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Desarrollo.
Nuestra exposición será desde la “erosofía”, entendida como filosofía del amor; esto es, a la erótica le corresponde hacer la contemplación, el estudio y reflexión sobre los bienes y valores del amor, los fenómenos eróticos, pero sobre todo “comprender y justipreciar el comportamiento humano dentro de la Erótica” (Larroyo, 1974: 119). La lectura del presente trabajo deberá realizarse con música de fondo (1) pues el día de la exposición, se hizo con un fondo musical de canciones eróticas para provocar-incomodar-sorprender al público asistente. Ahí recordamos que nuestro gran amigo –el padre y filósofo- Jorge Manzano (2011), repetía las palabras de Nietzsche: “Desde que hay filósofos hay un rencor filosófico contra la sensualidad” (43), deberíamos pensar en qué tipo de filósofos estaba pensando este filósofo. Sí son como muchos que conocemos entonces le concedo la razón a Nietzsche; pero hay otros, (2) que saben: “que no hay conocimiento sin pasión de conocer,…el amor es filósofo” (Xirau, 1974: 22-23); sostenemos que “el amor es filósofo”, que si contraemos la palabra, tenemos al “erósofo”. (3)
Por eso hacemos propias las palabras de Jorge Manzano (2011): “Me pregunto si reservamos el nombre de filósofo a quien encadena demostraciones racionales, y excluimos a quien con su mirada hace bellas todas las cosas” (175). El filósofo que se re-conoce por medio de “eros”, hace con su mirada bellas todas las cosas, con la pasión del amor por la vida agregaría Manzano. En que, cual Diónysos, que “es un seductor, porque no impone, no manda, no prescribe. Simplemente seduce” (Manzano, 2009: 29-30), fuésemos seductores porque no imponemos, mandamos o prescribimos sino que vivimos las palabras de Manzano, que “con su mirada hace bellas todas las cosas”. Pero esa mirada deberá desarrollar su condición de “poetificus” y de “musicus”. (San) Pablo de Tarso (I Cor. 9-11) nos recuerda:
¿Quién sabrá lo que han dicho si no hay palabras que se entiendan? Habrá sido mucho hablar al viento: por muchos idiomas que haya en el mundo, cada uno tiene sus palabras, pero si yo no conozco el significado de las palabras, seré un extranjero para el que habla, y el que habla será un extranjero para mí.
Por ello aclaremos algunos conceptos que utilizaremos en el presente texto, algunos extraídos – principalmente- del Diccionario latín-español (Madrid, 1793) de Manuel de Valbuena, como son:
Grammaticomastix, igis = el azote de los gramáticos
Grammaticus = Puede ser entendida como: a) el que enseña gramática; y b) el que explica los Poetas, Historiadores y Oradores. En este texto trabajaremos con la b).
Grammatista y grammatistes = El que está medianamente instruido en gramática
Cantium, i = el cántico, canción, composición poética para cantar
Cantio, nis = canción. Encantamiento, encanto
Canto, as, avi, atum, are = Virg. Encantar con canciones mágicas //Cic. Cantar, publicar, celebrar las alabanzas de alguno// Hor. Recitar versos, o hacerlos. //Prop. Hablar a quien no quiere oír.
Cantatix, icis = Plaut. Cantatriz, cantora. La mujer que canta por [con] música, o sin ella
Cantus, us = Cic. El canto de la voz, el tono de la voz cuando se canta. //Ov. Encantamiento, encanto, conjuro. //Cic. Cantar de garganta
Musicus, a, um = de susvarios sentidos, tomaremos: el estudio de la poesía y de las bellas letras
Poetificus, a, um = lo que hace llegar a ser poeta
Agapæ, es= Amor, benevolencia. Convite de amistad entre los cristianos de la iglesia primitiva
Agapete, orum = Amados //Llaman así a los clérigos que vivían en compañía de mujeres con poca honestidad, un pretexto de piedad y caridad cristiana, condenados por los concilios y los Padres.
Caritas, atis = Cic. La carestía, el precio subido de las cosas // la falta y penuria de alguna cosa, y especialmente del grano// El amor.
Charitas, atis = Cic. El amor, amistad, ternura, celo, oficio, benevolencia //caridad, la virtud que constituye al hombre justo
Amare = De Grimal (2011) tomaremos:ser el amante o la amante de alguien // el amor es deseo [169]; y
Paraklausithyron = canción ante la puerta cerrada // género literario [154-155]
Pero apoyados en Aristóteles –en Acerca del alma- para de paso cuestionar lo que hoy se suele llamar ´Psicología´ (4) y que para nosotros debería llamarse “Psicozenología”, como lo venimos enseñando, en aulas desde hace varios años. El Filósofo en dicho libro (405 b, 23-29) afirma:
[…] Por otra parte, aquellos que ponen las contrariedades entre los principios construyen el alma a partir de los contrarios, mientras que los que establecen como principio alguno de los contrarios –por ejemplo, lo caliente o lo frío o cualquier otro estilo- establecen también paralelamente que el alma es uno de los contrarios. De ahí que busquen apoyo en los nombres: los que afirman que el alma es lo caliente presenten que zên (vivir) deriva de zeîn (hervir); los que afirman que el alma es lo frío pretende que psychê (alma) deriva su denominación de psychrón (frío) en razón del enfriamiento (katápsyxis) resultante de la respiración. (5)
La doctrina de los contrarios, frío (psychê) y caliente (zen), como constituyentes de la unidad del alma nos guiará en camino que haremos por una de las tradiciones eróticas que une a la cultura helénica, judía, egipcia y romana –la hindú, árabe, persa serán tratadas en otro momento- y que ha llegado hasta el siglo XXI. Desde la “erótica romana”, la doctrina de los contrarios, se entenderá mejor que es bueno ser “grammaticus” –en tanto que explica a los poetas- pero para otras alternativas, a veces es mejor ser al menos “grammatista” o “grammatistes”. Este vivir entre el grammaticus y el grammatista o grammatistes nos hace recordar que en Ovidio la fecunda libertad de las palabras de los poetas están frente a la esclavitud de las palabras que puede tener, por ejemplo, un historiador –pero aplíquese a los mismos gramáticos y filósofos cuando se vuelven rígidos a través de sus propias palabras-: “La fecunda libertad de los poetas llega a ser infinita y no esclaviza sus palabras a una finalidad propia del historiador” (Ovidio, 1995: 339). Que completamos con las palabras de George Santayana (1994): “la vida de la naturaleza puede ser tan romántica y sublime como se quiera, pero sería polvo y ceniza si no hubiera en nosotros nada sublime y romántico que nos llevara a simpatizar con ella” (19).
Pero si tiene razón Santayana, han pasado tantos acontecimientos, tantos románticos y anti-románticos, a lo largo de la cultura occidental, que hoy a principios del siglo XXI hay un desprecio por el estudio de las humanidades privilegiando el valor del dinero. Entonces hemos cambiado mucho y a la vez no, pues podemos hacer vigentes las palabras de Ovidio (1995) de hace más de dos mil años: “¿Hay alguien, todavía hoy, que sienta admiración por las artes liberales o crea digna de algún valor una composición amorosa? En épocas anteriores el talento era algo más preciado que el oro, pero hoy es signo de gran barbarie no tener ni siquiera un mínimo” (322-323).
