LA
HISTORIA Y EL DOMINÓ:
-¿Se
ha dado usted cuenta? Somos la sombra de una sombra.
Paco Ignacio
Taibo II
La
conjunción de novela histórica y novela policíaca ya no tiene una connotación de algo
novedoso. Incluso, con el tiempo, se ha convertido en una variante particular que ya está
llegando a adquirir las formas y la categoría de un subgénero en sí. Esta modelización
significa, sobre todo, el interrelacionar un relato tradicional de crimen misterioso y
búsqueda del criminal con una ambientación ubicada en algún pasado histórico (de
preferencia pintoresco e interesante en sí mismo), obligando al texto a coordinar dos
niveles distintos de información: el referente a la solución del misterio y el referente
a las costumbres y eventos de la época histórica. Por supuesto, la novela arquetípica
de este subgénero vendría siendo la famosa El
nombre de la rosa de Umberto Eco (1), pero ya antes de este libro la
escritora inglesa Ellis Peters había iniciado la serie de novelas de fray Cadfael, su
monje detective medieval, con bastante éxito (2). Sería inútil tratar
de hacer un recuento exhaustivo de todas las series novelísticas o novelas aisladas que
combinan la solución de un misterio policíaco con un ambiente lejano y pretérito, pero
tan sólo por dar algunos ejemplos podemos mencionar la excelente serie del juez Di de
Robert Van Gulick (3), la de Meren de Lynda S. Robinson (4),
la de la hermana Frevisse de Margaret Frazer (ambientada en Inglaterra entre los siglos
XIV y XV), la del cortesano Sigismondo de Elizabeth Eyre (ambientada en la Italia
renacentista), etc. En general, como puede verse, se trata de novelas donde se busca una
ambientación lo bastante exótica como para atraer la atención del lector con la misma
intensidad que la búsqueda de la identidad del criminal (incluso, en ocasiones, la
ambientación es utilizada para distraer la atención del lector e impedirle solucionar el
misterio por su propia cuenta y antes de lo debido).
En el caso de Sombra de la sombra nos encontramos con una novela
que, si bien pertenece claramente a este subgénero, ha optado por no utilizar una
ambientación tan alejada del presente ni tan marcadamente diferente o ajena a la realidad
contemporánea. En realidad, Paco Ignacio Taibo II eligió una época que a menudo es
olvidada o considerada como marginal tanto por los historiadores como por los creadores de
textos de ficción. Nos referimos al breve periodo de paz relativa que se presenta algún
tiempo después de la toma del poder por Alvaro Obregón, cuando se lleva a cabo el
proceso de consolidación del llamado "Grupo Sonora" y se inicia la derivación
hacia el México moderno (5).
Evidentemente,
no es un periodo histórico especialmente llamativo para los novelistas, pues al contrario
de lo que ocurría años antes y de nuevo ocurriría algún tiempo más tarde, la guerra
abierta no imperaba en el país (6). Sin embargo, se trata de un periodo
en el cual comienzan a hacerse manifiestas las prácticas de corrupción, los manejos
burocráticos y los desplantes demagógicos que posteriormente habrían de definir a
muchos de los gobiernos surgidos de la Revolución mexicana. En gran parte se le puede
considerar como el periodo de formación del México moderno. Lorenzo Meyer ha definido de
la siguiente forma las circunstancias políticas de la época:
Entre 1920 y 1935 el poder personal de Obregón primero y de
Calles después, constituyeron el eje central del drama político. Detrás se encontraban
los jefes militares y algunos civiles con poder local, que mantuvieron un considerable
grado de autonomía, que a la vez constituían la principal base del poder de los
dirigentes nacionales. A lo largo de tres lustros el poder se fue centralizando y la
independencia de estos caciques y jefes locales (producto de la guerra civil) disminuyó,
aunque no desapareció. Obregón pudo imponer su autoridad sobre los miembros menores de
la coalición debido a que era el jefe militar de mayor prestigio, pero la base del poder
de Calles fue ya un poco diferente. Su posición dominante no se basó tanto en su
posición militar como en su relación con Obregón primero y en la capacidad para
coordinar los intereses del grupo gobernante posteriormente. Cuando Obregón tomó el
poder en 1920, la unidad política del país no existía. El presidente se encontraba
lejos de tener el control y poder que Díaz había logrado; su situación era más bien la
de primus inter pares. Su dominio sobre los
jefes militares era bastante limitado. Siempre existió la posibilidad de imponerse a uno
u otro de ellos, pero sólo si previamente se le aislaba y conseguía el apoyo tácito o
explícito del resto. (7)
Es este el
ambiente histórico en el cual se desarrolla la trama de Sombra de la sombra. El momento histórico está
definido con precisión por el mismo autor cuando señala, al inicio del texto, que los
hechos tienen inicio "a las dos de la madrugada de un día de abril de 1922" (8). Igualmente, y de acuerdo con una buena parte de las novelas de este
escritor (con excepciones que son marcadas explícitamente como tales) la acción del
relato se desarrolla en la ciudad de México.
