Velia Calvimontes Salinas, nació en Cochabamba, Bolivia en 1935 en un hogar donde hablar de libros era tema cotidiano. Su madre Flora Salinas fue la primera autora en su país de libros de enseñanza para el Ciclo Básico. Velia Calvimontes se graduó como profesora de idiomas, trabajando en su área hasta jubilarse.

Desde muy pequeña la autora supo que sería escritora pero no fue sino hasta 1963, cuando residía en Chicago, Estados Unidos, que empezó a escribir. Sus primeros trabajos fueron poesía y prosa literaria, posteriormente incursionó en el cuento tanto para niños como para adultos. Su producción literaria le ha proporcionado varios premios dentro y fuera del país. Sus cuentos han sido antologados en Bolivia y también traducidos al inglés y publicados en los Estados Unidos.

La autora vive actualmente en Cochabamba donde participa en organizaciones literarias, y en 1993 fue honrada por la Honorable Municipalidad de Cochabamba como Ciudadana Meritoria por su producción literaria y por su contribución a las letras nacionales.


Fueron tus padres escritores?

Sí, pero quien se distinguió más diría como escritora fue mi mamá, ella escribió Lecturas infantiles, una serie del uno al cuatro para su uso en la escuela. Hasta ese entonces los niños bolivianos habían estudiado en libros importados de España, Chile o la Argentina. Su primer libro fue editado en Buenos Aires, los restantes aquí. Lamentablemente murió muy joven y su trabajo se quedó trunco, dejó trabajos inéditos. Mi papá escribió dos libros, Ensayo de interpretación económica de la evolución del niño boliviano y La escuela en México.

 

Cómo influyó el hecho de que tus padres escribían en tu trabajo literario?

Yo creo que influyó mucho porque desde mi más tierna infancia yo me di cuenta que vivía en una casa de personas que escribían, donde los libros se encontraban por todas partes. Mis padres se desenvolvían en círculos intelectuales, se hablaba continuamente de libros, nos leían los apropiados a nuestra edad, nos compraban cuentos...es decir, que había una permanente motivación en relación directa con los libros y como yo molestaba seguramente mucho para que me leyesen a toda hora, mi mamá acabó enseñándome a leer a temprana edad, lo cual para mí significó una invalorable independencia. Mi primer descubrimiento tal vez en relación a la lectura fue que tenía la maravillosa llave para descubrir por mí misma lo que encerraban los libros entre sus páginas.

Qué obras eran de tu predilección cuando eras niña?

Todas, todos los cuentos de literatura infantil que se conocían hasta entonces y que yo los tenía en casa, me encantaban. Pero el libro que me impactó cuando yo tendría tres o cuatro años fue Las aventuras de Nils Holhersson de Selma Lagerlof que había ganado precisamente con ese libro el Premio Nobel. Se habló mucho de eso en casa, pues se decía que fue la única mujer que había obtenido tan importante premio. Yo no entendía bien aquello pero me quedó claro que el Premio Nobel era algo sumamente importante. Tuve un hermano menor al que le pusieron el nombre de Nils.

Tus hermanos también tenían predilección para escribir o para narrar cuentos?

Mi hermano Nils se murió a sus dos años. Mi hermano mayor Gunther, que reside en Estados Unidos, era excelente narrador, había en una radio un programa infantil y él narraba cuentos de Las mil noches y una noche.

Cuál fue tu formación educativa?

Creo que puedo considerarme graduada del kindergarten, como mi mamá era directora del kindergarten Manuel Ascencio Villarroel, también fue su fundadora, yo fui al kinder desde mis tres años, luego a los seis entré al primer año al Colegio Alemán, un lindo colegio. A partir del cuarto básico o quinto la instrucción era en alemán, en eso vino la Guerra Mundial y se llevaron a todos los profesores alemanes como prisioneros de guerra a los Estados Unidos; recuerdo que la despedida fue muy triste, todos los alumnos lloramos mucho.

Por qué los sacaron de Bolivia?

Se hablaba de un convenio entre Bolivia y el país del norte. El director le escribió a mi papá dos o tres cartas en las que contaba que los trataban muy bien, les proporcionaban libros para leer, que hacían deportes, jugaban al tenis y que les daban muy buena alimentación. Era un consuelo saber que no sufrían. El colegio cambió de nombre a Tadeo Haenke, el nombre de un científico alemán pero a los dos o tres años volvieron a bautizarlo, esta vez y en forma definitiva como Colegio Alemán Santa María. Ahí me gradué de bachiller. Era un colegio excelente, la educación que se impartía era muy buena. Después me trasladé a La Paz para continuar mis estudios. Yo deseaba estudiar medicina, pero mi papá me hizo desistir explicándome que era un estudio muy largo, que quizás me casaba y ya no continuaría la carrera. Me explicaba que la mujer debía ser profesional, que tenía que tener su independencia económica, me ponía de ejemplo a mi mamá, de la manera que me incliné por la carrera de idiomas. El horario de estudios era ideal, únicamente por las mañanas y yo tenía una base muy buena en inglés, pues había tenido profesor particular desde mis diez años. Después de recibirme como profesional viajé a los Estados Unidos.

