Aristóteles El Filósofo

Aristotle The Philosopher

Recibido: 02/05/2016
Revisado: 09/06/2016
Aprobado: 17/06/2016

     

Rómulo Ramírez Daza y García

      Departamento de Humanidades
Universidad Panamericana. Campus Guadalajara
heraclitodelfuego@gmail.com
             
       

RESUMEN
Este artículo presenta un cuadro bosquejado de la obra y actitud científica del Estagirita, sobre todo por cuanto toca a las claves de su pensamiento, características, método, actualidad y trascendencia de su filosofía. Aborda su posicionamiento central dentro de la historia de la disciplina, hasta reconocerle como punto obligado, eje de estudio para la filosofía histórica en su devenir futuro, desde su contexto hasta nuestros días, ya sea para aceptarle o para confutarle en sus tesis capitales. Se señalan datos fundamentales de su vida y de sus escritos, sin los cuales poco o nada entenderíamos de la profusión de sus aportaciones, así como no se deja de reconocer aquello en lo que estaba equivocado. Finalmente, se presenta como corolario una guía comentada de referencias bibliográficas sobre el pensamiento del filósofo en todos los aspectos que abarcó su escritura.

PALABRAS CLAVE: Apertura espiritual, virtudes intelectuales,
características de su filosofar, aristotelismos.

ABSTRACT
This article presents a sketched picture of the work and scientific attitude of Aristotle, especially because it touches the keys of his thought, characteristics, method, timeliness and significance of his philosophy. It addresses its central position in the history of the discipline, to recognize as obligatory point, axis of study for historical philosophy in its future evolution, from its context to this day, either to accept or to refute in their capitals thesis. This article listed fundamental data of his life and writings, are indicated without which little or nothing would understand the profusion of their contributions and not fail to recognize that what was wrong. Finally, it is presented as a guide corollary annotated references on the thought of the philosopher in all aspects covering his writing.

KEY WORDS: Opening spiritual, Intellectual virtues, Characteristics of his
philosophizing, Aristotelism.

             
     

“Aristóteles es uno de los más ricos y profundos genios científicos que jamás existieran,
un hombre que nunca ha podido ser igualado (...) abarca todo el horizonte de las ideas humanas, penetra en todos y cada uno de los aspectos del universo y somete al poder del concepto la riqueza de todos ellos (…) durante tantos siglos fue el maestro de todos los filósofos (...)
 si la filosofía se tomara verdaderamente en serio,
no habría nada más digno que dar un curso sobre Aristóteles,
 el filósofo que más merece estudiarse entre todos” 
- G.W.F. Hegel, ‘Aristóteles’ en Lecciones de Historia de la Filosofía.

“Aristóteles, con sus dudas, vacilaciones y contradicciones,
nos habla (…) Y nos cuesta reconocer lo que dice,
aunque las palabras parezcan tan comunes.
Su oscuridad resulta altamente poética, sin pretenderlo,
y descifrar lo que quiso decir y a qué se refería
supone un esfuerzo de limpieza para nosotros,
de purificación de demasiados convencionalismos dictados (…)
Es bueno que así sea, para que la historia (…) continúe evolucionando
 y, ya se sabe, a veces para avanzar es preciso regresar al origen”
- J. González de Durana, “El anti-pantone” en Aristóteles, Sobre los colores, p.12.

   

1. Posicionamiento de este breve discurso.
Cuando la pluma del filósofo y sabio Platón eternizó en sus Diálogos las figuras históricas de los intelectuales de su tiempo, quedaron inmortalizados esos arquetipos anunciados bajo los títulos homónimos de las mismas, en nombres insignes y representativos, que encarnaban al acto los papeles de cada ramo del saber filosófico, o de esta o aquella virtud. Así tenemos que, el Gorgias representa la retórica; Lysis, la amistad; Teeteto, la ciencia; Timeo, la cosmología, etc. Pero también parece haber pensado el de los títulos mismos de dichas profesiones como: El Político y El Sofista, empero, no hay ningún diálogo que lleve por título: El Filósofo. Eso hace pensar que, o bien se sobreentiende que está presente en toda la obra (tal como idéntico caso lo sería el Dialéctico); o podríamos identificarlo con el Menón, el Parménides, o cualquier otro; o bien se perdió y no aparece como tal en los catálogos. Lo cierto de todo, es que en la obra del filósofo ateniense, Aristóteles debería quizás haber fungido como El filósofo, esto quizás puede ser perogrullada a mis antojos, aunque los platónicos nunca estén a favor de tal cosa y menos aún lo estuvieron cuando paradójicamente, este platónico, fue designado por los escolásticos como El Filósofo.
(1)
            Por otra parte, la historia de la filosofía se encargó en algunas épocas de hacer justicia a este asunto, considerando a Aristóteles -muchas veces junto a Platón- como el mayor de todos los que formamos parte de esta noble tradición milenaria de pensamiento; pero en otras épocas, se encargó de eclipsarlo para darle el título a su insigne maestro. Este asunto de justicia a dos tiempos, parecería una curiosidad de no entenderse como una fructífera polémica abierta argumentalmente y de suyo insuperable. Tal como lo dijo hace trescientos años en una decena de versos, sor Juana Inés de la Cruz (2012), en el Romance Filosófico No. 2, vs. 29-39, cuando afirma: “Célebre su oposición / ha sido por siglos tantos, / sin que cuál acertó, esté / hasta agora averiguado; / antes, en sus dos banderas / el mundo todo alistado, / conforme el humor le dicta, / sigue cada cual el bando.(2)
            De cualquier manera hay que decir por qué Aristóteles es considerado así, y precisamente es el cometido de estas pocas páginas. Lo más justo sería mostrar la grandeza de ambos,  con ello quiero decir que sin Platón es prácticamente imposible hablar de Aristóteles, pero por estrictas razones metodológicas me limitaré al Estagirita.

2. Perfil  Biográfico-Existencial
No narraremos aquí los sucesos de su vida que tenemos en múltiples textos y autores.(3) Más que nada queremos señalar algunos elementos biográficos centrales, que son harto relevantes para la comprensión de su pensamiento. En el año 384 a.C. nace en una antigua colonia macedonia de nombre Estagira, alejada del fervor de la vida intelectual de su siglo, que estaba en franca ebullición en la Atenas del siglo IV a.C. Misma ciudad-estado ésta última, a la que se dirigió abandonando a la primera y en la que vivió discipularmente por veinte años al lado de la mente más brillante de Grecia: Platón. Esto refleja un amor al conocimiento que va más allá de las fronteras natales, y de su estirpe de los Asclepiades, pues con este acto interrumpe la línea familiar de tradición de médicos a la cual él pertenecía; y a la cómoda vida cortesana que tenía al lado de su padre, en la corte palaciega de Filipo Macedonio.
            Así es que comienza, por amor al saber, el periplo profesional de la vida intelectual de nuestro filósofo. A la muerte de Platón, funda una congregación de sabios dedicados a la investigación y a la vida filosófica, bajo los auspicios de un político local llamado Hermias Atarneo, por causa del derrocamiento de Hermias a manos de los persas invasores, tiene que irse de Assos. En ese periodo tiene que interrumpir temporalmente su sueño filosófico, por un compromiso político impostergable a petición de Filipo Macedonio: la educación de su hijo, el príncipe Alejandro (futuro estratega y gran conquistador). Después de esos tráfagos, decide finalmente concretar su proyecto de investigación, docencia y producción escrita con un ambicioso plan que llevó a cabo, fundando su propia escuela en los jardines de Apolo Liceo, en la misma Atenas: metrópoli de la cultura.
            Desde el obligado estudio de Jaeger en 1927 (1997) se han dado en separar estos periodos de tiempo en la vida de Aristóteles en compartimentos estancos, tal como sigue:

  1. periodo académico o primer periodo ateniense, que comprende los años 368-348;
  2. periodo de viajes, que comprende los años 347-335;
  3. segundo periodo ateniense, que comprende los años 335-323

De la vida personal de Aristóteles sabemos muy poco, tanto por la falta de documentación como por su propio estilo imparcial y objetivo. La posteridad nos ha legado su testamento (Diógenes Laercio V), que deja entrever a un hombre profundamente humano y considerado para con sus familiares, amigos y demás gente que le rodea. Sabemos que tuvo doce amigos a lo largo de su vida, que los atenienses le rindieron honores por una inscripción en piedra que se ha conservado en pedazos (que luego ellos mismos, por una reacción política le negaron), tuvo la confianza de Antípatro (o Antípater), el delegado mayor del imperio macedónico en Grecia. Platón le reconoció desde su adolescencia el genio y astucia que profesaba y el mismo Filipo Macedonio le encargó la educación de su hijo por encima de cualquier preceptor y pensador de la época.
            Todo esto nos hace pensar en un hombre bastante sabio y prudente, que luchó contra los peligros inminentes que le prodigaba su condición política de meteco y macedonio. Sobrellevó asimismo su extranjería en una Atenas xenofóbica por tradición, a sabiendas de todo ello afianzó su residencia permanente en su escuela recién fundada en el segundo periodo ateniense. Demóstenes (4) le tuvo por enemigo del Estado e hizo hasta lo imposible por atacarle, pues le identificaban con un delegado, espía del imperio de Alejandro, tuvo que cuidarse de los arrebatos megalómanos y hasta patológicos del propio Alejandro, que eran cada vez más frecuentes, los cuales condenaron a muerte al propio sobrino del filósofo, Calístenes, por considerarle conspirador contra su corona.
            La sagacidad de Aristóteles supo vadear todos estos obstáculos, hasta su último año de vida, en que tuvo que huir de Atenas por la brutal reacción antimacedónica a la muerte de Alejandro, para que “Atenas no cometiera otro pecado contra la filosofía”. Por consecuencia tuvo que delegar el Liceo a manos de su gran amigo y colega Teofrasto de Éreso.  
            Ya con lo que sabemos de la vida del filósofo, podemos constatar muchos datos de congruencia entre su pensamiento y su vida. Si la filosofía y sobre todo la filosofía antigua, es primordialmente una forma de vida (Cfr. Hadot 1998), no puede por ende haber formalmente incoherencia alguna entre los hechos y los dichos de un gran pensador como lo fue Aristóteles. Resultaría una nulidad filosófica vituperable en caso contrario, dado que el Estagirita escribió por lo menos tres grandes tratados (Ἀκρόασις) de ética, y un tratado más de política. Pero no sólo eso, sino que fue el primer tratadista -no sólo de ética sino en general- de Occidente; ese hecho constata que los contenidos de dichas teorías representan una seriedad madurada y una profundidad muy por encima de sus antecesores.

3.    Corpus Aristotelicum
Hacer una Opera Omnia  de Aristóteles es imposible. Tenemos registrados quinientos libros o rollos de papiro en los catálogos antiguos de Diógenes Laercio (V, 4) y de Hesiquio de Mileto, acorde con los modos de escritura y clasificación de aquel entonces; según la leyenda escribió mil libros pero de esa totalidad, sólo nos han quedado ciento setenta y dos, conocidos posteriormente como Corpus Aristotelicum. Ahora bien, desde un punto de vista programático, Aristóteles tiene dos tipos de obras: las públicas o exotéricas, destinadas al público (la mayoría de las cuales fueron escritas en diálogo y análogas a las de Platón, durante su primer etapa pensante ó primer periodo ateniense); las internas o esotéricas, que fueron destinadas a los iniciados y entendidos, con base en las cuales Aristóteles daba sus clases en el Liceo (ὑπομνήματα).
            La mayoría de las que actualmente conservamos, son del segundo grupo (la mayoría de las cuales fueron escritas durante el tercer periodo ó segundo periodo ateniense), por lo que nuestro Aristóteles no es el Aristóteles que conoció la antigüedad, ya que sus primeras obras fueron las que se copiaban más para su difusión y no así las lecciones que nunca editó, pues eran algo así como sus apuntes personales, con base en los cuales seguramente daba sus clases. A lo que se echa de ver, las diferencias estilísticas son bastante pronunciadas y esto ha hecho especular bastante sobre los objetivos, profundidad y sentido de ambos grupos de obras. Así, unos le han tachado de oscuro, críptico, y hasta de inconveniente; (5) otros le han atribuido ser además de un gran pensador, un gran retórico y un excelente escritor. (6)
            La vastedad de la obra del Estagirita no sólo es extensa sino compleja. A esto se añade lo fragmentario de muchos de sus escritos que han pasado a la posteridad con el nombre de fragmentos. Aunado al itinerario casi novelesco de dichos escritos, se hace difícil la intelección de tan fundamental autor para nuestra cultura occidental, de hecho hay una intrincada historia de su conservación y transmisión. (7)
            Además, su estilo complejo y peculiar hace que muchos lectores desistan ante tales complejidades, mientras que otros se mantienen en el reto de su desciframiento, formando así la gran tradición que empezó con su primer comentador: Alejandro de Afrodisia, y que se conoce ampliamente como: aristotelismo, que corre hasta nuestros días con una pujanza bastante considerable, habidas tantas corrientes de pensamiento contemporáneo de cariz posmoderno. Este legado conformado por los estudiosos, tiene a su vez muchos cauces que permiten líneas variopintas de interpretación, por lo que su riqueza se torna mayúscula en torno a las temáticas, líneas y ámbitos de lo que hoy en día se denominan áreas de especialización. Por lo tanto, podemos decir que  no hay una cronología definitiva, hay interpretaciones y conjeturas argumentadas. 

4.    Principales aspectos de su pensamiento
4.1    características del filosofar en Aristóteles

Los campos y objetos abordados por Aristóteles, reflejan directamente sus preocupaciones teóricas y teoréticas más vitales. Si queremos realmente profundizar en la obra aristotélica, tenemos que saber observar y entender en su justeza la significación de atributos o características que tiene su filosofía. (8) Al observar atentamente su obra, advertimos las siguientes características que nos dan el sello de un verdadero aristotelismo, y que muy probablemente en su totalidad, sean requerimientos de un verdadero filosofar. El listado que a continuación reportamos trata de ser fundamental, aunque tal vez no resulte exhaustivo:

  1. Alto rigor lógico-dialéctico, epistemológico y ontológico en sus formulaciones, siempre en términos de entendimiento.
  2. Espíritu dialéctico en las discusiones.
  3. Gran sentido de lo concreto y de fundamentación en lo real.
  4. Espíritu siempre abierto a la observación de nuevos datos y fenómenos.
  5. Actitud de replanteamiento constante de los problemas y afán precisivo en el lenguaje.
  6. Asimilación e inclusión positiva de la crítica, tanto propia como externa en pro de la verdad.
  7. Reconocimiento del valor de la tradición. (9)
  8. Amor absoluto por la verdad,  por el conocimiento de la realidad en todos sus reinos y estratos; y pronta concesión de facto ante la misma, dondequiera que ella se encuentre.
  9. Profundo asombro y respeto por la naturaleza y su sentido.
  10.   Honestidad intelectual.
  11.   Nobleza con los procesos de la inteligibilidad humana.
  12.   Veracidad en el decir, y alta sinceridad entre el pensamiento y la plasmación de la palabra. (10)
  13.   Grave coherencia ética entre vida y pensamiento: alta ejemplaridad moral.
  14.   Franqueza y transparencia en la información reportada, dadas las múltiples   -y si es posible, exhaustivas- observaciones de caso, previas a la teorización. (11)
  15.   Inclinación a la objetividad y a la imparcialidad de la información en todo momento.
  16.   Esclarecimiento inicial del método aplicado según el caso, y emplazamiento de los alcances reales de dichos resultados con total transparencia.
  17.   Pensamiento propositivo, al sugerir y postular hipótesis probables para los enunciados aporéticos.
  18.   Circunspección en las formulaciones dialéctico-retóricas en campos de teorización verosímiles. (12)
  19.   Sensibilidad crítica y filantrópica profunda para con el género humano; (13) aunada a una clara consciencia de los alcances y limitaciones de la mente humana (por lo menos de la razón filosofante).
  20.   Simplicidad lógica sin caer nunca en reduccionismos. 
  21.   Profusión dialógica sin caer en barroquismos innecesarios.
  22.   Reconocimiento de la dificultad epistemológica y ontológica del pensamiento, que a su vez refleja fielmente la profundidad y complejidad mismas del ser.
  23.   Percepción, voluntad e inteligencia, siempre de cara a lo real, esto es, facultades inferiores y superiores del hombre, sumadas ad unum al servicio siempre de la verdad.

Estas características del filosofar del Estagirita, que observamos a lo largo y ancho de su obra, obedecen a varias razones, de las cuales enunciaremos algunas. En las obras de Aristóteles siempre vemos una base de razonamiento lógico que permite adherirse a un esquema mental que posibilita seguir líneas coherentes de discurso, que no permiten perderse de su objeto propio, con vaguedades y digresiones que pueden acabar por dar al traste con la investigación en turno.
            Ciertamente hay que distinguir el modo de ejemplificar de Aristóteles, que pudiera confundirse con digresiones si no se está bien atento al tratamiento.
            El elemento epistemológico siempre está presente, porque una de las metas principales de la filosofía aristotélica es el conocimiento ya de la verdad teórica (ἀλήθεια θεορετική) ya de la verdad práctica (ἀλήθεια πρακτική). El elemento ontológico es indispensable en el discurso aristotélico, porque el fondo de todo objeto de investigación está enmarcado en la realidad. También, el alto grado de abstracción siempre obedece a un referente real, lo que permite moverse en el plano formal pero sin perder en todo momento su conexión con lo concreto.
            Aristóteles nunca oculta datos que no encajen con un esquema explicativo; ni siquiera con los propios, sino por el contrario, resalta el dato que no encaja con la explicación para replantear la inviabilidad del esquema, ó buscar el modo, para ver si puede llenar con razones suficientes esa laguna, haciendo el modelo plausible, ó en el peor de los casos tornarlo inviable y rechazarlo para dar cuenta cabal de la realidad. Para evitar el simplismo y con ello en error en dichos procedimientos, busca observar una gran cantidad de casos sobre los que luego reporta con rigor el resultado de sus observaciones e incluso encuentra toda ocasión propicia para hacer nuevas observaciones, en  caso de añadir datos previamente experimentales no observados, se propone replantear de nueva cuenta las propias formulaciones anteriormente pensadas. Lo que le permite una natural postura autocrítica, abierta y muy sana.
            Ahora bien, toda su actitud descansa en un profundo respeto que tiene de la naturaleza,  la razón de ello es que la identifica a uno con la realidad y con su misma lógica. Lo natural es para Aristóteles la directriz del razonamiento en todo momento, le sirve de derrotero en toda solución a los dilemas y aporías de los planteamientos difíciles cuando lo amerita el caso (loa los conocimientos dificultosos por su alcance y rareza). Es por eso que la actitud que tiene respecto a la naturaleza es de humildad y asombro ante su belleza, orden y concierto, tanto en la región supralunar como en la sublunar, tanto en las estrellas como en las abejas.
            Su coherencia entre vida y pensamiento no tiene reproches, tal como un verdadero filósofo de la antigüedad en que esto -y lo digo con orgullo- es algo común. Esto sienta las bases para una confianza profunda en lo que Aristóteles nos dice (este juicio puede extenderse a todos los demás filósofos antiguos). Lo que significa que, independientemente de si acierte o no en lo que dice, sabemos que eso piensa efectivamente, y que no nos quiere llevar a resultados subrepticios de un alcance no explícito, que desgraciadamente se traman anticipadamente en la persuasión de muchos discursos contemporáneos. Ayuda el que desde el comienzo nos anticipe el método que le parece más adecuado al objeto de la investigación en turno y el estado de la cuestión en cada caso.  
            También Aristóteles nos da la tranquilidad de que los pensamientos que profiere, en todo momento van de la mano de una moral eudemonista  y no corremos el peligro como sus lectores que somos, de vernos llevados a consecuencias no deseadas para nuestra vida (utilitarias, maquiavélicas, pesimistas, destructivas, fatalistas, o de parecidos desórdenes que ponen en riesgo tanto la integridad del individuo como el de la sociedad). Esto está bastante cuidado debido a que para Aristóteles, la desembocadura natural de la ética está en la política (pues considera que la primera es parte fundante de la segunda).
            Fortalece su discurso el que nunca hable a la ligera, lo que por demás es algo propio de la filosofía. Y cuando no tiene suficiente prueba, deja el problema abierto a replanteamiento y a nuevos datos que abonen favorablemente en el futuro de su solución. Cuando esto pasa, afina con recursos lógicos las posibilidades del planteamiento, y se percata de la dimensión que tienen las posibles soluciones junto con sus posibles consecuencias. 
            Aristóteles es mordaz en la crítica, cuando le parece que una postura no tiene la razón, pero concede el beneficio de la duda sin mayor problema, cuando le parece que hay una brecha de luminosidad en este o en aquel enfoque, en esta o en aquella tesis. Se mueve con circunspección y cordura tanto en el análisis como en las propuestas; y es considerado con los demás pensadores, sean de la talla que sea, tanto grandes como menores. 