Debemos de reflexionar, tomando como base lo ya dicho por el filósofo español-estadounidense de que en nosotros está lo sublime y romántico, ya que: “si experimentamos tan grande emoción al leer estos versos ¿qué debía pasar al componerlos? ¿Podía conseguir lo que se proponía?” (Santayana, 1994: 21). Si pensamos en los cantos eróticos (6) que más adelante presentaremos –y cantaremos, si es el caso de cada quien- se podrán preguntar si “esos cantos” comunican grandes emociones –o abrimos nuestro interior para que se nos revelen esas grandes emociones- o dejamos esa vivencia en sus propios creadores –o sus intérpretes según sea el caso del canto-. Para Clemente de Alejandría esas grandes emociones que ofrecen ciertos cantos, por su fuerza erótica e interpretativa debían de prohibirse a los jóvenes, como veremos más adelante. Por ello tomamos de Santayana (1994), la llamada “psicología literaria”, es decir, “el arte de imaginar cómo sienten y piensan” (143); a través de ésta el lector, de los versos y canciones de este texto, será capaz de imaginar cómo piensan y sienten, en su forma individual y personal –la gran emoción de quien lo escribe- que pueda decir:
Observo a una pareja de amantes, y no necesito tener perspicacia sobrenatural para ver si el amor es verdadero, si crece o decrece, si es irritable o seguro, sensual o amistoso. Puedo convertirlo mentalmente en núcleo de una pequeña novela; y dependerá de mi particular imaginación y de mis dones literarios el que pueda ir desarrollando los giros del lenguaje y de sentimiento capaces de expresar todas las disposiciones latentes que la conducta de esos amantes, que nada saben de mi observación, me ha sugerido. ¿He leído en sus espíritus? ¿He adivinado sus destinos? No es probable; y sin embargo es infinitamente probable que espíritus y destinos están realmente desarrollándose allí en forma no muy alejada de cómo yo los había imaginado. (Santayana, 1994: 146)
Pero no bastan mi particular observar, imaginar y tener dotes literarios para expresar todas las disposiciones latentes de la conducta de los amantes, pues para Santayana faltan las intuiciones adquiridas, por la “psicología literaria” y que ponen en libertad nuestro interior, que por azares de la vida no hemos podido desarrollar y, por ende, aquí se manifiesta el “principal resorte de la ficción literaria, y su encanto popular” (Santayana, 1994: 148). Será por ese motivo que la poesía y el canto erótico, aunque prohibido, reprimido o controlado termina trasgrediendo a lo largo de más de dos mil seiscientos años, acaso será porque:
La ilusión de proyectar los propios pensamientos en personajes lejanos o imaginarios no es del todo ilusión: esos pensamientos nunca estuvieron allí, sino siempre aquí, o llamando a la puerta; y es una manera de triunfo indirecto el alcanzar y fijar alguna parte, en una forma explícita, la vida que el accidente me negó, y gozarla así sub rosa a despecho del destino. Y hay muchas experiencias que sólo son tolerables en esta forma, como de sueño, cuando las consecuencias son despreciables y su vehemencia está mitigada por la distancia a que aparecen y por el aspecto que presentan. (Santayana, 1994: 148)
Si hacemos un rápido recorrido por el pasado de la cultura occidental diríamos que hay pensamientos que nunca han estado ahí sino siempre “aquí”, y que en cada temporalidad generacional, por más de dos mil seiscientos años nunca han estado ahí, pero siempre en su “aquí y ahora”, parece que el pensamiento erótico nunca está ahí en el hombre y su cultura, sino siempre “aquí” en su temporalidad y vivencialidad. Por ello, recordemos que Filón refería tres grandes tradiciones morales en la ciudad egipcia de Alejandría, una de las entradas orientales a la capital del imperio romano; en que hoy, siglo I d. C., estas eran: la helénica, la judía y la India (7) –con los gymnosofistas-, ello nos sirve para hablar de los varios caminos de la erótica que por medio de este puerto africano llegaron a la Roma de Propercio, Cicerón, Ovidio, Horacio, Virgilio y compañía. Como antecedente hablaremos un poco de los dos primeros –no en moral sino en erótica-, pues el vínculo entre Roma y la India –China- merecen un escrito aparte. La tradición judía será expuesta brevemente previo a abordar los consejos de (San) Clemente de Alejandría, así que empecemos por la influencia helénica en Roma.
Se suele hablar mucho de la influencia helénica en la elegía erótica romana (Gómez, 2003; Fernández – González, 2014; Robert, 1999; Veyne, 1991; Grimal, 2011), en particular de Calímaco, que para Veyne: bajo dicho nombre “[…] se puede colocar todo un macizo literario cuyo pico más alto siguen siendo él, y que en aquellos tiempo tuvo tanta importancia” (23). Y sobre la influencia del helenismo en general, tenemos por ejemplo, a Grimal (2011) cuando afirma:
A mediados del siglo II a.C., y gracias a la influencia del helenismo, aunque también a causa de la natural evolución de las propias costumbres romanas, el sentimiento amoroso adquirió mayores matices, liberándose tanto de los tabúes como de los tradicionales mandatos. Y, como consecuencia inesperada de esto, no se produce la decadencia del amor conyugal, sino que será el otro amor, el que era libre de existir al margen de contratos, el que será más íntimo, más atento, más respetuoso también”. [338]
Veyne (1991) insiste que la helenización de la cultura romana fue una moda en poesía, prosa, cartas oficiales y decretos del senado; pero que además influye en el amor y, costumbres de diversa índole –como lo hicieron en su momento las religiones que llegaron de oriente (Alvar, 2001)-; a la vez, que nos recuerda que en Grecia y Roma los géneros poéticos se clasificaban por el metro en que se escribían y que los versos de la erótica romana estaban escritos “en ritmo elegiaco”(7), como lo hace Propercio, Tibulo y Ovidio. A pesar de ello, cada escritor romano se vuelve “Grammaticomastix”, (8) azote de los gramáticos griegos, al transformar y enriquecer lo aprendido de ellos:
El único triunfo de que Roma se jactaba era el de haber derrotado a los griegos en un terreno en que no se daba cuenta de que había estado constituido por ellos ´en poesía elegiaca, hemos superado a los griegos´ [Veyne cita aquí textualmente a Quintiliano] escribe un crítico romano… la civilización helénica, es pues la civilización y punto; los griegos no son más que sus primeros posesores, y Roma entiende bien que no debe dejarles ese monopolio… Los romanos son evidentemente originales cuando añaden algo a Grecia, cuando perfeccionan las recetas que ésta conoció antes… pero no son menos originales cuando cultivan por su cuenta un bien de origen griego (Veyne; 1991: 26-27)
Finalmente, para reafirmar la influencia helénica en los romanos, Veyne concluye:
Los romanos sabían desde hacía dos siglos que los amantes escribían elegías sobre la casa de su amada. Hacía seis o siete siglos que los griegos cantaban al amor, en los metros más variados, en primera o tercera persona; saber si omitieron cantarlo así, en primera persona, en el ritmo elegíaco, dejando a los romanos el honor de ser los primeros en pensar en ello, es cuestión de no por haber sido muy discutida deja de tener un interés limitado y cuya respuesta probable es No: ya había habido elegías helenísticas en donde cantaban al amor tras la ficción del ego, aunque sólo fuesen esas elegías erróneamente llamadas epigramas, con el pretexto de que son demasiado breves. (1991: 42-43)