Aparte del
contexto histórico, claramente determinante de los hechos y que, por otra parte, se
plantea como una prospección del desarrollo posterior del país (la corrupción del
gobierno obregonista es visualizada como un antecedente de la forma de gobernar del
Partido Revolucionario Institucional), Sombra de
la sombra plantea otros elementos característicos de interés. En primer lugar, está
el aspecto "colectivo" del tradicional personaje del detective. Ilán Stavans,
al referirse a esta novela (9) nos desconcierta al afirmar que esta obra
"tiene en el dúo de Fermín Valencia, un poeta, y Pioquinto Manterola, un periodista
profesional, a sus protagonistas [...]
Podríamos
pensar que en esta afirmación hay un juicio sobre el texto, que pretende eliminar como
personajes-investigadores al licenciado Alberto Verdugo y al chino Tomás Wong, pero más
probablemente se trata de un desliz de memoria de Stavans. En realidad, gran parte del
interés de la novela reside en haber creado a un detective múltiple (10),
un cuarteto de personajes que, dentro del texto, asumen las funciones de los develadores
del misterio en igualdad de circunstancias. Por supuesto, es relativamente común, en las
novelas policiacas, que el protagonista esté acompañado por un personaje testigo, cuya
única función es ser espectador admirado y boquiabierto de las habilidades deductivas
del investigador. Así ocurre ya desde los a menudo considerados textos pioneros de esta
forma literaria, la serie de relatos sobre Auguste Dupin escritos por Edgar Allan Poe
(donde es el personaje narrador y colocatario de Dupin quien asume el rol de testigo),
pasando por las historias de Sherlock Holmes escritas por Conan Doyle (con el demasiado
conocido doctor Watson), hasta muchas de las obras contemporáneas (otro ejemplo viene
siendo el narrador, Adso de Melk, que acompaña y testifica las hazañas de Guillermo de
Baskerville en la novela de Eco). Sin embargo, en Sombra
de la sombra nos encontramos con algo distinto. En esta novela ninguno de los cuatro
amigos se limita a ser el acompañante o el testigo de las acciones de alguno de los
otros. En realidad la investigación, originada por el asesinato del trombonista de una
banda militar, presenciado por el poeta Fermín Valencia (con cierta deficiencia, a causa
de su miopía), es realizada en forma conjunta por todos los personajes, cada uno de los
cuales va aportando elementos a la conformación paulatina de una estructura que revela y
pone en evidencia una conspiración a nivel nacional relacionada con el petróleo. Dentro
de este juego literario, a todo lector le resulta evidente que el juego del dominó
funciona como un elemento básico que estructura y le da parte de su sentido al relato.