Por qué precisamente a los Estados Unidos? Para continuar estudiando?

Era un país que me llamaba mucho la atención, mi hermano ya se encontraba en Chicago, me envió la garantía que entonces no tenía ninguna complicación. Era muy fácil viajar allá en ese entonces, te estoy hablando de 1957-1958, pero debo decirte que no me gustó tanto como pensé en un principio.

Por qué?

Quise ejercer como profesora, por entonces había una ley en Illinois que establecía que los extranjeros no podían trabajar de profesores. Extrañaba mucho mi ambiente, a mi padre, el clima, mi casa, y no habiendo encontrado el trabajo ideal, regresé al año.

Cuándo empezaste a escribir?

Ya adulta. Regresé a Chicago y empecé a escribir allí.

 

Por qué comenzaste a escribir en Chicago y no así en Bolivia?

Mira, desde niña siempre me decía: yo voy a ser escritora como mi mamá, eso lo daba por seguro, pero nunca me dije cuándo lo haría. Repaso mi vida y encuentro que cada etapa de la misma la he vivido con intensidad, dándole toda la importancia que dicha etapa merecía y si ya escribí de casada fue porque quizás consideré que había cumplido con todas las faces normales de un desarrollo corriente. Recuerdo, fue un atardecer sereno y tranquilo cuando me vino a la mente una prosa corta, entonces la escribí. Ese fue el comienzo, sentí que comenzaba una nueva etapa para mí, tuve la certeza de que había llegado a mi tiempo de escribir.

Fue ése el primer cuento que escribiste?

No. Empecé con prosas poéticas cortas y pequeños poemas.

 

En qué año ocurrió esto?

Te hablo de 1963-64, posteriormente retorné a residir en Cochabamba y desde entonces no he dejado de escribir. Por ejemplo, una noche en que volvía con mi esposo de la función nocturna del cine, pasamos por los arcos de la catedral y quedé espantada con lo que vi. Era invierno, vi niños durmiendo sobre el cemento frío tapados con papeles y cartones, se mezclaron aquí dentro todo un volcán de sentimientos, rabia, molestia, dolor e impotencia, al escuchar mis protestas mi esposo me contestó: APero siempre duermen aquí, son los niños que no tienen hogar@. Llegué a casa y escribí un poema, naturalmente era de protesta.

Se publicó este poema?

Sí, ése y algunos otros se publicaron en el periódico. Esos poemas también formaron parte de un libro que llamé Poesía en cuatro dimensiones y que mandé a un concurso a Bilbao, España. Tuvo la suerte de figurar entre las obras seleccionadas, queda un diploma como recuerdo.

 

Escribes dentro de varios géneros: cuentos para adultos, cuentos para niños, poemas para niños, )en qué género te sientes más a gusto más cómoda?

Mira, creo que en mi caso es fundamental la inspiración. Creo que nunca me ha impuesto un tema o motivo para escribir, lo que sí es para mi primordial es que algo me impacte, me conmueva profundamente o me cause hilaridad o cualquier otro sentimiento que me inquiete con una especie de revolución interna. Entonces las ideas y los pensamientos toman cuerpo y ya se define si va a ser un poema para niños, un cuento infantil o un cuento para mayores. En este aspecto hablando de la inspiración es necesario que tome apuntes de inmediato y que escriba lo más pronto posible, de lo contrario pierde potencia la trama, por otra parte lo que está bullendo dentro de mí me cause desasosiego y no quedo tranquila mientras no vuelco en el papel todo aquello.

 

Cuando empezaste a escribir, todavía tenias niños pequeños. )Cómo integrabas el trabajo literario a tu vida familiar?

Creo que tengo una vida bastante organizada, siempre tengo un bolígrafo a la mano, en la etapa que mencionas, cumplía con mi trabajo y con la vida familiar normalmente durante el día, cuando yo empezaba a trabajar era de noche, también tenía algunos espacios por la tarde que aprovechaba, pero la noche era para mí de una tranquilidad absoluta para dedicarme a escribir.

 

Cómo reaccionaba tu familia?

Con amor y admiración, nunca les molestó la máquina de escribir, se acostumbraron a dormir con el ruido del teclado.

 

Leían y opinaban ellos sobre lo que tú escribías?

Oh, sí. Siempre me dieron su respaldo, un apoyo total. Había mucho orgullo de su parte, se sentían muy bien.

 

Eres muy activa en el Comité de Literatura Infantil y Juvenil. Me puedes hablar de esa organización y de lo que haces dentro del Comité?