Ante ello, retomemos las palabras Quintilianas: en poesía elegiaca, hemos superado los griegos referidas por Veyne ya que como estudioso de la elegía erótica romana afirmar sobre este asunto, que en ella: Júpiter es un dios donjuanesco, “se asemeja a un montaje de citas y de gritos del corazón” (1991: 10); canta “a la superioridad del amor”, sin nombrar a nadie” (1991: 14); “se podía hacer broma de las cosas santas y también de la moral y del deber de hacer carrera pública para servir a la patria, sin que la broma tuviese consecuencias” (1991: 42); la obra es engañosa; es una “mentira agradable o transforma la realidad en objeto del arte” (ídem); el poeta refería sus problemas sentimentales; es un arte puro “pero con ciertas trampas de manera que no se le crea puro; que se le crea sensual, sentimental, apasionado” (1991: 44); mezclaba amor y humor; es irónica; hay impotencia simulada; para que se comprenda la parodia que representa el autor, éste mismo debe asumir una condición escéptica en asuntos religiosos, “el poeta sólo les pide ver la religión con ojos como los suyos mientras dure la lectura” (1991: 45); y, finalmente, apela a las cosas para provocar un efecto, “no trata de cambiarlas” (ídem)
Aristóteles en su obra Erótica, que recuperó Ross de Al-Dailami, sostiene que el amor nos lleva a una pasión desconsolada, tristeza y destrucción:
Se dice en cierto libro de los antiguos que los discípulos de Aristóteles se congregaron un día ante él y Aristóteles les dijo: “Mientras estaba en una colina vi a un joven que se hallaba en la terraza y recitaba un poema, cuyo significado era el siguiente: ´A quien muere de un apasionado amor, dejémosle morir así, porque sin la muerte no hay bien en el amor´. Entonces Iso, su discípulo, dijo: ´Dinos, maestro, cuál es la esencia del amor´. Y Aristóteles replicó: ´el amor es un impulso que se genera en el corazón, una vez generado, avanza y crece y, posteriormente, madura. Cuando ha madurado, se añaden a él las pasiones de la sensualidad a la vez que el amante ve cómo aumentan en la profundidad de su corazón la excitación, la perseverancia, el afán, el empecinamiento y los deseos. Esto lo lleva a la concupiscencia y lo impulsa a hacer requerimientos, hasta que lo conduce a un pesar angustioso, a un continuo insomnio, a una pasión desconsolada y a la tristeza y destrucción de su mente´. (Aristóteles, 2005: 124)
Dicha reflexión aristotélica nos prepara el camino para referirnos a Ovidio (1995), nacido el 43 a.C. y muerto en el siglo I d. C., en el destierro. Es reconocido como el máximo representante del alejandrismo en la poesía romana, y por recomendar a las mujeres la lectura de los poetas griegos: Safo, Anacreonte y Calímaco; y entre los latinos: a Propercio, Tibulo y Virgilio, -y él mismo, por supuesto- a decir de Antonio Alatorre (1950). También afirma que Ovidio lo modernizó todo: “el ambiente, los escenarios, la cultura, los sentimientos” (XXI), además “Ningún poeta romano tiene la figura de Ovidio para la aprehensión de la belleza del mundo externo, para la apreciación de la forma y del color” (XXV). Las citas que expondremos de Ovidio, como una mirada general –ya que el que guste deberá leer la obra directamente del autor-, las dividiremos en: a) cantii –composición poética-, b) cantus –encantando con canciones mágicas, hacer conjuros-, c) poeticus –lo que hace ser poeta-:
a) cantii –composición poética-:
Le arrancaré la túnica, aunque por lo fina que era apenas suponía estorbo; ella sin embargo luchaba por taparse con la túnica; y luchando como si no quisiera vencer, fue vencida, más sin dolerse de su rendición. Cuando quedó erguida sin vestiduras frente a mis ojos, en ninguna parte de todo su cuerpo encontré defecto alguno: ¡qué hombros”, ¡qué brazos tan hermosos vi y toqué!, ¡cuán a propósito era la forma de sus senos para apretarlos!, ¡qué liso su vientre bajo el terso pecho!, ¡qué anchas y estupendas sus caderas!, ¡qué juvenil su muslo! (221)
¡Qué caricias me prodigaba, qué palabras tan dulces!, ¡cuántos besos me daba y de qué manera, oh dioses supremos! (296)
¿Para qué querías una mujer hermosa si no te gustaba a menos que fuera casta? Ambas cosas no pueden darse juntas de ninguna manera. (310)
Hay un lugar apropiado para el placer: llénalo de todas las voluptuosidades y que el pudor se maneje lejos de allí… Allí no tengas vergüenza de quitarte la túnica y de tener el muslo debajo de otro muslo, allí introdúzcase la lengua en los purpúreos labios y que la pasión invente mil posturas para amar, allí que no cesen los susurros ni las palabras dulces y que la cama tiemble por el movimiento lascivo. Pero cuando te pongas la túnica, asume también una expresión de temor ante el delito y que el pudor desmienta tu obsceno acto. (342-343)
Mírame: estoy vencida, y teniendo a tus rodillas mis manos de reina, mis manos implorantes. Para el que ama, no existen ya las reglas del decoro. Ya no existe el pudor: ha huido de mí, ha abandonado su imperio. Ten diligencia para mis palabras, y domina la dureza de tu pecho.
(1950: 139)
b) cantus –encantando con canciones mágicas, hacer conjuros-:
Anillo que has de ceñir el dedo de una hermosa muchacha, en ti nada debe valorar sino el amor de quien lo regala. Ve y resúltate un obsequio agradable; que te reciba con alegría y que enseguida te ponga en su dedo; que te ajustes a ella tan bien como ella se ajusta conmigo, y que rodees convenientemente su dedo con un círculo a su medida. Feliz tú, anillo, porque te va a usar mi dueña; tengo envidia ya de mi propio regalo, pobre de mí. Que con la ayuda de Circe o de Proteo, pudiera convertirse de repente en obsequio mío. Si eso ocurre, sería mi deseo que tú, mi dueña, te toques los pechos y que te introduzcas entre la túnica la mano izquierda. Aunque bien ajustado y pegado a tu dedo, me iré deslizando de él y caeré, ensanchando por arte de magia, sobre tu regazo.
En caso de que me vayas a dar para que me guarden en el joyero, me negaré a salir, constriñendo tus dedos con un círculo más estrecho. No sea yo nunca para ti, vida mía, objeto de vergüenza o una carga que tu delicado dedo rehúse llevar. Llévame puesto cuando bañes tu cuerpo con agua caliente y no te importe que mí engarce se estropee al contacto con el agua. Pero –creo yo- al verte desnuda se erguirá de pasión mi miembro y cumpliré, siendo anillo, el cometido de un hombre. (287)
Si estás prendido de Medea no es por su hermosura ni por su bondad: ella sabe ciertas fórmulas mágicas, y con su voz encantada siega lúgubres gavillas; hace esfuerzas para obligar a la Luna a apartarse de su carrera, y para hundir en tinieblas los caballos del carro del Sol;… Pronuncia terribles maldiciones y traspasa ciertas figurillas de cera, o bien atraviesa el hígado de un desgraciado con una aguja finísima y –lo que mejor desearía ignorar- se vale de filtros de hierbas para ganar tu amor, cuando éste sólo debiera conquistarte por su hermosura y la inocencia. (1950: 163-165)
Yo misma, que te había dado el sortilegio, yo misma caí en mi asiento, pálida de espanto, al ver aquellos hombres que brotaban de pronto con sus armas en la mano, hasta que los hermanos nacidos de la tierra -¡oh maravilla estupenda!- hubieron trabado unos con otros sus brazos, para matarse. (1950:239-241)
¡Con que he podido domar dragones y toros furiosos, y no he podio doblegar a un solo ser: a mi esposo! ¡Y yo, que hice retroceder las llamas voraces con mis sabios encantamientos, me veo ahora impotente para salvarme de mi propio fuego! ¿Hasta mis hechizos y mis filtros y mis artes me abandonan! ¡De nada me sirve la poderosa divinidad de Hécate, de nada sus misterios! (1950: 245)
c) Poeticus –lo que hace ser poeta-:
¡Desgraciado de mí! Fue certera la flecha del famoso niño. Me abrasó, y el Amor es el rey de mi corazón solitario. (213)
Así pues, cualquiera que fuese el que llamaba pereza al amor, cállese; el amor es propio de un espíritu activo. (235)
…se desgarrarán los vestidos, las piedras preciosas se romperán, y el oro, pero la fama que mis versos concedan, será eterna (239).