Los personajes son amigos de dominó, y cotidianamente se reunen a jugar en el bar del
hotel Majestic. Estas reuniones, previas al desarrollo del relato, se integran a él como
los momentos privilegiados en los cuales cada uno de los "investigadores"
(definidos como tales por las circunstancias y no por el deseo explícito de asumir ese
rol) aporta los elementos por él descubiertos en el día y los coloca sobre la mesa, como
fichas de dominó, para entre todos ir conformando un esquema significante y llevar a cabo
el desciframiento del misterio.
El dominó,
incluso, se convierte en metáfora del proceso. Este juego, todavía bastante popular en
México (en muchos cafés de diferentes ciudades es posible encontrar a los aficionados
jugándolo activamente y Taibo II dice "sigue siendo el gran deporte nacional, y
milagrosamente aún no ha caído en las garras de Televisa", p. 249), es en realidad
una representación simbólica bastante efectiva del trabajo del detective y resulta
curioso no se la haya empleado más a menudo como expresión codificada del mismo (11). Su efectividad reside en que se trata de un juego donde el trabajo
de deducción y memoria es fundamental. El jugador de dominó debe ser capaz de, a través
de las acciones de tanto su pareja como de sus rivales, ir deduciendo tanto las
intenciones de los otros tres jugadores como cuáles fichas están en poder de cada uno de
ellos. Por otra parte, se trata de un juego en el cual es importante la colaboración,
pues cada jugador tiene una pareja y se enfrenta en colaboración con ella contra otros
dos jugadores (al menos en la versión más difundida en México y utilizada por Taibo II
en su novela) (12). Igualmente, funciona como un sistema de
interrelaciones, donde las acciones de cada jugador vienen a determinar las de los otros
tres y orientan el desarrollo de la partida (13). Se trata, por
tanto, de un juego de reglas simples, pero donde el proceso de análisis lógico es
fundamental. Por ello mismo, en la novela pronto se estructura un sistema narrativo donde
las acciones de investigación de los personajes parecen ser equivalentes a las jugadas de
dominó, y el misterio es visualizado como un acomodo paulatino de fichas, aportadas por
cada uno de los detectives en forma que sólo adquieren sentido a través de la
interrelación del conjunto. La equivalencia es clara y le da un sistema y un desarrollo
particular al texto, pues a menudo los "detectives" trabajan o funcionan por
parejas, haciendo una equivalencia de nuevo con el juego. Por otra parte, estos personajes
vienen siendo un curioso muestrario de figuras, desarrolladas de forma de proponer,
simultáneamente, un conjunto representativo de diferentes estratos de la sociedad
posrevolucionaria, y una figuración de distintos niveles de marginalidad. Como es
costumbre en Taibo II se trata de figuras trabajadas a base de signos marcantes que les
dan una apariencia de pintoresquismo. Y, por otra parte, conforman el cuarteto necesario
para un juego de dominó, mismo que explica y determina sus relaciones, a pesar de las
obvias diferencias que existen entre ellos (y que podían haber impedido existiera
cualquier tipo de contacto entre sus cuatro personalidades, a pesar del signo común de
una marginalidad más o menos asumida). Estos personajes vienen siendo:
a) Fermín
Valencia, el poeta. Un personaje que se gana la vida escribiendo los pequeños textos de
la publicidad en los periódicos de la época, al tiempo que produce poemas que no busca
realmente publicar ("[...] de vez en cuando un amigo le arrancaba uno y lograba
publicarlo en algún periódico [...]", p. 114):
Fermín Valencia tiene un poco más de treinta
años, mide uno cincuenta y cinco y nació en el puerto de Gijón, España (14);
aunque muy desvanecida en la memoria está aquella costa del Cantábrico, porque a los
seis años llegó a México de la mano de un padre viudo que vino a instalarse como