 

El Comité Nacional de Literatura Infantil y Juvenil, que es la matriz de los Comités dependientes que existen en casi todos los departamentos, se encuentra en La Paz. Sin embargo, CLIJCO, que es el que funciona en nuestra ciudad, es el que trabaja más activamente. Entre los objetivos principales del Comité se encuentran la promoción y difusión de la literatura infantil nacional, la promoción de la lectura, para ello contamos con nuestra biblioteca que presta libros a domicilio dentro de nuestro programa ALeamos en Familia@. Se prestan bolsas con 10 libros, insistiendo a los que se benefician con el préstamo que procuren leer en familia para que no solamente se beneficien con la lectura sino para unir más a sus miembros estrechando las relaciones familiares. También promocionamos nuestra literatura con el fascículo literario Hojitas pintadas que contiene cuento y poesía. Al mismo tiempo promocionamos valores nuevos literarios, este fascículo tiene muy buena aceptación en general. Eventualmente los miembros del Comité dan cursillos y charlas a los maestros o algunas entidades que solicitan esos servicios. Soy la presidente de esta entidad y he puesto en marcha la creación del fascículo literario y el proyecto Leamos en Familia

 

Actualmente se habla mucho de la Reforma Educativa en Bolivia. ¿Puedes explicar cómo la Reforma ha influido en la literatura a la que haces referencia?

En primer lugar, la Reforma ha llamado a un Concurso Nacional abierto a todo el público de modo que concursaron todos los que desearon. Yo tuve mucha suerte, puedo decir pues siete títulos míos fueron elegidos y ha sido la primera vez que se me ha pagado por mis libros, yo considero esto como un verdadero premio. Otro aspecto positivo de la Reforma Educativa es que por primera vez en Bolivia se da importancia a la literatura infantil nacional y se están haciendo esfuerzos por difundirla debidamente, esto no es fácil. Hay que romper esquemas muy enraizados...pero es un comienzo.

 

Has tenido mucho éxito dentro de Bolivia, especialmente en Cochabamba y tus obras han sido reconocidas con varios premios. Me puedes hablar de ellos?

Los premios en verdad empezaron en 1977, fue un concurso nacional de cuento auspiciado por la Universidad Tomás Frías de Potosí. En 1979, en agosto, obtuve el premio ¨Jorge Luis Borges¨ en cuento en Buenos Aires, Argentina, a los dos meses también en el mismo país gané el premio Alfonsina Storni con una poesía. En 1980, nuevamente un cuento mío se hizo acreedor al premio ¨Jorge Luis Borges¨. En 1981, obtuve en Bilbao, España, un diploma con un libro de poemas que quedó como finalista en un concurso internacional. En 1982, obtuve una Mención Especial con un cuento infantil en el Concurso Nacional de Literatura Infantil auspiciado por El Centro Cultural y Pedagógico Simón I. Patiño. En los años siguientes dos cuentos infantiles más obtuvieron premios en ese Centro. En 1986, nuevamente obtuve el premio ¨Jorge Luis Borges¨ con una prosa poética. Entre 1993 y 1994, en el primer Concurso Nacional de ETARE, la Reforma Educativa, siete libros míos fueron premiados económicamente y con derecho a edición.

 

¿Qué recuerdos especiales tienes de tus premios?

Tengo uno, que lo atesoro como algo muy especial. Fue cuando viajé a Buenos Aires en 1979 cuando gané mi primer premio ¨Jorge Luis Borges¨; la ceremonia fue maravillosa, con mucha fastuosidad. Viví la experiencia más bella en el aspecto literario pero al día siguiente me esperaba otra sorpresa no menos importante y hermosa. Se hizo un taller con todas las personas que obtuvimos los premios, estoy hablando de toda Latino América. Cada uno tenía que leer el trabajo con el que ganó el premio, por cierto leí el mío, para mi gran sorpresa y alegría, por decisión general el que más impactó y gustó fue mi cuento. Fue una sensación de satisfacción plena por hacer quedar bien a mi país. Ya de retorno en mi ciudad al mes aproximadamente tuve otra sorpresa agradable, leí en el periódico Los Tiempos una carta al director de ese matutino en la que se relataba con pormenores el desarrollo de ese taller literario en Buenos Aires y la actuación que tuve, la carta estaba firmada por el Sr. Samuel Guillermo Guinnes, uno de los galardones en el concurso.

 

¿Cuáles son los títulos de las obras que fueron galardonadas?

Fueron los cuentos "Regalo de navidad", "Coger una estrella", en prosa poética "La jarra de cristal", el poema galardonado con el premio Alfonsina Storni fue "No matarás". En literatura infantil la adaptación de la leyenda "El diablo, el velador y el difunto" y los cuentos "Una flor en la ventana" y "La guerra de la manteca"

 

Cuando un autor obtiene algún premio, éste normalmente no beneficia en el aspecto económico, sino más bien en cuanto al prestigio y al reconocimiento. ¿Entonces, es muy valioso, no?

Verás, los cuatro premios que gané en la Argentina, evidentemente en dinero no significaron nada, al contrario. Cuando viajé tuve que pagar los pasajes y la estadía y una vez fue suficiente, pero como supones, me ayudaron mucho en el quehacer literario; los premios de la Reforma Educativa sí fueron remunerados económicamente, lo que me ayuda enormemente también, pues gracias a ello pude editar cinco libros.

 

¿Qué proceso sigues cuando escribes?