…que alguien llorando diga en mi funeral: “esta muerte ha sido acorde con tu vida. (276)
Yo odio las armas; me agrada la paz y el amor que en medio de la paz he encontrado. (304)
Para el caso judío-esenio –antecedente del cristianismo, y por ende de San Clemente de Alejandría- tomamos de Stéphane Mosès (1999) los dos sentidos del verbo hebreo bíblico: conocer (lada´at). El primero se refiere al acto intelectual y el segundo se refiere a la relación sexual. Afirma: “La tradición mística judía ha insistido mucho en el origen carnal del conocimiento, y en el arraigo de todas las actividades intelectuales en la experiencia corporal” (11). Además, en lo referente al “Cantar de los cantares” –que en el siglo I d.C. se dudaba en aceptarse como divino, pero se conocía- encontramos expresiones eróticas como:
- ¡Que me bese con los besos de su boca!
- ¡Oh mi amor, ¡que bella eres, qué bella eres con esos ojos de paloma!
- Amado mío, ¡qué hermoso eres, qué delicioso!
- Tus labios son una cinta roja
- Tus dos pechos, cervatillos coquetones, mellizos de gacela
- La curva de tus caderas es un collar hecho por manos de artistas
- Tu ombligo es un cántaro donde no falta el vino con especias
- Tu talle se parece a la palmera; tus pechos, a los racimos
- Yo soy para mi amado y su deseo tiende hacia mí
- Porque es fuerte el amor como la muerte, y la pasión tenaz como el infierno; sus flechas son dardos de fuego, como llama de Yavé
Los ejemplos anteriores han de ser interpretados como metáfora del Eros profano que remite al agápe divino y, a lo absoluto de la Ley. Esa idea es reafirmada por Mosès, parafraseando a Eliya de Vilna, al sostener que: “esos besos del amante que hacen suspirar a la amada no son sino la traducción figurada de una aspiración a lo absoluto, una proximidad con lo divino que el pueblo judío experimentó un día, quizá en un pasado inmemorial, y cuya nostalgia aún conserva.” (66)
Pero hay un texto del Antiguo Testamento (Biblia) al que no se le ha hado la importancia debida y que debe ser re-interpretado de la misma manera que se propuso para el “Cantar de los cantares”, es el caso del libro del profeta Oseas. (9) Dios le pide a este profeta: “Vete y cásate con una de esas mujeres que se entregan a la prostitución sagrada y ten hijos de esa prostituta. Porque el país se está prostituyendo al apartarse de Yavé.” (Osea 1, 2) (10) con la cual tendrá dos hijos: a la primera llamara No Amada (No complacida – versión vaticana-); y al segundo No mi pueblo (No es mi pueblo –versión vaticana-). Posteriormente recibe una nueva orden de Yavé: “Vuelve a querer de nuevo a una mujer adúltera que hace el amor con otros, así como Yavé ama a los hijos de Israel a pesar de que lo han dejado por otros dioses y le ofrecen tortas de pasa”. (Oseas 3,1) (11)
Estas uniones sirven para representar el abandono del pueblo judío hacia Yavé que, a su vez, promete que la desposará para siempre con amor y ternura: (12) “Yo te desposaré con mutua fidelidad, y conocerás quien es Yavé.” (Oseas 2, 22) e inste Yavé, más adelante, porque me gusta más el amor que los sacrificios, y el conocimiento de Dios más que las víctimas consumidas por el fuego. Ese Eros divino es bien visto, pero es difícil de distinguirse del que se dice prohibir la misma divinidad. Sobre estas últimas encontramos los siguientes ejemplos en el Eclesiático o Sirácides (9,1-9; 12, 7-12); y agregamos su contra parte en Ovidio (1995):
- No te acerques a una mujer de mala reputación; podrías caer en sus redes.
- No te entretengas con una encantadora; haría que cayeras en su trampa (versión vaticana: No te entretengas con una cantante, para no ser atrapado por sus artimañas). “¡Oh hermosura nacida para esclavizar a mis ojos!” (291-292)
- No fijes tu mirada en una jovencita: podrías condenarte con ella. “Muchachas poned vuestros ojos hermosos en estos versos míos que me dicta el purpúreo Amor” (255)
- No caigas en los brazos de una prostituta: podrías perder con ella todo lo que tienes. “Libraos las hermosas de fijar un precio por cada noche; no tiene buenos resultados un botín mezquino” (238)
- Aparta tus ojos de una mujer hermosa; no te quedes mirando a una belleza desconocida. “También se puede celebrar con versos a las muchachas que se lo han merecido” (239)
- La belleza de una mujer he hecho caer a muchos; ella basta para encender la pasión. “ése es mi regalo; aquella a la que yo he querido se hace famosa gracias a mi arte” (239)
- No te sientes a la mesa con una mujer casada para tomar vino con ella, no sea que se despierte en ti el deseo y la pasión te hará ceder y caer. “El amor venció al pudor” (332)
- Una mujer bebedora es un gran escándalo, no podrá remediar su deshonor.
- Una mujer sin pudor se reconoce en sus ojos, en su mirada descarada. “mi amor está al acecho de todas esas mujeres que gozan de prestigio en Roma entera” (262)
- Mantén a raya a una muchacha provocadora, no sea que se aproveche de tu complacencia. “En lugar de gran fortuna, tengo mis divertidos versos, y muchas quieren valerse de mí para tener renombre” (293)
- Ten cuidado con seguir a una mujer seductora; no te hagas ilusiones: sólo quiere ganarte. “No el hecho de dar, sino de reclamar un precio es lo que yo aborrezco y odio. Lo que te niego cuando me lo reclamas, deja de quererlo y te lo daré” (239)
- El viajero sediento abre la boca y toma cualquier agua que encuentre: ella también se coloca frente a cualquier palo y a cualquier flecha abre su albaja. “la meretriz que tiene que unir su cuerpo con un ciudadano desconocido, se aparta del vulgo, tras echar cerrojos” (342)
Así, la dualidad del alma (frío-caliente) de la comparación anterior sirve para afirmar que la fuerza de eros se da en el zen (vivir) y que desde ahí llega y trastoca la psyché (frío) en el hombre, así: “La pasión que quema como un fuego no sé apagará antes de ser satisfecha. El hombre que comete la impureza en su cuerpo no se detendrá hasta que ese fuego lo devore. Para el hombre impúdico cualquier satisfacción es buena, no se clamará hasta que muera”. (Sir, 23, 17) A lo que pudiera haber respondido Ovidio (1995): “Pero mi fuego está lejos… Me he equivocado en una palabra: la que provoca mi fuego está lejos, más aquí queda la fogata.” (289) Pero puede ser transformado ese fuego, esa fogata, de la pasión humana por el amor de Dios, como sostiene (San) Pablo cuando se dirige a los Corintios (I, 13, 1-8)
Aunque hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si me falta el amor sería como bronce que resuena o campana que retiñe.
Aunque tuviera el don de profecía y descubriera todos los misterios –el saber más elevado-, aunque tuviera tanta fe como para trasladar montes, si me falta el amor nada soy.
Aunque repartiera todo lo que poseo e incluso sacrificara mi cuerpo, pero para recibir alabanzas y sin tener el amor, de nada me sirve.
El amor es paciente y muestra comprensión. El amor no tiene celos, no aparenta, ni se infla. No actúa con bajeza ni busca su propio interés, no se deja llevar por la ira y olvida lo malo.
No se alegra de lo injusto, sino que goza en la verdad. Perdura a pesar de todo, lo cree todo, lo espera todo y lo soporta todo.
