de la noche, algo que existe en ella pero no se identifica con ella. Incluso está en oposición con dos elementos que son característicos de la noche misma: las Estrellas y la luna. Esta última no es nombrada directamente, sino por medio de las alusiones propias del barroco. Así se nos habla del "superior convexo" del "orbe de la Diosa". Diosa que es "tres veces hermosa" y ostenta su ser a través de "tres hermosos rostros". La idea de que los planetas ocupan orbes propios, a los cuales se encuentran sujetos y con los que giran alrededor de la tierra, es una herencia de la cosmogonía medieval -que en el sistema de Tolomeo se concretaba en once cielos concéntricos, con la tierra ocupando el punto central-, conservada por los autores del Barroco en forma puramente metafórica. Lo mismo que la utilización de las figuras de la mitología grecolatina como medios de representación poética. Así la triple imagen de la luna como Artemisa-Selene-Hécate (alusión evidente a las faces o cambios de este astro) le permite a Sor Juana nombrar a este astro sin referirse directamente a él.

Tenemos entonces un ambiente nocturno, en el cual se nos presenta una sombra piramidal que intenta vanamente alcanzar el cielo y las estrellas (encaminando obeliscos hacia ellos), que intima una guerra contra los elementos celestes por medio de negros vapores, pero en forma inútil pues estos elementos se encuentran demasiado distantes de la sombra mencionada. Esta se ve limitada al dominio del aire circundante, que empaña con su exhalación de un aliento denso, y dentro de la zona de su imperio (dominada por ella) sólo permite exista el sonido de las aves nocturnas, cuyas voces son tan oscuras y tan graves que en realidad no alcanzan a interrumpir el silencio.

De nuevo citando a Titelman, el pseudo-Alvarez de Lugo se permite señalar que los obeliscos de Sor Juana pueden ser relacionados con los abultamientos que sobre la tierra existen y que, sin quitarle su característica de redondez, sobresalen a trechos en la esfera como "tachuelas o cabezas de clavos"(6). Para él resulta claro que la referencia connota la idea de los montes, montañas u otras conformaciones geográficas.

Para este momento, creo que la mayoría de quienes hayan seguido esta exposición tendrán una idea en la cabeza. Hemos encontrado una serie de signos que componen un texto semiótico bastante identificable. La referencia a algún tipo de montaña es evidente. Incluso porque corresponde, en forma notablemente adecuada, a la definición que de esa sombra piramidal y funesta encontramos en el texto. Si a ello agregamos la idea de los vapores que parecen desprenderse de esa supuesta montaña y empañan el aire circundante, y tomamos en cuenta el paisaje natural alrededor del cual Sor Juana desarrolló su vida (con la cercanía de los dos volcanes), nos damos cuenta que la lectura más factible es la descripción de un volcán humeante que se recorta contra el cielo nocturno iluminado por una luna muy clara y unas estrellas no ocultas por las nubes.

El supuesto hermetismo del poema se disuelve ante este punto de vista, que obedece simplemente a la lógica más simple de lectura. La aplicación de la Navaja de Occam a la lectura del texto, tratando de encontrar la explicación más sencilla que funcione ante el problema considerado, nos impulsa a aceptar como adecuada esta lectura que no requiere de ningún tipo de contorsión intelectual, y procede simplemente del examen atento de los términos utilizados por el texto mismo y de considerarlos en su significación menos rebuscada.

Por supuesto, esto no significa que hayamos encontrado el nivel de interpretación único y exclusivo de la obra. Se trata tan sólo del funcionamiento básico de sus significaciones. La interpretación personal de un poema es algo aparte, que depende en gran medida de la participación activa del lector. La simple descripción de un volcán, pasada por el filtro de la escritura barroca de Sor Juana, adquiere una carga polisémica inevitable, y se convierte en una multiplicidad de textos latentes, de entre los cuales el lector elige el que más le conviene. El combate entre la luz y la sombra está presente en la obra, y no importa mucho que se trate de la oposición entre una montaña humeante y un cielo lunar. Igualmente se podría hablar, como hace Octavio Paz(7), de una peregrinación del "alma por las esferas supralunares" mientras el cuerpo duerme. La significación metafísica, y su interpretación a varios niveles, queda inscrita en el texto, y puede ser desarrollada por un lector particular, como una forma personal de participar en la obra que es el Primero Sueño y hacer que este poema se convierta en algo propio, en algo de lo cual cada lector debe de alguna forma ser co-autor. Pues, si bien es cierto que el concepto de "obra abierta" difícilmente puede ser aplicado a la matemática concepción barroca de la escritura, la capacidad de un lector del siglo XX para crear a partir de un texto no puede ser reprimida. Si bien tampoco debe determinar la orientación de un análisis medianamente serio.


NOTAS

  1  . Sor Juana Inés de la Cruz: Obras completas: I. Lírica personal, ed. Alfonso Méndez Plancarte; México, Fondo de Cultura Económica, 1988, p. 335.

  2  . José Pascual Buxó: Las figuraciones del sentido; México, Fondo de Cultura Económica, 1984, p. 238.

  3  . Ilustración al "Sueño" de la décima musa mexicana, más despierta en él que en todos sus ilustres desvelos, para desvelo de muchos, publicado por Andrés Sánchez Robayna en Para leer "Primero Sueño" de Sor Juana Inés de la Cruz; México, Fondo de Cultura Económica, 1991.

  4  . Ibid., p. 61.

  5  . Citado por A. Sánchez Robayna: Opus cit., p. 159.

   6 . Ilustración al "Sueño"... Opus cit., p. 63.

   7 . Octavio Paz: Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe; México, Fondo de Cultura Económica, 1985, p. 472.


Regresar a Sincronía Indice General

Regresar a Sincronía Otoño 1999