impresor en Chihuahua. Necesita lentes para ver de lejos, pero no los usa casi nunca (15); en cambio porta un bigote más que regular, que, junto con las botas
altas y el pañuelo rojo al cuello, son recuerdos de su paso por la División del Norte de
Pancho Villa allá por los años 1913 a 1916. Resulta difícil saber a qué atenerse ante
un rostro a veces aniñado, a veces rígido por la rabia que le corre por dentro; cuesta
trabajo distinguir la broma de la hiel, y mucho más al adolescente cariñoso del hombre
torcido y afilado. Algo se ha quebrado por ahí, dentro del poeta. Lo único permanente es
la sonrisa, aunque signifique según los vaivenes de la vida y los humores del cuerpo,
cosas muy diferentes. (p. 11)
Este antiguo
revolucionario forma parte del arquetipo de los personajes desilusionados de Taibo II,
cuya existencia parece haber perdido sentido a causa de la desintegración de sus ideales
(un ejemplo mucho más conocido es su detective fetiche: Héctor Beloascarán Shayne). La
obra de este poeta, de la cual tenemos varios ejemplos a lo largo de la novela (sobre todo
en la forma de sus "eslogans" publicitarios), tiene sobre todo una función
paródica, si bien en sus textos más serios es posible reconocer la influencia del
movimiento estridentista y de Manuel Maples Arce (16), que se
manifiesta en la referencia a los elementos de la modernidad, como vendrían siendo las
máquinas de coser "Singer" en el poema que aparece en la página 114:
Coso mi alma
a la piel/ y desespero/ la vida se desangra/ y a pesar/ no ha nacido la Singer que
repare/ con puntadas precisas/ y lo siento/ estas cosas de mí/ que voy perdiendo/
dejando/ atrás
Dentro del cual,
por otra parte, se hace evidente la constancia de la "ruptura" o desgarramiento
que define al personaje. Y, al mismo tiempo, se establece la necesaria marginalidad del
mismo, como "artista" cuya obra básica está en la línea de lo más
menospreciado por los cánones del arte oficial (la publicidad) y que se niega a jugar el
juego de la aceptación social.
b) Pioquinto
Manterola, el periodista. En muchos aspectos, este personaje viene siendo el protagonista
privilegiado de la historia policíaca, pues funciona como el detective más eficaz y
enfocado (por su misma condición de periodista) y viene siendo quien tiene la relación
más directa con el personaje de la "mujer fatal" (arquetipo de este tipo de
novelas) representado por Margarita Herrera, viuda de Roldán (con la cual tiene
relaciones sexuales en una cama de hospital):
Pioquinto Manterola, el periodista, no llega a los
cuarenta años (17), aunque ronda cerca de ellos y a veces simula que
los rebasa. Los lentes de arito sobre la nariz ganchuda y violenta, la calva prematura
rodeada de una pelambre que se riza oculta para sobresalir bajo una gorra inglesa, y una
cicatriz seca y fina, con los bordes levemente rojizos, que sobresale de la parte inferior
de la oreja para perderse en el cuello, le proporcionan un rostro que invita y provoca
la segunda mirada en los observadores, dando a su dueño un aire vivaz y equívocamente
respetable. (pp. 9-10)
Por otra parte,
Manterola tiene una especialidad periodística que claramente lo marginaliza: la nota
roja. El mismo Taibo II señala que su inspiración para este personaje fue el redactor
anónimo de las noticias policiacas en El Demócrata
(periódico donde hace trabajar a Manterola) desde 1921 hasta 1925 (p. 3), pero le sirve
para poner en evidencia que, al lado de los periodistas oficialistas y sobornables,
Manterola asume una extraña pureza en su contacto con un mundo de marginales y en el
cultivo de una escritura voluntariamente desaforada y ambigua, donde se complace en dejar
abierto el camino a una interpretación múltiple de sus textos (eso es visible en la
complacencia con la cual elabora la nota sobre la captura del ladrón Mario Lomabarc en
las páginas 14-15).