El amor nunca pasará.
Pero que el destinatario real debió ser la ciudad de Roma ya que:
Los romanos, que gustaban tenerse por el más “religioso” de los pueblos… no podían dejar de mostrase sensibles al carácter sagrado del instinto amoroso,... No resulta sorprendente, entonces, constatar que el amor tenía sus divinidades, sus ritos, sus magias. (Grimal, 2011: 49)
Amor contra amor: eros, amare, agapete contra charitas, agapae y filia. Terminaron mezclándose los inicialmente contrarios amores, por ejemplo, el agapae se volvió agapete para referir a los religiosos que vivían con mujeres de poca honestidad. (13) Esas enseñanzas, mezclan y oposiciones se compartieron en común con esenios-cristianos –después sólo llamados cristianos-, pero que estos últimos empezarán a endurecer sus posturas, como afirma Juan-Noël Robert (1999) al postularse la virginidad como una alternativa al matrimonio, (14) posteriormente se exigirá dentro del mismo, por ser considerado “un estado inferior a la castidad” (283); Pero esta virginidad, primero competirá contra las otras, para después asimilar la virginidad pagada, que rescata Ovidio (1995), del siguiente modo:
Los cabellos de las vírgenes están adornados con oro y piedras preciosas y un manto espléndido recibe sus pies calzados con sandalias doradas; según la costumbre griega de sus antepasados, cubiertas con vestiduras blancas, llevan en lo alto de la cabeza los objetos sagrados confiados a ellas, la gente permanece en silencio cuando llega la brillante procesión y cuando a sus sacerdotisas sigue la diosa misma. (341).
El cristianismo empieza a reprimir –cuando lo que quería era moderación y continencia- el zen, lo caliente del hombre para hacerlo frío –psyché-, sin pasión. En contra parte “En esta época, Roma está en camino de “divinizar” a la mujer, y el amor adquiere el carácter de verdadera adoración que el amante rinde a su compañera” [Grimal, 2011: 341]. Mientras la iglesia cristiana promueve el miedo a sexualidad, al deseo y comercio carnal, lo que llevó a los Padres de la Iglesia a la continencia, como regla:
…pero ésta endureció aún más unos principios, de por sí severos, de la moral pagana hasta el punto de resultar casi insoportable para los fieles. Podemos, en efecto, constatar que la moral cristiana acumulaba prohibiciones cuyo origen estaba tanto en las Escrituras como la filosofía estoica y que, de forma complementaria, forjaba otras más. Resultaba casi imposible mantener las escasas relaciones sexuales permitidas –sólo las orientadas a la procreación- para las parejas que desearan seguir escrupulosamente las prescripciones de los sacerdotes. (296)
En contra parte Ovidio (1995) hubiese respondido a los cristianos: “O la divinidad es un nombre vacío de realidad, siendo en vano temido y moviendo a las gentes con necia credulidad, o bien, si es que existe algún dios, ése ama a las delicadas muchachas y les concede sin duda a ella solas que todo lo puedan;” (307) además continua este poeta romano:
Los dioses también tienes ojos, los dioses también tiene corazón. Incluso si yo fuera un dios, estaría permitido y no sería castigado que una mujer engañara mi divinidad con palabras mentirosas. Y hasta juraría que tales mujeres habían jurado con verdad, y no sería considerado dios severo. (308)
Alatorre (1950) afirma que el cristianismo se declaró en contra de la obra de Ovidio por medio de San Agustín, San Isidoro, San Benito y Alcuino; esperamos que los ejemplos que hemos esparcido a lo largo de este texto sirvan al amable lector para entender mejor la prohibición que se hizo a dicho poeta romano. Finalmente afirma Robert que “los doctrinarios de la Iglesia entendieron a Agustín por encima de lo que él quería decir; por encima también de lo que Cristo había enseñado. Jactándose de haber vencido a la carne en beneficio del espíritu, sólo consiguieron esclavizar al hombre amputándole una parte de su ser” (300). Con ello amputaron también el amor a la mujer, a lo que hubiese respondido Ovidio: “Si un dios me dijera “vive sin amor”, yo le suplicaría que alejara de mí tal orden: hasta ese punto la mujer es un mal agradable.” (1995: 273) Así, los doctrinarios reprimieron el zen, lo caliente, el vivir, el amor sensual a la mujer, el vivir del cristianismo; al vencer –reprimir- a la carne, renunciaron a la vía del conocimiento corporal no sólo de las cosas sino también de lo divino; con ello el sentido del Eros humano y divino. El ser que le amputaron al cristiano fue el zen, el vivir, lo caliente, el cuerpo, la mujer, la otra vía del conocimiento; que tanto le falta hoy a la cultura occidental y al cristianismo de siglo XXI. (15)
De ahí que consideramos necesario pasar a la época en que vivió [San] Clemente de Alejandría, entre el siglo II y III -d. C.-, para comprender por qué lo que él inició como moderación, otros la volvieron continencia. La primera pide cordura, sensatez y templanza para evitar el exceso; la segunda refiere el abstenerse de pasiones, de sentimientos, de deseos sexuales; que finalmente lleva a la represión corporal, reprime el zen, el vivir. Este alejandrino pedía que no se diera vino a los jóvenes, pues ambos –el vino y los jóvenes- son calientes –admite la teoría dual del alma-; el primero por ser líquido espirituoso, y, el segundo por su edad. Pues al beber, los jóvenes se volvían impetuosos y calientes, por lo que era muy fácil que se dejaran llevar por el deseo, que se manifestaba en todo su cuerpo, incluidos los órganos sensuales.
Estos se excitan, por ejemplo, en la mujer crecen sus senos, y ambos sexos los órganos sexuales se excitan y se hinchan, anunciado la fornicación. De ahí la prohibición y/o moderación en el consumo del vino, por eso, en la medida de lo posible pedía se buscara intentar apagar las pasiones de los jóvenes “a fin de preservar el alma chamuscada, detener la turgencia de los órganos y adormecer la excitación de la pasión ya desencadenada” (Clemente, 1998:161). Lo anterior se pueden reducir en la sentencia: adormecer la pasión desencadenada. Si se duerme la pasión, ya no se desencadenará el alma, ya no se chamuscará, los órganos sexuales no crecerán ni turbarán a los jóvenes, a sus padres y a la comunidad. Por ello pedía Clemente a las mujeres que evitaran beber demasiado vino –y que al crecer la cultura machista se le pedirá al hombre que controle a la mujer- y, además, no se comportaran como las mujeres no cristianas; es decir, que dejaran al descubierto el cuello para que todos lo puedan ver y provocar a los asistentes al banquete: “Que él vea por todas partes en tu lecho las huellas de varón y tu cuello amoratado con señales de caricias” (Ovidio: 1995: 233).
Además pedía a todos los cristianos de Alejandría –y del mundo conocido, incluida Roma-- que debían ser moderados y evitar las fiestas nocturnas, pues en esos lugares el erotismo y la embriaguez eran una invitación a generar desvergüenza: “La noche y el amor con el vino no me aconsejan ninguna moderación: aquella está libre de vergüenza, Liber –uno de los nombres de Baco- y el amor lo están de miedo”; (Ovidio, 1995: 224) y “Muchas veces he pasado disolutamente la noche entera y todavía por la mañana estaba dispuesto para el amor y con fuerza en el cuerpo” (275-276). Sobre todo en esas fiesta, en que además del erotismo y la embriaguez, los asistentes quedaban “hechizados” con las melodías que ahí se escuchaban; también ayudaban a “hechizar” los instrumentos musicales –flautas, arpas, coros, danzas, (16) castañuelas, címbalos, tambores- usados en dichas fiestas. Así entre ambos surgía un nuevo “hechizo”, más fuerte, que provocaba que los asistentes se volvieran desordenados, por ende: “Corrompen las costumbres las drogas engañosas de las melodías blandas y ritmos hechiceros de la música de Caria, arrastrando a la pasión con un género de música licenciosa y malsana” (Clemente, 1998: 181).