4.2 Metodología
Más que hablar sobre un sólo método dada la complejidad de la filosofía de Aristóteles, más bien hay que hablar sobre los varios métodos que emplea (ἔν τοῖς μεθοδικοῖς), de modo prudencial o “fronético” según su objeto en turno. Esto tiene verdaderamente una trascendencia decisiva en la configuración de su pensamiento. Según Berti, existen varios métodos según la necesidad de tratamiento en cada una de las ramas de la filosofía aristotélica: así, tenemos el método apodíctico, el dialéctico, y el retórico, que abren a su vez a otros procedimientos anidados en ellos, como lo son los diaporéticos y tipológicos, la demostración y la confutación, la detección de elencos y los silogismos prácticos, etc. (Cfr. Berti: 2008).
            Aristóteles al “método lógico” le llamó simplemente “instrumento”, entendiendo por ello instrumento del conocimiento (Ὄργανον); (14) mismo al que dedicó considerablemente varias de sus obras a este respecto, sin sugerir ni una unión ni una sistematización. Más bien, fue partiendo los subtemas que debían ser abordados instrumentalmente por la filosofía para su ulterior utilización. Dichos temas del método, o caminos propios del pensamiento filosófico, van desde la silogística universal de la Analítica (Αναλιτικά) hasta la Retórica (Ρητορική), (15) pasando por cuestiones que hoy se considerarían como filosofía del lenguaje, de la mente, etc. Una indicación muy extensiva que nos da en pro de la investigación en general, dice que se deben investigar cuatro cosas: I) el qué, II) el por qué, III) si existe y IV) el qué es (Aristóteles, Analíticos II 1 89b 24).
            Incluso sabemos que hubo una obra perdida de juventud, que se denominaba tal cual: Metódica (Μετοδικά); (16) y de igual manera, los catálogos registran otro escrito del tema -u otro título para el mismo-, denominado: Μετοδικόν. (17) Obras que, por lo demás, muy probablemente hemos perdido para siempre, pero que al menos por sus títulos, reflejan el interés del Estagirita por las cuestiones procedimentales, y que hacen notar la importancia que el método tiene en la configuración de su pensamiento (18) y de la filosofía en general, pues justo es su camino, como la etimología misma lo revela (μετά-ὁδός).
            Entonces, si el método (léase en plural) es fundamental para la configuración del pensamiento, y por extensión también de la palabra, esto hace necesario a su vez una distinción analítica de cada uno de esos métodos que forman el Corpus Logicum, para luego saber ante qué objetos se deben desplazar, y poderlos vincular entre sí. Es decir, si su estructura y sus límites epistemológicos se los permiten en cada caso. Entonces, en una visión unitaria o de composición, hacer ver que la filosofía tiene múltiples posibilidades dependiendo el objeto que enfrenta porque le tiene delante, es uno de los logros más grandes de Aristóteles.
            Ahora bien, para el Estagirita hay tres niveles de conocimiento discursivo, que no debemos perder de vista a lo largo de toda la investigación: “πᾶσα διάνοια ἤ πρακτικὴ ἤ ποιητικὴ ἤ θεωρητική”, (19) que se van acoplando a los tipos de método a utilizar. Cada uno; el práctico o práxico, que tiene su fin en sí mismo y que su fin queda realizado en la acción propia del hombre (vgr.: el amistar, el amar, el ser virtuoso). El productivo, que tiene su fin en otro y no en sí mismo (ejs.: el fabricar, el comerciar). Y finalmente, el teorético, que tiene su fin en el saber por el hecho de saber, y de contemplar: i.e. el teorizar, dependen directamente de sus objetos. Por eso dice Aristóteles que: “puesto que el saber es práctico, factivo y teórico (πρακτικὴ,  ποιητικὴ,  θεωρητική), la filosofía es teórica, la moral es práctica y la retórica, factiva”. (20)
            Pero a esto hay que añadir las interconexiones fundamentales en los tres campos, pues para que la moral sea práctica, desde la filosofía (esto es, no una moral popular o de otra índole sino universal, entendida como “ética”), debe estar fundamentada en la teoría. También puede pensarse en una producción como resultado de una visión teórica más profunda, que se pueda apoyar de suyo en una técnica más humanista y no en una técnica justificada per se.
Por todo lo dicho, parece que Aristóteles tenía a la lógica (en su acepción amplia) como instrumento del pensar; y dado que la ética y la política son endójicas en gran medida (porque parten de lugares comunes o τόποι), por sus puntos de partida, eso justifica el abordaje de su lectura desde la dialéctica y la retórica, además de que su estructura en gran medida pertenece a esos cotos del saber.

5.    Trascendencia, importancia y actualidad de Aristóteles para la filosofía en su historia y su presente
La relevancia que tiene Aristóteles es fundamental no sólo para la comprensión histórico-filosófica del pensamiento en el siglo IV a.C., sino por la trascendencia que este autor tuvo en la posteridad, y la que tiene aún en nuestros días, así como el conocimiento que a la luz de ello se da en las categorías centrales del pensamiento occidental en varias áreas como son: lógica, metafísica (ontología y teología natural), historia de la filosofía, teoría de la argumentación, etc.
            Asimismo, la filosofía de Aristóteles es una herramienta poderosísima de reflexión como tal, para el diálogo con la tradición o línea de pensamiento que Aristóteles, a partir de la fundación del Liceo abre en la historia, denominada: aristotelismo, y que corre hasta nuestros días e incluso funciona para tener la reflexión y el diálogo con otras tradiciones diversas a ésta, a modo de andamiaje o plataforma conceptual, a partir de la cual luchar o dialogar con ideas de vario linaje en aras a la verdad. En este sentido, hay que reconocer que hay varios “aristotelismos” o precisar lo que se debe entender por “aristotelismo”. (21)
            Pero volviéndonos de nueva cuenta al fundador, hay que reconocer que Aristóteles es verdaderamente la cúspide del pensamiento griego (se piensa que en muchos ámbitos superó a Platón), y del pensamiento antiguo en general. Fue el modelo para hacer filosofía durante casi toda la baja Edad Media; significó la inspiración de varios filósofos renacentistas, (22) fue referencia obligada de los filósofos modernos -tanto detractores como seguidores-, así como inspirador de algunos pensadores contemporáneos que ven en su pensamiento un manantial de pureza inagotable de la cual pueden nutrirse, sin llegar nunca a ver el fondo del mismo. Incluso se ha señalado con insistencia, que sus detractores de todas las épocas lo han criticado en sus propios términos; (23) y que el lenguaje de varias ciencias como lo es la jurisprudencia y la biología, serían impensables sin sus aportaciones.
            Maestro de generaciones o maestro de los que saben -como le llamó Dante Alighieri: il maestro de color che sanno- mereció el nombre de El filósofo,en el sentido en que lo dijo Tomás de Aquino;  esto pese a que se ha querido superar su legado. Lo cierto es que no se ha logrado hacerlo en algunos campos, por lo que tenemos que seguir estudiándole para entender lo que quiso decirnos realmente. Hombre de profundas razones, penetrantes intuiciones, de espíritu insaciable de conocimiento, de afán recio y repetido, ese era Aristóteles. Por todo ello merece nuestro profundo respeto, o como lo dijo Quintiliano en sus Instituciones Oratorias: “¿Qué diríamos de Aristóteles? Dudo si considerarlo más brillante por su conocimiento de las cosas, por la abundancia de sus escritos, por el vigor y la elegancia de su estilo, por la agudeza de su inventiva o por la variedad de sus obras” (X 1, 83).
            Valorar en cada época su pensamiento es una tarea que no debemos olvidar. Hoy por hoy, deberíamos decir lo siguiente en términos generales y en términos de entendimiento: El invalidar ad hominem y a priori cualquier tesis de Aristóteles, tanto metafísica como ético-política, por una argumentación falaz en el fondo ignorante (vgr.: acusarle de incurrir repetidamente en la falacia naturalista), sin ver las implicaturas éticas o mucho menos los fundamentos metafísicos que posee, es una actitud del todo ignorante. Esto es una actitud infundada de la posmodernidad circundante, basada en el supuesto de los prejuicios antes mencionados y en la reticencia que se le tiene a la metafísica hoy en día. 
            Por último, reconocemos por una parte, sin ánimos exaltados, que el edificio que constituye Aristóteles mismo para la historia del pensamiento no es invulnerable. Sostener esto sería francamente una ilusión, que sólo pueden mantener los dogmáticos al estilo pitagórico, más bien lo que hubo fueron escolásticos dogmáticos que se anclaban en aristotelismos muchas veces contaminados, pues en verdad es insostenible. Aristóteles no tiene la culpa de que se le haya utilizado para justificar cosas deleznables. Es más sano en ese sentido, atemperar o moderar el aristotelismo, distinto al “rígido” que algunos pensadores del pasado aplicaban a raja tabla.
            Por el contrario, hoy sabemos, que su cosmología especulativa está más que superada (debido a la inexistencia del éter quintaesenciado, y de la no inmortalidad de los cuerpos celestes, en su imagen del universo observable); sabemos también, que su lógica no es muy abarcadora como Tomás, Kant y Hegel pensaban; que algunas de sus teorías fisiológicas, son simplemente falsas (como la función del cerebro que supuestamente servía para enfriar la sangre, y la del corazón humano como unidad de lo mental). Que algunas de sus teorías biológicas eran demasiado especulativas, y que por lo mismo cayeron en el error: como es el caso de la teoría de la generación espontánea, su problemática metafísica de la sensación, etc.
            Pese a estos golpes de martillo de la crítica histórica, el pensamiento de Aristóteles (conste que no hablo aquí del aristotelismo, que es aún más fuerte y contundente) no se desamortiza aún -y tal vez nunca lo haga-. Lo que sí es que le han mermado en parte en algunas estructuras y qué bueno que así sea porque eso quiere decir que hemos avanzado como humanidad más allá de lo que un hombre ha aportado al saber. En este sentido nos dice Barnes (1987):