c) Alberto
Verdugo y Sáez de Miera, el "licenciado Verdugo":
[...] no se puede llegar a los 35 sin perder parte (o
la totalidad) de un nombre tan largo. Por eso no hay preocupación mayor en que me llamen:
el licenciado Verdugo. Tiene gracia recobrar el
nombre rancio convertido en apodo: El Verdugo,
el rematador final de los sueños, el ejecutor, el asesino legal. (p. 29)
De todos los
personajes que conforman el cuarteto del dominó, Verdugo es el que asume la marginalidad
en forma más voluntaria y expresa. Hijo de una familia porfiriana, realizó estudios en
Italia y produjo incluso una tesis doctoral en derecho internacional (Las aguas territoriales en los canales transoceánicos,
mencionada en la página 127), pero una conflictiva relación con su familia (de
connotaciones más edípicas que políticas) lo llevó a una ruptura no sólo familiar
sino con toda su clase social. Incluso esta ruptura se manifiesta explícitamente en su
identificación con los marginales, al convertirse en el abogado de las mujeres que se
dedican a la prostitución en la ciudad de México. Se trata, evidentemente, de un reto
dirigido en contra tanto de un prestigio familiar como de una pertenencia de clase, mismo
que se manifiesta también en el pisoteo simbólico de las ruinas de la casa patrimonial
(destruida durante la Decena Trágica, p. 30), como en el acto deliberado de utilizar un
"sombrero gris perla robado del perchero de la entrada al hermano de un ministro de
don Porfirio" (ídem), como una forma de significar una rebelión quizá más
explícita pero también menos ideologizada que la de sus otros compañeros de juego.
d) Tomás Wong,
el chino. En cierto modo, éste es el personaje más significativo del texto, a pesar de
que en apariencia es el que menos participa en la solución del misterio principal del
relato. Incluso Taibo II crea especialmente para él una intriga secundaria, con la
historia de Rosa López, la muchacha también de ascendencia china que es rescatada por
Tomás y sus amigos de un prostíbulo (18). Este personaje es definido
de la siguiente forma:
[...] este
chino de 35 años, quien a pesar de haber nacido en Sinaloa habla con la ele,
probablemente para afirmar y agredir con su condición a un país en el que los chinos son
perseguidos de una manera cruelmente absurda. Tomas Wong, ex obrero de una compañía
petrolera, ex marino y ex telegrafista, hoy carpintero en una fábrica textil de San
Ángel, es habitante de muchos mundos, entre otros el de sus silencios, y el de la lucha
sindical más enconada que ha conocido el Valle de México desde hace muchos años. (p.
13)
Es claro que, en
el contexto de la novela, este es el personaje que representa más claramente la
marginalidad. Obrero y miembro de una minoría racial perseguida, en ciertos aspectos es
una representación semiparódica de sus condiciones sociales, pues como chino es
lacónico y poco expresivo ("soy fatalista y oliental [...]", p. 81), practica
algún tipo de artes marciales y asume la personalidad de un chino típico a pesar de que
solamente habla español y no conoce otro país que México (19), y
como obrero es miembro activo del movimiento anarcosindicalista de la época y funge como
secretario de trabajo del sindicato de la fábrica textil "La Magnolia" (pp.
36-37). En la época descrita por la novela, la situación de la minoría china en México
era muy difícil, sobre todo en los estados del norte y básicamente en Sonora, de donde
procedía el grupo en el poder (20). Irónicamente, Taibo II agradece
en su nota introductoria a
Fulgencio
Martínez , presidente del comité antichino de San Pedro de la Colonia, Coahuila.