Además hace una nueva prohibición sobre este tipo de música: “Mas alejemos de nosotros las canciones eróticas y procuremos que nuestros cantos sean himnos de Dios” (Clemente, 1998: 185). Aquí debemos colocar la Paraklausithyron, es decir, esas canciones-serenatas o canto de ronda que los jóvenes romanos (17) llevaban a las mujeres (18) esclavas, libertas y libres venidas de oriente –Arabia, Persia, India y China- y Grecia; replican el canto de ronda que llevaban los jóvenes griegos “de un boyero anónimo ´junto a la puerta´ de la cueva de su Amarilis… dentro del epigrama erótico, un género “estático” (el simposíaco) y otro “dinámico” (la ronda) que es una especialización en sentido individual del “Komos” –el canto de un coro que se desplaza- y que está en la base del drama.” (Calvo, 2009: [27]-[34]) Grimal (2011) menciona que por las noches los jóvenes (19) tomaban las calles y en grupo iban a cantarles, ya que a través de dichas canciones:
…se concentraban o se rechazaban las citas, según fuera que los que las solicitaban dispusieran de crédito o no… Cuando las alegres comitivas acaban de recorrer las calles y volvían en silencio, ya tan sólo quedaba esperar, contra toda esperanza, (20) que sus puertas se abrieran. Él pensaba darle así a aquella que le rechazaba una prueba de su amor: tanta paciencia y resignación,… (Grimal, 2011: 154-155).
Tibulo después de su Paraklausithyron se lamenta: “¡Ay, canto en vano! La puerta no parece ceder vencida por mis palabras, sino que hay que golpearla con las manos llenas. Pero tú, que ahora eres el preferido, teme mi suerte…” (Antología de la literatura latina; 20012: 333). Así estos jóvenes de la ciudad (21) de Roma (22) utilizaban el canto –encantando con canciones, celebrando alabanzas a dichas mujeres- con su cantus –con su voz, encantando- una cantium –composición poética- implorando caritas –la falta de su amor- suplicando su charitas –amor, amistad, ternura, celo, oficio y benevolencia- pues viene como amare –el amante de quien le corresponda- por eso realiza su paraklausithyron –canción ante la puerta cerrada de su amante- pues ella es su agapae –su amor, su banquete, su alimento-. Estas mujeres vivían hechizando a los jóvenes –por su solo presencia-, que al juntarse con otros hechizos como la embriaguez, el erotismo, la música, los cantos eróticos y las danzas creaban una atmósfera plurihechizante, a la cual difícilmente podrían rechazar esos jóvenes; (23) por ende, es comprensible –desde la postura de Clemente de Alejandría- el prohibir la música erótica.
Hoy, sigue vigente la tradición de llevar serenata, pero ahora a la mujer amada, por eso el acto del amare-cantium-cantio-canto-cantus con caritas, por medio de la parakalusithyron, como imploración de agapete-agapœ-charitas se vuelve grammaticomastix, es decir, el azote de los grammaticus ante la imposibilidad de reflejar antes estados del alma-emociones-vivencias-imploros-angustias, únicas de quien las vivía en un momento específico; por eso el canto erótico es único, allende si lo catalogan de género literario.
Para reforzar lo anterior, retomemos la noción de “hechizar”, las que hechizan son las “Pharmakeutrial” (hechiceras) -en griego- y estaban vinculadas al amor, con un lamento erótico ante el abandono de su amante, por lo que realizan conjuros, así: “La magia, una vez más, puesta al servicio de la literatura como elemento poético” a decir de Calvo (2009: [27]); que a su vez, aparece en la poética griega y romana –en esta ponencia se refleja en la obra de Ovidio-. Por ello, a través del paso de los siglos –en occidente- ha existido el triángulo: magia, hechicería y amor–despecho-, y sigue vigente a pesar de santos oficios, de los movimientos ilustrados, del llamado triunfo de la ciencia moderna y demás “denominaciones” que se den. Recordemos el caso del hechizo del anillo arriba referido, en Ovidio (siglo I d. C.) para ver la continuidad que hay en occidente en cuanto a la vigencia de la “hechicería” o “magia amorosa”, (24) por ejemplo entre los siglos XVI y XVII, la encontramos referida por medio del Santo Oficio –nunca se fue- según refiere Helena Sánchez (1992) en el que comparecieron casadas, solteras, viudas, ricas, pobres, de todas las edades y condiciones.
Esa presencia se mezcló con oraciones cristianas, (25) conjuros, alimentos, hierbas aromáticas, amuletos, las palabras sugestivas de las hechiceras –no brujas-, oraciones mágicas, para tener amor, retener el amor perdido, para contentar al amor enojado, (26) etc. Y si nos transferimos al siglo XXI, en el caso de Guadalajara –Jalisco, México- hay un mercado dentro de su centro histórico en el cual se puede comprar todo tipo de preparados para buscar el amor o retener el amor; en la radio –en la banda de a.m.- se anuncian constantemente curanderos, y si tomamos un periódico (27) encontramos en su sección de anuncios clasificados mensajes de expertos (28) que garantizan: estabilidad en el amor; amarres para siempre a esposos y amantes; para que ya no te rechace sexualmente; ¿dudas?; ¿infidelidad?; encantamiento y enlace de amor; enloquecerlo para que se entregue solo a ti; no llores ni sufras te lo pongo de regreso en tu vida aunque diga que ya no quiera; el vuelve aunque no quiera; separamos y unimos parejas te ayudo a recuperar a tu ser amado por más difícil que sea; hechizos de amor; no sufras más; hacemos uniones de parejas en horas; recupere al ser amado; la pasión y el deseo íntimo de su pareja; apresuro el matrimonio; domino a tu ser amado para que no pueda estar con nadie más; entre otros.
En este breve recorrido hemos visto como el canto erótico = hechiza, a pesar de sus prohibiciones, de manera recurrente desde hace varios siglos, en occidente, pues siempre han existido algunos rebeldes –poetas, músicos, místicos, religiosos- que los escriben, los leen, los cantan y divulgan como un gran tesoro. Por eso a continuación presentaremos algunas poesías eróticas creadas en lengua española, degustadas en México (siglo XIV al XX):
De Juan Ruiz, Archipreste de Hita (segunda mitad del siglo XIV):
…En la cama muy loca, en la casa muy cuerda;
No olvides tal mujer, sus ventajas recuerda.
Esto te lo aconsejo con Ovidio recuerda
Y para ello hace falta mensajera no lerda.
(En Antología, 2003:78)
De Diego Sánchez de Badajoz (siglo XVI):
No me enseñes más,
Que me matarás. (En Antología, 2003: 109)
De Fray Damián Cornejo, siglo XVI:
...Pasó, pasé, miré, vio, vila;
dio muestra de querer, hice otro tanto;
guiñó, guiñé, tosío, tosí, seguíla;
fuese a su casa, y sin quitarse el manto,
alzó, llegué, toqué. Besé, cubríola,
dejé el dinero y fumé como un santo.
(En Antología, 2003: 164)
De Tomás de Iriarte, siglo XVIII:
No te quejes, ¡oh, Nise!, de tu estado
Aunque te llamen puta a boca llena,
que puta ha sido mucha gente buena
y millones de putas han reinado.
(En Antología, 2003: 261)
En otra poesía dice este mismo autor:
…juro que nada en tu persona he visto
como el culo que tienes, soberano,
grande, redondo, grueso, limpio, listo;
culo fresco, suavísimo, lozano;
culo, en fin, que nació, ¡fuego de Cristo!
para el mismo Pontífice romano.