Bueno, eso está sujeto al tiempo del cual dispongo, si no trabajo intensamente y estoy con la inspiración, puedo escribir todo el día sin interrupciones e inclusive por la noche. Pero si estoy con tiempo limitado, lo que hago durante el día es tomar notas, siempre tengo un bolígrafo y papel a la mano y durante la noche desarrollo el tema. Al respecto tengo una anécdota divertida. Leí en el periódico que se aproximaba el centenario del nacimiento de Juan Ramón Jiménez, debo decirte que desde niña me encantó Platero y yo. Bien, después de un par de días de haber leído de ese acontecimiento yo salía de clases, había concluido mi trabajo y en la calle repentinamente me vino a la mente un poema corto para Juan Ramón. De inmediato saqué un bolígrafo y un pedazo de papel y empecé a escribir caminando. Repentinamente, una ráfaga de viento me arrebató el papel y se lo llevó rodando por la calzada. Yo corría detrás de él rogando que no se metiera entre las ruedas de un carro, recorrí así unos veinte metros hasta que por fin logré recuperar mi papel bastante sucio pero con mucha satisfacción y concluí el poema. Después ahí mismo en la calle me atacó la risa al recordar mis afanes y el espectáculo que yo debí dar.

 

Tienes un libro de cuentos recientemente publicado que titula Cuentos de la vida, cuya temática trata de la mujer. ¿Me puedes hablar de ello?

Sí, ese libro lo empecé el año pasado, en 1996. Me parece que son unos doce o catorce cuentos y evidentemente la mayoría tiene la temática de la mujer; un par de ellos son de épocas pasadas, los restantes son actuales. El año pasado estuve en Estados Unidos y en Costa Rica, en ambos lugares tuve la oportunidad de escuchar algunos hechos interesantes que me motivaron para escribir esos cuentos. En ellos se ve a la mujer en sus diferentes facetas tanto de desarrollo en todo aspecto como frente a diversas situaciones y a estados emotivos.

 

¿Mantienes relación con otras autoras latinoamericanas, fuera de Bolivia?

Tengo la suerte de conservar relaciones con algunas autoras latinoamericanas. Una de ellas es la escritora chilena, Enriqueta Paz Arredondo, muy conocida especialmente por su literatura juvenil. Rocío Vélez de Piedrahita, de Colombia, es doctora en literatura infantil pero no escribe para los niños, es otra valiosa escritora con la que mantengo si no una nutrida correspondencia, por lo menos la salutación navideña al igual que con Hebe Zemboraín de la Argentina. También tengo contacto con Evelyn Echeverría de Sauter, escritora de Costa Rica, más conocida por su seudónimo de Lara Ríos. Es valioso e interesante intercambiar ideas.

 

En cuanto a las circunstancias en que viven las autoras latinoamericanas, ¿crees que éstas varían de un país a otro causando que la temática de las obras cambie según las realidades?

Hay algo que es muy cierto y es que en Latinoamérica todas vivimos más o menos las mismas realidades. Una de ellas y muy común es la extremada pobreza de algunos sectores. Por mucho que te muestren el gran Buenos Aires, la gran Caracas o Lima, o la exuberante ciudad de Río de Janeiro con sus mejores barrios, todas la ciudades latinoamericanas poseen barrios tremendamente tristes, pobres, sórdidos; por tanto no es de extrañar que se escriba con frecuencia acerca de esas dramáticas realidades. Sin embargo en lo que se refiere a la literatura infantil sostengo que aparte de mostrar al niño la realidad de la vida, también debemos presentarle libros que le inyecten alegría, esperanza, que le hagan pensar que hay posibilidades de un futuro mejor, hay que hacerlo reír, soñar.

 

Tienes un cuento que titula ¨Coati, 1950¨ que es una historia muy violenta, lleno de crueldad y miseria humana. Este cuento estará incluido al final de la entrevista y quisiera preguntarte, ¿cuáles fueron las motivaciones para escribirlo, cómo surgió?

Lamentablemente, gran parte de lo que relato es realidad. El cuento me lo dio mi papá en forma de carta, el hijo de un obrero conocido de mi papá fue el protagonista. Yo seguramente era muy niña cuando lo soltaron, pero cuando lo liberaron vino a visitar a mi papá y él se quedó tan impresionado que le dijo al chico, "Escribe como puedes", y el muchacho escribió, claro muy mal escrito por cierto. Un día mi papá me dio la carta y me dijo "Te la presto, lee. Quién sabe si no haces algún día un cuento de esto." Entonces yo leí la carta y se la devolví y se quedó guardado con mucha impresión en mi mente. Después, no sé si vi algo o escuché algo relacionado con la represión, con la crueldad de las cárceles o con los prisioneros, o leí algo en el periódico, pero de inmediato me vino el recuerdo del relato y me puse a escribir. Por un milagro no murió ese muchacho ahí, como otros mayores que él. Me llenó de indignación la crueldad e insensibilidad que los seres humanos pueden ejercer con sus semejantes, precisamente por eso hice figurar el año en que sucedió y el nombre del lugar que fue escenario de esa represión abominable. Es verdad que existe esa isla Coati donde en ese entonces pasó toda historia de represión. Entonces he dado una forma literaria al relato.