“Aristóteles puso ante nosotros, explícitamente en sus escritos e implícitamente en su vida, un ideal de excelencia humana. El hombre aristotélico puede no ser el único modelo o ideal, pero es, sin duda, un ejemplar admirable, la emulación del cual no es ambición pequeña (...) ningún hombre antes de él había aportado tanto al saber. Ningún hombre después de él podía esperar igualar sus logros”.
           

Pero los cimientos de la importancia histórica del Estagirita son indiscutibles y perennes; por eso sólo le reconocemos superado en aquellas partes específicas de los cotos del saber en que ya está ampliamente superado. Pero cabe decir que lo han superado sólo después de dos mil años: desde la modernidad hasta la fecha. (24)
            Ahora bien, la importancia de Aristóteles, no está en la influencia que sus teorías erradas -mal que bien- tuvieron en la posteridad (pues ni se sabían falsas desde antiguo, ni podía saberse efectivamente como tales, sino hasta después de siglos de avance científico mediante los esfuerzos de la comunidad científica posterior; antes bien, fungieron positivamente como una base de reflexión formal por largo tiempo y funcionaron para efectos explicativos significativos en varios temas), sino en las que todavía son propositivas y plausibles.
            Cuando pensemos en posiciones teóricas, al menos concedámosle el beneficio de la duda a un esmerado pensador como lo fue Aristóteles, que más que porque nos impela al diálogo histórico obligado, más bien lo haga por su actitud universalista de cara a la verdad, siempre abierta a la investigación renovada y al sano replanteamiento como era su costumbre. Dicha actitud no es exclusiva, pero sí propia de Aristóteles, de la cual también hemos aprendido tras el paso de las generaciones de tantos y tantos filósofos que desfilan como hitos en la historia de la filosofía, pese a ciertos renacimientos de Aristóteles dados en otras épocas y sectores filosóficos, creo que estamos en deuda todavía.
            Finalmente, si nos abocamos a su actualidad, está por demás decir que Aristóteles es un clásico, en su calidad parece tener siempre posibilidades de embates futuros con los nuevos pensadores y aún a contrapelo de los mismos. Hasta ahora ha mostrado en todo momento ser altamente sugerente y útil para la resolución de problemáticas futuras, debido -entre otras cosas- a las múltiples perspectivas que se toman cuando ha sido consultado e interpretado a lo largo de muy diversas épocas y contextos.
            Pero esto sólo es posible a través de sus epígonos que le dan vida. De la pertinencia de la antigüedad en general para el replanteamiento de cuestiones que hoy nos aquejan por su urgencia, ha sido un recurso filosófico fecundo en toda la historia, yo me sumo a ello en esta manera de filosofar, que ciertamente no es la única autorizada. Hablar de todo esto no puede ser posible si primero no se profundiza a fondo en el conocimiento de tales autores que llamamos “clásicos”, valorando sus aportes a la luz de sus carencias, esto no es pauta de demostración en la tesis, sino algo que damos por sentado. 
            Aristóteles es uno de los autores obligados que debemos estudiar, uno de aquellos que fundaron la filosofía como tal, y goza de una envergadura tal que habla de cara a los siglos postreros; entre algunas razones, porque la ética es muy necesaria siempre, aún más en tiempos de penuria moral como es nuestra época (de ahí que tanto interés tenga para nuestra filosofía contemporánea). Aristóteles fue junto con Sócrates y Platón uno de sus fundadores, hay que ir al comienzo para poder saber los efectos de algo, pues “por poco que uno se desvíe de la verdad <al principio> -dice Aristóteles-, esa desviación se hace muchísimo mayor a medida que avanza (…), y por eso lo inicialmente pequeño se convierte al final en algo enorme”. (25)
            Quizás nuestra época sufra las consecuencias -es una sugerencia objetable ciertamente, pero también válida- de haber perdido el rumbo que los moralistas de antaño intentaron imprimirle a la moralidad de sus pueblos. Además de la ética, la racionalidad práctica extendida a la política es de interés acuciante en tiempos posmodernos por la urgencia de pensar nuestros actuales problemas. Aristóteles teorizó en ambas líneas interconectándolas armónicamente y ha sido rescatado por autores que defienden la ética de virtudes o también llamada ética de bienes, en contraposición a las éticas del deber de corte kantiano, o a las éticas utilitaristas o pragmáticas.
            Por otra parte, la teoría de la argumentación es otra rama instrumental de la filosofía, que ha resurgido en nuestros días a partir de los esfuerzos de Perelman y de otros estudiosos por rescatar la metodología retórica para muchos campos del saber (no sólo para la filosofía o para el derecho), y lo mismo habría que hacer con la dialéctica, que los antiguos tanto cultivaron. Aristóteles valoró los tres tipos de retórica que se hacían en su época [judicial, epidíctica y deliberativa], he hizo además de estudios y síntesis expositivas de dichos géneros, una propuesta propia de cara a la filosofía [lo que Ramírez Vidal y la tradición denominan: retórica filosófica], primeramente utilizada por Platón, luego teorizada y sistematizada hasta cierto punto en el sistema de tópicos que Aristóteles utilizaba. Ciertamente la dialéctica de Aristóteles es un sistema argumentativo mejor y más definido, basado en otras tipologías de lugares de discusión o tópicos. Todo esto hace de Aristóteles un punto obligado para la teoría de la argumentación y para el uso instrumental de la misma.
            Aristóteles no fue olvidado nunca, y pese a que las ciencias particulares caminaron separadas desde muy antiguo (s. III a. C) hasta hoy día en que se ha llegado finalmente a perder su unidad, su obra siempre ha sido recordada y ha influenciado a muchos pensadores de todas las tallas. Incluso sus enemigos le combatían en sus propios términos. Nuestra jerga lingüística de sentido común, bebe de su fuente.
            Por casi dos milenios y medio El Filósofo ha marcado a todo Occidente, tal es así que “una descripción de la supervivencia intelectual de Aristóteles equivaldría prácticamente a una historia del pensamiento occidental” (Barnes, 1987). Hallamos el reflejo de sus doctrinas no sólo en filósofos sino en intelectuales de todos tipos y tiempos: filósofos, científicos, humanistas, teólogos y artistas. Podríamos preguntarnos de nuevo: ¿Qué hace hoy de Aristóteles un maestro, por lo que merece mucho la pena estudiarle? Simplemente podría responderse, que nuestra historia occidental, ya globalizada, no se entendería sin él.
            La lógica aristotélica fue el cimiento de la lógica filosófica y fundó todas las ramas de la ciencia que hoy cultivamos. Pocos han fundado una ciencia, pero Aristóteles es insuperable por no haber otro hombre que haya fundado más de una. Ciertamente en muchas líneas ya está superado como antes referíamos, pero en las más graves y elevadas no: física (entendida como ontología del ser móvil), metafísica, ética, política, y aún en partes localizadas y dominios de otras áreas. Seguimos y seguiremos aprendiendo de él.
            Quisiera terminar este documento con una última consideración acerca del Aristóteles que cada estudioso puede apropiarse. Digo ‘puede’ porque no todos vemos las mismas cosas, por razón de la naturaleza hermenéutica de la condición humana. Se puede ser en este sentido un pensador aristotelizante de muchas maneras; pensando que, cada vez que le interpretemos, enriqueceremos más la noble y poderosa tradición del aristotelismo. No podríamos hacer otra cosa. Empero, hay que reconocer que aunque ningún pensador salta sobre su propia sombra -como diría Nietzsche-, eso no quita que veamos en Aristóteles a una verdadera institución del conocimiento. La filosofía de Aristóteles es un punto de partida y una poderosa plataforma del saber, con la que podemos entrar en diálogo con todas las demás tradiciones de pensamiento. Reconociendo a su vez, por contrastación con ella  -claro está-, la necesidad de estas mismas, pues es un tópico universal de la filosofía, que ningún pensar filosófico alberga en sí mismo todas las posibilidades y que no se filosofa primordialmente sobre los libros sino sobre las cosas mismas:     