(En Antología, 2003: 262)
Juan Nicasio Gallego, entre el siglo XVIII y XIX:
…Tu pecho delicioso
nido feliz de mágicos placeres
do su beso amoroso
imprimió ufano el hijo de Citeres,
y en verle se recrea
y en él posado al mundo señorea.
(En Antología, 2003,278-279)
En el argentino Oliverio Girondo, en el siglo XX:
Se miran, se presienten, se desean,
Se acarician, se besan, se desnudan,
Se respiran, se acuestan, se olfatean,
Se penetran, se chupan, se demudan, …
(En Antología, 2003: 373)
En el peruano César Vallejo:
Pienso en tu sexo.
Simplificado el corazón, pienso en tu sexo,
Ante el ijar maduro del día.
Palpo el botón de dicha, está en sazón.
Y muere un sentimiento antiguo
degenerado en seso.
Pienso en tu sexo, surco más prolífico
Y armonioso que el vientre de la sombra…
(En Antología, 2003: 377)
En Carmen Conde:
Desnuda y adherida a tu desnudez.
Mis pechos como hielos recién cortados,
en el agua de tu pecho.
Mis hombros abiertos bajo tus hombros.
Y tú, flotante en mi desnudez.
(En Antología, 2003: 445-446)
En el salvadoreño Roque Dalton encontramos:
Amo tu desnudez
porque desnuda me bebes con los poros,
como hace el agua cuando entre sus paredes me sumerjo…
Cuando te me desnudas con los ojos cerrados
cabes en una copa vecina de mi lengua,
cabes entre mis manos como el pan necesario,
cabes bajo mi cuerpo más cabal que su sombra.
(En Antología, 2003: 564)
Ha llegado el momento de recordar las palabras de Manzano, de que si sólo dejaremos el nombre de filósofo a los que hacen demostraciones racionales o si ya es tiempo, “aquí y ahora” de incluir a los que con su mirada hacen bellas todas las cosas; desde la pasión del amor nos preguntamos ¿si el filósofos se volverá erósofo, se atreverá? A lo Nietzsche ¿a caso los filósofos siguen con rencor cintra la sensualidad? Esas repuestas las deben dar los que se asignan para sí, el título de filósofo. Esperamos haber ayudado, amable lector, al seguir la recomendación paulista de que conozcan el significado de algunas palabras sobre los asuntos aquí tratados; unida a la propuesta de Santayana de que en nosotros habita lo sublime y romántico que nos hace simpatizar con la vida.
Ojalá hayamos ayudado, amable lector, a experimentar gran emoción al leer los versos incluidos en el presente texto; pero sobre todo a que pudieran imaginar –o lo hagan después de varias lecturas- cómo sentían y pensaban los autores referidos -en esta obra- para componer lo que hicieron y como se lo propusieron; siendo al mismo Santayana. Finalmente, la presente obra no pretender presentar verdades, confrontar creencias ni verdades; sino sólo busca que asuman, desde los autores –que piden que vean con los ojos de ellos- mientras dure la lectura, como proponía Veyne, ya que no se trata de cambiar las cosas, sino de seducir y cantar “a la superioridad del amor sin nombrar a nadie.”.
Consulta
www.rae-es. Para la búsqueda de diversas palabras para aclaración de conceptos.
http://www.vatican.va/archive/bible/nova_vulgata/documents/nova-vulgata_index_lt.html Biblia en latín, El vaticano.
http://www.vatican.va/archive/ESL0506/_INDEX.HTM Biblia en español, El Vaticano
http://w2.vatican.va/content/benedict-xvi/la/encyclicals/documents/hf_ben-xvi_enc_20051225_deus-caritas-est.html Deus caritas est, Benedicto XVI, en latín. El vaticano
http://w2.vatican.va/content/benedict-xvi/es/encyclicals/documents/hf_ben-xvi_enc_20051225_deus-caritas-est.html Deus caritas est, Benedicto XVI, en español. El vaticano
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[1] Con la intención de provocar al asistente con “canciones eróticas” a ir más allá de la monótona escucha de ponencias, ya que a veces se necesita algo más para explicar e introducir realmente al oyente en el problema en cuestión. Por ello se recomienda leer este texto con la música de fondo de “20 Éxitos. Temas prohibidos del cine”. Sounds Unlimetd Orch. Multimusic. MCD-13015, 1989, y que los asistentes al “VII Foro Interdisciplinario de Investigaciones Filológicas” que ofreció la temática: “La gramática del Erotismo” y que escucharon. Celebrado el 03 de diciembre de 2014, dentro de las actividades académicas de la Feria Internacional del Libro (Guadalajara, México, 2014). Por ende no profundizaremos en lo expuesto, ello se hará en un libro en que se aborden con más detalle. También debemos recordar al lector de asuntos filosóficos que esta ponencia fue pensada principalmente para estudiantes de humanidades, letras y abierto al público; y que hoy ofrecemos a una comunidad más amplia; no se pensó en filósofos eruditos. Tampoco se pretende convencer a nadie de nada, sólo buscamos provocar al asistente a la contemplación, meditación y reflexión, y hoy a los amables lectores.
[2] como Manzano, Platón, Wihtehead y Xirau, entre otros.
[3] A mis estudiantes les menciono que yo enseño erosofía y no filosofía; por ende, que soy un erósofo, como oposición al filósofo rígido y racionalista, con mucha psychê perosin zen.
[4] En el diccionario de la RAE (Real Academia Española) que se puede consultar en internet presenta varios sentidos de la palabra: 1. Parte de la filosofía que trata del alma, sus facultades y operaciones; 2. Ciencia o estudio de la mente y de la conducta en personas y animales; 3. Manera de sentir de un individuo o de una colectividad; 4. Capacidad para conocer y comprender la psicología de una persona. Para nosotros dicha ciencia, y parte de la filosofía es incompleta pues le falta el Zen, la palabra correcta deberá ser: Psicozenología, como en el texto principal exponemos, y en otro texto profundizaremos.
[5] Por lo que se equivoca Tomás Calvo al afirmar que Aristóteles se queda con la denominación de “Psyqué” para referirse al alma por querer empatarlo con la tradición griega. En otro momento presentaremos con detalle que El Estagirita se inclina más porque el alma del hombre posee lo caliente y frío al mismo tiempo, por la unidad de los contrarios.
[6] “El poder de Venus sobre el espíritu, en esta Roma que se extiende hasta cubrir el mundo, va en progresivo aumento: el amor ya nos será solamente ley de la vida,… garantía de inmortalidad”. [Grimal, 2011:70]
[7] G. R, S. Mead en su obra “Apolonio de Tyana” (2006) habla de la influencia budista de Cristo, y del vínculo entre la filosofía griega e hindú.
[8] Para Fernández y Moreno (2001) la triada de actividades: interpretatio, imitatio y aemulatio “con la que se intentaba contraponer y distinguir la creatividad literaria latina de la griega, debe sufrir una profunda reinterpretación.” (17)
[9] Que a su vez, sirve para referirse a la unión de Jesús de Nazaret y María Magdalena, en el nacimiento del nuevo pacto de Dios. En este punto no seguimos a ningún teólogo, es nuestra postura personal, que será abordada en otro momento.
[10] La versión vaticana dice: “Ve, toma por esposa a una mujer entregada a la prostitución, y engendra hijos de prostitución, porque el país no hace más que prostituirse, apartándose del Señor”.
[11] “Ve una vez más, y ama a una mujer amada por otro y adúltera, como ama el Señor a los israelitas, mientras ellos se vuelven a otros dioses y aman las tortas de uvas”.