 

¿Quién estaba en el poder en ese momento en Bolivia?

No recuerdo, pero es sabido que siempre ha habido crueldad y posiblemente los gobernantes o personas con cargos altos ignoraban esos malos tratos por tratarse de lugares alejados.

 

El cuento podría ser universal porque no sólo en Bolivia han sucedido tales cosas.

Sí, sabemos que en cualquier parte del mundo existe la crueldad en algunos seres humanos con sus semejantes, como sacándose una revancha de algo y no encuentran nada mejor que golpear o torturar a la persona caída que no puede defenderse. Considero esto el abuso del poder y la prepotencia del bruto.

 

¿Cuáles son tus planes para el futuro respecto a tu trabajo literatura?

Tengo varios trabajos inéditos con la esperanza de que un día se plasmen en libros, en todo caso es el público lector del futuro que tendrá la palabra al respecto. Sin embargo, una ilusión mía en lo que respecta a mi literatura infantil es que varias generaciones la lean y la disfruten.

 

Para finalizar la entrevista te pregunto: ¿Qué aspectos quisieras enfatizar para los lectores de la literatura

boliviana?

De hecho al leerla ya se formarían un concepto de la variedad de temas que se ofrecen en los libros, por supuesto haciendo a un lado lo relacionado con la ciencia y la cibernética, creo que nuestra literatura ofrece un panorama extenso de nuestra forma de vivir, de sentir y de expresarnos. Leer nuestra literatura es en cierta medida conocer nuestra cultura.

Cochabamba, marzo de 1996 y abril de 1998.

 

  Coati 1950

Como médico estoy acostumbrado a ver toda clase de deformaciones, miembros mutilados, etc., sería largo y cansador enumerar ese acápite. Sin embargo, aquella calurosa tarde en la que hice la revisión a un grupo de técnicos en el campamento, quedé semi paralogizado al notar que el último no tenía la parte anatómica denominada como glúteos. La región de las caderas hasta unos cuatro centímetros debajo de donde empiezan los muslos estaba virtualmente cubierta de profundas cicatrices entre cruzadas al igual que la espalda .

  Curioso. Pero lo primero con que asocié después de pasado el primer impacto, fue con el juego infantil del laberinto donde múltiples rayas describen a capricho una serie de caminos entre los cuales hay que elegir el correcto, que conduce al niño o a un animalito a salvo a su casa.

 El hombre al ver mi expresión sonrió tristemente.

--Mi mujer y Ud. aparte de mis verdugos son los únicos que me han visto así.

--No parece ser a causa de un accidente, tal vez estuviste en algún campo de concentración?

--No. Estuve en la Isla de Coati un año, no tuvo nada que ver con la política.

--De todas formas ¿cómo es posible que te hubiesen quitado las nalgas? ¿Eras muy rebelde?

--Ah, doctor! ¿Pasan tantas cosas en esta vida! Por ejemplo, el otro día leí en el periódico que en ciertos lugares de Arabia a los ladrones les cortan la mano izquierda, si reinciden la otra; mientras me informaba de esa costumbre, yo reflexionaba que al final de cuentas no padecen lo que yo he padecido. ¿Qué cree que hice yo?

Lo miré electrizado hasta cierto punto, sólo atiné a mover la cabeza con un gesto de perplejidad.

--Pues robé unas cuantas prendas de vestir, tres o cuatro para mí y mis hermanos, nada fino, Ud. comprende. Tendría entonces diecisiete anos...

--La ley de protección al menor prohíbe que éste vaya a dar a la cárcel o a ningún tipo de prisión.

--Era el año 1950 y la tal ley seguramente en ese entonces no existía. ¿Quiere que le cuente?

--Bueno, hazlo mientras te revise, como eres el último, tenemos tiempo.

El 23 de enero de 1950 fui puesto entre rejas en Cochabamba, como le anticipé mi delito era haber robado dos chompas y un pantalón, yo tenía seis hermanos menores... Por mucho que mis padres trataron de obtener mi libertad aduciendo mi edad, la falta de "un padrino" y de dinero imposibilitó ese intento. Con la finalidad de costear mi alimento y mantenerme ocupado, ayudé a un reo a hacer máscaras para los carnavales. Recuerdo que al ver las caras, divertidas unas, grotescas otras, con frecuencia brotaba el llanto de mis ojos al pensar en mi situación, tenía entre manos lo que a otros (felices ellos! les depararía alegría y placer. Toda esa temporada tuve tiempo de meditar acerca de la acción que me había conducido a ese lugar y me prometí firmemente no volver a hacerlo. Me encontraba seriamente arrepentido y mi dolor era sincero.

A principios de marzo, cuando yo alimentaba la esperanza de salir de la cárcel, fui sentenciado junto a otros recluses a la isla de Coati. No tenía la menor idea de lo que aquello significaba; sin embargo, no tardé mucho en tener referenciasCrodeado como estaba de avezados ladrones y delincuentes dedicados a las más diversas actividades criminalesCacerca de aquella maldita isla.