Perpetrador de los bodrios propagandísticos más aberrantes (entre 1924 y 1925) en un
país en que cuesta trabajo destacar en la calumnia. (p. 3)
Por otra parte,
en el episodio en el cual unos militares borrachos agreden a Tomás se permite hacer una
paráfrasis de algunos de los comentarios denigratorios que aparecieron en diferentes
momentos en la prensa mexicana, poniendo en boca de los oficiales una serie de frases
racistas que se repetían habitualmente en la época:
-Dicen que
son lo más mugroso que hay sobre la tierra, que viven en las tiendas de paisanos suyos y
que comparten con las ratas los desperdicios... cuentan que duermen arriba del
mostrador. (p. 24)
Basta con
comparar estas frases con fragmentos de de un texto de Jesús Castañeda, diputado federal
y articulista del diario El siglo XIX, quien ya
en octubre de 1871 escribía cosas similares:
[El pueblo chino], el más antiguo del
mundo y a su vez el menos civilizado: acostumbrado a la miseria y dominado por la
avaricia, niega a su cuerpo todas las ventajas no ya de una vida cómoda, sino
medianamente higiénica: viste en todos los climas un calzón de manta azul: sus alimentos
favoritos son el té, el arroz, las ratas y muchas especies de reptiles; sus vicios
predilectos, el juego y la embriaguez; sus habitaciones desamuebladas y pequeñas sirven
para dar albergue a un número considerable de huéspedes de ambos sexos que viven en
familia, convirtiendo en inmundas pocilgas aquellas casas ahumadas y grasientas, donde se
anida todo lo que puede haber de más repugnante en el desenfreno de sus costumbres [...] (21)
Naturalmente,
esto representa para Tomás una circunstancia básica de marginalización que se
incrementa con su posición de obrero y él hace crecer aún más con su postura
política. Por ello señalábamos que, si bien este personaje parece intervenir menos en
la intriga policiaca, en el contexto del juego de dominó de marginales que establece el
funcionamiento del texto viene siendo quizás el más significativo, la figura que connota
y da la orientación política al relato. Por ello mismo, Taibo II crea una intriga
secundaria para privilegiarlo, dado que en el relato principal no parecía encontrar su
lugar. Es ampliamente conocido el afecto de este escritor por las figuras de proletarios
revolucionarios, posición que tiene su sustrato en una postura política personal, pero
va más allá de ésta. Autor de varios textos donde se estudia, al margen de la ficción,
el desarrollo del movimiento sindicalista "rojo" en México (22),
es también autor de una serie de relatos no policiacos en donde convierte en
protagonistas a proletarios, sindicalistas y simpatizantes del movimiento obrero mexicano (23). En ese contexto se entiende la importancia, quizá un tanto forzada,
que le concede a Tomás Wong en el juego del dominó de su novela.
De acuerdo con
todo ello, tenemos una idea más clara del funcionamiento de la novela Sombra de la sombra. También podría hablarse de
la forma como Taibo II crea el "efecto de real" de la distancia histórica por
medio de referencias a los productos comerciales de la época (la gaseosa "La
Camelia", p. 47; la brillantina "Tres Coronas", p. 48; una pesada máquina
de escribir Smith Corona portátil, p. 122, etc.), la inclusión de personajes históricos
(el ya mencionado San Vicente; Fermín Revueltas y Salvador Novo en el capítulo 35, pp.
158-160; Vito Alessio Robles, el dueño histórico del periódico El Demócrata, etc.), la descripción atenta de la
ciudad de México tal como era en ese tiempo, la reproducción de usos y costumbres, y
algunas otras fórmulas del mismo tipo. Pero lo importante es constatar que nos
encontramos ante un texto que, si bien cumple con las fórmulas básicas del género de la
novela policíaca (sobre todo en su variante mixta de novela histórica), lo hace con
imaginación y proponiendo soluciones efectivas y adecuadamente novedosas.
NOTAS:
1.
Publicada en 1981.
2.
Esta serie, muy probablemente intertexto de la obra
de Eco, comenzó a publicarse en 1942 con la novela A
Morbid Taste for bones (publicada en castellano con el título de Un dulce sabor a muerte; Barcelona, Grijalbo,
1989).
3.
Ambientada en China en el siglo VII d. C. e
inspirada en un personaje real, esta serie se comenzó a publicar en 1951 con The Chinese Maze Murders.