[12] En la versión vaticana, dice “misericordia”, con lo cual se piérdela noción de Eros Divino, y se vuelve a caer en la rigidez de la Ley. La palabra “caritas” la traducen diferente.
[13] Entro texto y momento volveremos a ello.
[14] En ese tiempo hubo fuertes diferencias dentro del cristianismo naciente, entre los que descalificaban el matrimonio y los que lo defendían. En otro texto volveremos a este asunto.
[15] Ello llevó al papa Benedicto XVI a limitar el contenido de su bien intencionada encíclica: Deus caritas est” (Dos es amor), pues aunque refiere la noción de Eros subsumida en el agápe. En otro momento abordaremos la expresión “El cristianismo ¿ha destruido verdaderamente el eros?”, de Ratzinger en otra reflexión.
[16] Un ejemplo de ello, lo encontramos en el caso judío, en Herodes, el cual quedó cautivado, “hechizado” por el baile de la hija de Herodías, su esposa, al grado que decir, bajo juramento que le daría lo que pidiera. La madre de ésta, le dijo que pidiera en una bandeja la cabeza de Juan Bautista.
[17] “las circunstancias se desarrollaron como si el respeto hacia la mujer se hubiera ido extendiendo a toda una nueva categoría de muchachas para las cuáles no parecía haberse concebido primeramente. Y este respeto comienza a surgir no solamente entre los hombres, sino entre las mismas mujeres; éstas, hasta ese momento despreocupadas de los sentimientos que podían suscitar en el corazón de sus compañeros, se mostraron dispuestas –al menos más sensibles de entre ellas- a ofrecer algo más que su cuerpo; por su parte, los hombres, jóvenes, comenzaron a esperar del matrimonio algo más que esclavitud y austeros deberes, y de cualquier relación, también, que fuera algo distinto a una pasajera aventura. Para todos ellos, el sentimiento amoroso deviene una realidad espiritual, separándose del instinto puro y simple, lo que fue posible solamente a medida que las propias mujeres conquistaron su dignidad. Todo amor verdadero supone un respeto recíproco, pero en especial, es porque los hombres se encontraban receptivos, en virtud de su tradición y de una especie de instinto, a la consideración respetuosa de la mujer, a tratarlas incluso con cierto temor religioso, por lo que los romanos parecieron estar predestinados, quizás más que ningún otro pueblo, a realizar la feliz empresa de descubrir el amor”. [Grimal, 2011: 338-339]
[18] La que hasta hace poco fue llamada mía, la que empecé amando yo solo, temo ahora tenerla que compartir con muchos... ¡Y con toda razón, por qué ¿para qué pregoné su belleza? Por culpa mía, mi amada se ha puesto precio. [Ovidio, 1995: 336]
[19] “Y son los propios hombres los que, por amor, renuncian a su libertad que les otorgaba la moral tradicional… La amante tiende a convertirse en domina, la que impera sobre su amante al modo en que lo hacen las madres de familia, que en la casa gobiernan sobre los esclavos: El amante no tiene otra voluntad sino hacer la de su amiga” [Grimal, 2011: 340]. “Incluso en los tiempos en que la relación amorosa se consideraba el “asunto” personal por excelencia, los romanos nunca olvidaron que, tanto en la búsqueda de placer como en la expansión afectiva, hay un momento supremo en que interviene una divinidad. De esta apreciación se dedujeron enormes consecuencias. Impidió que la conquista amorosa estuviera orientada únicamente hacia la satisfacción del deseo carnal, y no permitió que los hombres olvidaran jamás la dignidad de sus compañeras” [Grimal, 2011: 337]
[20] Esperar contra toda esperanza, como decía Juan Pablo II y aquí resalta Grimal para hacer referencia del enamorado que “gemía, se quejaba, dirigía a los dioses de la puerta y del umbral una súplica conmovedora: fijaba en el marco unas guirnaldas de flores que hasta ese instante adornaban su frente y con las que ya no tenía sentido engalanarse” [2011:155-156]. Si no tenía en brazos a otro hombre, ante su insistencia, lo recibía.
[21] “…la religión popular encontraba, por instinto, esta relación entre el amor y la muerte que atormentará a los poetas en otras épocas, y a los de la misma Roma”. [Grimal, 2011: 57]. Para completar esta idea: “La divinización por medio del amor no sería, púes una ilusión propia de intelectual, sino también para mucha gente sencilla, convicción profunda”[Grimal, 2011: 70]
[22] “… en el momento en que las costumbres se iban corrompiendo día a día, cierto noble romano descubrirá la virtud, novedosa por entonces, de la fidelidad a una mujer. [Grimal, 2011: 340]
[23] Para Luis Vives, en su Tratado del alma (1538) menciona que es natural que la “belleza de los cuerpos” ofrezca a nuestra vista cadencia, elegancia, proporción y armonía, que el alma tiende a la hermosura. Que el Padre del amor, es causa de la hermosura, la belleza y el amor; y que en los “amores corporales” tienen la finalidad “última y suprema” de hacer de muchas cosas una sola. El amor copula –une- pero no hay que sentirse dueño, del amado, ya que el amor, siempre junta y acopla; este amor con frecuencia se suele confundir con la concupiscencia, pero que el amor más ardiente del amante es hacia Dios. Hay otro tipo de amor, el “fingido”, que no tiene fuerza ni calienta como el fuego pintado en un cuadro, ni ruge ni se enfurece un león de mármol, sostiene Vives. En Vives, los jóvenes, la celestina, el bufón y el tahúr son las personas más habituadas para los placeres, más propensos al amor fingido, a la concupiscencia. Por eso hay que cuidar a los jóvenes contra el amor, ya que el amor es la más poderosa fuente de todas las pasiones, el amor corporal puede someter a toda la voluntad, que es dueña y directora del alma entera, pues trastoca la ciencia, la virtud y el bien de las personas. Por lo que repite el axioma que por siglos se ha confirmado: “Todo cede ante el amor como a su vencedor”.
[24] Acaso será porque: “Hay tantos hombres sin amor, tantas mujeres sin amor”. [Ovidio, 1995: 273]
[25] Glorioso San Antonio /vestido vais del hábito del padre menor /una gracia que os pido que me lo queráis otorgar /de los nueve fuegos que tomes, uno me lo queráis otorgar /el más ardiente que lo queráis poner sobre el corazón de …(aquí el nombre del amante) /que no pueda descansar hasta que a casa de … (aquí su nombre)
venga a descansar /así quemen su corazón como quemen las habas /delante de la Virgen María que está en el altar. (Sánchez,1992: 141-142)
[26] Furioso vienes a mí /furioso vienes a mí /tan fuerte como un toro /tan fuerte como un horno /tan sujeto estés a mí /como los pelos de mi coño/están a mí. [Sánchez, 1992:147]
[27] Metro. Guadalajara, jueves 09 de abril de 2015. Año 10. Núm. 3916
[28] Amarres de por vida, de Augusto de la fe (p.19); Mario, parasicólogo en ciencias ocultas, de Catemaco –Veracruz- (p.20); Patricia (p.21); Mensajeros del amor (p.21); Juan de Dios, el milagro de Catemaco (p.23). El primero refiere tener 20 años de experiencia, seriedad y garantía; el segundo afirma “Mientras usted duerme yo entro al mundo de los espíritus, ningún brujo puede conmigo, espiritista del misterio, mis amarres son eternos lo que yo hato no hay nadie que lo desate”; la tercera garantiza en hechizos de amor, trabajos al 100% garantizados y da facilidades de pago; en el cuarto dicen que sus amarres son eternos, no prometen, cumplen; y el último hace amarres desde $300.00 pesos, 100% garantizados o devuelve el dinero.
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