Los informes me hicieron estremecer. Dominado por el terror tuve un frustrado intento de fuga. Como castigo, los soldados de la cárcel me patearon y pegaron por turno hasta dejarme desmayado.

El trece de marzo, al amanecer, todos los sentenciados formamos una fila y a culatazos e insultos nos hicieron subir a un camión. No pude despedirme ni abrazar a mi madre, quien había madrugado para verme partir. El camión dobló la esquina y guardé el recuerdo de su mano que agitaba una desolada y muda despedida. Lloré copiosamente, sin sentir vergüenza, con toda la tristeza y angustia que anidaban mis diecisiete años. No solamente era auto compasión sino pensaba que en mi hogar seguiría faltando la pequeña ayuda de mi aporteCantes de entrar a la cárcel, trabajaba de ayudante en una carpinteríaCque tanta falta hacía. Yo estaba seguro de que con todo lo que me había pasado en esos dos meses de cautiverio había pagado con creces mi pecado, (desgraciado de mí al hacerme esas ilusiones!

En esa época apenas me apuntaba el bozo )por qué me mandaban a ese lugar donde únicamente se enviaban a los reclusos de la peor categoría? Yo no merecía eso. Tan sólo mi madre y Dios conocían mi profundo arrepentimiento.

Nos embarcaron en un vagón del tren, partimos a las nueve de la mañana. Por toda fortuna yo contaba con veinte pesos y una frazada. Al parecer yo era el único compungido, los otros demostraban su contento de varias maneras; parecía que al verse fuera de las cuatro paredes de la cárcel se imaginaban que estaban en libertad o sería que esa ilusión era suficiente para ellos? Nunca pude comprender el motivo de esa actitud que para mí estaba fuera de lugar.

Yo cuidaba mi dinero con tal celo como si esa exigua cantidad fuese de vida o muerte. Recuerdo que apenas gasté tres pesos para comer durante el día, pero me moría de hambre.

Un compañero de infortunio sentado junto a mí, se compró un plato colmado de comida; era un guisado de carne con papas y arroz. El olor incitante que despedía hacía funcionar mis jugos gástricos, la saliva se me llenaba en la boca; me consolaba tragándola despacito como saboreándola. aderezada con lo que alcanzaba a mirar con el rabillo del ojo.

Por fin, el sopor de la tarde y el traqueteo me adormecieron por una hora o dos. Cuando desperté los demás dormían, el hambre me acometía con furia; miré en derredor, mi vecino roncaba estrepitosamente. Al comer con avidez había dejado caer sobre su ropa y el suelo algo de comida. Temiendo arrancarlo de su sueño y despertar su ira quizásCyo era el único muchachoCcon infinito cuidado recogí los mendrugos de su ropa y comí los granos de arroz ya algo secos, con eso completé mi comida de aquel día.

Llegamos a Oruro al anochecer. Los policías nos condujeron a un cuartel y a patadas nos encerraron en una celda; veinticinco seres hacinados como animales que van al matadero. Al día siguiente continuamos viaje a La Paz. A mí me parecía haber recorrido el mundo entero.

En aquella ciudad nuevamente nos recibió la sombría prisión. Me sentía huérfano en todo aspecto, particularmente de la justicia humana; tuve que vender mi frazada en cuarenta pesos que en pocos días desaparecieron cual el agua que uno pretende retener con los dedos entreabiertos. Tuve al frío y al viento como único alimento y mi lecho fue el empedrado.

El veinte de marzo yo integraba el grupo de cuarenta hombres con rumbo a la isla de Coati. Viajamos por la noche en un camión; al rayar el alba llegamos al canal de Tiquina, nos embarcamos en un bote de vela, durante el trayecto la lluvia fue el manto que abrigó mi cuerpo. Desesperado por mi situación pensaba que era preferible morir ahogado, me aprestaba a arrojarme por la borda, mas, un guardia advirtió mi intento impidiéndolo, me maniataron golpeándome brutalmente, mi cuerpo y alma estaban adormecidos, recuerdo sólo la palabra "LLEGAMOS..."

Desembarcamos, nos hicieron formar en la orilla de la isla para cerciorarse si portábamos armas cortantes. Luego, como bienvenidaCasí recalcó un oficialCuna zambullida al agua helada vestidos como estábamos. Cuando salimos nos revisaron si teníamos dinero o algo de valor; como yo no tenía plata, me hicieron desnudar y me propinaron cincuenta latigazos, al comprobar que tampoco tenía otra muda de ropa o frazadas me dieron otros cincuenta latigazos. Algunos que recibieron similar castigo se desmayaron; para hacerlos recuperar los arrojaron al agua. Nos hicieron formar por tercera vez para llamar la lista; el terror de ser echado a esa masa gélida posiblemente me dio ánimo para mantenerme semi parado, la sangre manaba de los cien azotes como cien hilillos formando una tenue cortina encarnada.