“Las indicaciones que preceden no son más que un simple bosquejo (…) anticipado de las materias que vamos a considerar y de sus propiedades. Luego hablaremos de ello con más detalle a fin de abarcar en primer lugar los caracteres distintivos y los atributos comunes. Después será preciso intentar descubrir las causas. Tal es, en efecto, el método natural de la investigación, una vez se ha adquirido el conocimiento de cada punto concreto. Pues así aparecen claramente el objeto mismo de nuestro estudio y las razones sobre las cuales ha de apoyarse nuestra argumentación” (Aristóteles Investigación sobre los animales I 6, 491a 6-14).

Breve Guía Bibliográfica Comentada
Nota: [Para facilitar al lector la siguiente bibliografía, presentamos algunas anotaciones entre corchetes para algunas de las referencias bibliográficas aquí presentadas].

Aristóteles de Estagira
O b r a s

_____ (1831-1870. Aristotelis Opera, Ex recensione Immanuelis Bekkeri, Berlin: Edit. Academia Regia Borussica. Vols. I, II. [Es la edición más poderosa, aún             actual, y obligada; bajo la cual se hace la nomenclatura de toda la obra del filósofo, y a la cual siguen todas las ediciones posteriores].
_____ (1967). Obras. Madrid: Aguilar. Traducción, Preámbulos y Notas por Francisco de Paula Samaranch. [Es una de las primeras ediciones en español de las             obras de Aristóteles, casi están en su totalidad sin contar los fragmentos ni los textos apócrifos].
_____ (1995). The Complete Works of Aristotle. USA: Princeton University Press. Edited by Jonathan Barnes. II Vols. [Goza de un Index de materias muy                         recomendables en inglés, un tanto paralelo aunque muy posterior al clásico alemán de H. Bonitz].
_____ (1982-2011).Obra Completa. Madrid: Gredos. Vols. I-XVI. Diversos traductores. [Esta edición goza de múltiples y sendas introducciones más filológicas             que filosóficas, y es manejable científicamente porque pone la numeración de Bekker en los costados].

Estudios
ACKRILL, J. (1987). La filosofía de Aristóteles. Caracas: Monte Ávila Editores. Traducción de Francisco Bravo. [Es una presentación moderna general de su             pensamiento].
BARNES, Jonathan. (1987). Aristóteles. Madrid: Cátedra. Traducción de Marta Sansigre Vidal. [Es un manual breve y profundo por temáticas].
_________. (2007). Conversaciones con Aristóteles. Oniro, Madrid. Traducción de Gemma Gallart. [Consiste en una recreación ideal de cómo respondería             Aristóteles al género contemporáneo de la ‘entrevista’].
_________. (Ed.). (1995). The Cambridge Companion to Aristotle. USA: Cambridge University Press. [Consiste en una presentación sumaria por materias,             escritas en cada capítulo por un distinto especialista en el autor].
BERTI, Enrico. (2008). Las razones de Aristóteles. Buenos Aires: Oinos. Traducción de Horacio Gianneschi y Maximiliano Monteverdi. [A mi entender es una de             las mejores obras explicativas del pensamiento de Aristóteles que se ha escrito; muestra un conocimiento bastante profundo del autor].
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LEAR, Jonathan. (1994). Aristóteles. El deseo de comprender. Madrid: Alianza Editorial. Traducción de Pilar Castrillo Criado.
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MARCOS, Alfredo. (2000). El testamento de Aristóteles (Memorias desde el exilio). León: Edilesa. [Recreación fantástica de las cartas perdidas entre Aristóteles             y Antípater].
MARÍAS, Julián. (2002). “Introducción” en Ética a Nicómaco. Madrid: Centro de Estudios Políticos y Constitucionales. Pp. VII-XXIII. [Introducción bastante                         esclarecedora sobre la filosofía práctica del filósofo].
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POLO, Leonardo. (1999). Introducción a la filosofía. Navarra: EUNSA. [Una presentación somera e introductiva a la historia de la filosofía, surcada por la                         insoslayable obra de Aristóteles].
QUILES, Ismael. (1944). Aristóteles. Hombre, vida, doctrina. Buenos Aires: Espasa-Calpe. [Excelente para una visión clásica y esquemática del autor].
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ROLAND-GOSSELIN. M. D. (1943). Aristóteles (El Hombre, el Filósofo, el moralista). México: América. Traducción de José Ferrel. [Una de las primeras                         explicaciones de todo el autor a mediados del siglo XX].
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STRATHERN, Paul. (1999). Aristóteles en 90 minutos. Madrid: Siglo XXI. Traducción de José A. Padilla Villate. [Es una introducción bastante sencilla para                         principiantes. Partiendo de un desconocimiento del autor es una primera aproximación].
TOVAR, Antonio. (1948). “Estudio Preliminar” en Constitución de los atenienses. Madrid: Instituto de Estudios Políticos, pp. 5-38. [Aunque sucinta es una                         introducción esclarecedora y de altura tratadística].
_____________. (1999). “Introducción a la Retórica de Aristóteles” en Aristóteles. Retórica. Madrid: Centro de Estudios Políticos y Constitucionales. Pp. V-XLVII.             [Excelente introducción esquemática al tema].
ZAGAL, Héctor. (2005). Método y ciencia en Aristóteles. México: Publicaciones Cruz.