4.
Ambientada en el Egipto del faraón Tutankhamon, la
primera novela de esta serie vino siendo Murder in
the Place of Anubis (1994).
5.
Para un estudio del proceso que llevo al "Grupo
Sonora" al poder se puede consultar el libro de Héctor Aguilar Camín: La frontera nómada: Sonora y la Revolución Mexicana;
México, Cal y Arena, 1997.
6.
Ya en 1923 ocurre la rebelión Delahuertista.
7.
Lorenzo Meyer: "El primer tramo del
camino", en Historia general de México,
vol. 2, Op. cit., p. 1187.
8.
Paco Ignacio Taibo II: Sombra de la sombra; México, Planeta, 1989, p. 10.
Todas las citas de la novela se referirán siempre a esta edición.
9.
En su estudio Antihéroes:
México y su novela policial; México, Joaquín Mortiz-Planeta, 1993, p. 137.
10. Por
supuesto, empleo el término "detective" en su sentido amplio. Es relativamente
común que en las novelas policiacas el personaje que realiza las labores de investigador
no sea un detective profesional. En realidad, a menudo se trata de detectives aficionados
o de personajes a las que las circunstancias impulsan (incluso en contra de su voluntad) a
asumir las funciones del investigador.
11. Otros
juegos han sido utilizados en lugar del dominó. Edgar Allan Poe privilegiaba el juego de
damas y menospreciaba claramente "la elaborada frivolidad del ajedrez"
("The Murders in the Rue Morgue" en Complete
Tales and Poems, Belgrado, Mladinska Knjiga, 1966, p. 126). Muchos detectives de
novela estadounidense utilizan el "poker" como representación y símbolo de su
trabajo. En cambio, el escritor español Arturo Pérez Reverte parece haberle dado una
respuesta a Poe al utilizar como detective a un ajedrecista en su novela La Tabla de Flandes (Madrid, Alfaguara, 1990).
12. En el
texto las parejas de los cuatro personajes se intercambian tanto para jugar dominó como
para vivir las aventuras del relato.
13. Jorge
Calafell: Domine el dominó; México, Planeta,
1993.
14. Por
supuesto, resulta tentador establecer un paralelo con el autor, pues Taibo II nació
precisamente en Gijón, España, en 1949.
15. Esto,
como ya dijimos, permite mantener el misterio sobre la identidad del asesino del
trombonista.
16. Quien
es citado expresamente en la página 128 por Fermín Valencia.
17. Más
adelante, en la página 94, Taibo II aclara que Manerola cumple los 39 años cuando se
encuentra internado en el hospital.
18. Con
la intervención del personaje histórico de Sebastián San Vicente, el anarquista
español que fascina a Taibo II (incluso lo convierte en el protagonista de su novela De paso).
19. "Huérfano
de padre y madre a los cinco años nunca había hablado chino, criado por un mestizo hasta
los 10 años en Sinaloa y crecido entre mexicanos y gringos en los campos petroleros de
Mata Redonda y Arbol Seco, nunca había rondado las importantes colonias chinas de la
costa occidental de México, y la de Tampico la conocía desde afuera, como un
intruso." (p. 74)
20. José
Jorge Gómez Izquierdo: El movimiento antichino en
México (1871-1934): Problemas del racismo y el nacionalismo durante la Revolución
Mexicana; México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 1991.
21. Ibid.,
p. 46.
22. Siendo
el más importante Los Bolshevikis: Historia
narrativa de los orígenes del comunismo en México (1919-1925); México, Joaquín
Mortiz-Planeta, 1986.
23. Coleccionados
sobre todo en los libros Doña Eustolia blandió el
cuchillo cebollero, y otras historias (México, Joaquín Mortiz-Planeta, 1992) y El regreso de la verdadera araña, y otras historias
que pasaron en algunas fábricas (México, Joaquín Mortiz-Planeta, 1988).