Nos vestimos y sin un bocado pasamos nuestra primera noche sobre el suelo desnudo envueltos en nuestra ropa mojada... Otros tuvieron la suerte de envolverse y abrigarse con sus frazadas.

Empezó la rutina de cada día. A las cinco de la mañana a la voz de: FORMAR PARA BAÑARSE! Teníamos que nadar cincuenta metros, el que no podía por cualquier impedimento, como castigo debía permanecer con el agua hasta el cuello durante dos horas, algunos no resistían, les daba calambre o se congelaban. Varias veces vi unas burbujas y un pequeño remolino que indicaba que su suplicio había terminado.

Nuestros verdugos, no existe otra palabra que los califique mejor, siempre con el látigo en la mano unos, y con el fusil al hombro los otros, cuando entrábamos al agua cada amanecer decían entre risotadas e interjecciones de todo calibre "Que teníamos que darnos un baño matinal para empezar el trabajo limpios...''

Después del "baño", el desayuno (agua caliente con un poco de azúcar y un pan de maíz) ese alimento era poco más o menos igual que hacer pasar una píldora.

El trabajo consistía en trasladar hasta medio día, cincuenta piedras enormes a un lugar distante unos dos kilómetros; el primer día yo apenas había reunido quince. El castigo no se hizo esperar: veinticinco latigazos, "baño" y sin derecho a rancho. Con mis glúteos sangrantes el agua me causó la impresión de acuchillarme salvajemente.

En cierta oportunidad, un reo al notar que yo no podría reunir otra vez el número requerido de piedras, compadecido, intentó pasarme unas cuantas suyas, desgraciadamente, el ojo atento de un carcelero observó la maniobra. Gritó airadamente pidiendo ayuda, nos tendieron a ambos en el suelo y los latigazos empezaron su macabra danza; cuando concluyeron su tarea, fatigados y sudorosos uno de ellos comentó: "Qué bueno el ejercicio para entrar en calor, con este friecito, no?"

Pasaban los días, las semanas y los meses; yo nunca podía llenar el cupo de las piedras, era superior a mi capacidad física. Con el esfuerzo que realizaba, las heridas que estaban a punto de cicatrizarse, se abrían.

Al llegar el sol al cenit, mi cuerpo se descomponía con un temblor precursor del pánico que me acometía. No sé cómo no enloquecí, doctor.

Comenzaron a desaparecer mis compañeros, la debilidad causaba estragos al igual que las infecciones estomacales y la disentería. Cuando se encontraban muy mal, los encerraban en un cuarto especial hasta que acabase el último latido de esos corazones que expiaban sufriendo lo indecible, pues se les negaba inclusive un vaso de agua que mitigase su sed.

El vocabulario humano no ha inventado aún palabras que pueden dar significado a esa actitud de seres que se conducían peor que los animales en su trato con sus semejantes. Otros, que eran sanos, más resistentes, pero que posiblemente poseían un frondoso prontuario delictivo desaparecieron misteriosamente; comentaban que los habían fondeado.

Las bajas, como algo natural en ese tenebroso lugar continuaban ininterrumpidamente, una o dos a la semana.

Como un berbiquí inexorable me penetra el dolor al recordar la ocasión en que a pasar del haintre que tenía, no pude acabar el rancho habitual consistente en sopa de harina (la carne brillaba por su ausencia) con papas sucias sin pelar, a veces agusanadas, metí el dedo para ayudar a desalojar un granito de tierra entre los dientes y escupí naturalmente un poco; el guardia que nos vigilaba pensó que estaba rechazando la comida y ayudado por otro, descargaron en mi una paliza inhumana. La tralla subía y bajaba mordiéndome las carnes, cuando la transpiración y el músculo agotado indicaban la imposibilidad de continuar, lo relevaba el otro cancerbero. Mis nalgas sangrantes quedaron reventadas como ulalas encendidas. A mi rededor la sangre salpicada y pedazos de piel eran mudo testimonio de mi suplicio, mi cuerpo era un guiñapo exangüe.

Yo únicamente deseaba morir. Por el estado en que me encontraba me dispensaron del traslado de piedras; un día en que me encomendaron buscar leña, no retorné al cuartel, trataba de huir en dirección opuesta; alentaba la idea de que mis captores al verme de espaldas cumplirían con el reglamento de la ley de fuga, pero no, me arrastraron consigo.

Mi desesperación no tenía límites. ¿Qué torturas me esperarían, si de nada nos castigaban sin piedad?

Esta vez, no fue el látigo que descargó su furia sobre mí; llovieron garrotazos que me hicieron perder el conocimiento.

Cuando recobré el uso de los sentidos (no sé cuánto tiempo estuve inconsciente) me dije que tenía los días contados. No podía moverme; vanos fueron los esfuerzos que hice para incorporarme, mi fin era inminente (razoné) a los que se encontraban en ese estado los abandonaban a su suerte en el cuarto de donde salían cadáveres.

Mentalmente vi mi fosa, arrojar mi cuerpo en el hoyo y cubrirlo con tierra y paja como yo había espectado repetidas veces. Pensando que había llegado mi fin, elevé una oración creo que más por gratitud que implorando clemencia.