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[1] Designación dada por Santo Tomás de Aquino, pero vivida por muchos filósofos medievales, desde Pedro Abelardo hasta Alberto Magno, pasando por Moisés Maimónides y por Averroes.

[2] De la Cruz, J. (2012). Obras completas. México: FCE. Vol. I. Aunque se dice que por el contexto de los versos se habla del teatro del mundo, y de las reacciones opuestas entre la risa de Demócrito y “el llanto” de Heráclito, entendiendo esto como un tópico común en autores posteriores (Juvenal, Luciano, Montaigne, etc.), hay que decir que encuadra a la perfección la eterna oposición histórica entre Platón y Aristóteles; y que por si fuera poco corre hasta nuestros días ininterrumpidamente desde la lontananza de la Atenas del siglo IV a.C. Infra, notas 4 y 5. 

[3] Se pueden encontrar muy buenas exposiciones sobre su vida y obra, mismas que están apuntadas en la bibliografía de este trabajo. Véase: Jaeger (1997); Gomperz (2000); Gosselin (1943); Düring (2000) pp. 17-94; Copleston (2011) ‘Vida y obras de Aristóteles’, pp. 233-241; Barnes (1995) ‘Life and work’, pp. 1-26; Pellegrin (2000) ‘Aristóteles’, pp. 424-428; Natali (2013).

[4] Véase el excelente estudio monográfico que hace del gran orador, en Jaeger, Werner. (1994). Demóstenes. La agonía de Grecia. México: FCE.

[5] Desde la Antigüedad Aristóteles tuvo enemigos más que detractores, ya que no estaban a su altura intelectual, como en el caso de Cefisodoro de la escuela de Isócrates, que tachaba a Aristóteles simplemente con epítetos ad hominem; Demóstenes que veía en él un intruso y espía del imperio macedónico; y Eurimedonte, sacerdote ortodoxo que le acusó de impiedad para procesarle, una vez muerto Alejandro. Siglos después, hallamos un odio renovado en San Buenaventura, ya en el siglo XIII, cuando dice: “Por eso el principal de todos <aquellos filósofos oscuros> parece haber sido Aristóteles, (...) y las razones que de ello da no tienen valor alguno” (‘Las tinieblas del aristotelismo’ en Hexamerón, Colación 6). Tres siglos más tarde, Lutero exhortaría a que se anulara su estudio, por considerarle un peligro muy grande para la fe. Y dice: “Mi consejo es que los libros de Aristóteles (…) se abolieran junto con todos los otros que hablan de las cosas naturales, ya que nada es posible aprender en ellos ni de lo natural ni de lo espiritual; además, nadie hasta la fecha ha logrado entender su opinión y, con gran trabajo, estudio y gastos inútiles, muchas generaciones y nobles almas han sido verdaderamente oprimidas. Puede decir que un calderero sabe de las cosas naturales más de lo que está escrito en esos libros. Me revuelve el estómago que, con sus falsas palabras, ese maldito, presuntuoso y astuto idólatra haya extraviado y embaucado a tantos entre los mejores cristianos. Dios nos envió en él una plaga para castigarnos por nuestros pecados” (Llamamiento a la nobleza cristiana de la nación alemana, 1525). Y tres cuartos de siglo después, Francis Bacon afirma algo parecido, que merece la pena citar por lo corrosivo de su reacción visceral: “Hagamos, pues, el proceso de Aristóteles, el peor de los sofistas, aturdido por su inútil sutileza y despreciable verborrea. Se atrevió incluso, si por ventura un buen viento hubiese empujado la mente humana hacia la playa de alguna verdad, a apresarla en durísimos cepos, junto con un artilugio hecho de demencia para así someterla a las palabras. De su seno han salido y en él se han alimentado esos pérfidos propagadores de nubes, quienes, manteniéndose bien lejos de la luz de la historia de cada cosa y sin preocuparse de describir el mundo, nos abruman con las innumerables necedades de la Escuela, extrayéndolas con su agitada mente del dúctil material de los preceptos y afirmaciones de Aristóteles. Pero su dictador es más culpable que ellos, porque, pese a haber recorrido los libres caminos de la historia, conservó intactos los ídolos más obscuros de no sé qué recóndita caverna y tejió sobre esa historia de todos y cada uno de los seres una especie de telaraña que presenta como la trama de las causas, siendo en verdad algo del todo carente de mérito y valor” (Parto masculino del tiempo, 1603). Varias de las citas que aquí citamos aparecen en Reale, Giovanni. (1999). Introducción a la metafísica de Aristóteles, Barcelona: Herder.

[6] Desde sus contemporáneos, empezando por el mismo Platón, que reconociera a su discípulo como la mente (ὁ νοῦς) y el lector; y luego Teofrasto como condiscípulo, ayudante y heredero tanto de la cátedra de Aristóteles, comenzó una larga tradición conocida como aristotelismo. Pero su influencia trascendió los límites del Liceo, y llegó -gracias a la helenización- hasta la cultura latina. En efecto, Cicerón fue un gran admirador del filósofo griego, y decía que su verbo era elegante como un río de oro. Con Quintiliano tenemos un reconocimiento a sus grandes dotes en todos los sentidos; así lo expresa cuando afirma: “¿Qué diríamos de Aristóteles? Dudo si debo considerarlo más brillante por su conocimiento de las cosas, la abundancia de sus escritos, el vigor y la elegancia de su estilo, la agudeza de su inventiva o por la variedad de sus obras” (Instituciones Oratorias X 1, 83). Estos elogios fueron reconocidos por la posteridad, y mil quinientos años después de su muerte, Dante acaba por nombrarle: El maestro de todos los que saben -Il maestro de color che sanno- (La Divina Comedia, Infierno IV 131), reconociendo su inmensa influencia, no sólo en la filosofía sino prácticamente en todos los campos del conocimiento. Y es en este sentido que Tomás de Aquino lo toma, al considerarle ni más ni menos que como la mayor autoridad en el campo de la luz natural que la historia nos ha obsequiado en todos los tiempos. Y un anónimo, que podría pertenecer a cualquier época, expresó que “Ir contra Aristóteles es casi negar la esencia de la filosofía”. No sólo se han expresado con admiración y profundidad en general de su genio, sino de varios aspectos particulares de su pensamiento, así Michel de Montaigne hablando de la vastedad de su obra afirma: “Aristóteles nada y se inmiscuye en todos los mares” (Ensayos). Y en el siglo XVII en México, Sor Juana Inés de la Cruz reconoce la profusión de su verbo, cuando dice: “Si Aristóteles hubiera cocinado más hubiera sabido” (Autodefensa Espiritual); y en el mismo documento, la misma poeta refiere su grandeza: “¿Quién no alaba a Dios en la inteligencia de Aristóteles?”. En fin, en lo presente y en lo futuro seguiremos hablando de su grandeza, porque hasta el día de hoy nadie lo ha superado, y aún cuando lo fuera, habría entonces que refrendar más de dos mil quinientos años de francas influencias a lo largo y ancho no sólo de la historia de la filosofía sino de toda la civilización occidental.

[7] Cfr. Düring (2000); Gouguenheim (2009); Reale (1992).

[8] Que pueden ser extensivas a la filosofía en general o al menos a algunas de su líneas, dado que la influencia que la tradición aristotélica ejerció en la posteridad resultó enorme. Y a su vez, el propio Aristóteles recibió algunos de esos elementos de la tradición antecedente.