Inesperadamente mi estrella cambió. Empezaron a atenderme, llevándome agua y comida; la alimentación varió, me sacaron del cuartucho fatídico y a los pocos días me anunciaron que estaba libre, que podía regresar al seno de mi familia en cuanto mis fuerzas lo permitieran.

No podía creer. ¿Soñaba o deliraba? Cada día mejoraba la comida y saboreé la carne después de muchos meses; no hallaba explicación para ese repentino cambio.

Después de una semana más o menos del milagroso cambio, me dieron algún dinero que me permitiría llegar hasta Cochabamba; así abandonamos esa nefasta isla unos cuantos afortunados. Posteriormente até cabos. Las palabras sueltas "dice que hay denuncias", "habrá una próxima visita de inspección" me orientaron al respecto.

Probablemente, de alguna manera se filtró una denuncia de la forma en que éramos tratados. A raíz de ello hubo un cambio en el reglamento referente al trato dispensado a los reclusos. Es posible que al revisar las listas comprobaron que yo era el único menor de edad y para salvar responsabilidades, junto a otros que no habían delinquido gravemente me dejaron en libertad.

Han pasado veintisiete años doctor. No sé si hubiese preferido que me cortasen una mano como a los árabes que cometen hurto, a pasar todo el cautiverio que le he relatado.

Dígame doctor ¿por qué cuando una persona humilde comete una infracción relativamente leve como la que yo cometí, es drásticamente castigada? ¿Y cuando roba un gran señor, no importa cuántos millones, la ley se hace a un lado e impunemente le franquea el paso? Otra pregunta doctor: ¿De qué sirve ese pergamino de la declaración de los "Derechos Humanos...?" Eso no existe para el desdichado ¿verdad? Los famosos "Derechos" sirven para lucir cuidadosamente enmarcados en las oficinas y para salir en grandes titulares en los periódicos. ¿Qué opina al respecto, doctor?

En ese momento, no encontré una respuesta acertada, apenas atiné a contestar: "Debe sentirse satisfecho amigo, pasó el examen médico sin problema alguno", palpándole amistosamente el hombro añadí, "la vida tiene facetas insondables para las cuales a veces no hay respuestas..."

Esa noche no pude conciliar el sueño porque encontré las respuestas y no quedé satisfecho en lo mínimo.

Relato testimonial


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Bibliografía de Velia Calvimontes Salinas

 

Antologías de cuentos

Y el mundo sigue girando... La Paz: Editora Talleres Gráficos Rocabado, 1975.

Rinconcuentos. Cochabamba: Talleres Gráficos Poligraf, 1988.

Abre la tapa y destapa un cuento. Cochabamba: Honorable Municipalidad de Cochabamba Talleres Gráficos H & P, 1991.

La ronda de los niños. Cochabamba: Editorial Vendilusiones, 1991.

De la tierra y de las preguntas. (Con Blanca Garnica). Cochabamba: Color Graf Rodríguez, 1992.

Babirusa y sus cuentos del Tawantinsuyu. Cochabamba: Editora H & P, 1993.

El uniforme. Cochabamba: Editores: Editora H & P, 1993.

Amigo de papel (diario de un adolescente). Cochabamba: Color Graf, 1995.

Babirusa te cuento de cómo...? Cochabamba: Color Graf, 1995.

En la piel morena de Babirusa. Cochabamba: Color Graf, 1995.

Lágrimas y risas. Cochabamba: Color Graf Rodríguez, 1995.

Cuentos de los duendes de la luna. Cochabamba: Ediciones T=allajta, 1996.

Cuentos de la vida. Cochabamba, Cochabamba: Color Graf, 1997.

 

Poemario

Gotas de rocío: Poemas para los más pequeñitos. Cochabamba: Ediciones T=ikallajta, 1995.

 

Cuentos antologados

"El regalo de navidad" Primera antología: Prosa. Cochabamba: Unión Nacional de Poetas y Escritores de Cochabamba, 1994. 87-89.

"El regalo de navidad" Antología del cuento femenino boliviano. Ed. Manuel Vargas. La Paz: Los Amigos del Libro, 1997. 47-51.

 

Cuentos traducidos al inglés

"Coati 1950". Cruel Fictions, Cruel Realities: Short Stories by Latin American Women. Ed. Kathy S. Leonard. Pittsburgh: Latin American Literary Review Press, 1997. 19-26.

 

Cuentos publicados

"El monstruo". Teluria: Espacio y palabra de la mujer boliviana 1.1 (1997): 8.

"Por ese contoneo" Teluria: Espacio y palabra de la mujer boliviana 1.1 (1997): 9.

"Por ese contoneo". Correveydile: Cuentos eróticos 5 (mayo-agosto 1997): 16.

 

Otros

"Recordando a Flora Salinas". Teluria: Espacio y palabra de la mujer boliviana 2 (1997): 17.

 

Sobre la autora

Guzman, Augusto. Biografías de la nueva literatura boliviana. Cochabamba-La Paz: Los Amigos del Libro, 1982. 99-100.


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