[9] Vid. Ackrill, 1987:27-28 que dice: “a sus antecesores les considera como auxiliares para alcanzar la verdad (…); a menudo lee retrospectivamente en ellos las ideas y cuestiones que le son propias”. Y el mismo intérprete agrega: “De ordinario, Aristóteles empieza toda indagación mayor con un vistazo sobre las concepciones de sus antecesores. Cada una de estas concepciones, piensa, es susceptible de contener algún elemento de verdad, que debemos tratar de preservar. Los puntos en los que los pensadores anteriores se hallan en mutuo desacuerdo proveen los problemas que tenemos que resolver” Ibid.

[10] Se ha dicho que “esta mezcla de franqueza casi infantil y de intenso poder intelectual es parte del atractivo peculiar de Aristóteles” Vid. Ackrill, 1987:19.

[11] Con base en la recolección de materiales que forma la base empírica de las demostraciones, se ha dicho lo siguiente: “En algunas áreas de la investigación es necesario salir y recolectar gran cantidad de pruebas factuales, antes de poder construir teorías útilmente. Aristóteles recomienda y practica el hábito de investigar tan ampliamente como sea posible, antes de empezar a clasificar, generalizar y teorizar” Vid. Ackrill, 1987:28-29.

[12] De los diversos tipos de investigación se desprende la posibilidad del rigor de los mismos. Así, corroboramos aquel juicio que refiriéndose a este proceder, dice: “Aristóteles distingue rigurosamente los diferentes tipos de investigación. Algunos pueden aspirar a un alto grado de precisión y certeza; otros, por varias razones, no pueden hacerlo (…) Aristóteles se deleita siempre que puede encontrar un argumento apodíctico y una prueba o una refutación casi matemática. Pero en muchas áreas tiene el razonamiento filosófico una textura menos rigurosa. Contiene, en efecto, no sólo inferencias deductivas, sino también recursos a lo meramente probable y razonable, al esbozo de analogías, a la explotación de claves lingüísticas, etc. El repertorio del filósofo incluye una rica variedad de procedimientos y técnicas de persuasión, así como formas más rigurosas de razonamiento” Vid. Ackrill, 1987:30.

[13] Francamente Aristóteles se interesa como Sócrates, por todo lo humano; y eso habla de su pensamiento inclusivo: “también lo que dice la gente ordinaria debe formar parte del material del que deben arrancar las indagaciones filosóficas. Gran parte de la obra de Aristóteles se interesa por la clarificación conceptual, por el intento de entender y analizar ideas que ya son, en cierto modo, familiares” Vid. Ackrill, 1987:28.

[14] Con base en esta funcionalidad procedimental, se le denominó de idéntica manera, al conjunto de obras que forman lo que vulgarmente se conoce como: la lógica de Aristóteles.

[15] En efecto, “del Órganon (…) la Retórica y la Poética, han sido consideradas alguna vez como partes constitutivas de él” Vid. Brunschwig (1999:116).

[16] Cfr. Tovar (1999:84, nota 24). Cfr. Racionero, nota # 47, p. 181. Racionero sigue especificando: “Methodiká. Aristóteles menciona una sola vez este título (Ret. I 2, 1355b 22) con una lección plural: en toîs methodikoîs. Ahora bien, así en plural, y situándola entre los escritos lógicos Diógenes cita otra obra, compuesta de ocho libros: Methodiká I-VIII, núm. 52. De la misma manera aparece en el catálogo anónimo, en conexión de nuevo con obras lógicas: Analytikôn, Problematikôn, Methodiká (…). De este conjunto de testimonios (…) -según admite hoy la generalidad de la crítica-  que los Methodiká I-VIII, núm. 52, están en relación con Tópicos y que se refieren al método dialéctico” Ibid, pp. 75 y ss.

[17] “El Methodikón I, núm. 81, que aparece en la lista de escritos retóricos, debe haber sido también una obra relacionada con  -o en la que Aristóteles trataría de-   el método retórico (…) Simplicio cita esta obra -καὶγαρτοῖςΜεθοδικοῖς- (…) y no cabe suponerlo como una obra de comentarios a un tratado en que se haría examen del método retórico” Vid. Racionero, Op. cit., p. 76.

[18] Ya desde joven tenía esa dirección, pues “las primeras obras nos informan sobre la naturaleza de un escritor (…) -explica Jaeger-. Lo notable es que ya era un maestro en el terreno del método y de la técnica lógica por un tiempo en el que aún dependía por completo de Platón en metafísica” Vid. Jaeger, Op. cit., I 3, p. 67.

[19] Met. VI, I 1025b 25: “de suerte que, (…) toda operación del entendimiento es práctica o factiva o especulativa”.

[20] Ramírez Trejo, Arturo. Introducción a la Retórica de Aristóteles”  en Aristóteles. Retórica. UNAM, México 2002, p. LXXXII, y nota # 8 Idem; Cfr. 1026b 5; Tóp. VI 6, 145a 15-18; VIII 1, 157a 10-11.

[21] Así R. Sharples (2000:636) de manera precisiva -y a mi parecer correcta- afirma: “para probar que una propuesta avanzada (…) no se opone al pensamiento aristotélico, no basta con mostrar que está enraizada en ‘tal o cual’ pasaje de Aristóteles; una divergencia que no es necesariamente una contradicción, puede tratarse de una opción, una diferencia de énfasis, una omisión, pero también puede ser muy bien involuntaria o inconsciente. Poner el acento sobre tal aspecto del pensamiento aristotélico no se debe sólo a Teofrasto y a Estratón, o incluso a Plutarco y Cicerón, sino también a los intérpretes modernos de Aristóteles. Por lo tanto hemos de tomar en consideración el punto de vista en que se sitúa tal estudioso moderno para decidir qué es lo que es aristotélico y qué es lo que no lo es”.

[22] Schmitt, Charles. (2004). Aristóteles y el Renacimiento. España: Universidad de León.

[23] Incluso un criterio hermenéutico contemporáneo dice que criticar a un autor es ser parte de su tradición. Así, los anti-aristotélicos clásicos, de algún modo y según este criterio serían un tipo de aristotélicos, pues discuten bajo las coordenadas, ejes y categorías temáticas y terminológicas propias del autor criticado.

[24] Y aún superado había que seguirle estudiando para tener perspectiva histórica y punto de confrontación con las nuevas doctrinas que iban a estar en su lugar. De hecho, por mucho tiempo “todos sabían que era una potencia con la que había de contar y una de las bases del mundo moderno, pero no pasó de ser una tradición, si no por otras razones, por la simple de que (…) siguieron los hombres necesitando aún demasiado de su contenido” Vid. Jaeger (1997:14). Entonces, podríamos aplicarle a la tradición filosófica moderna y actual, respecto al mismo estudio de Aristóteles, el mismo argumento lógico de disyunción excluyente que el Estagirita lúcidamente esgrimió contra los que no querían estudiar filosofía, al no ver la supuesta necesidad de ella para la vida humana. Más o menos reza así: si no es necesaria hay que demostrarlo, y al intentarlo se estará filosofando; o bien, si es necesaria, simplemente hay que estudiarla. Por tanto, de cualquier manera hay que estudiar filosofía como dice Aristóteles en el Protréptico. Lo mismo podríamos decir del estudio de Aristóteles mismo, del que nada nos excluye, y que antes bien, consideramos necesario.

[25] Aristóteles, Del Cielo I 5, 271b 9-14.

 
 
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